sábado, 22 de febrero de 2014

Amaras...Aprender a ser Hijos del Padre...
















-de William Shakespeare-

Después de algún tiempo...

Aprenderás la diferencia entre dar la mano y socorrer a un alma; y aprenderás, que amar no significa apoyarse y que compañía, no siempre significa seguridad. Comenzarás a aprender; que los besos no son contratos, ni regalos ni promesas. Comenzarás a aceptar tus derrotas con la cabeza erguida y la mirada al frente, con la gracia de un niño y no con la tristeza de un adulto; y aprenderás a construir hoy todos tus caminos, porque el terreno de mañana es incierto para tus proyectos y el futuro, tiene la costumbre de caer en el vacío.

Después de un tiempo…

Aprenderás, que el Sol quema si te expones demasiado. Aceptarás; incluso, que las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas.

Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma. Descubrirás que lleva años construir confianza; y apenas unos segundos destruirla, y que tu también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de tu vida.

Aprenderás que las nuevas amistades continúan creciendo a pesar de las distancias; y que no importa que es lo que tienes, sino a quien tienes en la vida y que los buenos amigos, son la familia que nos permiten elegir.

Aprenderás que no tenemos que cambiar de amigos, si estamos dispuestos a aceptar que lo amigos cambian. Te darás cuenta de que puedes pasar buenos momentos con tu mejor amigo haciendo cualquier cosa; o simplemente nada, sólo por el placer de disfrutar su compañía. Descubrirás que muchas veces tomas a la ligera a las personas que más te importan; y por eso siempre debemos decir a esa persona que la amamos, porque nunca estaremos seguros de cuándo será la última vez que la veamos.

Aprenderás que las circunstancias y el ambiente que nos rodea tiene influencia sobre nosotros, pero que nosotros somos los únicos responsables de lo que hacemos. Comenzaras a aprender que no nos debemos compararnos con los demás, salvo cuando queramos imitarlos para mejorar. Descubrirás que lleva mucho tiempo llegar a ser la persona que quieres ser; y que el tiempo, es corto.

Aprenderás que no importa donde llegaste; sino a donde te diriges, y si no lo sabes, cualquier lugar sirve.

Aprenderás que si no controlas tus actos ellos te controlan; y que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad, porque no importa cuán delicada y frágil sea una situación: Siempre existen dos lados.
Aprenderás que héroes, son las personas que hicieron lo que era necesario enfrentando las consecuencias.

Aprenderás que la paciencia, requiere mucha práctica. Descubrirás que algunas veces, la persona que esperas que te patee cuando te caes, tal vez sea una de las pocas que ayuden a levantarte. Madurar tiene más que ver con lo que has aprendido de la experiencia, que con los años vividos.

Aprenderás que hay mucho más de tus padres en ti, de lo que supones.

Aprenderás que nunca se debe decir a un niño que sus sueños son tonterías, porque pocas cosas son tan humillantes; y sería una tragedia si lo creyese, porque le estarás quitando la esperanza.

Aprenderás que cuando sientes rabia, tienes derecho a tenerla, pero eso no te da el derecho a ser cruel. Descubrirás que solo porque alguien no te ama de la forma que quieres, no significa que no te ame con todo lo que puede, porque hay personas que nos aman, pero no saben cómo demostrarlo. No siempre es suficiente ser perdonado por alguien; algunas veces, tendrás que aprender a perdonarte a ti mismo.

Aprenderás que con la misma severidad con que juzgas; también serás juzgado y en algunos momentos, condenado.

Aprenderás que no importa en cuantos pedazos tu corazón se partió, el mundo no se detiene para que lo arregles.

Aprenderás que el tiempo no es algo que puedes volver hacia atrás; por lo tanto debes cultivar tu propio jardín y decorar tu alma, en vez de esperar que alguien te traiga flores. Entonces, y sólo entonces, sabrás realmente lo que eres capaz de soportar; que eres fuerte y que podrás ir mucho más lejos de lo que pensabas, cuando creías que no se podía más. Es que realmente la vida vale, cuando tienes el valor de enfrentarla.

viernes, 14 de febrero de 2014

Estar Enamorados...

de Francisco Luis Bernardez

Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.
Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.

Estar enamorado amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa.

Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o son propias las lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche oscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre, y en adelante no volver a decir nunca.
Y es, además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.

Un Amor Eterno...


-del libro "Encuentros" de Gabriel Rolón-

LA VIEJA ATORRANTA

Hace muchos años, cuando era psicólogo muy joven, trabajé en algunos geriátricos. (...) Muchos de ustedes trabajarán o habrán trabajado en alguna institución, y sabrán que lo que tiene que hacer todo el que trabaja en un establecimiento al ingresar es ir a la cocina, porque la cocinera es la que está al tanto de todo lo que pasa.Más que los médicos incluso. 

Llegué, entonces, una mañana, me dirigí a la cocina y, como era habitual, le pregunté a la cocinera.-¿Y, Betty, alguna novedad? -Sí, doctor- me llamó así aunque soy licenciado-. ¿Ya vio a la vieja atorranta?

-No - le dije asombrado-. ¿Entró una abuela nueva?
-Sí, una viejita picarona. 

Me quedé tomando unos mates con ella y no volví a tocar el tema hasta que entró la enfermera y me dijo:-Gaby, ¿ya viste a la atorranta?-No -le respondí.-Tenés que verla. Se llama Ana. 

Lo primero que me llamó la atención fue que utilizara, para referirse a ella, el mismo término que había usado la cocinera: atorranta. 

Pero lo cierto es que habían conseguido despertar mi interés por conocerla. De modo que hice mi recorrida habitual por el geriátrico y dejé para el final la visita a la habitación en la que estaba Ana.

En esa hora yo me había estado preguntando de dónde vendría el mote de vieja atorranta. Supuse que, seguramente, debía ser una mujer que cuando joven habría trabajado en un cabaret, o que tendría alguna historia picaresca. Pero no era así. Cuando entré en su habitación me encontré con una abuela que estaba muy deprimida y que casi no podía hablar a causa de la tristeza. Su imagen no podía estar más lejos de la de una vieja atorranta. Me acerqué a ella, me presenté y le pregunté: -Abuela, ¿qué le pasa? Pero ella no quiso hablar demasiado; apenas si me respondió algunas preguntas por una cuestión de educación. Pero un analista sabe que esto puede ser así, que a veces es necesario tiempo para establecer el vínculo que el paciente necesita para poder hablar. Y me dispuse a darle ese tiempo. 

De modo que la visitaba cada vez que iba y me quedaba en silencio a su lado. A veces le canturreaba algún tango. Y, allá como a la séptima u octava de mis visitas la abuela habló: -Doctor, yo le voy a contar mi historia. Y me contó que ella se había casado, como se acostumbraba en su época, siendo muy jovencita, a los 16 años con un hombre que le llevaba cinco. Yo la escuchaba con profunda atención. -¿Sabe? -me miró como avisándome que iba a hacerme una confesión-, yo me casé con el único hombre que quise en mi vida, con el único hombre que deseé en mi vida, con el único hombre que me tocó en mi vida y es el hombre al que amo y con el que quiero estar. Me contó que su esposo estaba vivo, que ella tenía ochenta y seis años y él noventa y uno y que, como estaban muy grandes, a la familia le pareció que era un riesgo que estuvieran solos y entonces decidieron internarlos en un geriátrico. Pero como no encontraron cupo en un hogar mixto, la internaron a ella en el que yo trabajaba, y a él en otro. Ella en provincia y él en Capital. Es decir que, después de setenta años de estar juntos los habían separado. Lo que no habían podido hacer ni los celos, ni la infidelidad, ni la violencia, lo había hecho la familia. Y ese viejito, con sus noventa y un años, todos los días se hacía llevar por un pariente, un amigo o un remise en el horario de visita, para ver a su mujer. Yo los veía agarraditos de la mano, en la sala de estar o en el jardín, mientras él le acariciaba la cabeza y la miraba. Y cuando se tenían que separar, la escena era desgarradora.

¿Y de dónde venía el apodo de vieja atorranta? Venía del hecho de que, como el esposo iba todos los días a verla, ella le había pedido autorización a las autoridades del geriátrico para ver si, al menos una o dos veces por semana, los dejaban dormir la siesta juntos. Y entonces, ellos dijeron: -Ah, bueno... mirá vos la vieja atorranta.

Cuando la abuela me contó esto, estaba muy angustiada y un poco avergonzada. Pero lo que más me conmovió fue cuando me dijo, agachando la cabeza:-Doctor, ¿qué vamos a hacer de malo a esta edad? Yo lo único que quiero es volver a poner la cabeza en el hombro de mi viejito y que me acaricie el pelo y la espalda, como hizo siempre. ¿Qué miedo tienen? Si ya no podemos hacer nada de malo. Conteniendo la emoción, le apreté la mano y le pedí que me mirara. Y entonces le dije:-Ana, lo que usted quiere es hacer el amor con su esposo. Y no me venga con eso de que ¿qué van a hacer de malo? Porque es maravilloso que usted, setenta años después, siga teniendo las mismas ganas de besar a ese hombre, de tocarlo, de acostarse con él y que él también la desee a usted de esa manera. Y esas caricias, y su cara sobre la piel de sus hombros, es el modo que encontraron de seguir haciéndolo a esta edad. Pero déjeme decirle algo, Ana: ése es su derecho, hágalo valer. Pida, insista, moleste hasta conseguirlo. Y la abuela molestó.

Recuerdo que el director del geriátrico me llamó a su oficina para preguntarme: -¿Qué le dijiste a la vieja?-Nada- le dije haciéndome el desentendido- ¿Por qué? 

La cuestión fue que con la asistente social del hogar en el que estaba su esposo, nos propusimos encontrar un geriátrico mixto para que estuvieran juntos. Corríamos contra reloj y lo sabíamos. Tardamos cuatro meses en encontrar uno. Sé que, dicho así, parece poco tiempo. Pero cuatro meses cuando alguien tiene más de noventa años, podía ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Además ella estaba cada vez más deprimida y yo tenía mucho miedo de que no llegara. Pero llegó. Y el día en el que se iba de nuestro geriátrico fui muy temprano para saludarla, y e cuanto llegué, la cocinera me salió al cruce y me dijo: -No sabés. Desde las seis de la mañana que la vieja está con la valija lista al lado de la puerta. -Yo me reí. Entonces fui a verla y le dije: -Anita, se me va. Y ella me miró emocionada y me respondió: -Sí doctor... Me vuelvo a vivir con mi viejito. -Y se echó en mis brazos llorando.-Ana- le dije- Nunca me voy a olvidar de usted. Y como habrán visto, no le mentí.

Jamás me olvidé de ella, porque aprendí a quererla y respetarla por su lucha, por la valentía con la que defendió su deseo y porque gracias a esa vieja atorranta, pude comprobar que todo lo que había estudiado y en lo que creía, era cierto: que se puede pelear por lo que se quiere aunque se deje la vida en el intento. Y además, porque la abuela me dejó la sensación de que, a pesar de todas las dificultades, cuando alguien quiere sanamente y sus sentimientos son nobles, puede ser que enamorarse sea realmente algo maravilloso y que el amor y el deseo puedan caminar juntos para siempre.

Enamórate...

Escrito por el Padre Arrupe -sj-

“NADA PUEDE IMPORTAR MÁS QUE 
          ENCONTRAR   A  DIOS.          .
ES DECIR , ENAMORARSE DE  ÉL
DE UNA MANERA DEFINITIVA Y  ABSOLUTA.

AQUELLO DE LO QUE TE ENAMORAS
ATRAPA TU IMAGINACIÓN,
Y ACABA POR IR DEJANDO HUELLA EN TODO.

SERÁ LO QUE DECIDA QUÉ ES
 LO QUE TE SACA DE LA CAMA EN LA MAÑANA,
QUE HACES CON TU ATARDECERES,
EN QUE EMPLEAS TUS FINES DE SEMANA,
LO QUE LEES, LO QUE CONOCES,
LO QUE ROMPE TU CORAZÓN,
Y LO QUE TE SOBRECOGE  de ALEGRÍA Y GRATITUD.
¡ ENAMÓRATE!
     ¡PERMANECE EN EL AMOR! 
TODO SERÁ DE OTRA MANERA.

sábado, 1 de febrero de 2014

Ahora Señor...


Te invito a rezar con una Canción de Salome Arricibita, al final del texto encontraras un link para escucharla

AHORA, SEÑOR...

Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque cada vez que en los otros te intuyo o te siento algún día, en mi alma aparece un calor que derrite horas frías.

Cada vez que una mano se extiende y derrama caricias
cada vez que mi boca se entrega en palabras de paz y de vida
cada vez que los pasos nos llevan a aquellos que muestran heridas
cada vez... en mi alma aparece un calor que derrite horas frías

Cada vez que la calma invade mi alma en mitad de un mal día
cada vez que mis ojos se fijan en cosas pequeñas.... perdidas
cada vez que mis brazos acogen dolores y risas
cada vez.... en mi alma aparece un calor que derrite horas frías

AHORA SEÑOR, SEGÚN TU PROMESA
PUEDES DEJAR A TU SIERVO IRSE EN PAZ
PORQUE MIS OJOS HAN VISTO A TU SALVADOR
A QUIEN HAS PRESENTADO ANTE TODOS LOS PUEBLOS
LUZ PARA ALUMBRAR  LAS NACIONES
Y GLORIA DE TU PUEBLO, ISRAEL
DE TU PUEBLO, ISRAEL.....
AHORA SEÑOR....

Cada vez que la vida me lleva hacia donde no iba
sorprendiéndome con regalos que ni siquiera intuía
cada vez que tus planes descolocan del todo mi vida
cada vez... en mi alma aparece un calor que derrite horas frías

Cada vez que camino en tu paciencia infinita
cada vez que comprendo que en tu tiempo no hay prisas
cada vez que en los otros te intuyo o te siento algún día
cada vez... en mi alma aparece un calor que derrite horas frías

AHORA SEÑOR, SEGÚN TU PROMESA
PUEDES DEJAR A TU SIERVO IRSE EN PAZ
PORQUE MIS OJOS HAN VISTO A TU SALVADOR
A QUIEN HAS PRESENTADO ANTE TODOS LOS PUEBLOS
LUZ PARA ALUMBRAR  LAS NACIONES
Y GLORIA DE TU PUEBLO, ISRAEL
DE TU PUEBLO, ISRAEL...

Te veo...cada vez...
Te veo... cada vez.....según tu promesa...

Te invito a que la escuches y sigas la letra...
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