lunes, 24 de diciembre de 2012

y Dios se enamoró de nuestra pequeñez...

Desgrabación de la Homilía de Bergoglio, en la Misa de Nochebuena, año 2004-

...En el relato del nacimiento de Jesús, que acabamos de escuchar, cuando los ángeles les anuncian a los pastores que ha nacido el Redentor les dicen: “...y esto les servirá de señal encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre...” Esta es la señal: el abajamiento total de Dios. La señal es que, esta noche, Dios se enamoró de nuestra pequeñezse hizo ternura; ternura para toda fragilidad, para todo sufrimiento, para toda angustia, para toda búsqueda, para todo límite; la señal es la ternura de Dios y el mensaje que buscaban todos aquellos que le pedían señales a Jesús, el mensaje que buscaban todos aquellos desorientados, aquéllos que incluso eran enemigos a Jesús y lo buscaban desde el fondo del alma era éste: buscaban la ternura de Dios, Dios hecho ternura, Dios acariciando nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez.

 Hoy se nos proclama esto: la ternura de Dios. El mundo sigue andando, los hombres seguimos buscando a Dios pero la señal sigue siendo ésta. Contemplando al niño nacido en un pesebre, contemplando a ese Dios hecho niño enamorado de nuestra pequeñez, esta noche cabe la pregunta: ¿qué tal la ternura de Dios con vos? ¿te dejas acariciar por esa ternura de un Dios que te quiere, por un Dios hecho ternura? o ¿sos arisco y no te dejas buscar por ese Dios? –No, yo busco a Dios, podés decir. No es lo más importante que busques a Dios, lo más importante es que te dejes buscar por Él en la caricia en la ternura. Ésta es la primera pregunta que este Niño con su sola presencia hoy nos hace: ¿Nos dejamos querer por esa ternura? Y más allá todavía: ¿vos te animás también a hacerte ternura para toda situación difícil, para todo problema humano, para quien tenés cerca, o preferís la solución burocrática, ejecutiva, fría, eficientista, no evangelizadora? Si es así ¿le tenés miedo a la ternura que Dios ejerció con vos? y ésta sería la segunda pregunta de hoy. ¿Me hago cargo en mis comportamientos de esa ternura que nos tiene que acompañar a lo largo de la vida, en los momentos de alegría, de tristeza, de cruz, de trabajo, de conflicto, de lucha?

 La respuesta del cristiano no puede ser otra que la misma respuesta de Dios a nuestra pequeñez: ternura, mansedumbre. Acuérdense de aquella vez, cuando a Jesús y sus Apóstoles no los quisieron recibir en un pueblo de Samaría, Juan le propuso a Jesús: “¿...hacemos caer fuego del cielo...?, que es lo mismo que decir “nos metemos adentro y les rompemos todo”. Y Jesús les responde “no saben de qué espíritu son ustedes”; los reta, hoy les diría eso no es cristiano. Acuérdense también de aquella noche en que tomaron preso a Jesús y Pedro saca la espada, heraldo, defensor de la Iglesia que nacía, defensor infeliz (pues pocas horas después lo traicionó) y Jesús le dijo: guarda la espada ¿acaso no crees que si yo le pidiera a mi Padre más de doce legiones de ángeles para defenderme no las mandaría? (Cfr. Mt. 26:53), pero mi camino es otro, es la ternura. Y esto aun en los momentos de conflicto, aun los momentos que te abofetean; cuando te abofeteen en una mejilla poné la otra, mantené la ternura. Eso es lo que la noche de Navidad nos trae. Cuando vemos que un Dios se enamora de nuestra pequeñez, que se hace ternura para acariciarnos mejor, a un Dios que es toda mansedumbre, toda cercanía, toda projimidad, no nos queda otra cosa que abrir nuestro corazón y decirle: Señor si tú lo hiciste así ayúdanos, danos la gracia de la ternura en las penosas situaciones de la vida, dame la gracia de la projimidad ante toda necesidad humana, dame la gracia de la mansedumbre ante todo conflicto. 

Pidámoslo, ésta es una noche para pedir...y me atrevo a darles una tarea para el hogar: esta noche o mañana, que no termine el día de Navidad sin que se tomen un ratito de silencio y se pregunten:

¿Qué tal la ternura de Dios para conmigo?
¿Qué tal mi ternura para con los demás? 
¿Qué tal mi ternura en las situaciones límites? 
¿Qué tal mi mansedumbre en los trabajos y conflictos? 
...y que Jesús les responda, lo hará.

Que la Virgen les conceda esta gracia.

sábado, 22 de diciembre de 2012

De tal palo...tal astilla...


-Fuente: Red evangelizadora Buenas Noticias-

"Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha "aprisa", con decisión. Siente necesidad de compartir su alegría con su prima Isabel y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.

El encuentro de las dos madres es una escena original. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas…

María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote.

María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Ángel: "Alégrate, llena de gracia".

Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente como "saltos de alegría". Enseguida, bendice a María "a voz en grito" diciendo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".

En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: "Dichosa porque has creído".

Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir...
Ya vemos de donde le venía a Jesús, eso de andar de rodillas lavando pies... De tal palo...tal astilla...


Dios vibra en lo tierno...


sábado, 15 de diciembre de 2012

«¿Qué tenemos que hacer? SONREIR...


Fuente: Catholic.net

El periodista español José Luis Martín Descalzo, en una de sus obras llamada "Razones para la alegría", escribe: "Si yo tuviera que pedirle a Dios un don, un solo don, un regalo celeste, le pediría, creo que sin dudarlo, que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de las expresiones humanas... La gente que ama mucho, sonríe fácilmente. Un amargado jamás sabrá sonreír. Y menos un orgulloso".

La sonrisa y la alegría van siempre de la mano. Es más, la sonrisa es como la más bella y dulce emanación de un alma alegre y serena. Es un regalo maravilloso que se ofrece gratuita y generosamente a los demás, y que brota, precisamente, del amor y de la paz. En una ocasión, un grupo de profesores norteamericanos se encontraba en Calcuta visitando las obras de la Madre Teresa. Y, después de recorrer la "Casa del moribundo abandonado" en Kalighat, uno de ellos le pidió que les dijese algo que se pudiesen llevar como recuerdo de aquella visita y, al mismo tiempo, que les pudiese servir para la vida. Y la Madre Teresa les dijo simplemente esto: "¡Sonríanse unos a otros!". 

Y es que la sonrisa -como dice Federico Faber- "no cuesta nada y produce mucho; no empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe; no dura más que un instante y su recuerdo perdura eternamente. Nadie es tan rico que pueda vivir sin ella, y nadie tan pobre que no la merezca".

La sonrisa es, muchas veces, el mejor acto de caridad y de cariño que podemos ofrecer a una persona. ¡Y cuánto nos lo agradecen los demás cuando ésta es sincera y brota de veras del corazón! Yo he tenido esta experiencia en muchísimas ocasiones. Y, además, abre y conquista a las almas.

Entonces, ¿Que tenemos hacer?... SONREÍR...

Si queremos hacer algo por los demás, comencemos por aquí. Regalemos a nuestro prójimo una hermosa y sincera sonrisa siempre que podamos, a todos sin excepción y en todas las circunstancias. También a aquellos que no nos simpatizan o tal vez nos han herido o hecho algún mal. También cuando estemos cansados o totalmente agotados. Este gesto tan sencillo, de verdadera alegría y de amor, puede ser también un hermoso regalo de Navidad. ¡Sonríe, descubre a los demás cuánto los ama Dios!...

sábado, 8 de diciembre de 2012

Preparar el camino al Señor, es caminar hacia la Navidad...

Escrito por Clemente Sobrado  -CP-


1-¿Qué largo es el camino de la Navidad?

¿Es muy largo el camino de la Navidad?
Es un camino largo, muy largo. Y muy corto a la vez.
Es el camino que hay de Dios al hombre.
Y el camino del hombre a Dios.
Es el camino que hay de Nazaret a Belén.
Es el camino de Belén a Nazaret.
Es el camino que hay de cada uno de nosotros a los demás hombres.
Es el camino que hay de mí a mi hermano.
Y el camino de mi hermano a mí.
Es el camino que hay de mí a mi esposa.
Y el camino de mi esposa a mí.
Es el camino que hay de mí a mis hijos.
Y el camino de mis hijos a mí.
Es el camino que hay de mí a mi hermano necesitado.
Es el camino de mi hermano necesitado a mí.

2-¿Cuánto dista Nazaret de Belén?

Cada uno tiene su propio camino.
¿Cuál es la distancia de tu corazón al corazón del hermano?
¿Cuál es la distancia del corazón de tu hermano al tuyo?
¿Cuál es la distancia del corazón del esposo y la esposa?
¿Cuál es la distancia del corazón de los padres y los hijos?
¿Cuál es la distancia del corazón Dios al corazón humano?
¿Cuál es la distancia del corazón del hombre al corazón de Dios?
¿Cuál es la distancia de un corazón al otro?

Belén puede quedar muy lejos para quienes los divide y separa el desamor.
Belén puede quedar muy cerca para quienes se aman.

3- Señor, ¿es muy duro el camino de Belén?

El camino de Belén no es ni duro ni blando.
El camino de Belén fue blando para Dios que ansiaba llegar.
El camino de Belén es blando para cuantos buscan a Dios.
El camino de Belén es blando para quienes llevan el corazón en sus pies.
Para María y José, el camino de Belén fue largo y se les hizo corto.
Tan largo como los caprichos humanos que organizaron el Censo.
Tan corto como el amor que vive de la espera.
Tan largo como el cansancio de los pies.
Tan corto como el amor que espera al Dios en la cuna.
Tan largo como el que no sabe a donde va.
Tan corto como el que ha visto la estrella.







sábado, 24 de noviembre de 2012

La Verdad es el Amor del Padre...



"Para esto he nacido y he venido al mundo: 
para testimoniar la verdad. 
El que es de la verdad escucha mi voz (Jn 18, 33-37).

Escrito por Diego Fares ,sj

El poder real lo tiene Jesús, que  convierte la circunstancia de la Cruz en redención de la humanidad.
¿Dónde reside, pues, el poder verdadero del Señor?
Reside en el testimonio que da de la verdad.

¿Y qué es la verdad?

Esta pregunta que formuló Pilato en medio de la situación en la que se encontraba, yendo y viniendo, y que no quiso escuchar, es la pregunta clave de la vida. Pilato no escuchó la respuesta de Jesús porque en su mundo político la única verdad es el negocio. No escuchó porque estaba negociando y para poder escuchar tendría que haber estado amando.
Si hubiera escuchado a Jesús en vez de irse, si hubiera escuchado la voz del Rey que musitaba algo perceptible sólo para los que son de la verdad, hubiera escuchado esta respuesta: la verdad es el amor de mi Padre por el mundo. Y Yo doy testimonio de la verdad de ese amor misericordioso, infinitamente tierno y compasivo, dando mi vida por todos.

La verdad del amor del Padre.
Esa es la verdad que reina en el corazón de Jesús
y que va a dejar sembrada en los corazones de los que lo aman.

¿Qué quiere decir Jesús con que “la verdad es el amor del Padre”.
Quiere decir que el amor del Padre es la clave para entender todo y para hacer todo.
Y el amor tiene sus condiciones y sus exigencias, que brotan de su mismo ser.

La primera condición del amor del Padre es la gratuidad. Como es gratuito, puro don libremente donado, hay que recibirlo y darlo también gratuitamente. Como dice el Cantar: “Si uno quisiera comprar el amor solo se ganaría el desprecio”.

El amor del Padre brota de su Libertad inefable. El Padre nos creó y nos ama porque quiere. Jesús da testimonio de esta Realeza y verdadero poder que se muestra en no condicionado por nada. Y el Padre pone todo el poder en manos de Jesús que también se muestra libre de amar hasta el extremo, todo lo que desea, sin que nada ni nadie le ponga límites a su amor. En esto consiste su realeza. Esta característica del amor del Padre y de Jesús, la libertad y gratuidad, contiene una exigencia: que le respondamos también líbremente, no por obligación sino por gusto y libre decisión.

Ya estamos con esto en la segunda condición del amor del Padre: su infinitud, su incondicionalidad…El Padre nos ama cuanto quiere y nadie puede ponerle límites a su amor. De eso vino a dar testimonio Jesús con su vida y con su muerte. Por eso no habrá excusa para el que se haya dejado amar poco y perdonar poco. Podremos pedir perdón por no habernos dejado amar más, pero no podremos decir que nadie nos dijo que teníamos un Padre que nos ama incondicionalmente. La vida entera de Jesús es un testimonio patente de algo así como un Amor infinito e incondicional. No otra cosa grita el silencio de Jesús crucificado, abandonado en las manos del Padre. Esta característica del amor del Padre contiene una exigencia: la de no ponerle límites a su amor. Esto implica dejar que el Padre que es más grande que nuestra conciencia nos perdone siempre y que como él perdona a todos también nosotros perdonemos a los demás.

Con esto estamos en la otra condición del amor del Padre que es la omni-inclusividad, el que no se pierda ninguno de sus pequeñitos. Jesús vino a dar testimonio de que el amor del Padre, gratuito e incondicional, es para todos. Dios no excluye ni discrimina. Y el que es de la verdad, el que no está negociando sino que está abierto al amor, sabe que tiene lugar en la fiesta del Padre. Esta característica del amor del Padre y de Jesús Rey contiene una exigencia: la de trabajar por incluir a todos. Y esto implica creatividad, paciencia y humildad para perdonar y comenzar de nuevo cada día.

Nos quedamos con la imagen de Jesús atado a quien Pilato acaba de dejar solo un momento y dejamos que nos mire a los ojos y nos diga que la verdad es el Amor de nuestro Padre. Jesús es Rey de esta verdad. Está dispuesto a reinar crucificado si nosotros no nos abrimos a este amor y permitimos que lo crucifiquen. Pero le agrada más reinar glorioso si escuchamos sus palabras y lo recibimos líbremente  como Rey en nuestro corazón.  



viernes, 16 de noviembre de 2012

Re-conocer otro Nombre del Agradecimiento...

A pocos días de comenzar el Adviento, en muy bueno, empezar un tiempo de interioridad para descubrir la presencia de Dios, que ha caminado con nosotros en cada momento y circunstancia de este año...

Por eso, comparto este texto de la Hna. Dolores Aleixandre, -de su Libro: Las Puertas de la Tarde-, para que nos ayude a agradecer tanto bien recibido de Dios...

Re-conocer otro nombre para el agradecimiento

Re-conocer: volver a conocer de una manera nueva. Tener detrás mucha historia de años vividos es una ocasión para darnos cuenta de que todo en nuestra historia ha sido don y gracia, como también lo han sido las energías que nos han hecho trabajar y esforzarnos y conseguir metas pequeñas o grandes. Tiempo de revelación, como la que tuvo Jacob: Dios estaba aquí, y yo no lo sabía!. Estaba ahí: en el aire que respirábamos, en las personas que nos han querido, en las energías que nos han hecho trabajar y crecer, en las pruebas, noches oscuras y túneles que hemos atravesado, en su fidelidad que nos ha sostenido... Releer así nuestra vida se inserta en la línea trazada por los creyentes bíblicos, para quienes la memoria juega un papel central en su encuentro con el Dios vivo. Su primer acto religioso consiste en escribir su historia y retomarla incesantemente para mantener leíble de generación en generación la experiencia de alianza. Desde un pasado que tienen delante de sus ojos -y que el israelita visualiza delante de sí porque ya lo conoce- y en el que han experimentado la presencia amorosa de su Dios, confían en que en el futuro, que tienen detrás y aún no conocen, Dios se comportará con la misma fidelidad y misericordia.

En el episodio de Betel, al despertar de su sueño, Jacob realiza un tránsito de la ignorancia al reconocimiento: Al despertar, dijo Jacob: "Realmente, el Señor estaba en este lugar, y yo no lo sabía...(Gn 28, 16). 

Y al final de su vida confesará: El Señor me ha guiado desde mi nacimiento hasta hoy....(Gn 48, 15)

También lo hará José al narrar ante sus hermanos su pasado común, no como una serie inconexa de acontecimientos regidos por el azar, sino como una historia conducida y guiada por Dios:

"Yo soy José, vuestro hermano, el que vendieron a los egipcios. Pero ahora no se preocupen ni les pese el haberme vendido aquí; para bien de ustedes me envió Dios delante, para que puedan sobrevivir en este país, salvando sus vidas de modo admirable. No fueron ustedes quienes me enviaron acá, sino Dios; me hizo ministro del Faraón, señor de su casa y gobernador de todo Egipto. Aunque ustedes pensaron hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso. Así que no teman; yo los mantendré a ustedes y a sus pequeñitos".

Re-conocer es identificar a Aquel que está en el origen de esos dones: Es el Señor, dijo Juan al ver la red llena de peces después de una noche de trabajo estéril: la abundancia y la esplendidez se habían convertido en signo del desconocido que les aguardaba en la orilla y que no podía ser más que Jesús.

Y cuando creamos que hemos terminado de reconocer y agradecer, el autor del Eclesiástico nos recomienda:

"Los que ensalzan al Señor, levanten la voz, esfuércense cuanto puedan, que aún queda más; los que alaban al Señor, redoblen las fuerzas, y no se cansen, porque no acabarán, quedan cosas más grandes escondidas, sólo un poco hemos visto de sus obras".

Moisés subió al encuentro de Dios, y el Señor lo llamó desde el monte y le dijo: Así hablarás a la estirpe de Jacob; así dirás a los hijos de Israel: Ya han visto lo que he hecho con los egipcios y cómo a ustedes los he llevado sobre alas de águila y los he traído a mí.

A la luz de este texto podemos releer nuestra vida, repasar los acontecimientos de este año y poner palabras a lo vivido, también a las propias heridas: situaciones conflictivas no resueltas, rencores mantenidos, dificultades para perdonar, amarguras...: todo lo que pudo estancar nuestras energías y endurecer nuestro corazón. Al recordar cada uno de esos momentos de alegría, de dolor, de oscuridad, de plenitud o de aparente falta de sentido, detenernos un momento para repetir como un estribillo: Tú me llevabas sobre tus alas.... Y emplear el tiempo que necesitemos hasta que situaciones del pasado que nos producen rebeldía lleguen a transfigurarse con esta nueva luz.

Podemos contemplar nuestra vida como atraída hacia Dios, más allá de nuestras resistencias. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor.... La atracción es algo muy distinto de la imposición, y quien sabe ejercerla logra lo que los imperativos no consiguen.

Lo sabía Jesús cuando decía: Nadie puede acudir a mí si el Padre que me envió no lo atrae....
A la hora de recordar nuestro pasado podemos recorrerlo como una historia sucesiva de atracción y tirones por parte de Dios y de consentimientos o resistencias por parte nuestra. Abrirnos a la posibilidad de que nuestra vida llegue a transparentar el don recibido y, al agradecerlo, permitir al Donante seguir dando aún. Y hacer nuestro este poema de A. Núñez, SJ:
Cuando te encuentre,
nunca podré cubrir con mi agradecimiento
el vasto abismo
que llenaste con tu misericordia.

Podemos mirar los acontecimientos de nuestra vida como modelados por las manos de un alfarero que modela su arcilla y que sólo nos pide que nos abandonemos a Él con una confiada obediencia. Podemos contemplar la propia historia, no como una ciega e impersonal secuencia de acontecimientos sobre los que no tenemos control, sino como una mano que nos guía hacia un encuentro personal en el que todas nuestras esperanzas se verán realizadas.

Esa mirada nos permite pasar de la sensación de sentirnos aprisionados dentro de una serie de acontecimientos anónimos para escuchar nuestra propia historia narrada por Dios mismo en el secreto de nuestro corazón.


                                                               

miércoles, 31 de octubre de 2012

La Santidad es Jesús viviendo y actuando en mí...

Escrito por  Madre Teresa

“La santidad es Jesús viviendo y actuando en mí...”

“Nuestras obras de caridad –amor- no son otra cosa que el rebosar de nuestro amor por Dios que surge de nuestro interior. Por lo tanto, aquel que está más unido a Él ama más a su prójimo”

“Nuestra actividad es verdaderamente apostólica sólo en la medida en que permitimos que Él actúe en y por medio de nosotros 
                             -con Su poder...
                             -con Su deseo...
                             -con Su amor...

Debemos ser santos, no porque queremos sentirnos santos, sino porque Cristo debe ser capaz de vivir Su vida plenamente en nosotros...”

“Consumámonos con Él y por Él. Déjale ver con tus ojos,
                                                               hablar con tu lengua,
                                                                   trabajar con tu corazón, 
                                                                    caminar con sus pies,
                                                                   pensar con tu cabeza,
                                                                y amar con tu corazón...

¿No es esto la unión perfecta, una continua oración amorosa? Dios es nuestro Padre amoroso. Permite que tu luz de amor brille tanto ante los hombres que al ver tus buenas obras –lavar, barrer, cocinar, amar a tu marido / esposa, y a tus hijos- puedan glorificar al Padre”.

“Se santo. La santidad es le camino más fácil para saciar la sed de Jesús, la Suya por ti y la tuya por Él”.

Dijo San Alberto Hurtado

“Santos, santos, hombres y mujeres chiflados por su ideal. Para los cuales Cristo es una realidad viviente, su Evangelio su código siempre actual, su mensaje algo perfectamente aplicable a su vida y que tratan de vivirlo...hombres y mujeres que se esfuercen en amar y servir a sus hermanos, como Cristo los serviría: esos son los conquistadores del mundo...”

domingo, 21 de octubre de 2012

Día de la Madre. Una Mujer siempre de Parto. Dando a luz, dando luz...

Escrito por Eduardo Casas

La historia de una madre comienza el día en que decide serlo o en el día en que Dios elige que le pase. Sea cual fuere el modo –la propia libertad o la sorpresa de Dios- hay un día en que una mujer comienza a ser madre y comienza a vivir en la espera de otro día: el día en que dé a luz. La luz de ese día será otra luz, la de su propio alumbramiento.

El parto es un “partirse”. Toda madre es como una “Eucaristía”. Su cuerpo se parte, se reparte y se comparte como alimento para todos sus hijos. Esa “fracción” del cuerpo y del corazón comienza en el mismo acontecimiento del parto de su hijo. El mismo Jesús dice que cuando “la mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo” (Jn 16,21).

 El parto es el milagro del comienzo de la vida; sin embargo, es también una imagen que se utiliza para el final de la existencia. La muerte es también otro “parto”. Es un volver a “partirse” y es un volver a“partir”. Cuando una mujer se encuentra de parto, el mundo entero celebra una fiesta.

Si pensamos en la madre, la fe nos enseña a contemplar a María, la madre de Jesús, nuestra madre en la gracia. Su maternidad es universal, abarca los cielos y la tierra, los espacios y los tiempos, la memoria y la eternidad. Abraza a todos los seres humanos, sin distinciones de ninguna clase. María es seno universal,  fuente de vida.

Alguna vez, la joven de Nazaret, al descubrirse embarazada, comenzó a sentirse madre. Ella, como cualquier madre, aprendió a serlo. María con su mirada nos abraza, con su sonrisa nos cuida, con su manto nos envuelve, con su oración nos protege, con su paz nos inunda, con su fortaleza nos sostiene, con su sabiduría nos ilumina, con su ternura nos bendice, con su misericordia nos ama.

Siempre es tiempo de expresarle a tu mamá (esté o no a tu lado) todo tu amor. Como puedas, como te salga, como sepas, como quieras. El amor es siempre amor. Es un lenguaje único. Sólo lo comprenden aquellos que se animan a sentirlo.

Allí donde esté tu madre, tu amor le llega. No hay barreras, ni obstáculos, ni umbrales, ni fronteras. El amor todo lo alcanza. Todo lo abraza y contiene.

Decíle a tu mamá lo que ella es para vos. Decílo con palabras, con silencio, con gesto, con lágrimas, con sonrisas. Decíle a tu mamá que ella forma parte del regalo más hermoso que te hizo la vida. Animáte a decírselo al oído y al corazón.

sábado, 20 de octubre de 2012

El placer de servir

Escrito por Gabriela Mistral

Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.

Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.

Sé el que apartó la piedra del camino,
el odio entre los corazones
y las dificultades del problema.

Hay la alegría de ser sano y la de ser justo;
pero hay, sobre todo, la hermosa, la tan inmensa alegría de servir.

¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender!

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles.
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!

Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios que son buenos servicios:
adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

Aquél es el que critica,
éste es el que destruye,
tú sé el que sirve.

El servir no es faena de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamársele así: «El que sirve».

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos
y nos pregunta cada día:
«¿Serviste hoy?
¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?»

Gabriela Mistral

sábado, 13 de octubre de 2012

jueves, 11 de octubre de 2012

Empezamos el Año de la Fe...

Escrito por Piet van Breemen -sj-


"La fe viene a ser como una radiografía de mi existencia humana. Me ayuda en la tarea de vivir una vida mejor, de ser más humano, más integrado. Creer es descubrir que existe una sola unidad: Dios es el fundamento más profundo de mi ser. 

Lo fundamental de la fe es saber que Dios me acepta: “Así hemos llegado a saber que Dios nos ama” (1 Jn. 4,16). Este es, pues, el contenido de nuestra fe: el amor de Dios hacia nosotros. Todo el Credo de los Apóstoles no es sino una declaración, doce veces repetidas de la creencia en este  amor que Dios nos tiene. 

Tillich define la fe como “el coraje de aceptar la aceptación”, refiriéndose a la aceptación nuestra por parte de Dios. 

Tal vez no nos demos cuenta de que la fe exige mucho coraje de nuestra parte. Quizás incluso, la fe nos parezca algo muy fácil y suave. Pero, en realidad, el coraje es un requisito indispensable y es el valor, justamente, lo que nos falta con demasiada frecuencia. ¿Por qué es tan indispensable tener coraje para aceptar la aceptación? 

En primer lugar, porque, cuando nos ocurre algún acontecimiento adverso, casi siempre nuestra primera reacción es la de quejarnos “¿Cómo es posible que Dios permita tal cosa?. Ponemos en duda el amor de Dios. Hay que tener valor, pues, para creer en la aceptación de Dios pase lo que pase. De esta forma, el acto de fe trasciende mi experiencia personal. La fe es, pues, una interpretación de la vida que yo acepto. 

En segundo lugar, porque el amor de Dios es infinito. Jamás podemos agarrarlo, ni comprenderlo, ni mucho menos controlarlo. Lo único que podemos hacer es lanzarnos a su profundidad insondable, pero tenemos que lanzarnos así. Nos da miedo soltarnos. Evan Stolpe, un sueco convertido, dice que tener fe significa subir a una escalera portátil muy alta y allí, en el escalón más alto, escuchar una vez que me dice: “Lánzate, que yo te agarraré!”. El que da el salto es el hombre de fe. Y hay que tener coraje para lanzarse. 

Por último, hay un tercer motivo que, aunque parezca sutil no deja de ser verdadero. Resulta más o menos fácil creer en el amor de Dios en general, pero es muy difícil creer en el amor de Dios para conmigo, personalmente. ¿Por qué a mí? En realidad son poquísimas las personas capaces de aceptar la aceptación. Raras veces podemos encontrarnos con una persona capaz de enfrentar la pregunta: “¿Por qué a mí?”...


La autoaceptación no puede fundamentarse en mi propia persona, en mis propias aptitudes. Basar la aceptación de mí mismo en tal fundamento produciría un desastre. La autoaceptación es un acto de fe. Si Dios me ama, yo tengo que aceptarme a mí mismo. 
No puedo ser más exigente que el mismo Dios ¿verdad?"...

sábado, 6 de octubre de 2012

Como un hijo que cuenta las cosas de su Padre...


«Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos". -Mc 10, 14-

-Escrito por  Dolores Aleixandre, (de su libro: Jesús, esto decían de Él)



"Jesús debía caerles divinamente a los niños si tanto se arremolinaban a su alrededor. Porque los niños distinguen inmediatamente de manera misteriosa qué adultos los entienden y saben tratarles y quienes no . Dicen que “los bendecía imponiéndoles las manos” : es una manera solemne de decir que jugaba con ellos...

Decía que para entrar en el Reino hay que parecerse a los niños, pero no en la ingenuidad ni en la inocencia, sino en esa confianza tranquila con que se dejan llevar de la mano o se duermen en brazos de su madre. Era así como Él iba por la vida y por eso hablaba de Dios no como un profesor de teología, sino como un hijo que cuenta cosas de su Padre.

Debía haber jugado mucho de pequeño en la plaza de su pueblo, y por eso le venían aquellos juegos a la memoria: los usaba en aquellas historietas que contaba y que la gente escuchaba boquiabierta, reconociendo en ellas cosas que también les pasaban a ellos. 

Después de serias investigaciones, he llegado a la conclusión de que el juego al que hace alusión debía ser lo más parecido a ese nuestro de “Antón, Antón, Antón Pirulero , cada cual, cada cual, que atienda a su juego”. Menudo programa de vida cristiana seguir los gestos que ese “Antón Pirulero ” que es Jesús inició durante su vida: acoger, abrazar, sanar, acariciar, decir palabras de ánimo, lavar los pies cansados de sus amigos"…



lunes, 1 de octubre de 2012

En la Fiesta de Santa Teresita, podemos tomarnos un rato del día y tomar conciencia del "GRAN AMOR DE DIOS POR CADA UNO"...

Ella -Teresita- así lo enseña y nos quiere regalar este certeza: "A Dios le agrada nuestra pequeñez y nuestra pobreza"; Dios no quiere de nosotros "grandes obras", sino que Él sea el centro desde donde hagamos pequeñas cosas con gran gran amor.

Nuestra querida Teresa de Calcuta, tomó de ella -ademas del nombre- la espiritualidad de "LOS PEQUEÑOS GESTOS CON GRAN AMOR" ; nosotros queremos y nos sentimos invitados a vivirlos en nuestra vida cotidiana, haciendo por los demás -pequeños gestos de mucho amor: una sonrisa, un llamado por TE, un reconocimiento de los dones de los demás, una mirada de ternura, un tener paciencia a pesar de ..., una palmadita cariñosa en el hombro, un abrazo sincero, un....- lo que quisiéramos que los demás hicieran por nosotros...

Que la pequeña Teresita nos regale esta Gracia.

sábado, 29 de septiembre de 2012

El más pequeño gesto de amor, ennoblece...


 "Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo".
 -Mc 9,41-

-Escrito por P. Eduardo Casas-

 "En cada don, el otro nos regala renovadamente nuestra propia capacidad de regalarnos. El amor es esencialmente entrega. Lo que no se regala y comparte, no es que se guarde sino que se pierde. La gratuidad consiste en devolver amor al amor. Podemos olvidar todo, menos a aquellos que gratuitamente nos han amado. La ingratitud es un pecado contra el amor.


Si estamos incapacitados de amar, estamos incapacitados para lo fundamental. El más pequeño gesto de amor, ennoblece. Una ráfaga de amor arranca de los corazones más duros las ternuras más hondas y las delicadezas más suaves. Todos los milagros son posibles. Sólo hay que esperar que el amor suceda; aunque sea fugazmente. Su intensidad puede ser contenida en un detalle y toda su profundidad, en un simple gesto. 


Todo es para decir la única palabra del amor. Un gesto de amor es también una palabra dicha desde el silencio, pronunciada de otra manera. Los gestos y los detalles nos llevan a lo esencial. Son esas diminutas revelaciones que manifiestan lo más importante, lo que no se ve. Cada detalle es la suavidad de una presencia sigilosa, una caricia del alma. Cada gesto ha sido primero un sentimiento. Siempre necesitamos la seguridad de sentirnos amados. Precisamos de la expresión y del gesto para que se confirme el regalo del amor".

viernes, 21 de septiembre de 2012

Hay gente con la Primavera en el alma...


Escrito por el Poeta Hamlet Lima Quintana

Hay gente que con solo decir una palabra, 
enciende la ilusión y los rosales,
que con sólo sonreír entre los ojos, 
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente,que con solo dar la mano, 
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca las guirnaldas.
Que con solo empuñar una guitarra, 
hace una sinfonía de entre casa.

Hay gente que con solo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.

Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe, que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria.

sábado, 15 de septiembre de 2012

¿Quién es Jesús para mí?

Escrito por el P. Nicolás Retes. -fuente: "Él nos amó primero"-

Es sencillo contar que dicen los demás de Jesús, pero no tanto cuando la pregunta se hace personal, cuando es uno el que tiene que decir a nivel existencial ¿Quién es Jesús para mí?

Y la respuesta que se nos pide no alude tanto al nivel teológico, sino más bien a lo vivencial y personal. Requiere profundizar en nuestra relación con Jesús para poder formular una respuesta verdadera, que brote del corazón y nos implique en un modo profundo de obrar.

Conviene repasar nuestra historia personal para intentar responder sobre la identidad de Jesús. No alcanza con decir que es el Hijo de Dios hecho hombre, sin duda, esto es correcto pero se queda en el plano doctrinal. Si realmente queremos involucrar nuestras vidas, la respuesta debe reconocer el paso de Dios por nuestras existencias.

El reconocer como Dios en ciertos momentos de mi historia personal se hace más cercano, me acompaña en los sucesos dolorosos y alegres; el hacer pasar por el corazón los encuentros personales que tuve con Jesús nos hace tomar conciencia del amor que Dios nos tiene y es posible responder QUIEN ES JESÚS PARA MÍ.

La respuesta no es improvisada, proviene de lo más íntimo, no es repetida de memoria, viene de la experiencia de haber compartido con Jesús muchas o pocas vivencias, pero en todo caso, siempre nos invita a profundizar y a seguirlo más de cerca.

¿Quién es Jesús en realidad en mi vida concreta de cada día? Las claves para poder descubrir quien es Jesús están en la invitación que nos hace a seguirlo más de cerca, renunciando a nosotros mismos y haciéndonos cargo de la cruz de cada día que nos ha tocado.

Quién se une a Jesús recibe de lo alto la fuerza del Espíritu para enfrentar las dificultades y sobre todo para no perder la esperanza frente a un mundo que muchas veces no ayuda a mantener la fe.

Que podamos renovar nuestro seguimiento de Jesús, que la alegría de su Resurrección nos lleve a entregar nuestra propia vida para estar siempre junto a El.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Reconocer nuestro corazón y descubrir todo lo que hay en él...

"Es desde adentro, del corazón del hombre, salen los razonamientos retorcidos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, el deseo avaro de tener más sin preocuparse por los otros, las maldades, el engaño doloso, la indecencia, el ojo envidioso, la difamación, la arrogancia del hacerse ver como superior a los otros y la locura e insensatez. Todas estas maldades salen de adentro y contaminan al hombre (Mc 7, 1-23).

Escrito por Mamerto Menapace, de su libro "La sal de la tierra", Editorial Patria Grande.

"Pienso que nuestro corazón es mucho más ancho de lo que nosotros pensamos. Nosotros hemos alambrado un retazo de nuestro corazón y pretendemos allí vivir nuestra fidelidad a Dios. Nos hemos decidido a cultivar sólo un trozo de nuestra tierra fértil. Y hemos dejado sin recorrer lo cañadones de nuestra entera realidad humana, el campo bruto que sólo es pastizal de guarida para nuestros bichos silvestres. 

Hemos trabajado con cariño y con imaginación ese trozo alambrado. Tal vez hemos logrado un jardín con flores y todo; y para ellos hemos rodeado con un tejido que lo hacía inaccesible a toda nuestra fauna silvestre. Y nos ha dolido la sorpresa de ver una mañana que alguno de los bichos (nuestros pero no reconocidos) ha invadido nuestro jardín y ha hecho destrozos. Y la dolorosa experiencia de la presencia de ese bicho nuestro, introducido en nuestra geografía cultivada, llegó incluso a desanimarnos y a quitarnos las ganas de continuar. Es la experiencia del corazón sorprendido y dolorido.

Y no pensamos que a lo mejor a Dios también le dolía el corazón, viendo que tanta tierra que él nos había regalado para vivir en ella un encuentro con él, había quedado sin cultivar. Que nosotros le habíamos cerrado el acceso a gran parte de nuestra tierra fértil.

A veces, por ahí, uno de esos salmos (gritador y polvoriento) sacude alguno de los pajones de nuestro inconsciente, y se despiertan allí sentimientos que buscan llegar a oración. Pero nosotros enseguida los espantamos. No queremos que en nuestro diálogo con Dios se mezcle el canto agreste nuestra fauna lagunera. Quisiéramos mantener a Dios en la ignorancia de todo aquello que está en nosotros pero que nosotros no aceptamos.

Y es entonces cuando Dios nos obliga a reconocer nuestro corazón y descubrirnos todo lo que hay en él. Para que urgido por la dura experiencia de nuestro pecado hagamos llegar hasta sus oídos ese grito pleno de nuestro corazón. Y en esa dolorosa experiencia empieza a morir nuestra dificultar psicológica de rezar ciertos salmos. Nosotros no los aceptábamos porque nos sentíamos plenamente inmunes, puros, totalmente cristianos. 

Nos parecía que esos salmos eran “pre-cristianos”. Gritos de una geografía dejada atrás. Pero nuestro pecado nos llama a la dolorosa realidad de tener que comprobar que la mayor parte de nuestro corazón debe aún ser evangelizado. 

Dios podría impedir la quemazón de nuestros pajonales. Y sin embargo prefiere sembrar más allá de las cenizas, en la tierra fértil que hay debajo...
Porque Dios se ha comprometido con todo nuestro corazón. Porque nuestro corazón se salva en plenitud, o no se salva nada. Pero Dios es poderoso. Y lo salvará...



sábado, 18 de agosto de 2012

Alimentarnos de Jesús...

 
Escrito por  José Antonio Pagola

-Jn 6, 51-58-
 Según Jesús, los discípulos no solo han de creer en É, sino que han de alimentarse y nutrir su vida de su misma persona. La Eucaristía es una experiencia central en los seguidores de Jesús.
Las palabras que siguen no hacen sino destacar su carácter fundamental e indispensable: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida". Si los discípulos no se alimentan de Él, podrán hacer y decir muchas cosas, pero no han de olvidar sus palabras: "No tendrás vida en ustedes".

Para tener vida dentro de nosotros necesitamos alimentarnos de Jesús, nutrirnos de su aliento vital, interiorizar sus actitudes y sus criterios de vida. Este es el secreto y la fuerza de la Eucaristía. Solo lo conocen aquellos que comulgan con Él y se alimentan de su pasión por el Padre y de su amor a sus hijos.

El lenguaje de Jesús es de gran fuerza expresiva. A quien sabe alimentarse de Él, le hace esta promesa: "Ese habita en Mí y Yo en él". Quien se nutre de la Eucaristía experimenta que su relación con Jesús no es algo externo. Jesús no es un modelo de vida que imitamos desde fuera. Alimenta nuestra vida desde dentro.
Esta experiencia de "habitar" en Jesús y dejar que Jesús "habite" en nosotros puede transformar de raíz nuestra fe. Ese intercambio mutuo, esta comunión estrecha, difícil de expresar con palabras, constituye la verdadera relación del discípulo con Jesús. Esto es seguirle sostenidos por su fuerza vital.

La vida que Jesús transmite a sus discípulos en la Eucaristía es la que él mismo recibe del Padre que es Fuente inagotable de vida plena. 

Por eso se atreve Jesús a hacer esta promesa a los suyos: "El que come este pan vivirá para siempre".