lunes, 30 de enero de 2012

"Le preguntaron a Mahatma Gandhi cuáles son los factores que destruyen al ser humano.
Él respondió así:
La Política sin principios,
el Placer sin compromiso,
la Riqueza sin trabajo,
la Sabiduría sin carácter,
los Negocios sin moral,
la Ciencia sin humanidad y la Oración sin caridad.
La vida me ha enseñado que la gente es amable, si yo soy amable;
que las personas están tristes, si estoy triste;
que todos me quieren, si yo los quiero;
que todos son malos, si yo los odio;
que hay caras sonrientes, si les sonrío;
que hay caras amargas, si estoy amargado;
que el mundo está feliz, si yo soy feliz;
que la gente es enojona, si yo soy enojón;
que las personas son agradecidas, si yo soy agradecido.
La vida es como un espejo: Si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa.
La actitud que tome frente a la vida, es la misma que la vida tomará ante mí.
"El que quiera ser amado, que ame".

domingo, 29 de enero de 2012

La vida necesita

"La vida necesita:
mirar,
mirar lejos,
mirar con esperanza,
mirar con amor,
mirar escuchando a los demás, escuchando en el corazón las promesas de Dios.
Escuchar los pasos de Dios en la historia.
Escuchar la voz el Espíritu que cada día nos invita a seguir esperando.
Llevar encendidas las luces de nuestra mente y de nuestro corazón.
Saber ver llegar el futuro, tantos años esperado…"

Clemente Sobrado

domingo, 22 de enero de 2012

Pescados a tiempo

Pescados a tiempo
Por Diego Fares sj

“Pescadores de hombres” es una metáfora difícil.
Siempre he admirado a los que tienen la gracia de “pescarnos para Jesús”.
Si se mira de afuera pareciera que tiene trampa: pescar a otro, engancharlo…, como que deja un gustito a que no se respeta la libertad. La imagen del pez coleteando desesperado y ensartado en el anzuelo no es para nada marquetinera.

Y sin embargo, muchos de los que vivimos desde adentro el haber sido pescados para Cristo (no lo digo de todo el mundo pero sí personalmente y también de muchos otros que conozco), agradeceremos eternamente a aquel que se animó a echarnos el ojo, mostrarnos el anzuelo y pegar el tirón que nos sacó de nuestro mar de cavilaciones y nos metió de cabeza en una misión del reino de la cual nos enamoramos y ya no volvimos más atrás.

Meditando la dificultad de la metáfora – no queda bien esto de ser “pescado”, más bien el mensaje debe ser confirmarle a cada uno que es un derecho suyo inalienable decidir sobre su vida, imaginar su futuro, realizar sus capacidades…- siento que el Señor la eligió a propósito: para que no queden dudas de que “no lo elegimos nosotros a Él sino que fue Él el que nos eligió a nosotros”.

Y aquí hay que detenerse y contemplar varias cosas.
La primera que elegí es el dibujito de Fano –esa Trinidad con Eucaristía y Palabra- remando alegre en la barquita de Pedro. Se nos pesca para entrar allí.
Cuando Pablo, en la segunda lectura, dice que “el tiempo apremia” utiliza “sys-tello” que significa “contracto”. El tiempo se contrae, se angosta (de ahí la angustia), se reduce, se va como agua por el sumidero. Esto no significa que ya viene el fin del mundo sino que es una característica propia del tiempo humano todo el tiempo: siempre es corto, se hace corto, como que se reduce y se escurre entre los dedos.
Jesús en cambio nos habla de un tiempo pleno al que uno puede acceder como salvado de un naufragio: “conviértanse y crean en esta buena noticia: que el tiempo se ha cumplido y es un tiempo pleno: el reino de Dios se ha vuelto cercano”.
Puesto en clave temporal: somos pescados de un tiempo que se agota, de un lago cuya agua se escurre por el desagüe…, a un tiempo pleno, a un tiempo “de Cielo”, que no se agota ni contrae sino que se expande y se dilata sin fin.

 Que te pesquen de un lago que se seca y te enseñen a “evolucionar” como evolucionaron los primeros peces que salieron del agua, y a vivir del Aire –del Espíritu- es una gracia.
Que te pesquen del mar de dudas y cavilaciones en el que estás preso, mientras se te pasa el tiempo y no terminás de saber bien qué hacer que valga la pena, y te zambullan en interior de esa barquita en la que Rema la Trinidad, es una gracia.

Nos pescaron a la Vida desde esa Interioridad, desde esos dos Corazones que son un solo Corazón. Que Ellos hayan acercado su Tiempo Pleno y lo hayan metido a navegar en nuestra historia de tiempo angosto, y que uno se pueda subir a esa barquita en la que reman mar adentro y realizan pescas milagrosas, es una gracia que no tiene palabras.

El amor no es sino tiempo – tiempo gastado en los demás y con los demás-. Al fin y al cabo es el único tiempo que no se te pasó, que está enterito y rebosante dando Vida a tu corazón. Y paradójicamente, el tiempo gastado así, es el Tiempo Pleno, la Vida eterna que le dicen.

domingo, 15 de enero de 2012

El Evangelio se escribe con los pies

El Evangelio se escribe con los pies

Es posible que a muchos les pueda parecer extraño este título de que “El Evangelio se escribe con los pies”.
Es que estamos acostumbrados a que todo se escribe con la cabeza y el bolígrafo o la pluma.
Un Evangelio escrito con ideas.
Y sin embargo, el Evangelio comenzó a escribirse con los pies.
El primer Evangelio, el que vivió Jesús y el que vivieron sus primeros seguidores no fue un Evangelio escrito en los libros sino escrito en la vida.
Jesús escribe con los pies.
El Evangelio de hoy nos habla de cómo Juan se fijó en Jesús que pasaba. No dice de dónde venía ni a donde iba. Sencillamente es el Jesús que pasaba, caminando sobre las arenas calientes del desierto, y ese era el “Cordero de Dios”. El primer reconocimiento de Jesús como el Salvador. Y la primera manera de revelarse Jesús como el Cordero de Dios.

Jesús no se reveló escribiendo libros ni escribiendo el Evangelio. Felizmente no sabemos si sabía escribir. Felizmente Jesús no nos dejó nada escrito. Todo lo que escribió lo hizo caminando entre los hombres, viviendo entre los hombres y para los hombres. Lo que sí sabemos es que su vida se manifestaba en su caminar por la vida. Jesús primero se revela a través de sus pies de caminante, “fijándose en Jesús que pasaba”. Es ahí dónde Juan lo reconoce. En el “que pasaba”, en el que “caminaba”.
No es un Evangelio de ideas frías y de laboratorio.
No es un Evangelio plasmado en las páginas de un libro.
Es el Evangelio escrito con los pies sobre las arenas del camino.
Es el Evangelio escrito en una vida que ni siquiera dice nada.
Es el Evangelio del “que pasa”, del que camina.
Es el Evangelio del que “está ahí” y cuya vida sorprende y llama la atención.
El primer Evangelio de los seguidores de Jesús
Y lo curioso es que el primer Evangelio que leen sus seguidores es precisamente el Evangelio del que pasa.
Y los dos primeros discípulos que encuentran a Jesús comienzan también a escribir el Evangelio de los hombres, el Evangelio de los seguidores poniéndose en camino.
“Los dos discípulos oyeron las palabras de Juan y le siguieron a Jesús”.
Ahí comenzamos los hombres a escribir el Evangelio del seguimiento.
Un Evangelio escrito también con los pies. “Le siguieron”.
Y es ahí donde comienza el Evangelio del primer encuentro de Jesús con los hombres y de éstos con Jesús.
Es el Evangelio de los “pies”, es el Evangelio “del camino”.

“Al ver que le seguían”. No al ver que estaban sentados sino al ver que también ellos comienzan y se deciden a caminar. Ese el Evangelio de Dios a los hombres y de los hombres con Dios: “Evangelios de caminantes, Evangelio del camino”.

No se escribe el Evangelio acodándonos en nuestras hamacas, sino poniéndonos en camino, haciéndonos caminantes con el Caminante.
Porque es ahí donde, caminando, que Jesús entabla su primer diálogo con los hombres: “¿Qué buscáis?”

“Maestro, ¿dónde vives?” Es el Evangelio del que busca, del que quiere saber dónde encontrar y compartir la vida con Jesús. Y es el Evangelio de la respuesta de Dios: “Venid y lo veréis”.
Dios en camino.
Los hombres en camino.
Dios y los hombres al encuentro.
Y al final, el primer capítulo del Evangelio se escribe en “ver dónde vive Dios y quedarse con él aquel día”.

Es el Evangelio en que Dios pregunta “qué buscamos”.
Es el Evangelio en el que los hombres preguntan “dónde estás, dónde vives”.
Es el Evangelio donde, por primera vez, hombres y Dios comparten juntos un mismo día: “y se quedaron con él aquel día”.

Un Evangelio que comienza con un Dios que “pasa”.
Un Evangelio que comienza con unos hombres que “le siguen”.
Un Evangelio que comienza con la búsqueda de Dios.
Un Evangelio que comienza con el quedarse los hombres compartiendo con Dios.

Estamos demasiado habituados a leer el Evangelio en los libros.
Estamos poco habituados a leer el Evangelio de los caminos.
Estamos demasiado habituados a leer el Evangelio escrito.
Estamos poco habituados a leer el Evangelio escrito con los pies.
Estamos demasiado habituados a hablar del Evangelio con palabras.
Y es preciso que aprendamos a hablar del Evangelio escrito con nuestros pies.
El Evangelio del Dios que camina hacia los hombres.
El Evangelio de los hombres que caminan hacia Dios.
El Evangelio de los hombres que buscan donde está Dios.
El Evangelio de los hombres que son capaces de vivir con Dios una tarde.
Es el Evangelio escrito no en papel sino “en los caminos”.
Es el Evangelio escrito no con las manos sino con los “pies de caminante”.
Es el Evangelio que nos pone en camino hacia los hombres, para encontrarnos con Dios.
Es el Evangelio que nos pone en camino hacia Dios, para encontrarnos con los hombres. “Hemos encontrado al Mesías”. Y se abre la deuda de los caminantes: “Andrés y Juan eran los que oyeron a Juan y siguieron a Jesús”. Y Andrés y Juan son los primeros en anunciar a Simón la buena noticia del Mesías.


Por Clemente Sobrado
Domingo 2 B Tiempo Ordinario

jueves, 5 de enero de 2012

Fiesta de Reyes



Cada uno de nosotros lleva dentro un Pesebre interior e invisible que nadie ve, armado con las experiencias de todo este año que vivimos. Un Pesebre con luces y sombras. Cada uno de nosotros tiene una estrella que nos guía hacia el Mesías. Cada uno, en su vida, va buscando el camino hacia Él. —

Eduardo Casas