Un espacio para descubrir la presencia de Dios en el desierto de la vida cotidiana...
miércoles, 21 de abril de 2021
Domingo del Buen Pastor = ¡La Voz de Jesús es Única!
viernes, 16 de abril de 2021
COMUNICACION IMPORTANTE!
Amigos y Amigas de ESPIRITUALIDAD COTIDIANA:
Me ha comunicado BLOGGER que próximamente ya no se enviaran las nuevas publicaciones a sus correos.
Para acceder al BLOG les propongo descarguen en sus celulares el blog y puedan tenerlo para acceder rápidamente.
Gracias a cada uno!
Emaús =Camino de Regreso desde la Desesperanza...
- El camino que lleva a Emaús es el camino de los desilusionados, de los tristes, de los que sienten el fracaso y deciden abandonarlo todo y refugiarse de nuevo sí mismos.
- El camino de los que caminan por la vida lamentando lo que “ha pasado estos días”.
- El camino de los que no han entendido el misterio de la Cruz, y son incapaces de comprender que pueda estar vivo, a pesar de lo que “han dicho algunas mujeres”.
- El camino de los que han comenzado y que, con la sensación del fracaso, porque no ha respondido a sus intereses personales, regresan a donde habían partido.
- El camino de los que un día sintieron la ilusión de la llamada y ahora sienten el vacío de la desilusión.
- El camino de los que no entienden los caminos de Dios y prefieren la seguridad de sus propios caminos.
- El camino de los tristes cuyos ojos están cerrados a las luces de la Pascua.
- Emaús es el lugar donde las tristezas se convierten la fiesta de la alegría.
- Emaús es el lugar donde las dudas se hacen certezas.
- Emaús es el lugar donde las desilusiones vuelven a florecer en ilusiones nuevas.
- Emaús es el lugar donde los fracasos se convierten en nuevas energías.
- Emaús no es el final de un camino, sino el comienzo de un camino nuevo.
- Emaús es la experiencia de cómo la compañía del resucitado calentaba sus corazones, aún sin reconocerlo.
- Emaús es el camino del regreso, de la vuelta a casa, de la vuelta a la comunidad abandonada.
- Emaús es el camino de los que han visto y corren a compartir su experiencia pascual con los demás.
lunes, 5 de abril de 2021
Ir a Galilea significa, ante todo, Empezar de Nuevo...
"Las
mujeres pensaron que iban a encontrar el cuerpo para ungirlo, en cambio,
encontraron una tumba vacía. Habían ido a llorar a un muerto, pero en su lugar
escucharon un anuncio de vida. Por eso, dice el Evangelio que aquellas mujeres
estaban «asustadas y desconcertadas» (Mc 16,8), estaban asustadas,
temerosas y desconcertadas. Desconcierto: en este caso es miedo mezclado con
alegría lo que sorprende sus corazones cuando ven la gran piedra del sepulcro
removida y dentro un joven con una túnica blanca. Es la maravilla de escuchar
esas palabras: «¡No se asusten! Aquel al que buscan, Jesús, el de Nazaret, el
crucificado, resucitó» (v. 6). Y después esa invitación: «Él irá delante de
ustedes a Galilea y allí lo verán» (v. 7). Acojamos también nosotros esta invitación, la invitación
de Pascua: vayamos a Galilea, donde el Señor resucitado nos precede. Pero,
¿qué significa “ir a Galilea”?
Ir a
Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo. Para los discípulos
fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a
seguirlo. Es el lugar del primer encuentro y el lugar del primer amor. Desde
aquel momento, habiendo dejado las redes, siguieron a Jesús, escuchando su
predicación y siendo testigos de los prodigios que realizaba. Sin embargo,
aunque estaban siempre con Él, no lo entendieron del todo, muchas veces
malinterpretaron sus palabras y ante la cruz huyeron, dejándolo solo. A pesar
de este fracaso, el Señor resucitado se presenta como Aquel que, una vez más,
los precede en Galilea; los precede, es decir, va delante de ellos. Los llama y
los invita a seguirlo, sin cansarse nunca. El Resucitado les dice: “Volvamos a
comenzar desde donde habíamos empezado. Empecemos de nuevo. Los quiero de nuevo
conmigo, a pesar y más allá de todos los fracasos”. En esta Galilea
experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor, que traza
senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. El Señor es así,
traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. Él es así y
nos invita a ir a Galilea para hacer lo mismo.
Este es
el primer anuncio de Pascua que quisiera ofrecerles: siempre es posible
volver a empezar, porque siempre existe una vida nueva que Dios es capaz de
reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos. Incluso de los
escombros de nuestro corazón —cada uno de nosotros los sabe, conoce las ruinas
de su propio corazón—, incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede
construir una obra de arte, aun de los restos arruinados de nuestra humanidad
Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre: en la cruz del
sufrimiento, de la desolación y de la muerte, así como en la gloria de una vida
que resurge, de una historia que cambia, de una esperanza que renace. Y en
estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a
empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza.
Ir a
Galilea, en segundo lugar, significa recorrer nuevos caminos. Es
moverse en la dirección opuesta al sepulcro. Las mujeres buscaban a Jesús en la
tumba, es decir, iban a hacer memoria de lo que habían vivido con Él y que
ahora habían perdido para siempre. Van a refugiarse en su tristeza. Es la
imagen de una fe que se ha convertido en conmemoración de un hecho hermoso pero
terminado, sólo para recordar. Muchos —incluso nosotros— viven la “fe de los
recuerdos”, como si Jesús fuera un personaje del pasado, un amigo de la
juventud ya lejano, un hecho ocurrido hace mucho tiempo, cuando de niño asistía
al catecismo. Una fe hecha de costumbres, de cosas del pasado, de hermosos
recuerdos de la infancia, que ya no me conmueve, que ya no me interpela. Ir a
Galilea, en cambio, significa aprender que la fe, para que esté viva, debe
ponerse de nuevo en camino. Debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el
asombro del primer encuentro. Y después confiar, sin la presunción de saberlo
ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de
Dios. Nosotros tenemos miedo de las sorpresas de Dios, normalmente tenemos
miedo de que Dios nos sorprenda. Y hoy el Señor nos invita a dejarnos
sorprender. Vayamos a Galilea para descubrir que Dios no puede ser depositado
entre los recuerdos de la infancia, sino que está vivo, siempre sorprende.
Resucitado, no deja nunca de asombrarnos.
Luego,
el segundo anuncio de Pascua: la fe no es un repertorio del pasado, Jesús no es
un personaje obsoleto. Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo
cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás
atravesando, en los sueños que llevas dentro. Abre nuevos caminos donde sientes
que no los hay, te impulsa a ir contracorriente con respecto al remordimiento y
a lo “ya visto”. Aunque todo te parezca perdido, por favor déjate alcanzar con
asombro por su novedad: te sorprenderá.
Ir a
Galilea significa, además, ir a los confines. Porque Galilea es el
lugar más lejano, en esa región compleja y variopinta viven los que están más
alejados de la pureza ritual de Jerusalén. Y, sin embargo, fue desde allí que
Jesús comenzó su misión, dirigiendo su anuncio a los que bregan por la vida de
cada día, dirigiendo su anuncio a los excluidos, a los frágiles, a los pobres,
para ser rostro y presencia de Dios, que busca incansablemente a quien está
desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia
porque a sus ojos nadie es último, nadie está excluido. Es allí donde el
Resucitado pide a sus seguidores que vayan, también hoy nos pide de ir a
Galilea, en esta “Galilea” real. Es el lugar de la vida cotidiana, son las
calles que recorremos cada día, los rincones de nuestras ciudades donde el
Señor nos precede y se hace presente, precisamente en la vida de los que pasan
a nuestro lado y comparten con nosotros el tiempo, el hogar, el trabajo, las
dificultades y las esperanzas. En Galilea aprendemos que podemos encontrar a
Cristo resucitado en los rostros de nuestros hermanos, en el entusiasmo de los
que sueñan y en la resignación de los que están desanimados, en las sonrisas de
los que se alegran y en las lágrimas de los que sufren, sobre todo en los
pobres y en los marginados. Nos asombraremos de cómo la grandeza de Dios se
revela en la pequeñez, de cómo su belleza brilla en los sencillos y en los
pobres.
Por
último, el tercer anuncio de Pascua: Jesús, el Resucitado, nos ama sin límites
y visita todas las situaciones de nuestra vida. Él ha establecido su presencia
en el corazón del mundo y nos invita también a nosotros a sobrepasar las
barreras, a superar los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a
nosotros cada día, para redescubrir la gracia de la cotidianidad.
Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con
Él, la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más
allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado vive y el
Resucitado gobierna la historia.
Hermana, hermano si en esta noche tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, ve, abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua: “¡No tengas miedo, resucitó! Te espera en Galilea”. Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque, sabes, el Señor te precede siempre, camina siempre delante de ti. Y, con Él, siempre la vida comienza de nuevo..."
jueves, 1 de abril de 2021
TRIDUO PASCUAL
Material elaborado por Dolores Aleixandre , con ayuda de Fernando Rivas
JUEVES SANTO
Y SE PUSO A LAVARLES LOS PIES
Subir a “la habitación de arriba” y mirar a Jesús levantándose de la mesa, cambiando el lugar donde se sientan los señores por aquel en que se mueven los que sirven, situándose en ese otro ángulo de mirada. Desde esa otra perspectiva se ven de cerca el barro, el polvo, el mal olor, la suciedad..., todo eso que los sentados a la mesa ignoran o piensan que no les concierne. A ras del suelo y en contacto con los pies de los demás, se produce un cambio de plano que revela lo elemental de cada persona, su desnudez, las limitaciones de su corporalidad.
Jesús se había quitado el manto y, con él, toda pretensión
de poder o dominio. Con la toalla ceñida y de rodillas, como el último de
todos, iba lavando los pies de sus discípulos. Era esa su manera de disponerse a
recibir “el Nombre sobre todo nombre” (Fil 2,9).
GETSEMANÍ
En la escena del huerto vemos a Jesús experimentando una fuerte resistencia a morir, luchando, suplicando y sudando sangre. Desde entonces él va delante de quienes estén dispuestos a entrar en su mismo proceso: ese que nos va haciendo semejantes al Hijo y que puede durar toda una vida.
“El espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil”
(Mt 26,41): esa fue la lección más difícil que el Hijo del hombre tuvo que
incorporar a su aprendizaje de pertenencia a la condición humana. “Aunque era
Hijo, padeciendo, aprendió a obedecer” afirma el autor de la carta a los
Hebreos (Hb 5,8).
Y CANTÓ EL GALLO
El canto del gallo “despierta” a Pedro, le hace volver de su
desvarío, le “convierte”. Se había situado “de espaldas” a Jesús, eligiendo su
propia seguridad, aferrándose a “salvar su vida” y a protegerla ante cualquier amenaza.
Tomo conciencia de qué “cantos de gallo” han tenido poder
para despertarme en algunas situaciones de mi vida. Me reconozco formando parte
de una humanidad tentada de vivir ensimismada y “de espaldas” a los inmensos
desafíos que nos toca afrontar (las desigualdades, la destrucción de la
naturaleza, los autoritarismos, las migraciones forzosas...).
Dejo que resuenen en mi conciencia a las voces que promueven unas metas diferentes: acoger al extraño, cuidar lo frágil, hacer las paces con la naturaleza, optar por la solidaridad, los derechos, la inclusión y la participación. Las acojo como “el canto del gallo” que hoy nos despierta.
VIERNES SANTO
En la Pasión Jesús es “El Descartado. El término evoca un
largo proceso de conspiraciones, tramas, maniobras, traiciones y pactos entre
sus enemigos. En torno a Jesús se fue tejiendo una red siniestra, hábilmente
justificada con argumentos y razones políticas: “Conviene que muera un solo
hombre por el pueblo”, había sentenciado Caifás. Hay que descalificarlo hasta
convertirle en sospechoso, en encausado y presunto imputado; no sabrá
defenderse de las calumnias y será fácil demostrar su culpabilidad, conseguir
sentencia firme y un linchamiento popular hasta quitárnoslo de en medio. “¿No
oyes de cuantas cosas te acusan? – le dijo Pilato- .
Pero él permanecía en silencio” (Mt 27,14). Estaba envuelto
en el silencio como en un manto real, ese manto en el que siguen envueltos hoy
los descartados de nuestro mundo.
“Todo está acabado” (Jn 19,30)
Jesús, inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn
19,30). El gesto evoca su actitud de consentimiento absoluto al Padre, el final
coherente de su apuesta arriesgada de confiar por encima de todo. El que había
hecho de su vida entera una donación, entrega ahora su última espiración con el
abandono del niño que se duerme en brazos de su madre.
DESCENDIMIENTO
SÁBADO SANTO
En una homilía oriental José de Arimatea se atreve a pedir
su cadáver al gobernador: “Entrégame, gobernador, para que pueda sepultarlo, el
cuerpo de Jesús el Nazareno, el pobre, que vivía a cielo abierto, el huésped
desconocido venido de otra tierra.
Entrégame a este peregrino voluntario, que no tenía donde
reclinar la cabeza y que, al no tener casa propia, recibió albergue y fue colocado
en un pesebre y soportó la vida peregrina. Entrégame al despreciado, vencido y
colgado ¿qué utilidad tendrá para ti el cuerpo de este peregrino...? Vino de
una región muy lejana, para seguir siendo peregrino, bajó al lugar de las tinieblas.
Es por este muerto por quien te suplico: se encuentra
colgado del madero porque no tiene casa. Nadie intercede por él, como haría un
padre de esta tierra, un amigo, un discípulo, un pariente, un sepulturero.
Verdaderamente solo él es el unigénito del único Dios. Es el
Dios que ha venido a este mundo y no hay otro”.
DOMINGO de PASCUA
Junto a la tumba vacía
Aprendemos que hay dolores que son de parto y que el grano
de trigo cuando cae en tierra y muere, da mucho fruto. – ‘Sois más que esas
heridas que os habitan - escuchamos ahí-. El sufrimiento y la muerte no tienen
la última palabra sobre vosotros’.
Si guardamos esas palabras en la memoria del corazón,
podemos transitar la noche con la confianza de quien espera la llegada del
Compasivo, del que enjugará las lágrimas de todos los rostros.
“Al anochecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo”,
había dicho un salmista (Sal 30, 6). Y un sufí: “Viendo las huellas dejadas por
la brisa mido lo que será el Huracán de la alegría”.