lunes, 29 de marzo de 2021

Lunes Santo: Contemplamos la Belleza del Amor Total...



 Escrito por Diego Fares sj

"Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo.»

Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un aceite de nardo genuino muy caro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí:

«¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres.»

Y la criticaban. Pero Jesús dijo: «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán socorrerlos cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo»(Mc 14,1 ss.).

Contemplación

Entramos en la Pasión con el reclamo del Señor: “A los pobres los tendrán siempre con ustedes… pero a mí no me tendrán siempre”. Es uno de esos “sentimientos de Jesús” que Pablo nos invita a cultivar: “Tengan los sentimientos de Jesús, que siendo Dios se hizo hombre, por amor” (Fil 2, 5 ss.).

La mujer rompió el frasco de nardo y derramó el perfume sobe la cabeza de Jesús, que entró en la Pasión perfumado. Ante la crítica utilitarista de “por qué no venden las cosas y se las dan a los pobres”, que se escucha también mucho hoy en día, el Señor nos muestra que le gusta este trato preferencial, incluso con derroche. La referencia a los pobres no sólo es cariñosa sino exigente: “los tendrán siempre cerca y podrán socorrerlos cuando quieran”. En la caridad con los pobres, no se trata de vender todo y repartir sino de “tener siempre cerca”, de “socorrer siempre”, todo lo que uno quiera y pueda, con amor.

El reclamo del Señor es reclamo de pobre.

Además, el Señor hace notar su agrado no solo por las buenas acciones sino por lo lindo del gesto. “Tuvo conmigo un gesto hermoso” (kalón es bueno y bello). Nuestro pueblo fiel entendió siempre este gusto de Jesús por las cosas hermosas y rodea siempre sus imágenes de flores y de aromas. La belleza de la liturgia hace a la dignidad humana y, por lo que vemos, también a la dignidad divina. Y no hay belleza sin derroche. La belleza no es mezquina porque es para todos. El perfume “llenó toda la casa” como dirá Juan al narrar esta misma escena. Y Jesús profetizó que el aroma de esta acción hermosa perfumaría la memoria de todas las generaciones que leeríamos este evangelio.

Así, para entrar en la Pasión, para acompañar a Jesús doliente, tenemos que buscar, cada uno, nuestro frasco de perfume.

En el Apocalipsis se nos dice que los perfumes son las oraciones de los santos. Hay un pasaje hermosísimo en el que se narra cómo “Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo, como una media hora...” Y Juan agrega: “Vi entonces a los siete Ángeles que están en pie delante de Dios; les fueron entregadas siete trompetas. Otro Ángel vino y se puso junto al altar con un badil de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono. Y por mano del Ángel subió delante de Dios la humareda de los perfumes con las oraciones de los santos” (Apoc 8, 1-4).

Nuestro perfume es, pues, nuestra oración.

Ahora bien, estas oraciones perfumadas de los santos son oraciones apasionadas. Para nada rutinarias ni aburridas. El mensaje de Jesús, con su alabanza del nardo puro y carísimo, es que a Él, en la Pasión, no lo podemos seguir si no es apasionadamente. El perfume, la belleza del perfume que embriaga los sentidos y no nos deja permanecer neutrales, es signo de apasionamiento.

Por eso de lo que se trata es de dejarnos cautivar por la belleza de la Pasión, del don de sí que el Señor realiza, entero, en cada gesto, que se corresponde con la ruptura del frasco de perfume que hace la mujer.

Hay que ingeniárselas para rezar “perfumando a Jesús con nuestra oración”. Esa es la gracia y, aunque no parezca, será lo que nos permita “padecer bien con él”. Porque uno padece sólo allí donde se apasiona. Donde no, simplemente sufre, le duele o le molesta. Padecer es otra cosa, es parte del amor. Y el amor siempre encuentra y crea belleza.

Jesús vivió así su Pascua: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes”. El Señor se las ingenió para que cada momento de su Pasión fuera “inolvidable”, se las ingenió para grabar en la memoria de los hombres su Don de sí para salvarnos. Puso belleza en cada paso de su Pasión. La esencia de la belleza consiste que un fondo rico se exprese de manera perfecta en una forma externa. Que esa forma lo contenga íntegra y armónicamente a la vez que lo deja esplender, rebosar. El Amor del Señor, expresado en la Pasión, tiene esta belleza plena. Es un amor que se nos dona entero sin perder su Señorío: esplende en cada pequeño gesto.

En los detalles que el Señor planeó cuidadosamente, se ve cómo hizo de su Pasión una obra de arte: arte de Amor misericordioso, Belleza que salva al mundo.

En el lavatorio de los pies, podemos decir que Jesús, como buen dramaturgo, encontró “la forma” de expresar el perdón de los pecados. Se trata, simplemente, de limpiar. La mugre es mucha y requirió que la lavara con su Sangre en la Pasión, de una vez para siempre. Pero el Señor quiso unir ese gesto grande, cruentísimo y único, al gesto cotidiano de cada perdón. Limpiar nuestros pies, simplemente. Ver a Jesús inclinado, lavando los pies de cada discípulo, es el detalle hermoso para poder “verlo” derramando Sangre y Agua de su Corazón traspasado en la Cruz.

En la Cena, dentro de la liturgia antigua y hermosa de la Pascua, el Señor toma el pan y el cáliz: eligió estos “personajes secundarios” y los engrandeció sobremanera, como hizo luego con cada uno de los pequeñitos que se encontró por el Via Crucis.

Y en la Cruz nos dona a su Madre. María es la testigo (reina de los mártires)

La que guardaba todas las cosas en su corazón y por eso es la que puede “narrar” el evangelio fielmente. Ella evangeliza bellamente y por eso todos la entendemos cuando nos habla de Jesús, cuando nos lo hace presente en su hermosa pequeñez.

Contemplamos entonces las escenas de la pasión saboreando la belleza que el Señor le puso a un donarse entero en cada gesto, para que así, comprendido su Don y absorbido íntegramente, nos contagie el deseo de “padecer” apasionadamente con él y dar la vida por nuestros amigos.

Contemplamos la belleza del Amor total: planeado-justificado-glorificado. Ese Amor que esplende bajo forma contraria en la Cruz.

Y que nuestra oración de estos días siga al Sirácida, cuya recomendación inspiró quizás el gesto de la mujer para con Jesús:

“Escúchenme, hijos piadosos,

y crezcan como una rosa que brota junto a las corrientes de agua.

Como incienso derramen buen olor,

Ábranse en flor como el lirio,

exhalen perfume, canten un cantar,

bendigan al Señor por todas sus obras.

Engrandezcan su nombre,

Y denle gracias por su alabanza,

con los cantares de sus labios y con cítaras,

digan así en acción de gracias:

¡Qué hermosas son todas las obras del Señor!

todas sus órdenes se ejecutan a su hora.

No hay por qué decir: ¿Qué es esto? Y esto ¿para qué?,

que todo se ha de buscar a su tiempo (Ecl 39, 13-16).


“A los pobres los tendrán siempre con ustedes, a mí no me tendrán siempre”.


sábado, 27 de marzo de 2021

Domingo de Ramos - CONJUGAR EN “MODO BORRICO"



Escrito por Santiago Agrelo

 Aquellas palabras de Jesús se nos han quedado escritas en el corazón: “Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.”

Hoy, con Jesús, nos ponemos a recorrer el camino que lo lleva a “ser elevado”.

El de Jesús es un camino para pobres con esperanza, para soñadores de reinos de Dios, para hambrientos de justicia.

Sólo ellos saben suplicar aclamando: : “Hosanna”, “¡Salva, pues!”; sólo ellos se las arreglan para pedir mientras bendicen; sólo ellos conjugan con naturalidad la necesidad y la fiesta; y sólo ellos pueden alegrarse por la llegada del que esperan y bendecirlo: “Bendito el que viene en nombre del Señor”.

Desear, soñar, esperar, alegrarse, bendecir, son verbos que sólo los pobres pueden conjugar.

Pero también ellos habrán de aprender a hacerlo correctamente, pues es muy fácil confundir los tiempos y no digamos los modos.

Los de Jesús son “modos de borrico”.

Los de los discípulos suelen empezar por ser “modos de corcel”.

Es cierto que llega “el que viene en nombre del Señor”, como lo es que “llega el reino”, “el de nuestro padre David”, pero lo mismo el que viene que el que llega, vienen y llegan en “modo borrico”.

Cuando en la asamblea dominical se proclame la pasión del Señor, oiremos repetida con insistencia y referida a Jesús la palabra “rey”, veremos que se le trata como a un “rey” ¡de burlas!, y en el letrero de la acusación encontraremos escrito: “El rey de los judíos”.

La paradoja es que ese “rey de burlas” es “Rey de verdad”. ¡De burlas y de verdad!: Lo es en la cruz, lo es ante los soldados en el interior del palacio, lo es ante Pilato, lo es entrando en Jerusalén a lomos de un borrico. Lo es cuando le taladran pies y manos, cuando se reparten sus ropas, cuando echan a suerte su túnica.

¡Qué difícil aprender los modos de Jesús!: Modo humildad, modo amor, modo palabra de aliento, modo silencio para la escucha, modo pedernal para los ultrajes, “modo borrico” para su entronización, que es lo mismo que decir modo humanidad pobre, humanidad última, humanidad crucificada.

Es difícil la conjugación, pero se aprende.

Se enciende la fe, y a su luz –yo aprendí las conjugaciones a la luz de un ventanuco en el desván de la casa-, aprendemos los modos de nuestro Rey, y lo reconocemos allí donde siempre lo es, donde siempre está: a lomos de borrico, y de borrico prestado.

Éste puede ser nuestro Domingo de Ramos: Desear, soñar, esperar, ver a Jesús pobre, verlo en los pobres, verlo en los últimos, en los crucificados, y alfombrar su camino con nuestros mantos, alegrarnos con él, bendecirlo y ser bendecidos por él, mientras, cuidando de los pobres, en ellos cuidamos a nuestro Rey.

Y si ése es nuestro Domingo de Ramos, entonces, aunque no lo hayamos dicho nunca, podemos empezar a decirlo ya: “Hosanna”, “hosanna en el cielo”. “Salva, pues”, “salva, tú que estás en las alturas”.

Y a nuestra petición-aclamación le harán eco en la memoria de la fe las palabras de Jesús: “Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

No olvidemos que nuestro Rey se mueve siempre en “modo borrico”.

Feliz encuentro con él. Feliz comunión con él. Feliz domingo.

jueves, 25 de marzo de 2021

Responder a Dios como María...


Texto de una homilía del Papa:

Hoy nos encontramos ante una de esas maravillas del Señor: ¡María! Una criatura humilde y débil como nosotros, elegida para ser Madre de Dios, Madre de su Creador.

Precisamente mirando a María, me gustaría reflexionar con ustedes sobre tres puntos: primero, Dios nos sorprende, segundo, Dios nos pide fidelidad, tercero, Dios es nuestra fuerza.

1. El primero: Dios nos sorprende.

Ésta la experiencia de la Virgen María: ante el anuncio del Ángel, no oculta su asombro. Es el asombro de ver que Dios, para hacerse hombre, la ha elegido precisamente a Ella, una sencilla muchacha de Nazaret, que no vive en los palacios del poder y de la riqueza, que no ha hecho cosas extraordinarias, pero que está abierta a Dios, se fía de Él, aunque no lo comprenda del todo: “He aquí la esclava el Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Es su respuesta. Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros esquemas, pone en crisis nuestros proyectos, y nos dice: Fíate de mí, no tengas miedo, déjate sorprender, sal de ti mismo y sígueme.

Preguntémonos hoy todos nosotros si tenemos miedo de lo que el Señor pudiera pedirnos o de lo que nos está pidiendo. ¿Me dejo sorprender por Dios, como hizo María, o me cierro en mis seguridades, seguridades materiales, seguridades intelectuales, seguridades ideológicas, seguridades de mis proyectos? ¿Dejo entrar a Dios verdaderamente en mi vida? ¿Cómo le respondo?

2. Dios nos sorprende con su amor

Y nos pide que le sigamos fielmente. Pensemos cuántas veces nos hemos entusiasmado con una cosa, con un proyecto, con una tarea, pero después, ante las primeras dificultades, hemos tirado la toalla. Y esto, desgraciadamente, sucede también con nuestras opciones fundamentales, como el matrimonio. La dificultad de ser constantes, de ser fieles a las decisiones tomadas, a los compromisos asumidos. A menudo es fácil decir “sí”, pero después no se consigue repetir este “sí” cada día. No se consigue a ser fieles.

María ha dicho su “sí” a Dios, un “sí” que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos “sí” pronunciados en su corazón tanto en los momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos “sí” culminaron en el pronunciado bajo la Cruz. Piensen hasta qué punto ha llegado la fidelidad de María a Dios: hasta ver a su Hijo único en la Cruz. La mujer fiel, de pie, destruida dentro, pero fiel y fuerte.

Y yo me pregunto: ¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano? La cultura de lo provisional, de lo relativo entra también en la vida de fe. Dios nos pide que le seamos fieles cada día, en las cosas ordinarias, y añade que, a pesar de que a veces no somos fieles, Él siempre es fiel y con su misericordia no se cansa de tendernos la mano para levantarnos, para animarnos a retomar el camino, a volver a Él y confesarle nuestra debilidad para que Él nos dé su fuerza. Es éste el camino definitivo, siempre con el Señor, también en nuestras debilidades, también en nuestros pecados. Jamás caminar sobre el camino de lo provisional. Esto sí mata. La fe es fidelidad definitiva, como aquella de María.

3. Dios es nuestra fuerza. 

Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, o sea, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo. Si nosotros podemos entender que todo es don de Dios, ¡cuánta felicidad hay en nuestro corazón! Todo es don suyo ¡Él es nuestra fuerza! ¡Decir gracias es tan fácil, y sin embargo tan difícil! ¿Cuántas veces nos decimos gracias en la familia? Es una de las palabras claves de la convivencia. "Permiso", "disculpa", "gracias": si en una familia se dicen estas tres palabras, la familia va adelante. "Permiso", "perdóname", "gracias". ¿Cuántas veces decimos "gracias" en familia? ¿Cuántas veces damos las gracias a quien nos ayuda, se acerca a nosotros, nos acompaña en la vida? ¡Muchas veces damos todo por descontado! Y así hacemos también con Dios. Es fácil dirigirse al Señor para pedirle algo, pero ir a agradecerle...

lunes, 15 de marzo de 2021

CUARESMA EN TRES PALABRAS: LA TERCERA = COMPARTIR

Escrito por Manuel Romero 

Nos habla de esa dimensión relacional propia de nuestro ser. Provoca salir de la palabra “mío” –tan infantil y egoísta- para pronunciar “nuestro”. La carta del papa nos invita a dar y acoger a Dios, de mío a nuestro, como en la Oración de Jesús.

Repartir o entregar nos lleva a:

Dar para no acumular o que se me pegue. Para que ese algo no me tenga a mí. Compartir es llegar a la convicción de que lo más auténticamente mío es lo que soy capaz de dar.

Redimensionar el destino universal de los bienes. Ahí la Limosna nos sirve de antídoto ante la tentación del apropiarnos de algo -aunque lo permitan las leyes-, impide ese deseo del Creador de que todo es de todos. Y tras lo que hemos vivido, debe desvincularse de la ideología política y recobrar el significado fraterno de los bienes. El preguntarnos si somos de los que comparten o no; de los que saben decir o no adiós.

Y saber pedir. El Maestro de Galilea puede darnos la humildad suficiente para pedir y saber pedir a los otros aquello de lo que carecemos y necesitamos. En esta pandemia –que ha vapuleado el primer mundo- hemos necesitado y nos hemos hecho más solidarios. Y el compartir se ha manifestados en ambos sentidos. En este mundo sobran los avaros que acumulan y los silenciosos que pretenden que los demás adivinen sus necesidades. Abrir el corazón es manifestar nuestra necesidad y propiciar el compartir.

Compartir es un lenguaje de amor que se entiende en todas las lenguas porque es la caridad. Y ahí recibimos siempre a Dios, en el hermano que se acerca  a nuestra iglesia cuaresmal. Y ahí acogemos la vida, en la esperanza de la Pascua.

martes, 9 de marzo de 2021

Seguir haciendo Obras Bellas



Escrito por Dolores Aleixandre . RSCJ 

La afirmación de Jesús ante el gesto de la mujer que unge su cabeza en vísperas de su pasión es rotunda: «¡Déjenla! Ha hecho una obra bella conmigo (“bello” y “bueno” equivalen en griego )

Para él, la acción de la mujer no era sólo un ejemplo de generosidad o de bondad sino de belleza y así se va a recordar «allí donde se anuncie la buena noticia» (Mc 14,3-9).

La belleza de su gesto está en su decisión de ofrecer, entregar, derramar…

Todo lo contrario al instinto de guardar, retener, reservar para sí. 

Jesús encuentra bella la acción excesiva, desbordante y carente de medida de la mujer, tan parecida a su manera de amar. 

Por eso le brinda el juramento solemne de que su gesto, nacido de la gratuidad del amor, va a convertirse en una profecía viva de la que todos podrán aprender.

…………….

INVITACION para AHONDAR, REZAR, CONTEMPLAR...

-Junto mis manos y las cierro haciéndome consciente de qué es aquello a lo que en este momento me aferro, lo que defiendo, lo que no estoy dispuesto a compartir.

-Imagino que Jesús dice de mí estas palabras: “Has hecho algo precioso por mí”. Y si eso me llega dentro hasta tocar mi alegría, voy abriendo lentamente mis manos experimentando la libertad de soltar y de entregar…

lunes, 8 de marzo de 2021

CUARESMA EN TRES PALABRAS: LA SEGUNDA: ADIOS


Escrito por Manuel Romero

La otra palabra que nos lleva a abrirnos es ADIÓS, aunque parezca paradójico.

Es el término que nos habla de despedida, distancia, separación y cambio. Sólo se pronuncia cuando somos capaces de afrontar los cambios que nos sobrevienen: adiós a tal pensamiento, a tal criterio, a tal persona, a tal logro o a tal cosa. Todas son despedidas que nos llevan a la soledad y se sostienen en la oración.

Ese adiós facilita el cambio. La vida no para y, como un arroyo, nos exige estar en movimiento. La humanidad se gestó como nómada y -con el tiempo- tornó sedentaria. Aún quedan vestigios de esos orígenes –la familia de un circo-, varía según las zonas –aborígenes- y se muestra en quien menos lo esperas –en un viajante-. Ellos, de una forma u otra, saben despedirse, reiniciarse y qué tipo de equipaje llevar.

El adiós convierte el presente en pasado: soplo las velas de mis dieciocho años, soy contratada por primera vez o cobro la pensión de jubilación. Esas despedidas facilitan seguir viviendo, aprendiendo y madurando. Para eso hay que Ayunar de “ayeres”, de quietudes y de repeticiones. Y ayunar exige evitar ciertos placeres que nos detienen en lo satisfactorio y renunciar a los resentimientos por una ofensa que debía ser vengada. Ayunar nos embarca en la libertad que maneja el Espíritu y nos lleva a rezar: para que quien me ha herido no sufra accidente, quien me ha insultado no sea abochornado y  quien me ha puesto en evidencia no sea sacrificado.

El Adiós nos saca de lo caduco y nos lleva a lo perenne. Hay pocas cosas en esta vida que se puedan perpetuar. Todo tiene fecha de caducidad y el inmovilismo se revela como una reacción infantil para no irnos a dormir cuando se nos dice. Sin adiós nos quedamos jugando con las dependencias y la finitud.

 Jesús fue al desierto a decir “adiós” a todo lo podía impedir su misión y arruinar el Reino. Dejar la seguridad de Nazaret le abrió a Samaría y a Judea.

lunes, 1 de marzo de 2021

Desear compartir su suerte


Escrito por Dolores Aleixandre, rscj

 

“¿Pueden beber la copa que voy a beber yo?” (Mt 20,20-23).

Beber de la misma copa expresa la participación en una misma suerte, la vinculación en un idéntico destino. Le habían preguntado si en aquel Reino del que hablaba iban a ejercer ellos algún puesto de importancia.“- ¡No saben lo que están  pidiendo! “¿Pueden beber la copa que voy a beber yo?-¡Podemos!, respondieron ellos.

Ninguno fue capaz de mantener aquella promesa y la copa del sufrimiento y de la muerte tuvo que beberla solo Jesús. Y ¡cómo lloraron por ello después, encerrados en el cenáculo durante aquel sábado interminable...!

Pero cuando se dejó ver y tocar por ellos en la mañana del primer día de la semana, supieron que el Señor Resucitado les ofrecía de nuevo y de manera definitiva, participar en su vida misma: seguía brindándoles su copa e invitándoles a entrar en comunión con él, a vivir junto a él una existencia entregada por todos.

…………….

INVITACION para AHONDAR, REZAR, CONTEMPLAR...

·    - Dejo resonar en el fondo del corazón la pregunta de Jesús y, aunque sea consciente de mi incapacidad, responderle con las palabras de Pedro: “Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo”

·   - Le ofrezco lo que está más a mi alcance: compartir preocupaciones y pesos con personas que tengo cerca, brindarles escucha y apoyo, hacer míos sus proyectos…


-Puedes terminar rezando con esta canción: Fruto nuevo de tu Cielo (Sopla) de Martin Duarte  – interpretada por Mauro Tesuri-

https://www.youtube.com/watch?v=bzSJL88cqIo