martes, 25 de diciembre de 2018

Dejémonos Sorprender por Jesús en esta Navidad...


AUDIENCIA GENERAL del Papa FRANCISCO
Miércoles, 19 de diciembre de 2018

...Observemos la primera Navidad de la historia para descubrir los gustos de Dios. Esa primera Navidad de la historia estuvo llena de sorpresas. 

Comenzamos con María, que era la esposa prometida de José: llega el ángel y cambia su vida. De virgen será madre. 

Seguimos con José, llamado a ser el padre de un niño sin generarlo. Un hijo que  llega en el momento menos indicado, es decir, cuando María y José estaban prometidos y, de acuerdo con la Ley, no podían cohabitar. 

Ante el escándalo, el sentido común de la época invitaba a José a repudiar a María y salvar así su buena reputación, pero él, si bien tuviera derecho, sorprende: para no hacer daño a María piensa despedirla en secreto, a costa de perder su reputación. 

Luego, otra sorpresa: Dios en un sueño cambia sus planes y le pide que tome a María con él. Una vez nacido Jesús, cuando tenía sus proyectos para la familia, otra vez en sueños le dicen que se levante y vaya a Egipto. 

En resumen, la Navidad trae cambios inesperados de vida. Y si queremos vivir la Navidad, tenemos que abrir el corazón y estar dispuestos a las sorpresas, es decir, a un cambio de vida inesperado.

Pero cuando llega la sorpresa más grande es en Nochebuena: el Altísimo es un niño pequeño. La Palabra divina es un infante, que significa literalmente "incapaz de hablar". Y la palabra divina se volvió incapaz de hablar. Para recibir al Salvador no están las autoridades de la época, o del lugar, o los embajadores: no, son simples pastores que, sorprendidos por los ángeles mientras trabajaban de noche, acuden sin demora. ¿Quién lo habría esperado? La Navidad es celebrar lo inédito de Dios, o mejor dicho, es celebrar a un Dios inédito, que cambia nuestra lógica y nuestras expectativas.

Celebrar la Navidad, es dar la bienvenida a las sorpresas del Cielo en la tierra. No se puedes vivir “tierra, tierra”, cuando el Cielo trae sus noticias al mundo. La Navidad inaugura una nueva era, donde la vida no se planifica, sino que se da; donde ya no se vive para uno mismo, según los propios gustos, sino para Dios y con Dios, porque desde Navidad Dios es el Dios-con-nosotros, que vive con nosotros, que camina con nosotros. Vivir la Navidad es dejarse sacudir por su sorprendente novedad. 

La Navidad de Jesús no ofrece el calor seguro de la chimenea, sino el escalofrío divino que sacude la historia. La Navidad es la revancha de la humildad sobre la arrogancia, de la simplicidad sobre la abundancia, del silencio sobre el alboroto, de la oración sobre “mi tiempo”, de Dios sobre mi “yo”.

Celebrar la Navidad es hacer como Jesús, venido por nosotros, los necesitados, y bajar hacia aquellos que nos necesitan. 

Celebrar la Navidad es hacer como María: fiarse, dóciles a Dios, incluso sin entender lo que Él hará. 

Celebrar la Navidad es hacer como José: levantarse para realizar lo que Dios quiere, incluso si no está de acuerdo con nuestros planes. San José es sorprendente: nunca habla en el Evangelio: no hay una sola palabra de José en el Evangelio; y el Señor le habla en silencio, le habla precisamente en sueños. 

Navidad es preferir la voz silenciosa de Dios al estruendo del consumismo. Si sabemos estar en silencio frente al belén, la Navidad será una sorpresa para nosotros, no algo que ya hayamos visto. Estar en silencio ante el belén: esta es la invitación para Navidad. Tómate algo de tiempo, ponte delante del belén y permanece en silencio. Y sentirás, verás la sorpresa.

Desgraciadamente, sin embargo, nos podemos equivocar de fiesta, y preferir las cosas usuales de la tierra a las novedades del Cielo. Si la Navidad es solo una buena fiesta tradicional, donde nosotros y no Él estamos en el centro, será una oportunidad perdida. Por favor, ¡no mundanicemos la Navidad! No dejemos de lado al Festejado, como entonces, cuando «vino entre los suyos, y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11). Desde el primer Evangelio de Adviento, el Señor nos ha puesto en guardia, pidiéndonos que no nos cargásemos con “libertinajes” y “preocupaciones de la vida” (Lc 21,34). Durante estos días se corre, tal vez como nunca durante el año. Pero así se hace lo contrario de lo que Jesús quiere. Culpamos a las muchas cosas que llenan los días, al mundo que va rápido. Y, sin embargo, Jesús no culpó al mundo, nos pidió que no nos dejásemos arrastrar, que velásemos en todo momento rezando (cfr. v. 36).

Será Navidad si, como José, daremos espacio al silencio; si, como María, diremos a Dios “aquí estoy”; si, como Jesús, estaremos cerca de los que están solos, si, como los pastores, dejaremos nuestros recintos para estar con Jesús. Será Navidad, si encontramos la luz en la pobre gruta de Belén. No será Navidad si buscamos el resplandor del mundo, si nos llenamos de regalos, comidas y cenas, pero no ayudamos al menos a un pobre, que se parece a Dios, porque en Navidad Dios vino pobre.

Queridos hermanos y hermanas, ¡Les deseo una Feliz Navidad, una Navidad rica en las sorpresas de Jesús! Pueden parecer sorpresas incómodas, pero son los gustos de Dios. Si los hacemos nuestros, nos daremos a nosotros mismos una sorpresa maravillosa. Cada uno de nosotros tiene escondida en el corazón la capacidad de sorprenderse. Dejémonos sorprender por Jesús en esta Navidad.

lunes, 1 de octubre de 2018

Fiesta de Santa Teresita...

Por Ángel Rossi, sj.

Vamos a reflexionar en torno a la Teresita seducida por Dios, o como hemos querido llamarla: la mimada. Lo fue de su familia y también lo fue de Dios. Una “gran mimada”. Y también nosotros lo somos...

Teresita tiene una especie de intuición muy clara: todos somos “predilectos de Dios”. En Dios, ser predilecto no hace que el otro sea menos que yo. Sólo Dios puede concederse plenamente esta posibilidad de cada hijo sea predilecto sin que esto vaya en desmedro del otro, del que quedaría en segundo lugar...

... mimada no significa que no conoció las dificultades, que todo fue color de rosa en su vida. Teresita sabe que los mimos de Dios por momentos tienen la forma de una caricia suave, y por momentos toman la forma de la prueba. Y en realidad, si hablamos en términos de tiempo _ lo cual puede ser muy injusto_, más tiempo pasó por la prueba que por los momentos fáciles. Y, sin embargo, no por eso deja de considerarse una cuidada por Dios, una mimada de Él. Algo de esto es lo que expresa Martín Descalzo en sus últimas voluntades: “... Quiero confesar que he sido y soy feliz, aunque en la balanza de mi vida sean más los desencantos y fracasos, porque aunque todos se multiplicasen, aún no borrarían la huella de tus besos. ¿De tus besos o de tus uñas, Halcón? No lo sé. Es lo mismo.”

El Papa Juan Pablo II ha dicho con mucha claridad que “el hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros. Cree más en la experiencia que en la doctrina. Cree más en la vida y en los hechos que en las teorías”. Por lo tanto, el evangelizador de este comienzo del milenio tendrá que ser no el que da una lección, no el que enseñe una sabiduría humana o una receta para bien vivir, sino el que anuncia la gozosa experiencia de una presencia viva en el propio corazón.

Teresita es, de un modo especial, ese testigo que nuestro mundo necesita, y lo es porque se sintió siempre una gran mimada de Dios a lo largo de toda su vida: Dios se ha complacido en rodearme siempre de amor.

En su sencillez, está dando la clave de toda vida cristiana: tener experiencia de ser amado. En su autobiografía lo que hace es declarar que ha sido amada, que ha habido amor en su vida. Y con esto ya tenemos para entretenernos, porque nuestra vida cristiana, sin esa experiencia de amar y de ser amado, no puede desarrollarse. Solamente somos fecundos cuando nuestro corazón ama, y nuestro corazón ama cuando se sabe amado. Teresita le escribía a su hermana Celina: Jesús hizo locuras por Celina... que Celina haga locuras por Jesús... El amor sólo con amor se paga y las heridas de amor, sólo con amor se curan.


Ésta es la clave de una vida cristiana y Teresita lo entendió. Se da lo que se recibe y siempre se recibe. El desafío es saber buscarlo...

domingo, 16 de septiembre de 2018

LA EXPERIENCIA DE LA CRUZ, EXPERIENCIA DE AMOR

Escrito por Santiago Agrelo 

Hay palabras que podremos pronunciar como nuevas y como nuestras, sólo si antes las hemos oído pronunciadas como suyas por Jesús de Nazaret: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba; por eso no quedaba confundido”.

Son palabras que hablan de un crucificado, pero no derrotado; de un vejado, pero no confundido ni humillado; de un muerto, pero no vencido.

Son palabras que hablan de hombres, de muerte y de Dios.

Sólo Jesús de Nazaret puede decir con corazón y experiencia de Hijo amado, con corazón y experiencia de resucitado, la oración del salmista: “Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor… El Señor es benigno y justo… Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída”.

Las del Siervo del Señor, las del salmista, las de Jesús, son palabras que podemos hacer nuestras, porque compartimos con ellos la fe, la esperanza y el amor.

Son nuestras, porque el Señor nos ha atraído a él, y nos ha hecho discípulos suyos, y hemos querido caminar con él, cargar con nuestra cruz, seguirle a él, el Hijo, con corazón y obediencia de hijos.

Las de Jesús son palabras nuestras, como nuestros son, porque él ha querido llevarlos por amor, los sufrimientos del Señor, sus heridas, su muerte.

Las de Jesús son palabras nuestras, porque el Señor, por la encarnación, ha querido unirse a nosotros para siempre, y nosotros, por la fe y la comunión, hemos querido unirnos para siempre a él: Nada dice ya él sin nosotros; nada queremos decir nosotros sin él.

Para Jesús y para nosotros, la cruz es escuela y signo de obediencia, de amor, de confianza.

Porque estamos en comunión con él, porque nada suyo nos es ajeno, podemos decir también con él: “Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante; porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco”.

La experiencia de la cruz es para Jesús, para nosotros, para los pobres, para todos los crucificados, una experiencia de amor.

martes, 11 de septiembre de 2018

MAESTRO ARTESANO

El maestro es portador de una vida con mensaje.
Un artífice de sueños.
Un Dador cotidiano de fe y amor.
Un Profeta de Buenas Nuevas.
Un Creador de utopías.
Un Peregrino de horizontes.
Un Cuidador de amores vulnerables.
Un Protector de lo pequeño.
Un Protagonista del continuo milagro.
Un Mediador del diálogo.
Un Compañero de fatigas y alegrías compartidas.
Un Comunicador de vida.
Un Instrumento de esperanza.
Un Sanador de heridas.
Un Cobijo seguro.
Una Palabra comprensiva.
Un Silencio oportuno.
Un Gesto hecho a tiempo.
Un Aliento necesario.
Eduardo Casas

sábado, 25 de agosto de 2018

Señor ¿a quién vamos a ir?...

Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él.
 Entonces Jesús dijo a los doce: - ¿También ustedes quieren marcharse?. 
Le contestó Simón Pedro: - Señor, ¿a quién vamos a ir? 
Tú tienes palabras de vida eterna.” 
(Jn 6,66-68)

Escrito por Dolores Aleixandre, de su libro: "Relatos de la Mesa compartida"

"En un rato tranquilo, haz memoria de momentos o épocas de tu vida en los que has estado a punto de alejarte de Jesús y de su comunidad, o incluso has llegado a abandonar por una crisis de fe, por rebeldía, por situaciones personales difíciles...

Recuerda alguno de esos momentos y la experiencia que viviste de falta de sentido, de ausencia o lejanía de tu verdadero centro. Reconoce en la trayectoria, a aquellos discípulos de Emaús, tu propia trayectoria de búsqueda de vida verdadera: ellos han vivido en su propia carne cómo huir de la cruz para asegurarse, traicionar para salvarse, alejarse decepcionados... Pero eso no les ha dado vida verdadera, sino insatisfacción y vacío.

Recuerda también  fueron los caminos misteriosos por los que volviste (o sientes el deseo de volver...) a Jesús: personas, acontecimientos, palabras... Y cómo el Resucitado se ha hecho tantas veces el encontradizo contigo para devolverte la alegría, la paz, el perdón, el sentido...

Deja que fluyan en tu corazón el agradecimiento y la alabanza por la vivencia, tantas veces renovada, de reencuentro con Jesús y su evangelio, por la alegría de hacer la experiencia de que es posible la relación auténtica con los demás, de que vale la pena luchar por un mundo más humano y fraterno.

Repite una y otra vez: “Señor ¿a quién vamos a ir? Sólo, Tú tienes Palabras de Vida Eterna...”

sábado, 11 de agosto de 2018

Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida...

Escrito por  José Pagola

El evangelista Juan repite una y otra vez expresiones e imágenes de gran fuerza para recordar a todos que han de acercarse a Jesús para descubrir en él una fuente de vida nueva. Un principio vital que no es comparable con nada que hayan podido conocer con anterioridad.

Jesús es «pan bajado del cielo». No ha de ser confundido con cualquier fuente de vida. En Jesucristo podemos alimentarnos de una fuerza, una luz, una esperanza, un aliento vital... que vienen del misterio mismo de Dios, el Creador de la vida. Jesús es «el pan de la vida».

Por eso, precisamente, no es posible encontrarse con él de cualquier manera. Hemos de ir a lo más hondo de nosotros mismos, abrirnos a Dios y «escuchar lo que nos dice el Padre». Nadie puede sentir verdadera atracción por Jesús, «si no lo atrae el Padre que lo ha enviado».

Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El que cree en Jesucristo y sabe entrar en contacto con él, conoce una vida diferente, de calidad nueva, una vida que, de alguna manera, pertenece ya al mundo de Dios. Juan se atreve a decir que «el que coma de este pan, vivirá para siempre».

Si, en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo. Por eso, nada hay pastoralmente más urgente que cuidar bien nuestra relación con Jesús el Cristo.

Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad, seguiremos atrapados en el pasado, viviendo nuestra religión desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para otros tiempos que no son los nuestros. Pero, entonces, Jesús no podrá contar con nuestra cooperación para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los hombres y mujeres de hoy.

José Antonio Pagola


sábado, 4 de agosto de 2018

El Secreto de tu Pan es que viene de las Manos del Padre...

Escrito por Mariola Lopez -RSCJ- de su libro: La voz, el amigo y el fuego.

“Yo soy el Pan de la Vida,
el que Venga a Mí, no tendrá hambre
y el que crea en Mí, no tendrá nunca sed”
-Jn 6, 24-35-

A veces nos cuesta tanto saber qué es lo que queremos de veras. Buscamos algo que pueda saciar esta inquietud honda que sentimos cuando de pronto nos paramos y miramos el mundo y nuestra vida. Nos dices que vamos a Ti sin saber realmente porqué te buscamos, sin reconocer aquello que traes, y hablas de un alimento que permanece, que da vida verdadera. Estamos tan acostumbrados a sucedáneos, a consumir tan rápidamente las relaciones y las cosas, a tener experiencias fuertes y a vivir distraídos y en busca de diversiones, que hemos perdido el sentido del gusto para reconocer lo auténtico, estamos empachados y te pedimos señales. “¿Por qué lo tuyo va a ser diferente? ¿Qué nos das tú que no nos pueda dar el mundo?”.

El secreto de tu pan es que viene de las manos del Padre. Un pan que no podemos conseguir por nuestra propia cuenta ni disponer de él, sino recibirlo y esperarlo. Un pan que desvela la indigencia de nuestro corazón y que es , a la vez, el único alimento que puede colmarlo de dicha; un pan para ser repartido y celebrado.

¡Señor, que podamos creérnoslo, que salgamos corriendo hacia Ti!. Danos el hambre, o mejor, danos el poder descubrir que eres Tú aquel a quien buscamos detrás de las cosas; que es tu Cuerpo el puerto definitivo de llegada de todos nuestros deseos.

sábado, 23 de junio de 2018

Manifestar lo que Dios ha puesto en nuestro corazón...


Publicado por Equipo CEP-Venezuela - www.cepvenezuela.com

Es muy especial la forma como se gesta la vida de Juan Bautista. Su papá, el bueno y gran Zacarías, envejeció tras el anhelado deseo de tener un hijo. Dios quiso sacarlo de su desdicha (Lc. 1,5-22), pero Zacarías se había aferrado a su deseo y a su concepto de la vida que terminó por quedar impedido para descifrar el momento de Dios, por eso se quedó mudo. No podía comunicar la vida, estaba anclado en el pasado. 

Isabel, su esposa, que también había envejecido tras su esterilidad y la espera anhelada del favor de Dios, al encontrarse embarazada pudo reconocer que el Señor la sacaba de su desgracia, y exclamó: esto ha hecho mi Dios para liberarme del oprobio del mundo (Lc. 1,25). Ella supo descifrar el tiempo de Dios en su vida y en la vida de los demás (Lc. 1,42-45). Por eso pudo experimentar en carne propia la alegría compartida. La alegría que no se vuelve envidiosa sino que se regocija con la dicha ajena (Lc. 1,58). 

“Este niño se llamará Juan”, dijo su mamá, y su papá recuperó el habla para reafirmarlo. El nombre de Juan significa: Dios tiene compasión; Él inclina su corazón al que lo necesita. Este acontecimiento produjo cierto temor en la comarca. Todos se preguntaban: ¿qué va a ser de este niño? Porque la mano de Dios está con él. De igual modo podemos preguntar por lo que empezó a ser nuestra vida desde niños y lo que sigue siendo hoy día, porque la mano de Dios puso entonces algo especial en nuestro corazón. 

La figura viva, austera y cercana del Bautista es cautivadora. Él propondrá un modo de ser desprendido de privilegios, de ropajes, de razonamientos retorcidos. Nos invitará al encuentro directo y sencillo con las personas y con el mismo Dios. Él despertará el deseo de autenticidad. Por eso el Bautista nos moverá a sumergirnos bien adentro de nosotros mismos para que salga a flote la mayor bondad y la mejor verdad que alberga nuestra vida interior. 

El Bautista nos revelará que Dios inclina su corazón hacia todos sus hijos y, que de nuestra parte, sólo hace falta ser capaces de hacerle lugar a Él, sin desvirtuar su misericordia, enseñándonos a cooperar con lo que Dios quiere para cada uno de nosotros. Y nos mostrará también el camino que nos conduce al encuentro directo y expreso con Jesús. 

Que nos atrevamos a sacar fuera lo que la Mano de Dios ha puesto en nuestro corazón, para inaugurar caminos nuevos y abrirnos a la auténtica alegría que transforma incertidumbres y provoca la esperanza. Y así aprendamos del Bautista, aquella libertad que nos capacita para vivir “suspendidos entre la angustia de la muerte y la esperanza de una plenitud anticipada”.

sábado, 26 de mayo de 2018

Trinidad, "Comunidad de la Misericordia"...

Escrito por Miryam MARTIN ALONSO. -Revista Sal Terrae  96 (2008) 685-692-

Quisiera comenzar recordándote esta imagen: 



















Como ves, se trata de "La Trinidad de la Misericordia", realizada por Caritas Muller (dominica suiza).

En este icono se muestra en tres círculos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que se inclinan hacia el ser humano.
  •  El Padre sostiene a éste con sus brazos;
  •  El Hijo le sirve en el gesto inconfundible del lavatorio de los pies;
  •  El Fuego del Espíritu alienta y fortalece su actuar conjunto, como   expresión inédita del amor.
Así es el Dios cristiano:
  •  Dios comunión.
  •  Dios es el Padre-Madre,
  •  el Hijo y el Espíritu Santo en comunión; nadie es anterior o posterior.
Ni siquiera se puede hablar de tiempos, como nosotros acostumbramos. En el principio no está la soledad de uno, de un ser eterno solo e infinito, sino la comunión ofrecida y entregada totalmente de uno para otros. Un solo Dios que es comunión.

Pero, además, no se trata de una comunidad cerrada en sí misma. Toda la creación significa un desbordamiento de vida de la Trinidad entera que se entrega, incluyendo a toda la humanidad en esa misma expresión de amor.

Por eso puede que te sorprenda esta imagen cuyo centro lo ocupa el ser humano roto y herido. Me gustaría que pudieras acercarte a este icono actual, que representa muy bien esta entrega.

  • MOMENTO CONTEMPLATIVO
La invitación es que puedas tomarte unos instantes para tomar conciencia y saborear el saberte ante Dios desde el profundo silencio y la comprometida Palabra.

Que intentes acercar la Trinidad a tu experiencia cotidiana, adorando al Dios que toma la iniciativa en el amor y la relación con la humanidad.

Lo que vamos a hacer es, pues, situar en el centro del relato a la propia humanidad rota y herida, la humanidad sufriente, de la misma forma que aparece en el icono de la Trinidad de la misericordia, como expresión del mismo Dios manifestado en Jesús, volcado en lo más pequeño y débil de la sociedad…

Trae a la oración a la humanidad sufriente, que día a día se te confía…

    A la que convive con vos y es parte de tu “paisaje cotidiano”...  
    A la que te encuentras fuera de tu casa y ya se te ha hecho “paisaje conocido”...
    A la que te habita interiormente –lo herido en tu corazón-

Quédate, adorando a este Dios Trinitario, que te invita a formar parte de “esta comunidad de misericordia”…


Y recuerda que a Dios ≪no le resulta ajeno nada de lo humano≫…

sábado, 5 de mayo de 2018

Para permanecer en el amor de Jesús, es necesario sabernos amados por Él...

Les dejo este texto de Eloi Leclerc, del libro “Sabiduría de un pobre”, que me parece lindo para      re-descubrir el modo de evangelizar el corazón de los hombres, invitándonos a compartir la amistad que Jesús nos regala...
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“Nadie ama como Dios, y nosotros debemos imitarle. Hasta ahora no hemos hecho todavía nada. Empecemos, pues, a hacer algo. 

Pero ¿Por dónde comenzar?; padre Francisco, dímelo –preguntó Tancredo. 

-La cosa más urgente –dijo Francisco- es desear tener el Espíritu del Señor. Él solo puede hacernos buenos, profundamente buenos, con una bondad que es una sola cosa con nuestro ser más profundo. 

Se calló un instante y después volvió a decir: 

-El Señor nos ha enviado a evangelizar a los hombres, pero ¿has pensado ya lo que es evangelizar a los hombres? 

Mira, evangelizar a un hombre es decirle: “Tu también eres amado de Dios en el Señor Jesús”. Y no solo decírselo, sino pensarlo realmente. 

Y no solo pensarlo, sino portarse con este hombre de tal manera que sienta y descubra que hay algo en él algo de salvado, algo más grande y más noble de lo que él pensaba , y que se despierte así a una nueva conciencia de sí. 

Eso es anunciarle la Buena Nueva y eso no podemos hacerlo más que ofreciéndole nuestra amistad; una amistad real, desinteresada, sin condescendencia y de estima profundas. Es preciso ir hacia los hombres. 

La tarea es delicada. El mundo de los hombres es un inmenso campo de lucha por la riqueza y el poder, y demasiados sufrimientos y atrocidades les ocultan el rostro de Dios. 

Es preciso, sobre todo, que al ir hacia ellos no les aparezcamos como una nueva especie de competidores. 

Debemos ser en medio de ellos testigos pacíficos del Todopoderoso, hombres sin avaricias y sin desprecios, capaces de hacerse realmente sus amigos. 

Es nuestra amistad lo que ellos esperan, una amistad que les haga sentir que son amados de Dios…

martes, 1 de mayo de 2018

BIENAVENTURANZAS PARA EL DÍA DEL TRABAJO...

BIENAVENTURANZAS PARA EL DÍA DEL TRABAJO
Escritas por el P. Eduardo Casas.


Benditos los que ofrecen y comparten trabajos a sus hermanos.

Benditos los que trabajan digna y honestamente.

Benditos los que trabajan por la paz.

Benditos los que trabajan para que siempre haya trabajo para todos.

Benditos los que trabajan por la justicia y trabajan justamente.

Benditos los que luchan para que se destierre la desocupación
y la manipulación de las personas.

Benditos los que trabajan con las manos, la cabeza y el corazón.

Benditos los que trabajan por amor a los demás.

Benditos los que trabajan por mantener y cuidar a sus familias. 

Benditos los que se sacrifican duramente en sus trabajos.

Benditos los que trabajan y disfrutan.

Bendito seas Jesús que trabajaste por nosotros. 

Amén.

sábado, 28 de abril de 2018

Itinerario desde la Poda hasta la Alegría...

Escrito por Benjamín GONZÁLEZ BUELTA, SJ* -Sal Terrae 2002-

Nuestro proceso de crecimiento personal nos revela un constante despojarnos de costumbres, lugares familiares, modos de relacionarnos con las personas queridas..., que nos acompañaron durante una etapa, pero que ahora nos aprietan como andamiajes estrechos que se nos han quedado pequeños y ya nos impiden crecer...
                                                                                                       
   Con la edad van surgiendo los límites físicos, psicológicos, morales, religiosos, como desperfectos que atentan contra nuestra imagen ante nosotros y ante los demás. Algunos límites podemos repararlos, pero otros se instalan en nuestro organismo o en nuestro espíritu como compañeros de viaje para toda la vida.

Cualquier intento de ignorarlos o de negarlos se vuelve contra nosotros, porque los límites crecen entonces desmesuradamente en las propias sombras como fantasmas, como una amenaza clandestina.
Es inútil maquillarlos cuando nos relacionamos con los demás, porque siguen vivos delante de nosotros. Sólo nos queda aceptarlos y acogerlos dentro de nuestra propia persona como la única manera de que no anden sueltos por nuestra intimidad erosionando nuestra consistencia y nuestra alegría.

La tendencia que tenemos a vivir sin limitaciones y ser, en último término, ilimitados sólo se puede satisfacer en el encuentro y la comunión con el Ilimitado. Cualquier otro intento está condenado al fracaso. En esa comunión percibimos los límites como algo real y nuestro, pero los vivimos como abrazados dentro del misterio de perdón y plenitud que nos llega desde Dios incesantemente. En el límite percibimos que Dios es la causa de nuestra alegría.

Itinerario desde la poda hasta la alegría

Desde la poda hasta la alegría hay un tiempo que pasar y un itinerario que recorrer. Con el tiempo y la experiencia espiritual, se puede asentar en nosotros la alegría como una certeza, como un sentir sustancial en que se van sufriendo las podas dolorosas y nuevas. Pero vamos a detenernos en ese itinerario de la alegría.

Se poda un árbol que tiene vida, que ha experimentado la exuberancia de las hojas y de los frutos. Siempre el golpe afilado del hacha sobre el tronco es doloroso y se vive como una agresión que viene a desprendernos de algo nuestro. Se corta por lo sano, por donde duele.

Cuesta ver partir hacia la nada la rama seca que se corta y se echa al fuego, porque es el recuerdo de los tiempos en que una parte de nuestra existencia fue bella y fecunda. Se parece a esos caserones viejos y deteriorados, como cascarones vacíos, que en otros tiempos cobijaron la vida familiar que todavía hoy sigue alimentando nuestra existencia.

Pero resulta más doloroso cortar la rama verde que está en la plenitud de su vida, que acaba de brindarnos una cosecha excelente. Cuando la cortamos, todavía la savia fresca sigue llegando hasta el borde del tajo reciente. El podador sabe que está preparando una vida nueva y de más plenitud. Pero es doloroso, se produce una pérdida, y es necesario hacer el duelo y despedirse de lo que inevitablemente perdimos.

Algunos llevan sus muertos colgados de las cruces, sin poder desprenderse del dolor. Necesitamos bajar de la cruz a nuestros muertos, mirarlos de frente, sepultarlos y despedirnos de ellos para que la vida nueva pueda extenderse con libertad. Podados por el lugar exacto que el agricultor experto ha escogido, seguimos fielmente pegados al tronco, desde donde nos llegará la vida nueva. En momentos especialmente críticos, nos miramos a nosotros mismos y nos vemos tan despojados de lo que más estimábamos que nos parece imposible que la vida pueda seguir; que de ese muñón minimizado puedan volver a nuestra existencia una eficacia y un esplendor más fecundos que nunca.

«Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecen en mí» (Jn 15,4).

La permanencia en Jesús, al recibir el amor creador que nos llega desde él, es la posibilidad de dar «mucho fruto» (Jn 15,5). Puede ser difícil. En esos momentos de dolor nos damos cuenta de que la poda ha llegado precisamente por estar firmemente adheridos al tronco, por ser una rama llena de vida evangélica. Seguir unidos a la vid se percibe como una amenaza, como dejar nuestra vida expuesta de nuevo al riesgo del hacha, precisamente por dar fruto generoso.

Antes de la poda, el fruto se ve como algo natural, como hijo del propio esfuerzo y de las propias condiciones. Después de la poda, reducidos a ese muñón vegetal pegado al tronco sin hojas ni flores, el fruto es percibido como un milagro, como un don que llega desde más allá de nosotros mismos, como un regalo. Inevitablemente, esta constatación nos pone en nuestro lugar, y preferimos no apropiarnos de lo que tiene su origen en la vid y en el agricultor que la cuida.

Con más transparencia, nos vivimos a nosotros mismos como don y nos vamos haciendo entera referencia hacia el Padre de bondad que es el origen de todos los bienes. «Mi Padre será glorificado si dan fruto abundante y serán mis discípulos» (Jn 15,8).

Así llegamos a la alegría sustancial, última, la que tiene su fundamento más allá de nosotros mismos, la que llega caminando por los capilares como la savia desde el tronco al que estamos unidos.
«les he dicho esto para que participéis de mi alegría, y vuestra alegría sea colmada» (Jn 15,11). 

Participar de la alegría de Jesús, de la alegría que él afirma en ese momento en que su vida se encamina hacia la pasión desgarradora y la muerte, es haber conectado la existencia con el Dios de la vida...

domingo, 1 de abril de 2018

Ir a Galilea, es Volver al Primer Amor...

Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2014:

El Evangelio de la Resurrección de Jesucristo comienza con el ir de las mujeres hacia el sepulcro, temprano en la mañana del día después del sábado. Se dirigen a la tumba, para honrar el cuerpo del Señor, pero la encuentran abierta y vacía. Un ángel  les dice: «Ustedes no teman» (Mt 28,5), y les manda llevar la noticia a los discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va  delante de ustedes a Galilea» (v. 7).

Las mujeres se marcharon a toda prisa y, durante el camino, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «No teman: vayan comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (v. 10).

Después de la muerte del Maestro, los discípulos se habían dispersado; su fe se deshizo, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús ha resucitado, como había dicho… Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea; allí me verán».

Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (cf. Mt 4,18-22). Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria. Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor.

También para cada uno de nosotros hay una «Galilea» en el comienzo del camino con Jesús. «Ir a Galilea» tiene un significado bonito, significa para nosotros redescubrir nuestro bautismo como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe y de nuestra experiencia cristiana. Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino.

Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena.

En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también una «Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.

Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia.

El evangelio de Pascua es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en testigos de su resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra.

«Galilea de los gentiles» (Mt 4,15; Is 8,23): horizonte del Resucitado, horizonte de la Iglesia; deseo intenso de encuentro… ¡Pongámonos en camino!

viernes, 30 de marzo de 2018

"¿Y si hablamos de la Cruz?"

Texto de Christian Chergué, martir de Argelia -citado por Chistian Salmeron en su libro: Cuando llegue el momento"

"¿Y si hablamos de la Cruz?", me preguntaba recientemente uno de nuestros amigos sufies (en el auto en el que volviamos los dos solos desde Marruecos, donde él habia querido hacer un retiro cerca de nuestros hermanos de Fez). "¿Si hablamos de la cruz?".

-¿Cual?- le pregunté.
-La cruz de Jesús, evidentemente.
-Sí, pero ¿cual? Cuando tú miras una imagen de Jesus en la cruz, ¿cuantas cruces ves?
Él dudó.
-Quizás tres...seguramente dos. Hay una adelante y otra atrás.
-¿Y cual es la que viene de Dios?
-La de adelante...-dijo él.
-¿Ycuál es la que viene de los hombres?
-La de atrás...
-¿Y cual es la más antigua?
-La de adelante...Los hombres no han podido inventar la otra porque Dios habia creado antes la primera.
-¿Y cual es el sentido de esta cruz de adelante, de este hombre con las manos extendidas?-
Cuando yo extiendo los brazos -dijo-, es para abrazar, para amar.
-¿Y la otra?
-Es el instrumento del amor desfigurado, del odio paralizando en la muerte el gesto de la vida.

El amigo sufí habia dicho: "Quzás tres..." Esta tercera cruz no era otra que la mía y la suya, en este esfuerzo que nos movía, al uno y al otro, a despegarnos de la cruz de "atrás", la del mal y del pecado, para adherirnos a la de "adelante", la del amor vencedor...

Hermanos y hermanas, sabemos bien que este paso de una a ota cruz es tambien nuestro camino de gloria, pues es allí por donde Jesús nos eleva, con ÉL, hacía el Padre que nos espera con los brazos abiertos" -7V 105- 

jueves, 29 de marzo de 2018

Jueves Santo : Hasta el extremo...


Escrito por Christhian Salemon, de su libro: "Cuando llegue el momento" (sobre la espiritualidad del Mártir de Argelia: Christian de Chergué. (Resumen del Capitulo "Hasta el Extremo)
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Hasta el extremo...

“Él me ha amado hasta el extremo, el extremo de Él y el extremo de mí…

Él me ha amado a su manera, que no es la mía.

Él me ha amado gratuitamente…

Tal vez me hubiera gustado que fuera más discreto, menos formal.

Él me ha amado, como yo no sé hacerlo: con su sencillez, su olvido de si, su servicio humilde y no gratificante, sin ningún amor propio.

Él me ha amado con la autoridad benevolente pero ineludible de un padre, y la ternura indulgente y no muy tranquila de una madre”

Este texto es un extracto de la última homilía del Jueves santo pronunciada por Christian de Chergué, mártir de Argelia.

El extremo significa el don total de su vida. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” –Jn 15, 13-

Lo extremo designa el extrema del don de Jesús hace de sí mismo. El extremo designa también el extremo de cada uno, los extremos de nuestras vidas. Cristo ama hasta el extremo de lo que somos, todos los aspecto de nuestro ser, de nuestra personalidad, incluidas las zonas de sombra…

Qué difícil es saberse amado y comprendido en aquello que quisiéramos desechar de nuestra vida, en eso donde no llega la luz, en su espesura y la opacidad de nuestras debilidades y mediocridades.

Cada uno desea vivir de ese amor ofrecido “hasta el extremo” y cada uno desconfía delante de lo increíble de un Dios arrodillado delante de los hombres…

Jesús lava los pies de cada uno, incluso de “aquel que debo aceptar” porque es “el precio a pagar para permanecer con Él y por tener derecho, esa tarde santa, al pan y a la copa. Jesús habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo, “todos los suyos, son todos de Él, cada uno como único, una multitud de únicos…

Aquel que se deja lavar los pies puede, a su vez, lavar los pies de los otros, o, más exactamente, entrar en la reciprocidad del amor: “Él me ha amado como yo no sé hacerlo: con su sencillez, su olvido de si, su servicio humilde y no gratificante, sin ningún amor propio…

Es una lección que Jesús nos ha dado con su modo de actuar –su modo de proceder-

Para rezar nuestra vida, durante estos días de Semana Santa...


Escrito por Juan Pablo Espinosa Arce · 

El Misterio Pascual constituye el centro, el núcleo del año litúrgico. La fe de la Iglesia toma su sentido último en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. 

 Esta semana es de días fuertes. Liturgias cargadas de símbolos, de expresiones de fe popular, de esperanzas, de tristezas, de muerte y resurrección. 

Es casi como si esta semana que “cuenta el tiempo al revés” se nos presentara un resumen de nuestra propia vida, personal, familiar y eclesial...

Para rezar nuestra vida, durante estos días de Semana Santa...

  • ¿Cuántas veces hemos sentido la angustia del Jueves Santo?
  • ¿En qué momentos hemos sentido el abandono de Dios?
  • ¿Cuántas traiciones nos han hecho y cuántas hemos cometido nosotros?
  • ¿A quiénes hemos vendido por treinta monedas de plata?
  • ¿Cuáles son mis cruces?
  • ¿Cuáles las de mi comunidad parroquial?
  • ¿Cuáles son los silencios del sepulcro, cuando todo parece haber fracasado?
  • ¿Cuáles son las mañanas de resurrección?
  • ¿Cuántas veces hemos encontrado el sepulcro vacío y a los ángeles que nos anuncian que el Señor ha resucitado y nos espera en Galilea?
Que tengas una Fecunda Semana Santa y una Gozosa Pascua de Resurrecion!!

sábado, 24 de marzo de 2018

Domingo de Ramos...Por Mí…


Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm 

          Hemos llegado al umbral de la Santa Semana. Tramo a tramo, nos hemos ido aproximando al escenario en donde Otro pagó nuestra cuenta debitada. Nos ponemos también nosotros en esa muchedumbre agolpada en aquel día en torno a la fiesta judía. Ellos y nosotros tenemos, siempre, unas oscuridades que piden ser iluminadas, unas muertes que esperan ser resucitadas. Nosotros estábamos allí. Y lo que allí sucedió entonces, para nosotros sucede hoy. En Jerusalén había la costumbre de dar la bienvenida a los peregrinos que llegaban para celebrar la Pascua con las palabras del Salmo 118: “¡bendito el que viene en el nombre de Yahvéh!”. Jesús no fue la excepción. El envió previamente a dos discípulos para que trajeran un burrito, y a quien extrañado preguntase por qué, debían responder: el Señor lo necesita. Un humilde portador de quien viene como rey en nombre de Dios. La tradición iconográfica muestra más veces a un asno junto a Jesús: en el viaje de Nazaret a Belén cuando María llevaba en su seno al que nacería sin cobijo de posada, en la cueva del nacimiento, y en la huida a Egipto.

            El Señor necesitaba ¡un burrito! Detalle cargado de humanidad y sencillez, contrapuesto a la cabalgadura del poderío. Son las “necesidades” de un Dios que elige siempre lo débil y lo que no cuenta para confundir a los prepotentes (1 Cor 1,26-28), y así se reconocerá en la imagen del Siervo tomando la condición de esclavo, sin hacer alarde de su categoría de Dios (Filp 2,6-11), para poder dar una palabra de aliento a cualquiera que sufra abatimiento (Is 50,4-7).

            Es el estremecedor relato de lo que ha costado nuestra redención. En ese drama está la respuesta de amor extremo de parte de Dios. Nuestra felicidad, el acceso a la gracia, ha tenido un precio: Él ha pagado por nosotros. Debemos situarnos en ese escenario, pues es el nuestro propio, en donde Dios en su Hijo nos obtendrá la condición de hijos ante Él y de hermanos entre nosotros. Es el estupor que experimentaba la mística Angela de Foligno al contemplar la Pasión: “Tú no me has amado en broma”; o el realismo con el que Pablo agradecerá la donación de su Señor: “me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál 2,20). Sin este realismo que personaliza, estaríamos como espectadores ausentes que a lo sumo siguen el desarrollo del proceso de Dios, desde la butaca de la lástima o de la indiferencia. Yo estaba allí, todo fue por mí. Sólo quien reconoce ese por mí adorará al Señor con un corazón agradecido.


+ Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca 

sábado, 17 de marzo de 2018

La Secreta Demanda de toda la Humanidad: Queremos ver a Jesús...

  Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm

Con motivo de la fiesta principal de la Pascua,  se daban cita en Jerusalén muchos judíos que venían de cerca y de lejos. Era frecuente encontrar en esas fechas a gente que, sin haber profesado la fe hebrea, tenían una actitud abierta. Un grupo de esos simpatizantes gentiles no judíos, se encuentran con Felipe y le hacen una petición que recoge la secreta demanda de toda la humanidad: queremos ver a Jesús. No sabían bien quién era Él; acaso habían oído cosas y sentían curiosidad. 

Buscaban el Templo y se encontraron con Jesús. A su manera iban a celebrar la Pascua judía, y se encontraron con otra Pascua: la del Señor. El hecho es que aquellos hombres que sin ser judíos acuden a Jerusalén, están abiertos a la respuesta adecuada a las preguntas de su corazón: ¿y si esa respuesta era ese tal Jesús?: “Felipe, queremos ver a Jesús”.

Felipe ya había sido “embajador” de su Maestro. Al comienzo de su andadura, después que él se hubo encontrado con Jesús, no pudo por menos que comunicarlo: “se encuentra Jesús con Felipe y le dice: sígueme... Felipe se encuentra con Natanael y le dice: ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado... ven y lo verás”.

El Evangelio cambia de tono para intercalar un diálogo de Jesús premonitorio de su propia Pascua. Él habla de la Hora. En el Evangelio de Juan, la Hora no es una precisión temporal, no tiene que ver con la del reloj. La Hora dice la llegada del momento oportuno, salvífico, como si fuese a entrar en la escena el desenlace final con el que el drama llega a su momento más álgido. Jesús habla de su Hora recurriendo a la metáfora del grano de trigo, que explica plásticamente la paradoja de la vida cristiana: caer en tierra, morir, y cuando aparentemente todo está perdido y arruinado, surge allí la vida, con una fecundidad y fuerza inesperadas e inmerecidas. Es como un anticipo del propio destino de Jesús: el mucho fruto, el ganar la vida para siempre, tiene un insólito precio como es morir en tierra y dar la vida.

Estamos en el 5º domingo de Cuaresma. Nosotros, después de este camino andado, nos reconocemos en la pregunta de los gentiles: queremos ver a Jesús, atraídos por Él, seducidos por su extremado amor. Estamos en la antesala de todo ese drama de amor que recordaremos en la inminente Semana Santa. Y no sólo nosotros, sino también tantos hombres y mujeres de nuestro mundo, desde sus búsquedas y preguntas quieren ver a Jesús. 

¿Seremos como Felipe, que desde la experiencia del encuentro con el Señor podemos decirles: vengan y vean, yo los conduzco hasta Él?

domingo, 11 de marzo de 2018

En la noche acontece el encuentro con el Dios de las Sorpresas

Escrito por Clemente Sobrado C.P.

Hay quienes no se atreven a dar la cara durante el día.
Prefieren la oscuridad de la noche.
Se sienten más seguros con las sombras nocturnas.
Es que, no siempre tenemos la suficiente valentía, para distanciarnos del grupo.
El miedo al “qué dirán o qué pensarán” suele pesar mucho en nuestras decisiones.
Es lo que le pasó al fariseo Nicodemo.
Algo había en él que le despertaba inquietud en relación a Jesús.
Algo veía en él que le inquietaba. Pero no se atrevía a dar cara durante el día.
Por eso prefirió la noche para sacarse una cita con Jesús.
Es triste la falta de libertad de espíritu fruto del miedo a lo que “otros piensen”.
Con frecuencia aparentamos lo que no somos ni sentimos.
Con frecuencia presentamos un rostro, cuando estamos con los demás, y tenemos otro cuando estamos a solas y nos miramos al espejo de nuestra alma.

No sabemos a qué fue Nicodemo a hablar con Jesús.
¿Tal vez a convencerle de que se hiciese fariseo?
¿Tal vez buscando algo que llenase más su espíritu?
En todo caso, todo encuentro con Jesús, aunque sea a escondidas y de noche, termina en una revelación y manifestación de la novedad de Dios y del Reino.
Jesús no es de los que da rodeos para aterrizar.
Jesús va siempre directo al grano.
Y a Nicodemo lo sorprendió con tantas cosas que, desde ese día Nicodemo no pudo ser ya el mismo. Lo que comenzó en un diálogo terminó en un monólogo.

Primera sorpresa: “Hay que nacer de nuevo”. Decirle a un viejo que tiene que nacer de nuevo es como para dejarlo fuera de juego.
Nicodemo más pensaba ya en la muerte que en nacer otra vez.
Y Jesús le hace ver que también los viejos pueden “nacer de nuevo”.
Que no solo se nace del vientre de la madre.
Que también se nace del Espíritu.
Que también el Espíritu es capaz de hacernos renacer.

Y que aquí no es cuestión de años, sino de apertura del corazón.
Que la ley era infecunda para dar vida.
Que la ley tenía que ser reemplazada por el Espíritu.

Segunda sorpresa: Que Dios no es ley, sino que Dios es amor. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”
Dios entregó la ley por Moisés. Ahora Dios entrega a su Hijo.
Y lo entrega, no cómo un código de normas de circulación, sino como expresión de lo que Dios es capaz de amar al mundo.
Algo nuevo está comenzando:
Hombres nuevos, nacidos de nuevo por el Espíritu.
Hombres amados tan profundamente por Dios, que les regala y entrega a su Hijo.

Tercera sorpresa: Dios anuncia la vida. Dios quiere vida y vida plena: “para que todo el que crea en él tenga vida eterna”.
El nuevo Dios, revelado en las sombras de la noche, a la luz de un candil, es un Dios:
Que nos quiere hombres nuevos.
Que quiere que nuestra primera experiencia sea la de sentirnos amados.
Que quiere que este amor se haga plenitud de vida.

Cuarta sorpresa: Que quien ama no juzga ni condena. “Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.
No es el Dios de la ley que juzga y condena.
No es el Dios de la ley que esclaviza y domestica a los hombres sino que los hace libres.
Que es cada uno, desde esa libertad, quien decide entre la vida y la muerte.

¿Qué pasó esa noche en el corazón del viejo Nicodemo?
En un momento, le dejó sin piso.
En un momento, le abrió los ojos a lo que jamás él pudo soñar.
En un momento, le abrió su corazón a una religión nueva, que no tenía nada que ver con la religión de la ley.

Es posible que muchos tengamos demasiados reparos para encontrarnos con Dios.
El qué dirán los demás, puede ser el gran obstáculo a la conversión de nuestro corazón.
No importa si lo buscamos de noche. Dios también habla de noche.
No importa nuestra edad para comenzar de nuevo. Basta nos dejemos fecundar por el Espíritu.
Lo importante es descubrir el nuevo rostro de Dios y, jubilemos ese viejo rostro de un Dios que juzga, castiga y condena, por el Dios que ama, da vida y salva.
Y cada uno asumamos la responsabilidad de nuestras vidas, porque la decisión de nuestro futuro, no depende de él sino de la actitud de fe que asumamos cada uno.

domingo, 25 de febrero de 2018

Un Encuentro en la Montaña...


Texto escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-

Después de leer el evangelio de la Transfiguración, disponete a acompañar a Jesús que sube al monte para orar.

Emprende tú la subida junto a Él, cargando con la mochila de tus propios desencantos, decepciones y escepticismos:  “no se puede hacer nada”, “son inútiles los esfuerzos por cambiar la realidad”..., “lo mejor es no complicarse la vida...”   Siente cómo todo eso ensombrece tu vida y empaña tu alegría.

Contempla luego a Jesús, envuelto en la claridad de la cercanía y de la palabra de su Padre: “Este es mi Hijo querido en quien me complazco.” 

Siente que esas palabras te están dirigidas también a ti, que son pronunciadas también sobre cada hombre o mujer de nuestro mundo. Acoge la alegría de pertenecer a una humanidad envuelta en la ternura incondicional de Dios y deja que esa noticia disipe tus oscuridades, temores y pesimismos.

Habla con Jesús de tu necesidad de momentos de luz para tener los ojos y los oídos abiertos para reconocer su presencia y para escuchar la voz que dice  “estos son mis hijos” sobre aquellos que viven envueltos en las sombras de mil formas de muerte. 

Baja del monte con él y reemprende el camino, transfigurado tú también por la certeza de que Jesús es el Vencedor de la muerte y de que la vida humana, aún en “fase precaria”, se manifestará cuando el Resucitado enjugue todas las lágrimas..-Texto escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-
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Para terminar este momento contemplativo, te invito a ver este video con una canción de Salome Arricibita: https://www.youtube.com/watch?v=txRNzN3JGVM