miércoles, 31 de octubre de 2012

La Santidad es Jesús viviendo y actuando en mí...

Escrito por  Madre Teresa

“La santidad es Jesús viviendo y actuando en mí...”

“Nuestras obras de caridad –amor- no son otra cosa que el rebosar de nuestro amor por Dios que surge de nuestro interior. Por lo tanto, aquel que está más unido a Él ama más a su prójimo”

“Nuestra actividad es verdaderamente apostólica sólo en la medida en que permitimos que Él actúe en y por medio de nosotros 
                             -con Su poder...
                             -con Su deseo...
                             -con Su amor...

Debemos ser santos, no porque queremos sentirnos santos, sino porque Cristo debe ser capaz de vivir Su vida plenamente en nosotros...”

“Consumámonos con Él y por Él. Déjale ver con tus ojos,
                                                               hablar con tu lengua,
                                                                   trabajar con tu corazón, 
                                                                    caminar con sus pies,
                                                                   pensar con tu cabeza,
                                                                y amar con tu corazón...

¿No es esto la unión perfecta, una continua oración amorosa? Dios es nuestro Padre amoroso. Permite que tu luz de amor brille tanto ante los hombres que al ver tus buenas obras –lavar, barrer, cocinar, amar a tu marido / esposa, y a tus hijos- puedan glorificar al Padre”.

“Se santo. La santidad es le camino más fácil para saciar la sed de Jesús, la Suya por ti y la tuya por Él”.

Dijo San Alberto Hurtado

“Santos, santos, hombres y mujeres chiflados por su ideal. Para los cuales Cristo es una realidad viviente, su Evangelio su código siempre actual, su mensaje algo perfectamente aplicable a su vida y que tratan de vivirlo...hombres y mujeres que se esfuercen en amar y servir a sus hermanos, como Cristo los serviría: esos son los conquistadores del mundo...”

sábado, 27 de octubre de 2012

Una Ceguera Afortunada

Escrito por Mariola Lopez -RSCJ- de su libro "La voz, el amigo y el fuego"

"Llamaron entonces al ciego diciéndole: 
Ánimo, levántate, que Él te llama..." 

Nos detenemos tantas veces al borde del camino de nuestra vida, paralizados y sin saber hacia donde dirigirnos. Dejándonos llevar por la inercia de cada día: aquellas cosas que tenemos que hacer, las personas que vamos a encontrar y con las que intentamos ser amables; y sin embargo, nuestro sentir de fondo está empapado de inseguridad, de esa necesidad de querer y de ser queridos que no acabamos de expresar, de ese grito que enmudece dentro de nosotros, que clama por nuestra vida más honda, que busca esa luz que desordenadamente presiente.

Como el ciego Bartimeo, estamos postrados en el camino y ni siquiera nos atrevemos a gritar para no dar cuenta ante los demás de nuestra ceguera. Necesitamos pedir el valor de clamar, el valor de decir: "Señor, ten compasión de mí, que no soy capaz de vivir reconciliado con aquello que soy, que no soy capaz de ver la bondad y la belleza escondida en los otros, que tengo la sensación de frustrar todo aquello que pones en mi vida; que quisiera devolverte con gratitud cuanto me das y sólo puedo volver hacia Vos mis manos temblorosas y vacías, que rompen las cosas en vez de restaurarlas contigo"

Muchos increpaban a Bartimeo para que se callara. Cuántas realidades que vivimos nos dicen que no merece la pena, que nos acostumbremos a vivir así, que no  hay nada que hacer... Pero entonces, de repente, tú nos mandas llamar y preguntas "¿qué quieres?". 

Dinos tú mismo, Señor, qué es lo que queremos, dinos cómo  dejarnos curar esta incapacidad honda de ver la vida bajo la luz de tu misericordia. Enséñanos a decirte "que podamos ver", "que podamos reconocer y agradecer". Y  atrevernos como Bartimeo, a arrojar ese manto que nos pesa de tantos pensamientos, temores, imágenes pasadas que paralizan... y salir corriendo detrás de ti,  siendo más nosotros mismos que nunca. Llegar a ser de aquellos hombres y mujeres que "te siguen por 'el camino", con toda su pobreza habitada por la claridad  de tu Gracia". 
  

domingo, 21 de octubre de 2012

Día de la Madre. Una Mujer siempre de Parto. Dando a luz, dando luz...

Escrito por Eduardo Casas

La historia de una madre comienza el día en que decide serlo o en el día en que Dios elige que le pase. Sea cual fuere el modo –la propia libertad o la sorpresa de Dios- hay un día en que una mujer comienza a ser madre y comienza a vivir en la espera de otro día: el día en que dé a luz. La luz de ese día será otra luz, la de su propio alumbramiento.

El parto es un “partirse”. Toda madre es como una “Eucaristía”. Su cuerpo se parte, se reparte y se comparte como alimento para todos sus hijos. Esa “fracción” del cuerpo y del corazón comienza en el mismo acontecimiento del parto de su hijo. El mismo Jesús dice que cuando “la mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo” (Jn 16,21).

 El parto es el milagro del comienzo de la vida; sin embargo, es también una imagen que se utiliza para el final de la existencia. La muerte es también otro “parto”. Es un volver a “partirse” y es un volver a“partir”. Cuando una mujer se encuentra de parto, el mundo entero celebra una fiesta.

Si pensamos en la madre, la fe nos enseña a contemplar a María, la madre de Jesús, nuestra madre en la gracia. Su maternidad es universal, abarca los cielos y la tierra, los espacios y los tiempos, la memoria y la eternidad. Abraza a todos los seres humanos, sin distinciones de ninguna clase. María es seno universal,  fuente de vida.

Alguna vez, la joven de Nazaret, al descubrirse embarazada, comenzó a sentirse madre. Ella, como cualquier madre, aprendió a serlo. María con su mirada nos abraza, con su sonrisa nos cuida, con su manto nos envuelve, con su oración nos protege, con su paz nos inunda, con su fortaleza nos sostiene, con su sabiduría nos ilumina, con su ternura nos bendice, con su misericordia nos ama.

Siempre es tiempo de expresarle a tu mamá (esté o no a tu lado) todo tu amor. Como puedas, como te salga, como sepas, como quieras. El amor es siempre amor. Es un lenguaje único. Sólo lo comprenden aquellos que se animan a sentirlo.

Allí donde esté tu madre, tu amor le llega. No hay barreras, ni obstáculos, ni umbrales, ni fronteras. El amor todo lo alcanza. Todo lo abraza y contiene.

Decíle a tu mamá lo que ella es para vos. Decílo con palabras, con silencio, con gesto, con lágrimas, con sonrisas. Decíle a tu mamá que ella forma parte del regalo más hermoso que te hizo la vida. Animáte a decírselo al oído y al corazón.

sábado, 20 de octubre de 2012

El placer de servir

Escrito por Gabriela Mistral

Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.

Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.

Sé el que apartó la piedra del camino,
el odio entre los corazones
y las dificultades del problema.

Hay la alegría de ser sano y la de ser justo;
pero hay, sobre todo, la hermosa, la tan inmensa alegría de servir.

¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender!

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles.
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!

Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios que son buenos servicios:
adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

Aquél es el que critica,
éste es el que destruye,
tú sé el que sirve.

El servir no es faena de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamársele así: «El que sirve».

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos
y nos pregunta cada día:
«¿Serviste hoy?
¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?»

Gabriela Mistral

sábado, 13 de octubre de 2012

jueves, 11 de octubre de 2012

Empezamos el Año de la Fe...

Escrito por Piet van Breemen -sj-


"La fe viene a ser como una radiografía de mi existencia humana. Me ayuda en la tarea de vivir una vida mejor, de ser más humano, más integrado. Creer es descubrir que existe una sola unidad: Dios es el fundamento más profundo de mi ser. 

Lo fundamental de la fe es saber que Dios me acepta: “Así hemos llegado a saber que Dios nos ama” (1 Jn. 4,16). Este es, pues, el contenido de nuestra fe: el amor de Dios hacia nosotros. Todo el Credo de los Apóstoles no es sino una declaración, doce veces repetidas de la creencia en este  amor que Dios nos tiene. 

Tillich define la fe como “el coraje de aceptar la aceptación”, refiriéndose a la aceptación nuestra por parte de Dios. 

Tal vez no nos demos cuenta de que la fe exige mucho coraje de nuestra parte. Quizás incluso, la fe nos parezca algo muy fácil y suave. Pero, en realidad, el coraje es un requisito indispensable y es el valor, justamente, lo que nos falta con demasiada frecuencia. ¿Por qué es tan indispensable tener coraje para aceptar la aceptación? 

En primer lugar, porque, cuando nos ocurre algún acontecimiento adverso, casi siempre nuestra primera reacción es la de quejarnos “¿Cómo es posible que Dios permita tal cosa?. Ponemos en duda el amor de Dios. Hay que tener valor, pues, para creer en la aceptación de Dios pase lo que pase. De esta forma, el acto de fe trasciende mi experiencia personal. La fe es, pues, una interpretación de la vida que yo acepto. 

En segundo lugar, porque el amor de Dios es infinito. Jamás podemos agarrarlo, ni comprenderlo, ni mucho menos controlarlo. Lo único que podemos hacer es lanzarnos a su profundidad insondable, pero tenemos que lanzarnos así. Nos da miedo soltarnos. Evan Stolpe, un sueco convertido, dice que tener fe significa subir a una escalera portátil muy alta y allí, en el escalón más alto, escuchar una vez que me dice: “Lánzate, que yo te agarraré!”. El que da el salto es el hombre de fe. Y hay que tener coraje para lanzarse. 

Por último, hay un tercer motivo que, aunque parezca sutil no deja de ser verdadero. Resulta más o menos fácil creer en el amor de Dios en general, pero es muy difícil creer en el amor de Dios para conmigo, personalmente. ¿Por qué a mí? En realidad son poquísimas las personas capaces de aceptar la aceptación. Raras veces podemos encontrarnos con una persona capaz de enfrentar la pregunta: “¿Por qué a mí?”...


La autoaceptación no puede fundamentarse en mi propia persona, en mis propias aptitudes. Basar la aceptación de mí mismo en tal fundamento produciría un desastre. La autoaceptación es un acto de fe. Si Dios me ama, yo tengo que aceptarme a mí mismo. 
No puedo ser más exigente que el mismo Dios ¿verdad?"...

sábado, 6 de octubre de 2012

Como un hijo que cuenta las cosas de su Padre...


«Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos". -Mc 10, 14-

-Escrito por  Dolores Aleixandre, (de su libro: Jesús, esto decían de Él)



"Jesús debía caerles divinamente a los niños si tanto se arremolinaban a su alrededor. Porque los niños distinguen inmediatamente de manera misteriosa qué adultos los entienden y saben tratarles y quienes no . Dicen que “los bendecía imponiéndoles las manos” : es una manera solemne de decir que jugaba con ellos...

Decía que para entrar en el Reino hay que parecerse a los niños, pero no en la ingenuidad ni en la inocencia, sino en esa confianza tranquila con que se dejan llevar de la mano o se duermen en brazos de su madre. Era así como Él iba por la vida y por eso hablaba de Dios no como un profesor de teología, sino como un hijo que cuenta cosas de su Padre.

Debía haber jugado mucho de pequeño en la plaza de su pueblo, y por eso le venían aquellos juegos a la memoria: los usaba en aquellas historietas que contaba y que la gente escuchaba boquiabierta, reconociendo en ellas cosas que también les pasaban a ellos. 

Después de serias investigaciones, he llegado a la conclusión de que el juego al que hace alusión debía ser lo más parecido a ese nuestro de “Antón, Antón, Antón Pirulero , cada cual, cada cual, que atienda a su juego”. Menudo programa de vida cristiana seguir los gestos que ese “Antón Pirulero ” que es Jesús inició durante su vida: acoger, abrazar, sanar, acariciar, decir palabras de ánimo, lavar los pies cansados de sus amigos"…



lunes, 1 de octubre de 2012

En la Fiesta de Santa Teresita, podemos tomarnos un rato del día y tomar conciencia del "GRAN AMOR DE DIOS POR CADA UNO"...

Ella -Teresita- así lo enseña y nos quiere regalar este certeza: "A Dios le agrada nuestra pequeñez y nuestra pobreza"; Dios no quiere de nosotros "grandes obras", sino que Él sea el centro desde donde hagamos pequeñas cosas con gran gran amor.

Nuestra querida Teresa de Calcuta, tomó de ella -ademas del nombre- la espiritualidad de "LOS PEQUEÑOS GESTOS CON GRAN AMOR" ; nosotros queremos y nos sentimos invitados a vivirlos en nuestra vida cotidiana, haciendo por los demás -pequeños gestos de mucho amor: una sonrisa, un llamado por TE, un reconocimiento de los dones de los demás, una mirada de ternura, un tener paciencia a pesar de ..., una palmadita cariñosa en el hombro, un abrazo sincero, un....- lo que quisiéramos que los demás hicieran por nosotros...

Que la pequeña Teresita nos regale esta Gracia.