jueves, 26 de septiembre de 2013

Cuando se da el Encuentro entre los Hombres...


La Parabola del Lazaro y el Rico, me hizo pensar en cuantas veces no estamos atentos a lo que sucede a las puertas de nuestro corazón...

Por eso, les dejo este texto de Alesandro Pronzatto –de su Libro: TRAS LAS HUELLAS DEL SAMARITANO-

El prójimo se hace próximo, es decir, cercano, cuando nos acercamos nosotros y en el modo en que nos acercamos nosotros.

Prójimo es aquel a quien yo «hago cercano» cuando no me quedo firmemente aferrado a mi lugar. Y en ese
momento él nos siente «próximos», cercanos.

Dicho de otro modo: no somos nosotros quienes elegimos al prójimo, sino el prójimo quien nos elige, quien
nos provoca.

El prójimo está más allá de nuestros libros, de las definiciones y las clasificaciones, de nuestros gustos y nuestras
simpatías.

Para acercarse al prójimo hay que vencer una resistencia terrible. Todo en nosotros opone resistencia. Hay que superar algunas aversiones.

Amar quiere decir, precisamente, abolir las distancias. Y son distancias interiores, no expresadas en kilómetros.
Para acercarnos tenemos que salir de nosotros mismos.

Quitar la cascara de nuestro egoísmo, ir contra nuestro bienestar privado, abandonar nuestros proyectos, dejar nuestros esquemas, salir de la tibieza de una religiosidad confortable y gratificante. Sólo así es posible encontrar al otro.
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 Les dejo esta oración para terminar este momento contemplativo:

Creo que son felices los que comparten,
los que viven con poco,
los que no viven esclavos de sus deseos.

Creo que son felices los que saben sufrir,
encuentran en Tí y en sus hermanos el consuelo
y saben dar consuelo a los que sufren.

Creo que son felices los que saben perdonar,
los que se dejan perdonar por sus hermanos,
los que viven con gozo tu perdón.

Creo que son felices los de corazón limpio,
los que ven lo mejor de los demás,
los que viven en sinceridad y en verdad.

Creo que son felices los que siembran la paz,
los que tratan a todos como a tus hijos,
los que siembran el respeto y la concordia.

Creo que son felices los que trabajan
por un mundo más justo y más santo,
y que son más felices
si tienen que sufrir por conseguirlo.

Creo que son felices los que no guardan en su granero
el trigo de esta vida que termina,
sino que lo siembran, sin medida,
para que dé fruto de Vida que no acaba.

Y creo todo esto porque creo
en Jesús de Nazaret, el Hijo,
el hombre lleno del Espíritu, Jesús, el Señor.

Fuente: www.centroloyolapamplona.org

jueves, 19 de septiembre de 2013

Ser Fiel en lo Poco...

Escrito por Patricia Paz, en ECLESALIA" La Lección de Teología de Margarita Barrientos"

En su charla de TEDx Río de la Plata, Margarita Barrientos nos da una lección de teología. La charla se titula: “Quién es Dios para mí” y termina con la siguiente anécdota que les transcribo más o menos con sus palabras:

"Mi mamá dejaba todos los días un plato servido en el centro de la mesa como un florero y un día yo le pregunté por qué quedaba esa comida y si no la podíamos comer y ella me dijo que no entonces le pregunté por qué y ella me respondió “¿si viene Dios a pedirte comida qué le vas a dar?” y yo esperaba que viniera Dios. 

Un día vuelvo corriendo a casa de cuidar los chivos y veo a un hombre que está comiendo la comida, entonces voy corriendo y le digo a Mamá, él no es Dios, entonces ella me preguntó, ¿lo conocés a Dios? y yo le dije que no y ella me contestó, entonces él es Dios. 

Por eso será que a toda persona que llega al comedor todos los días no le preguntamos de dónde viene, porque yo siempre digo que es Dios que viene a comer".

Para ver la nota completa hacer clik: 

sábado, 14 de septiembre de 2013

El Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio

Texto completo de la carta del Papa Francisco en la Beatificación del Cura Brochero 

Que finalmente el Cura Brochero esté entre los beatos es una alegría y una bendición muy grande para los argentinos y devotos de este pastor con olor a oveja, que se hizo pobre entre los pobres, que luchó siempre por estar bien cerca de Dios y de la gente, que hizo y continúa haciendo tanto bien como caricia de Dios a nuestro pueblo sufrido. 

Me hace bien imaginar hoy a Brochero párroco en su mula malacara, recorriendo los largos caminos áridos y desolados de los 200 kilómetros cuadrados de su parroquia, buscando casa por casa a los bisabuelos y tatarabuelos de ustedes, para preguntarles si necesitaban algo y para invitarlos a hacer los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Conoció todos los rincones de su parroquia. No se quedó en la sacristía a peinar ovejas. 

El Cura Brochero era una visita del mismo Jesús a cada familia. Él llevaba la imagen de la Virgen, el libro de oraciones con la Palabra de Dios, las cosas para celebrar la Misa diaria. Lo invitaban con mate, charlaban y Brochero les hablaba de un modo que todos lo entendían porque le salía del corazón, de la fe y el amor que él tenía a Jesús. 

José Gabriel Brochero centró su acción pastoral en la oración. Apenas llegó a su parroquia, comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba para hacer los ejercicios espirituales con los padres jesuitas. ¡Con cuánto sacrificio cruzaban primero las Sierras Grandes, nevadas en invierno, para rezar en Córdoba capital! Después, ¡cuánto trabajo para hacer la Santa Casa de Ejercicios en la sede parroquial! Allí, la oración larga ante el crucifijo para conocer, sentir y gustar el amor tan grande del corazón de Jesús, y todo culminaba con el perdón de Dios en la confesión, con un sacerdote lleno de caridad y misericordia. ¡Muchísima misericordia! 

Este coraje apostólico de Brochero lleno de celo misionero, esta valentía de su corazón compasivo como el de Jesús que lo hacía decir: «¡Guay de que el diablo me robe un alma!», lo movió a conquistar también para Dios a personas de mala vida y paisanos difíciles. Se cuentan por miles los hombres y mujeres que, con el trabajo sacerdotal de Brochero, dejaron el vicio y las peleas. Todos recibían los sacramentos durante los ejercicios espirituales y, con ellos, la fuerza y la luz de la fe para ser buenos hijos de Dios, buenos hermanos, buenos padres y madres de familia, en una gran comunidad de amigos comprometidos con el bien de todos, que se respetaban y ayudaban unos a otros. 

En una beatificación es muy importante su actualidad pastoral. El Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios. No se quedó en el despacho parroquial, se desgastó sobre la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe. Esto es lo que Jesús quiere hoy, discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe! 

Brochero era un hombre normal, frágil, como cualquiera de nosotros, pero conoció el amor de Jesús, se dejó trabajar el corazón por la misericordia de Dios. Supo salir de la cueva del «yo-me-mi-conmigo-para mí» del egoísmo mezquino que todos tenemos, venciéndose a sí mismo, superando con la ayuda de Dios esas fuerzas interiores de las que el demonio se vale para encadenarnos a la comodidad, a buscar pasarla bien en el momento, a sacarle el cuerpo al trabajo. Brochero escuchó el llamado de Dios y eligió el sacrificio de trabajar por su Reino, por el bien común que la enorme dignidad de cada persona se merece como hijo de Dios, y fue fiel hasta el final: continuaba rezando y celebrando la misa incluso ciego y leproso. 

Dejemos que el Cura Brochero entre hoy, con mula y todo, en la casa de nuestro corazón y nos invite a la oración, al encuentro con Jesús, que nos libera de ataduras para salir a la calle a buscar al hermano, a tocar la carne de Cristo en el que sufre y necesita el amor de Dios. Solo así gustaremos la alegría que experimentó el Cura Brochero, anticipo de la felicidad de la que goza ahora como beato en el cielo. 

Pido al Señor les conceda esta gracia, los bendiga y ruego a la Virgen Santa que los cuide.+

Una Alegría que Necesita Comunicarse...


Escrito por Mariola Lopez Villanueva -RSCJ-

"A estas parábolas somos invitados a volver constantemente para aprender quién es Él (Jesús) y quienes somos nosotros. ¿Qué encontramos en común en las historias que se recogen en el capítulo 15 de San  Lucas? 

Cruza y recorre las tres el hilo de la alegría, marcando un antes y un después en los relatos.

Lo primero que llama la atención es que no es una alegría fácil, porque lo que tenemos al principio son situaciones de pérdida, de dolor, de abandono, de tristeza. Una oveja que se pierde, una mujer que pierde una moneda. ¿Qué ha sido necesario para que irrumpa inesperadamente esta alegría? Emerge en le marco de un encuentro y la iniciativa, el primer paso, ha sido de aquel para el que lo perdido era algo muy valioso. A salido en su busca, ha removido, ha esperado, se ha adelantado a acogerlo.

  • El pastor carga   a la oveja lleno de alegría y reúne a los amigos y vecinos para decirles: “Alégrense conmigo porque encontré la oveja perdida” (Lc.15, 6. Necesita compartirse, es expansiva, avanza por sí misma.
  • La mujer llama y reúne a sus amigas y vecinas y les dice: “Alégrense conmigo porque he encontrado la moneda que se me había perdido” (Lc.15, 9)
El verbo que utiliza aquí Lucas para designar la invitación a la alegría en las parábolas (Lc 15, 1-10) hace referencia no sólo al gozo interno, sino a la alegría en la convivencia festiva que se demuestra también exteriormente. 

Una alegría que aligera la carga, que no guarda memoria de lo perdido sino gozo por lo encontrado, que necesita comunicarse, y que tiene que ver con estar en camino hacia un Rostro. ¿No es eso mismo que hace Jesús cuando nos ha encontrado, cuando hemos descubierto su Presencia en la raíz de nuestra vida y necesita comunicarlo la Padre y a los otros, celebrando el banquete con su propio cuerpo?. “Les he dicho esto –dice en Juan- para que compartan mi alegría” (Jn.15, 11; 16,22; 17,13), pues “nadie puede apartarlos de las manos de mi Padre” ...

La alegría de Dios está en nosotros cuando encontramos en esa relación de confianza e intimidad con Él, cuando vamos creyéndonos de verdad que no tenemos que ganarnos ni merecernos nada; que su Amor desea dársenos hasta el fondo. Y cuando consentimos, cuando nos dejamos cargar, encontrar, abrazar y  besar, en la debilidad y vergüenza de la propia vida, entonces nos atrevemos a ser causa de alegría para Él.

Allí donde:
  • lo que aún está perdido en nosotros es hallado,
  • lo oscuro acoge la luz,
  • lo que no contaba es puesto en el centro,
  • lo que ha sido herido es sanado;
  • allí donde el mal deviene una realidad buena.
Es ese movimiento, de la muerte a la vida, el que provoca una alegría en Dios que nos alcanza a nosotros. Allí donde hay amor, allí hay alegría, aún en los momentos de mayor dolor.

Y cuando esperando el rechazo que creemos merecer nos topamos con Alguien que nos recibe así, no podemos más que llorar, por tanta ingratitud, y desear corresponder con todas nuestras fuerzas. 

La alegría que atraviesa estas parábolas nace en el horizonte de una relación, viene de alguien y va hacia alguien, nunca es una alegría solitaria. Es expansiva y comunitaria en su propia naturaleza.  Una alegría por la que se invierte la mala noticia en buena, la desgracia en oportunidad, la carencia en abundancia.

Así se puede experimentar  hasta donde es capaz de llegar el amor para recuperarnos, y el gozo que provocamos al consentir, al colaborar con ese movimiento que, desde nuestra verdad más honda, nos reincorpora a la vida".




martes, 10 de septiembre de 2013

CARTA de una MAESTRA RURAL...


-Esta carta fue dirigida al P. Eduardo Casas de Radio María-

Estimado Padre Eduardo:

Ud. no me conoce; sin embargo, ha llegado hasta mis manos algo que usted escribió. Me he sentido acompañada por el misterioso consuelo que –a veces- nos regalan las palabras.

Aquí estoy, ¡y qué puedo hacer sino abrigarme -desde mi propio interior- buscando un amparo a tanta intemperie!

Me llamo Gloria y vivo en un paraje perdido en los mapas en plena precordillera jujeña. Soy maestra rural y soy casi todo lo que tienen un pequeño grupito de niñas y niños argentinos durante semanas y meses en los que los inviernos son más intensamente fríos y los veranos más calurosamente tórridos de lo que los habitantes de la ciudad pueden soportar. Aquí sólo hay alguna escasa leña para los oscuros inviernos y aire fresco que baja de la montaña para el alivio de las jornadas de verano.

Mis niños llegan hasta la puerta desvencijada de esta escuela -que se transforma en hogar y en horizonte- a mula, a caballo y a pie. Muchos vienen transitando días y largas horas con pies doloridos y descalzos.

Yo me transformo en aula y en mesa, hago también la comida, ayudada por una mamá, juego con los niños y les enseño a agradecer la patria que tienen. Desde arriba de los cerros, desde la altura, todo se ve distinto. Nuestro querido País se ve diferente desde esta altura.

Cuando escucho por radio todo lo que acontece en nuestro suelo, salgo a la puerta de mi escuela, veo este cielo tan profundamente celeste y escucho que el silencio me habla de otro país, de la Argentina honda de polvo de tizas en mis manos, polvo que a veces se espesa por alguna lágrima que cae desde mis mejillas a mis manos. Me duelen estos hijitos que tengo aquí y que mi Argentina me ha confiado. Soy responsable de la vulnerabilidad de estos sueños que crecen. Cuando me pasa esto, no dejo que ellos vean mis ojos húmedos, ya son demasiado duras las circunstancias que ellos tienen. La pobreza, el hambre y la enfermedad son nombres de fantasmas que juegan con ellos a las escondidas por aquí.

Hay noches en que mi plato de comida lo cedo a alguno de ellos, a pesar de haber tenido un día agotador de trabajo me conformo sólo con un té caliente. Ellos ni siquiera lo piden pero yo se los doy. Cuando les pregunto qué desean ser en el futuro, algunos me dicen que irán a estudiar a las grandes ciudades para ser médicos, abogados o profesores.

Tal vez cuando Ud. sea ya muy mayor, su médico sea alguno de mis alumnitos. Tal vez podamos así conocernos a través de él.

A menudo pienso en tantos rostros que no conozco cuando cada mañana, con un viento helado que es fiel a la montaña, izamos nuestra deshilachada bandera, orgullosa de la belleza de su dignidad a pesar de sus arrugas. Cada día veo a Argentina desde la altura de esta pobreza. Los que tienen horizontes más vastos a veces ven a corta distancia y con menudos alcances.

Yo quiero que mis pequeños me recuerden como una Maestra que les enseño a descubrir otra perspectiva de la vida, contemplando todo desde la altura. Si pienso en eso, mi nombre se llena de sentido. No hay mejor llamado de Dios que cuando escucho mi nombre en los labios de estos niños diciéndome “Gloria”.

Padre, rece por mí y por mis niños, por los pequeños de esta escuelita, cuyo nombre no importa, recemos por esta Argentina que sueña con su altura. Ud. y yo somos educadores, en esto -en esencia- no hay diferencias. Todos los educadores estamos emparentados en las fibras del alma. Gracias Padre, le pido su bendición y le doy la mía. Estoy segura que va a escuchar la resonancia de estos latidos.


Gloria, la maestra rural.

sábado, 7 de septiembre de 2013

En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la paz...

Homilía del Papa Francisco, en la Jornada de Oración por la Paz 

«Y vio Dios que era bueno» (Gn 1,12.18.21.25). El relato bíblico de los orígenes del mundo y de la humanidad nos dice que Dios mira la creación, casi como contemplándola, y dice una y otra vez: Es buena. Nos introduce así en el corazón de Dios y, de su interior, recibimos este mensaje.
Podemos preguntarnos: ¿Qué significado tienen estas palabras? ¿Qué nos dicen a ti, a mí, a todos nosotros?

1. Nos dicen simplemente que nuestro mundo, en el corazón y en la mente de Dios, es “casa de armonía y de paz” y un lugar en el que todos pueden encontrar su puesto y sentirse “en casa”, porque “es bueno”. Toda la creación forma un conjunto armonioso, bueno, pero sobre todo los seres humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, forman una sola familia, en la que las relaciones están marcadas por una fraternidad real y no sólo de palabra: el otro y la otra son el hermano y la hermana que hemos de amar, y la relación con Dios, que es amor, fidelidad, bondad, se refleja en todas las relaciones humanas y confiere armonía a toda la creación. El mundo de Dios es un mundo en el que todos se sienten responsables de todos, del bien de todos. Esta noche, en la reflexión, con el ayuno, en la oración, cada uno de nosotros, todos, pensemos en lo más profundo de nosotros mismos: ¿No es ése el mundo que yo deseo? ¿No es ése el mundo que todos llevamos dentro del corazón? El mundo que queremos ¿no es un mundo de armonía y de paz, dentro de nosotros mismos, en la relación con los demás, en las familias, en las ciudades, en y entre las naciones? Y la verdadera libertad para elegir el camino a seguir en este mundo ¿no es precisamente aquella que está orientada al bien de todos y guiada por el amor?

2. Pero preguntémonos ahora: ¿Es ése el mundo en el que vivimos? La creación conserva su belleza que nos llena de estupor, sigue siendo una obra buena. Pero también hay “violencia, división, rivalidad, guerra”. Esto se produce cuando el hombre, vértice de la creación, pierde de vista el horizonte de belleza y de bondad, y se cierra en su propio egoísmo.
Cuando el hombre piensa sólo en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al enfrentamiento. Eso es exactamente lo que quiere hacernos comprender el pasaje del Génesis en el que se narra el pecado del ser humano: El hombre entra en conflicto consigo mismo, se da cuenta de que está desnudo y se esconde porque tiene miedo (Gn 3,10), tiene miedo de la mirada de Dios; acusa a la mujer, que es carne de su carne (v. 12); rompe la armonía con la creación, llega incluso a levantar la mano contra el hermano para matarlo. ¿Podemos decir que de la “armonía” se pasa a la “desarmonía”? No, no existe la “desarmonía”: o hay armonía o se cae en el caos, donde hay violencia, rivalidad, enfrentamiento, miedo…
Precisamente en medio de este caos, Dios pregunta a la conciencia del hombre: «¿Dónde está Abel, tu hermano?». Y Caín responde: «No sé, ¿soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Esta pregunta se dirige también a nosotros, y también a nosotros nos hará bien preguntarnos: ¿Soy yo el guardián de mi hermano? Sí, tú eres el guardián de tu hermano. Ser persona humana significa ser guardianes los unos de los otros. Sin embargo, cuando se pierde la armonía, se produce una metamorfosis: el hermano que deberíamos proteger y amar se convierte en el adversario a combatir, suprimir. ¡Cuánta violencia se genera en ese momento, cuántos conflictos, cuántas guerras han jalonado nuestra historia! Basta ver el sufrimiento de tantos hermanos y hermanas. No se trata de algo coyuntural, sino que es verdad: en cada agresión y en cada guerra hacemos renacer a Caín. ¡Todos nosotros! Y también hoy prolongamos esta historia de enfrentamiento entre hermanos, también hoy levantamos la mano contra quien es nuestro hermano. También hoy nos dejamos llevar por los ídolos, por el egoísmo, por nuestros intereses; y esta actitud va a más: hemos perfeccionado nuestras armas, nuestra conciencia se ha adormecido, hemos hecho más sutiles nuestras razones para justificarnos. Como si fuese algo normal, seguimos sembrando destrucción, dolor, muerte. La violencia, la guerra traen sólo muerte, hablan de muerte. La violencia y la guerra utilizan el lenguaje de la muerte.

3. En estas circunstancias, me pregunto: ¿Es posible seguir otro camino? ¿Podemos salir de esta espiral de dolor y de muerte? ¿Podemos aprender de nuevo a caminar por las sendas de la paz? Invocando la ayuda de Dios, bajo la mirada materna de la Salus populi romani, Reina de la paz, quiero responder: Sí, es posible para todos. Esta noche me gustaría que desde todas las partes de la tierra gritásemos: Sí, es posible para todos. Más aún, quisiera que cada uno de nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande, incluidos aquellos que están llamados a gobernar las naciones, dijese: Sí, queremos. Mi fe cristiana me lleva a mirar a la Cruz. ¡Cómo quisiera que por un momento todos los hombres y las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte. En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz. Quisiera pedir al Señor, esta noche, que nosotros cristianos, los hermanos de las otras religiones, todos los hombres y mujeres de buena voluntad gritasen con fuerza: ¡La violencia y la guerra nunca son camino para la paz! Que cada uno mire dentro de su propia conciencia y escuche la palabra que dice: Sal de tus intereses que atrofian tu corazón, supera la indiferencia hacia el otro que hace insensible tu corazón, vence tus razones de muerte y ábrete al diálogo, a la reconciliación; mira el dolor de tu hermano ¡pienso en los niños! y no añadas más dolor, detén tu mano, reconstruye la armonía que se ha perdido; y esto no con la confrontación, sino con el encuentro. ¡Que se acabe el sonido de las armas! La guerra significa siempre el fracaso de la paz, es siempre una derrota para la humanidad. Resuenen una vez más las palabras de Pablo VI: «Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más… ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!» (Discurso a las Naciones Unidas, 4 octubre 1965: AAS 57 [1965], 881). «La Paz se afianza solamente con la paz; ¡la Paz se afianza solamente con la paz! La paz no separada de los deberes de la justicia, sino alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1976: AAS 67 [1975], 671). Hermanos y hermanas: perdón, diálogo, reconciliación son las palabras de la paz: en la amada nación siria, en Oriente Medio, en todo el mundo. Recemos esta tarde por la reconciliación y por la paz, contribuyamos a la reconciliación y a la paz, y convirtámonos todos, en cualquier lugar donde nos encontremos, en hombres y mujeres de reconciliación y de paz. Amén.(RC-RV)

viernes, 6 de septiembre de 2013

Las reflexiones del Padre Ángel Rossi: La paz...

Para escuchar la charla del P. Angel Rossi -sj-

Hace clik en el siguiente enlace:

http://www.continental.com.ar/escucha/llevatelo/las-reflexiones-del-padre-angel-rossi-la-paz/20130609/llevar/1965624.aspx

Liberar el corazón...


Escrito por Mariola Lopez Villanueva -RSCJ- (de su Libro: La voz, el Amigo y el Fuego)


“ Aquel de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene  
no puede ser discípulo mío ” -Lc 14, 25-33-
 
“Renunciar” es el verbo que se repite al principio y al final. ¿Qué quiere decirnos Jesús con estas palabras fuertes que nos resultan difíciles de entender y de vivir? Renunciar a los vínculos que crea la sangre, a los hijos propios, a aquellos que más queremos, y a uno mismo, como condición para poder caminar como discípulos. ¿Qué trueque tan loco es este? ¿Qué buena noticia se esconde detrás de esta condición insistentemente señalada por Jesús?
 
En el relato anterior del Evangelio, San Lucas nos narra acerca de los invitados que no pudieron acudir al banquete por sus diversas ocupaciones. Cuando tenemos el corazón ocupado, no dejamos espacio para que acontezca el Reino. Cuando colgamos el corazón en aquellas cosas que nos dan identidad, seguridad afectiva, continuidad, hacemos de ellas nuestro tesoro; construimos sobre la arena de la carne y de la sangre. Sólo cuando somos capaces de dar el salto, de dejar atrás lo que sabemos de nosotros mismos, de renunciar a poner nuestro corazón en lo que hemos adquirido hasta ahora; encontramos un cimiento sólido en el que poder asentar y abandonar nuestra vida.

Creo que el Señor nos invita a soltarnos de todo aquello que nos da seguridad, cobijo, sostén , para apoyarnos de verdad, para cimentarnos, para crecer desde el Único que puede recoger con fruto nuestra vida. Si dejamos que nos vaya liberando el corazón para él, todo lo demás: los amores, las relaciones, las tareas, se irán colocando, se irán ordenando de manera fecunda. Entonces podremos cargar con las vidas de otros, despreocupándonos de la propia, o mejor, sabiéndola amorosamente confiada en su regazo. 

lunes, 2 de septiembre de 2013

El Cura Brochero, un Pastor según el corazón de Dios


Mamerto Menapace osb. y P. Ángel Rossi sj nos comparten la vida de José Gabriel del Rosario Brochero ya próximos a su beatificación el 14 de septiembre de 2013...

Hacer clik en el siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=0AuSktF8-gw