viernes, 31 de octubre de 2014

Las Clases Medias de la Santidad...

Escrito por José Luis Martín Descalzo -de su Libro "Razones para el Amor"-

Joseph Malegue —novelista cristiano- , quien dejó a medio escribir una novela cuyo título era: " Las clases medias de la santidad"Y en ella —por los pocos fragmentos que se conocen— desarrollaba una idea ya varias veces apuntada en sus obras anteriores: que para profundizar en los fenómenos religiosos no hay que explorar sólo en el alma de los grandes santos, de los santos de primera, de los aristócratas de la santidad, sino que «las almas modestas contaban también; contaban además las clases medias de la santidad».

Y dice, que los cristianos, tal vez estamos demasiado acostumbrados a trazar una gran diferencia entre la santidad y la mediocridad.

A un lado estarían aquellos santos, titanes del espíritu que tomaron el evangelio por donde más quemaba y realizaron una vida incandescente. 
Al otro estaríamos nosotros, los que a veces, parecemos en estado vegetativo en el cristianismo…

Y ésta es una afirmación, además de falsa, terriblemente desalentadora.

Pensamos: como yo no tendré jamás el coraje de ser un Francisco de Asís, vamos a limitarnos a cumplir y a esperar que Dios nos meta al final en el cielo por la puerta de servicio.

Pero, si abrimos con más atención los ojos, vemos que además de los santos de primera hay por el mundo algunos santos de segunda y bastantes de tercera. Esa buena gente que ama a Dios, esas personas que, cuando estamos con ellas, nos dan el sentimiento casi físico de la presencia viva de Dios; almas sencillas, pero entregadas; normales, pero fieles, leales. Auténticas clases medias de la santidad.

Quien más, quien menos, todos hemos encontrado en el mundo dos o tres docenas de almas así. Y hemos sido felices de estar a su lado. Y hemos pensado que, con un poco más de esfuerzo, hasta nosotros podríamos parecemos un poco a ellas. Y sentimos que este tipo de personas sostienen nuestra fe y que, en definitiva, en su sencillez, son una de las grandes señales de la presencia de Dios en la Iglesia.

Todos nosotros, hemos conocido o conocemos a muchos de estos santos de tercera o segunda, pero que sabemos: almas tan verdaderas, que en ellas hemos visto o vemos, siempre reflejado lo que más me gusta de Dios: su humildad.

Nuestro Dios que es humilde en su revelación, se revela, hecha a través de textos también humildes…

Un Dios humilde en su Iglesia, que no construyó como una élite de perfectos, sino como una comunidad de pecadores…
Humilde también en la tierra en que quiso nacer, en esa Palestina…

Por eso a este Dios humilde le van muy bien los santos humildes y pequeños. Y es una suerte que nos permite no desanimarnos a quienes tenemos un amor de hoguera (¡o de fosforo!) y jamás llegaremos a su amor de volcán...

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