Un espacio para descubrir la presencia de Dios en el desierto de la vida cotidiana...
martes, 31 de diciembre de 2024
Final de año: Buscando la forma de una felicidad posible...
domingo, 29 de diciembre de 2024
Volver a Nazaret a aprender la belleza de la sencillez
- Nazaret es un camino que se descubre bajando. "Bajó con ellos y vino a Nazaret".(Lc.2,51). Toda la vida de Jesús fue sólo bajar. Bajar encarnándose, bajar haciéndose niñito, bajar haciéndose obediente, bajar haciéndose pobre, abandonado, desterrado, perseguido, ajusticiado, poniéndose siempre en el último lugar".
- Nazaret es para Jesús el arraigamiento en una forma de vida, en una manera de pensar distinta de lo que se estilaba. (Mc.6,1 ss). Es conocido con sus antepasados, sus contactos hogareños.
- Nazaret es el Misterio de la Encarnación. Jesús se ha anonadado tornando la forma de siervo. Se humilló haciéndose obediente hasta la muerte (Flp 2,7-8). Encarnación en su pueblo, en una historia que los evangelios evocan en unas genealogías: Mt.,1-17 y Lc.6,23-38. Encarnación en un pueblo.
- Nazaret es la vida sencilla de cada día, el trabajo, las relaciones de la gente. Es compartir la vida, los gozos, las penas... y así ser evangelio. Buena Noticia vivida e irradiada. 'Esta sencillez de vida no sabe de perjuicio, ni de respetos humanos, porque enraizada en la pobreza no tiene nada que perder. Los que optan por esta vida sencilla no tienen más riqueza que Cristo, convencidos de que nadie podrá arrebatarles su amor. De aquí nace la necesidad ineludible de orar, de suplicar a Dios, porque en Él está toda la razón de su actuar, convencido de que la eficacia de todo lo que hace no viene de sus méritos sino de la bondad de Dios.
- Nazaret es un misterio de crecimiento. Crecer es aceptar cambiar, vivir rupturas. Nada es definitivo. Jesús en el templo: Lc. 2,40-52. Crecer es aceptar morir a sí mismo, a su propia vida. Lanzarse hacia el porvenir. Siempre se renace del agua y del Espíritu. Crecer es también aceptar la reciprocidad: recibir y dar, aprender y enseñar, hablar y escuchar. Hacerse experto en humanidad al contacto con los otros. Es aprender la lenta germinación de las semillas, y de este modo, la paciencia de Dios. Aprender los gozos de la cosecha, aprender a empezar siempre de nuevo.
sábado, 28 de diciembre de 2024
Fiesta de la Sagrada Familia = "Cuando se percibe que es más importante lo que es que lo que hace..."
martes, 24 de diciembre de 2024
Nuestro Dios es un Dios que está enamorado de nuestra pequeñez...
y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
- Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo a la vida.
- Es dar al fin con las palabras que para hacer frente a la muerte se precisa.
- Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
- Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
- Es respirar el ancho viento que por encima de la carne respira.
- Es contemplar, desde la cumbre de la persona, la razón de las heridas.
- Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
- Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
- Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.
- Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.
- Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
- Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.
- Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.
- Es no saber si son ajenas o son propias las lejanas amarguras.
- Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.
- Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche obscura.
- Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.
- Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
- Es empezar a decir siempre, y en adelante no volver a decir nunca.
- Y es, además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.
Asómate, Dios Chiquito,
Triduo, Preparando el Corazón para esta Navidad...
lunes, 23 de diciembre de 2024
Triduo, Preparando el Corazón para esta Navidad...
(Pido la gracia que necesito)
domingo, 22 de diciembre de 2024
Triduo, Preparando el Corazón para esta Navidad...
PRIMER DÍA: En el seno de la Virgen María
-Rezar un Ave María
sábado, 21 de diciembre de 2024
“EL PODEROSO HA HECHO EN MI GRANDES COSAS”:
sábado, 14 de diciembre de 2024
Adviento... tiempo de salir para dejarse encontrar
- Aprovecha este Adviento para sacudirte la pereza y SALIR hacia Aquel que viene a tu encuentro;
- Propicia espacios en los que puedas ESCUCHAR la voz del Espíritu que en tu interior te recuerda quién eres: ¡hijo/a y hermano/a!
- Vive en libertad y liberando a otros; ayuda a quienes te rodean a DESPERTAR, a estar atentos y vigilantes para no caer en la rutina de lo ya conocido que se torna desesperanza;
- Abre las puertas de tu vida a la HOSPITALIDAD desde la certeza de que es en ese espacio de gozosa justicia en el que Él se te hace presente.
sábado, 7 de diciembre de 2024
Fiesta de la Inmaculada: Somos Invitados a entrar también «en el Gozo de nuestra Señora»...
Hacernos Adviento...
lunes, 2 de diciembre de 2024
Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento...
Un Adviento más estremecido, asustado, aturdido y expectante,
percibiendo cómo avivas en mi pobre corazón
las cenizas del deseo, cómo después de un toque de nostalgia,
la memoria que se despereza y abre sus ojos al pasado
deslumbrado por el agradecimiento.
Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento,
desempolvando mi esperanza,
consintiendo en este esperar,
siempre mismo, siempre nuevo,
consintiendo en este tener que esperar para vivir,
en este esperar como afirmación fundamental de mi vida,
en este esperar que traduce la profunda y secreta necesidad
de tender hacia lo que se me presente como inalcanzable
y, por ello, inesperable con mis propias fuerzas.
Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento,
una vez más enfrentado a la paradoja de esperar lo inesperable,
de tener que ejercer esta esperanza para existir,
de hacerme consciente de que ser es esperar.
Aquí estoy, Señor, con la mirada del corazón clavada en este Adviento,
con el anhelo encendido, con el deseo ardiendo,
luchando contra mis miedos y esperanzas
para que el fuego de la esperanza se abra e ilumine el primer paso.
Aquí estoy, Señor, intentando limpiar la niebla de mis ojos,
rogándote que enjugues Tú mis lágrimas
y que tu luz alce mi cabeza y oriente mi mirada
hacia el lugar de la promesa.
Aquí estoy, Señor, aguardando lo que no veo,
lo que no siempre quiero, lo que desconozco,
lo que, sin embrago- ¡qué ironía!- es mi mayor certeza.
¿Cómo aguardar amor y desvergüenza?
¿Cómo negar la espera al Dios de mi esperanza?
Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento,
estremecido, asustado, expectante, enamorado
y sintiendo Tu llamado como la cosa más cierta, más real,
como la única verdad de mi espera.
No te canses de llamar, Señor, no te canses de llegar,
no te canses de venir, Señor, que aquí estoy caminando,
Señor, a Tu encuentro en este Adviento.
viernes, 29 de noviembre de 2024
ADVIENTO = "TIEMPO de ESPERANZA”
Donde crecen la intolerancia y la violencia:¡Ven Señor, Jesús!
Donde abunda la injusticia y se margina al débil:¡Ven Señor, Jesús!
Cuando la llama está a punto de apagarse:¡Ven, Señor, Jesús!
Cuando los buenos se cansan de hacer el bien:¡Ven, Señor, Jesús!
Cuando todo parece quedar en un intento:¡Ven, Señor, Jesús!
Cuando la soledad no es sonora, ni música el silencio:¡Ven, Señor, Jesús!
domingo, 24 de noviembre de 2024
FIESTA de CRISTO REY: ¿Dónde reside, el poder verdadero del Señor?
¿Dónde reside, pues, el poder verdadero del Señor?
domingo, 17 de noviembre de 2024
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO - VIII JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
Queridos hermanos y hermanas:
1. La oración del pobre sube hasta Dios (cf. Si 21,5). En
el año dedicado a la oración, con vistas al Jubileo Ordinario 2025, esta expresión de la sabiduría bíblica es muy apropiada para prepararnos a la VIII Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el próximo 17 de noviembre. La esperanza cristiana abraza también la certeza de que nuestra oración llega hasta la presencia de Dios; pero no cualquier oración: ¡la oración del pobre! Reflexionemos sobre esta Palabra y “leámosla” en los rostros y en las historias de los pobres que encontramos en nuestras jornadas, de modo que la oración sea camino para entrar en comunión con ellos y compartir su sufrimiento.
2. El libro del Eclesiástico, al que nos referimos, no es muy conocido, y merece ser descubierto por la riqueza de temas que afronta sobre todo cuando se refiere a la relación del hombre con Dios y con el mundo. Su autor, Ben Sirá, es un maestro, un escriba de Jerusalén, que escribe probablemente en el siglo II a. C. Es un hombre sabio, arraigado en la tradición de Israel, que enseña sobre varios ámbitos de la vida humana: del trabajo a la familia, de la vida en sociedad a la educación de los jóvenes; presta atención a los temas relacionados con la fe en Dios y con la observancia de la Ley. Afronta los problemas arduos de la libertad, del mal y de la justicia divina, que también hoy son de gran actualidad para nosotros. Ben Sirá, inspirado por el Espíritu Santo, quiere transmitir a todos el camino a seguir para una vida sabia y digna de ser vivida ante Dios y ante los hermanos.
3. Uno de los temas a los que este autor sagrado dedica mayor espacio es la oración. Lo hace con mucho ímpetu, porque da voz a su propia experiencia personal. En efecto, ningún escrito sobre la oración podría ser eficaz y fecundo si no partiera de quien cada día está en la presencia de Dios y escucha su Palabra. Ben Sirá declara haber buscado la sabiduría desde la juventud: «En mi juventud, antes de andar por el mundo, busqué abiertamente la sabiduría en la oración» (Si 51,13).
4. En su recorrido, descubre una de las realidades fundamentales de la revelación, es decir, el hecho de que los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios, de tal manera que, ante su sufrimiento, Dios está “impaciente” hasta no haberles hecho justicia, «hasta extirpar la multitud de los prepotentes y quebrar el cetro de los injustos; hasta retribuir a cada hombre según sus acciones, remunerando las obras de los hombres según sus intenciones» (Si 35,21-22). Dios conoce los sufrimientos de sus hijos porque es un Padre atento y solícito hacia todos. Como Padre, cuida de los que más lo necesitan: los pobres, los marginados, los que sufren, los olvidados. Pero nadie está excluido de su corazón, ya que, ante Él, todos somos pobres y necesitados. Todos somos mendigos, porque sin Dios no seríamos nada. Tampoco tendríamos vida si Dios no nos la hubiera dado. Y, sin embargo, ¡cuántas veces vivimos como si fuéramos los dueños de la vida o como si tuviéramos que conquistarla! La mentalidad mundana exige convertirse en alguien, tener prestigio a pesar de todo y de todos, rompiendo reglas sociales con tal de llegar a ganar riqueza. ¡Qué triste ilusión! La felicidad no se adquiere pisoteando el derecho y la dignidad de los demás.
La violencia provocada por las guerras muestra con evidencia cuánta arrogancia mueve a quienes se consideran poderosos ante los hombres, mientras son miserables a los ojos de Dios. ¡Cuántos nuevos pobres producen esta mala política hecha con las armas, cuántas víctimas inocentes! Pero no podemos retroceder. Los discípulos del Señor saben que cada uno de estos “pequeños” lleva impreso el rostro del Hijo de Dios, y a cada uno debe llegarles nuestra solidaridad y el signo de la caridad cristiana. «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).
5. En este año dedicado a la oración, necesitamos hacer nuestra la oración de los pobres y rezar con ellos. Es un desafío que debemos acoger y una acción pastoral que necesita ser alimentada. De hecho, «la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria» (ibíd., 200).
Todo esto requiere un corazón humilde, que tenga la valentía de convertirse en mendigo. Un corazón dispuesto a reconocerse pobre y necesitado. En efecto, existe una correspondencia entre pobreza, humildad y confianza. El verdadero pobre es el humilde, como afirmaba el santo obispo Agustín: «El pobre no tiene de qué enorgullecerse; el rico tiene contra qué luchar. Escúchame, pues: sé verdadero pobre, sé piadoso, sé humilde» (Sermón 14,3.4). El humilde no tiene nada de que presumir y nada pretende, sabe que no puede contar consigo mismo, pero cree firmemente que puede apelarse al amor misericordioso de Dios, ante el cual está como el hijo pródigo que vuelve a casa arrepentido para recibir el abrazo del padre (cf. Lc 15,11-24). El pobre, no teniendo nada en que apoyarse, recibe fuerza de Dios y en Él pone toda su confianza. De hecho, la humildad genera la confianza de que Dios nunca nos abandonará ni nos dejará sin respuesta.
6. A los pobres que habitan en nuestras ciudades y forman parte de nuestras comunidades les digo: ¡no pierdan esta certeza! Dios está atento a cada uno de ustedes y está a su lado. No los olvida ni podría hacerlo nunca. Todos hemos tenido la experiencia de una oración que parece quedar sin respuesta. A veces pedimos ser liberados de una miseria que nos hace sufrir y nos humilla, y puede parecer que Dios no escucha nuestra invocación. Pero el silencio de Dios no es distracción de nuestros sufrimientos; más bien, custodia una palabra que pide ser escuchada con confianza, abandonándonos a Él y a su voluntad. Es de nuevo Sirácida quien lo atestigua: “la sentencia divina no se hace esperar en favor del pobre” (cf. Si 21,5). De la palabra pobreza, por tanto, puede brotar el canto de la más genuina esperanza. Recordemos que «cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. […] Esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2).
7. La Jornada Mundial de los Pobres es ya una cita obligada para toda comunidad eclesial. Es una oportunidad pastoral que no hay que subestimar, porque incita a todos los creyentes a escuchar la oración de los pobres, tomando conciencia de su presencia y su necesidad. Es una ocasión propicia para llevar a cabo iniciativas que ayuden concretamente a los pobres, y también para reconocer y apoyar a tantos voluntarios que se dedican con pasión a los más necesitados. Debemos agradecer al Señor por las personas que se ponen a disposición para escuchar y sostener a los más pobres. Son sacerdotes, personas consagradas, laicos y laicas que con su testimonio dan voz a la respuesta de Dios a la oración de quienes se dirigen a Él. El silencio, por tanto, se rompe cada vez que un hermano en necesidad es acogido y abrazado. Los pobres tienen todavía mucho que enseñar porque, en una cultura que ha puesto la riqueza en primer lugar y que con frecuencia sacrifica la dignidad de las personas sobre el altar de los bienes materiales, ellos reman contracorriente, poniendo de manifiesto que lo esencial en la vida es otra cosa.
La oración, por tanto, halla la confirmación de su propia autenticidad en la caridad que se hace encuentro y cercanía. Si la oración no se traduce en un actuar concreto es vana, de hecho, la fe sin las obras «está muerta» (St 2,26). Sin embargo, la caridad sin oración corre el riesgo de convertirse en filantropía que pronto se agota. «Sin la oración diaria vivida con fidelidad, nuestra actividad se vacía, pierde el alma profunda, se reduce a un simple activismo» (Benedicto XVI, Catequesis, 25 abril 2012). Debemos evitar esta tentación y estar siempre alertas con la fuerza y la perseverancia que provienen del Espíritu Santo, que es el dador de vida.
8. En este contexto es hermoso recordar el testimonio que nos ha dejado la Madre Teresa de Calcuta, una mujer que dio la vida por los pobres. La santa repetía continuamente que era la oración el lugar de donde sacaba fuerza y fe para su misión de servicio a los últimos. El 26 de octubre de 1985, cuando habló a la Asamblea General de la ONU mostrando a todos el rosario que llevaba siempre en mano, dijo: «Yo sólo soy una pobre monja que reza. Rezando, Jesús pone su amor en mi corazón y yo salgo a entregarlo a todos los pobres que encuentro en mi camino. ¡Recen también ustedes! Recen y se darán cuenta de los pobres que tienen a su lado. Quizá en la misma planta de sus casas. Quizá incluso en sus hogares hay alguien que espera vuestro amor. Recen, y los ojos se les abrirán, y el corazón se les llenará de amor».
Y cómo no recordar aquí, en la ciudad de Roma, a san Benito José Labre (1747-1783), cuyo cuerpo reposa y es venerado en la iglesia parroquial de Santa María ai Monti. Peregrino de Francia a Roma, rechazado en muchos monasterios, trascurrió los últimos años de su vida pobre entre los pobres, permaneciendo horas y horas en oración ante el Santísimo Sacramento, con el rosario, recitando el breviario, leyendo el Nuevo Testamento y la Imitación de Cristo. Al no tener siquiera una pequeña habitación donde alojarse, solía dormir en un rincón de las ruinas del Coliseo, como “vagabundo de Dios”, haciendo de su existencia una oración incesante que subía hasta Él.
9. En camino hacia el Año Santo, exhorto a cada uno a hacerse peregrino de la esperanza, ofreciendo signos concretos para un futuro mejor. No nos olvidemos de cuidar «los pequeños detalles del amor» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 145): saber detenerse, acercarse, dar un poco de atención, una sonrisa, una caricia, una palabra de consuelo. Estos gestos no se improvisan; requieren, más bien, una fidelidad cotidiana, casi siempre escondida y silenciosa, pero fortalecida por la oración. En este tiempo, en el que el canto de esperanza parece ceder el puesto al estruendo de las armas, al grito de tantos inocentes heridos y al silencio de las innumerables víctimas de las guerras, dirijámonos a Dios pidiéndole la paz. Somos pobres de paz; alcemos las manos para acogerla como un don precioso y, al mismo tiempo, comprometámonos por restablecerla en el día a día.
10. Estamos llamados en toda circunstancia a ser amigos de los pobres, siguiendo las huellas de Jesús, que fue el primero en hacerse solidario con los últimos. Que nos sostenga en este camino la Santa Madre de Dios, María Santísima, que, apareciéndose en Banneux, nos dejó un mensaje que no debemos olvidar: «Soy la Virgen de los pobres». A ella, a quien Dios ha mirado por su humilde pobreza, obrando maravillas en virtud de su obediencia, confiamos nuestra oración, convencidos de que subirá hasta el cielo y será escuchada.
Roma, San Juan de Letrán, 13 de junio de 2024, Memoria de san Antonio de Padua, patrono de los pobres.
FRANCISCO