lunes, 24 de diciembre de 2012

y Dios se enamoró de nuestra pequeñez...

Desgrabación de la Homilía de Bergoglio, en la Misa de Nochebuena, año 2004-

...En el relato del nacimiento de Jesús, que acabamos de escuchar, cuando los ángeles les anuncian a los pastores que ha nacido el Redentor les dicen: “...y esto les servirá de señal encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre...” Esta es la señal: el abajamiento total de Dios. La señal es que, esta noche, Dios se enamoró de nuestra pequeñezse hizo ternura; ternura para toda fragilidad, para todo sufrimiento, para toda angustia, para toda búsqueda, para todo límite; la señal es la ternura de Dios y el mensaje que buscaban todos aquellos que le pedían señales a Jesús, el mensaje que buscaban todos aquellos desorientados, aquéllos que incluso eran enemigos a Jesús y lo buscaban desde el fondo del alma era éste: buscaban la ternura de Dios, Dios hecho ternura, Dios acariciando nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez.

 Hoy se nos proclama esto: la ternura de Dios. El mundo sigue andando, los hombres seguimos buscando a Dios pero la señal sigue siendo ésta. Contemplando al niño nacido en un pesebre, contemplando a ese Dios hecho niño enamorado de nuestra pequeñez, esta noche cabe la pregunta: ¿qué tal la ternura de Dios con vos? ¿te dejas acariciar por esa ternura de un Dios que te quiere, por un Dios hecho ternura? o ¿sos arisco y no te dejas buscar por ese Dios? –No, yo busco a Dios, podés decir. No es lo más importante que busques a Dios, lo más importante es que te dejes buscar por Él en la caricia en la ternura. Ésta es la primera pregunta que este Niño con su sola presencia hoy nos hace: ¿Nos dejamos querer por esa ternura? Y más allá todavía: ¿vos te animás también a hacerte ternura para toda situación difícil, para todo problema humano, para quien tenés cerca, o preferís la solución burocrática, ejecutiva, fría, eficientista, no evangelizadora? Si es así ¿le tenés miedo a la ternura que Dios ejerció con vos? y ésta sería la segunda pregunta de hoy. ¿Me hago cargo en mis comportamientos de esa ternura que nos tiene que acompañar a lo largo de la vida, en los momentos de alegría, de tristeza, de cruz, de trabajo, de conflicto, de lucha?

 La respuesta del cristiano no puede ser otra que la misma respuesta de Dios a nuestra pequeñez: ternura, mansedumbre. Acuérdense de aquella vez, cuando a Jesús y sus Apóstoles no los quisieron recibir en un pueblo de Samaría, Juan le propuso a Jesús: “¿...hacemos caer fuego del cielo...?, que es lo mismo que decir “nos metemos adentro y les rompemos todo”. Y Jesús les responde “no saben de qué espíritu son ustedes”; los reta, hoy les diría eso no es cristiano. Acuérdense también de aquella noche en que tomaron preso a Jesús y Pedro saca la espada, heraldo, defensor de la Iglesia que nacía, defensor infeliz (pues pocas horas después lo traicionó) y Jesús le dijo: guarda la espada ¿acaso no crees que si yo le pidiera a mi Padre más de doce legiones de ángeles para defenderme no las mandaría? (Cfr. Mt. 26:53), pero mi camino es otro, es la ternura. Y esto aun en los momentos de conflicto, aun los momentos que te abofetean; cuando te abofeteen en una mejilla poné la otra, mantené la ternura. Eso es lo que la noche de Navidad nos trae. Cuando vemos que un Dios se enamora de nuestra pequeñez, que se hace ternura para acariciarnos mejor, a un Dios que es toda mansedumbre, toda cercanía, toda projimidad, no nos queda otra cosa que abrir nuestro corazón y decirle: Señor si tú lo hiciste así ayúdanos, danos la gracia de la ternura en las penosas situaciones de la vida, dame la gracia de la projimidad ante toda necesidad humana, dame la gracia de la mansedumbre ante todo conflicto. 

Pidámoslo, ésta es una noche para pedir...y me atrevo a darles una tarea para el hogar: esta noche o mañana, que no termine el día de Navidad sin que se tomen un ratito de silencio y se pregunten:

¿Qué tal la ternura de Dios para conmigo?
¿Qué tal mi ternura para con los demás? 
¿Qué tal mi ternura en las situaciones límites? 
¿Qué tal mi mansedumbre en los trabajos y conflictos? 
...y que Jesús les responda, lo hará.

Que la Virgen les conceda esta gracia.

sábado, 22 de diciembre de 2012

De tal palo...tal astilla...


-Fuente: Red evangelizadora Buenas Noticias-

"Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha "aprisa", con decisión. Siente necesidad de compartir su alegría con su prima Isabel y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.

El encuentro de las dos madres es una escena original. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas…

María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote.

María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Ángel: "Alégrate, llena de gracia".

Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente como "saltos de alegría". Enseguida, bendice a María "a voz en grito" diciendo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".

En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: "Dichosa porque has creído".

Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir...
Ya vemos de donde le venía a Jesús, eso de andar de rodillas lavando pies... De tal palo...tal astilla...


Dios vibra en lo tierno...


sábado, 15 de diciembre de 2012

«¿Qué tenemos que hacer? SONREIR...


Fuente: Catholic.net

El periodista español José Luis Martín Descalzo, en una de sus obras llamada "Razones para la alegría", escribe: "Si yo tuviera que pedirle a Dios un don, un solo don, un regalo celeste, le pediría, creo que sin dudarlo, que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de las expresiones humanas... La gente que ama mucho, sonríe fácilmente. Un amargado jamás sabrá sonreír. Y menos un orgulloso".

La sonrisa y la alegría van siempre de la mano. Es más, la sonrisa es como la más bella y dulce emanación de un alma alegre y serena. Es un regalo maravilloso que se ofrece gratuita y generosamente a los demás, y que brota, precisamente, del amor y de la paz. En una ocasión, un grupo de profesores norteamericanos se encontraba en Calcuta visitando las obras de la Madre Teresa. Y, después de recorrer la "Casa del moribundo abandonado" en Kalighat, uno de ellos le pidió que les dijese algo que se pudiesen llevar como recuerdo de aquella visita y, al mismo tiempo, que les pudiese servir para la vida. Y la Madre Teresa les dijo simplemente esto: "¡Sonríanse unos a otros!". 

Y es que la sonrisa -como dice Federico Faber- "no cuesta nada y produce mucho; no empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe; no dura más que un instante y su recuerdo perdura eternamente. Nadie es tan rico que pueda vivir sin ella, y nadie tan pobre que no la merezca".

La sonrisa es, muchas veces, el mejor acto de caridad y de cariño que podemos ofrecer a una persona. ¡Y cuánto nos lo agradecen los demás cuando ésta es sincera y brota de veras del corazón! Yo he tenido esta experiencia en muchísimas ocasiones. Y, además, abre y conquista a las almas.

Entonces, ¿Que tenemos hacer?... SONREÍR...

Si queremos hacer algo por los demás, comencemos por aquí. Regalemos a nuestro prójimo una hermosa y sincera sonrisa siempre que podamos, a todos sin excepción y en todas las circunstancias. También a aquellos que no nos simpatizan o tal vez nos han herido o hecho algún mal. También cuando estemos cansados o totalmente agotados. Este gesto tan sencillo, de verdadera alegría y de amor, puede ser también un hermoso regalo de Navidad. ¡Sonríe, descubre a los demás cuánto los ama Dios!...

sábado, 8 de diciembre de 2012

Preparar el camino al Señor, es caminar hacia la Navidad...

Escrito por Clemente Sobrado  -CP-


1-¿Qué largo es el camino de la Navidad?

¿Es muy largo el camino de la Navidad?
Es un camino largo, muy largo. Y muy corto a la vez.
Es el camino que hay de Dios al hombre.
Y el camino del hombre a Dios.
Es el camino que hay de Nazaret a Belén.
Es el camino de Belén a Nazaret.
Es el camino que hay de cada uno de nosotros a los demás hombres.
Es el camino que hay de mí a mi hermano.
Y el camino de mi hermano a mí.
Es el camino que hay de mí a mi esposa.
Y el camino de mi esposa a mí.
Es el camino que hay de mí a mis hijos.
Y el camino de mis hijos a mí.
Es el camino que hay de mí a mi hermano necesitado.
Es el camino de mi hermano necesitado a mí.

2-¿Cuánto dista Nazaret de Belén?

Cada uno tiene su propio camino.
¿Cuál es la distancia de tu corazón al corazón del hermano?
¿Cuál es la distancia del corazón de tu hermano al tuyo?
¿Cuál es la distancia del corazón del esposo y la esposa?
¿Cuál es la distancia del corazón de los padres y los hijos?
¿Cuál es la distancia del corazón Dios al corazón humano?
¿Cuál es la distancia del corazón del hombre al corazón de Dios?
¿Cuál es la distancia de un corazón al otro?

Belén puede quedar muy lejos para quienes los divide y separa el desamor.
Belén puede quedar muy cerca para quienes se aman.

3- Señor, ¿es muy duro el camino de Belén?

El camino de Belén no es ni duro ni blando.
El camino de Belén fue blando para Dios que ansiaba llegar.
El camino de Belén es blando para cuantos buscan a Dios.
El camino de Belén es blando para quienes llevan el corazón en sus pies.
Para María y José, el camino de Belén fue largo y se les hizo corto.
Tan largo como los caprichos humanos que organizaron el Censo.
Tan corto como el amor que vive de la espera.
Tan largo como el cansancio de los pies.
Tan corto como el amor que espera al Dios en la cuna.
Tan largo como el que no sabe a donde va.
Tan corto como el que ha visto la estrella.







sábado, 24 de noviembre de 2012

La Verdad es el Amor del Padre...



"Para esto he nacido y he venido al mundo: 
para testimoniar la verdad. 
El que es de la verdad escucha mi voz (Jn 18, 33-37).

Escrito por Diego Fares ,sj

El poder real lo tiene Jesús, que  convierte la circunstancia de la Cruz en redención de la humanidad.
¿Dónde reside, pues, el poder verdadero del Señor?
Reside en el testimonio que da de la verdad.

¿Y qué es la verdad?

Esta pregunta que formuló Pilato en medio de la situación en la que se encontraba, yendo y viniendo, y que no quiso escuchar, es la pregunta clave de la vida. Pilato no escuchó la respuesta de Jesús porque en su mundo político la única verdad es el negocio. No escuchó porque estaba negociando y para poder escuchar tendría que haber estado amando.
Si hubiera escuchado a Jesús en vez de irse, si hubiera escuchado la voz del Rey que musitaba algo perceptible sólo para los que son de la verdad, hubiera escuchado esta respuesta: la verdad es el amor de mi Padre por el mundo. Y Yo doy testimonio de la verdad de ese amor misericordioso, infinitamente tierno y compasivo, dando mi vida por todos.

La verdad del amor del Padre.
Esa es la verdad que reina en el corazón de Jesús
y que va a dejar sembrada en los corazones de los que lo aman.

¿Qué quiere decir Jesús con que “la verdad es el amor del Padre”.
Quiere decir que el amor del Padre es la clave para entender todo y para hacer todo.
Y el amor tiene sus condiciones y sus exigencias, que brotan de su mismo ser.

La primera condición del amor del Padre es la gratuidad. Como es gratuito, puro don libremente donado, hay que recibirlo y darlo también gratuitamente. Como dice el Cantar: “Si uno quisiera comprar el amor solo se ganaría el desprecio”.

El amor del Padre brota de su Libertad inefable. El Padre nos creó y nos ama porque quiere. Jesús da testimonio de esta Realeza y verdadero poder que se muestra en no condicionado por nada. Y el Padre pone todo el poder en manos de Jesús que también se muestra libre de amar hasta el extremo, todo lo que desea, sin que nada ni nadie le ponga límites a su amor. En esto consiste su realeza. Esta característica del amor del Padre y de Jesús, la libertad y gratuidad, contiene una exigencia: que le respondamos también líbremente, no por obligación sino por gusto y libre decisión.

Ya estamos con esto en la segunda condición del amor del Padre: su infinitud, su incondicionalidad…El Padre nos ama cuanto quiere y nadie puede ponerle límites a su amor. De eso vino a dar testimonio Jesús con su vida y con su muerte. Por eso no habrá excusa para el que se haya dejado amar poco y perdonar poco. Podremos pedir perdón por no habernos dejado amar más, pero no podremos decir que nadie nos dijo que teníamos un Padre que nos ama incondicionalmente. La vida entera de Jesús es un testimonio patente de algo así como un Amor infinito e incondicional. No otra cosa grita el silencio de Jesús crucificado, abandonado en las manos del Padre. Esta característica del amor del Padre contiene una exigencia: la de no ponerle límites a su amor. Esto implica dejar que el Padre que es más grande que nuestra conciencia nos perdone siempre y que como él perdona a todos también nosotros perdonemos a los demás.

Con esto estamos en la otra condición del amor del Padre que es la omni-inclusividad, el que no se pierda ninguno de sus pequeñitos. Jesús vino a dar testimonio de que el amor del Padre, gratuito e incondicional, es para todos. Dios no excluye ni discrimina. Y el que es de la verdad, el que no está negociando sino que está abierto al amor, sabe que tiene lugar en la fiesta del Padre. Esta característica del amor del Padre y de Jesús Rey contiene una exigencia: la de trabajar por incluir a todos. Y esto implica creatividad, paciencia y humildad para perdonar y comenzar de nuevo cada día.

Nos quedamos con la imagen de Jesús atado a quien Pilato acaba de dejar solo un momento y dejamos que nos mire a los ojos y nos diga que la verdad es el Amor de nuestro Padre. Jesús es Rey de esta verdad. Está dispuesto a reinar crucificado si nosotros no nos abrimos a este amor y permitimos que lo crucifiquen. Pero le agrada más reinar glorioso si escuchamos sus palabras y lo recibimos líbremente  como Rey en nuestro corazón.  



viernes, 16 de noviembre de 2012

Re-conocer otro Nombre del Agradecimiento...

A pocos días de comenzar el Adviento, en muy bueno, empezar un tiempo de interioridad para descubrir la presencia de Dios, que ha caminado con nosotros en cada momento y circunstancia de este año...

Por eso, comparto este texto de la Hna. Dolores Aleixandre, -de su Libro: Las Puertas de la Tarde-, para que nos ayude a agradecer tanto bien recibido de Dios...

Re-conocer otro nombre para el agradecimiento

Re-conocer: volver a conocer de una manera nueva. Tener detrás mucha historia de años vividos es una ocasión para darnos cuenta de que todo en nuestra historia ha sido don y gracia, como también lo han sido las energías que nos han hecho trabajar y esforzarnos y conseguir metas pequeñas o grandes. Tiempo de revelación, como la que tuvo Jacob: Dios estaba aquí, y yo no lo sabía!. Estaba ahí: en el aire que respirábamos, en las personas que nos han querido, en las energías que nos han hecho trabajar y crecer, en las pruebas, noches oscuras y túneles que hemos atravesado, en su fidelidad que nos ha sostenido... Releer así nuestra vida se inserta en la línea trazada por los creyentes bíblicos, para quienes la memoria juega un papel central en su encuentro con el Dios vivo. Su primer acto religioso consiste en escribir su historia y retomarla incesantemente para mantener leíble de generación en generación la experiencia de alianza. Desde un pasado que tienen delante de sus ojos -y que el israelita visualiza delante de sí porque ya lo conoce- y en el que han experimentado la presencia amorosa de su Dios, confían en que en el futuro, que tienen detrás y aún no conocen, Dios se comportará con la misma fidelidad y misericordia.

En el episodio de Betel, al despertar de su sueño, Jacob realiza un tránsito de la ignorancia al reconocimiento: Al despertar, dijo Jacob: "Realmente, el Señor estaba en este lugar, y yo no lo sabía...(Gn 28, 16). 

Y al final de su vida confesará: El Señor me ha guiado desde mi nacimiento hasta hoy....(Gn 48, 15)

También lo hará José al narrar ante sus hermanos su pasado común, no como una serie inconexa de acontecimientos regidos por el azar, sino como una historia conducida y guiada por Dios:

"Yo soy José, vuestro hermano, el que vendieron a los egipcios. Pero ahora no se preocupen ni les pese el haberme vendido aquí; para bien de ustedes me envió Dios delante, para que puedan sobrevivir en este país, salvando sus vidas de modo admirable. No fueron ustedes quienes me enviaron acá, sino Dios; me hizo ministro del Faraón, señor de su casa y gobernador de todo Egipto. Aunque ustedes pensaron hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso. Así que no teman; yo los mantendré a ustedes y a sus pequeñitos".

Re-conocer es identificar a Aquel que está en el origen de esos dones: Es el Señor, dijo Juan al ver la red llena de peces después de una noche de trabajo estéril: la abundancia y la esplendidez se habían convertido en signo del desconocido que les aguardaba en la orilla y que no podía ser más que Jesús.

Y cuando creamos que hemos terminado de reconocer y agradecer, el autor del Eclesiástico nos recomienda:

"Los que ensalzan al Señor, levanten la voz, esfuércense cuanto puedan, que aún queda más; los que alaban al Señor, redoblen las fuerzas, y no se cansen, porque no acabarán, quedan cosas más grandes escondidas, sólo un poco hemos visto de sus obras".

Moisés subió al encuentro de Dios, y el Señor lo llamó desde el monte y le dijo: Así hablarás a la estirpe de Jacob; así dirás a los hijos de Israel: Ya han visto lo que he hecho con los egipcios y cómo a ustedes los he llevado sobre alas de águila y los he traído a mí.

A la luz de este texto podemos releer nuestra vida, repasar los acontecimientos de este año y poner palabras a lo vivido, también a las propias heridas: situaciones conflictivas no resueltas, rencores mantenidos, dificultades para perdonar, amarguras...: todo lo que pudo estancar nuestras energías y endurecer nuestro corazón. Al recordar cada uno de esos momentos de alegría, de dolor, de oscuridad, de plenitud o de aparente falta de sentido, detenernos un momento para repetir como un estribillo: Tú me llevabas sobre tus alas.... Y emplear el tiempo que necesitemos hasta que situaciones del pasado que nos producen rebeldía lleguen a transfigurarse con esta nueva luz.

Podemos contemplar nuestra vida como atraída hacia Dios, más allá de nuestras resistencias. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor.... La atracción es algo muy distinto de la imposición, y quien sabe ejercerla logra lo que los imperativos no consiguen.

Lo sabía Jesús cuando decía: Nadie puede acudir a mí si el Padre que me envió no lo atrae....
A la hora de recordar nuestro pasado podemos recorrerlo como una historia sucesiva de atracción y tirones por parte de Dios y de consentimientos o resistencias por parte nuestra. Abrirnos a la posibilidad de que nuestra vida llegue a transparentar el don recibido y, al agradecerlo, permitir al Donante seguir dando aún. Y hacer nuestro este poema de A. Núñez, SJ:
Cuando te encuentre,
nunca podré cubrir con mi agradecimiento
el vasto abismo
que llenaste con tu misericordia.

Podemos mirar los acontecimientos de nuestra vida como modelados por las manos de un alfarero que modela su arcilla y que sólo nos pide que nos abandonemos a Él con una confiada obediencia. Podemos contemplar la propia historia, no como una ciega e impersonal secuencia de acontecimientos sobre los que no tenemos control, sino como una mano que nos guía hacia un encuentro personal en el que todas nuestras esperanzas se verán realizadas.

Esa mirada nos permite pasar de la sensación de sentirnos aprisionados dentro de una serie de acontecimientos anónimos para escuchar nuestra propia historia narrada por Dios mismo en el secreto de nuestro corazón.


                                                               

sábado, 10 de noviembre de 2012

Escuela de Ofrendas...


"Puso todo lo que tenía para vivir"
Escrito por P. Javier Albisu -sj-. De su libro: "Cuando Jesús entra en casa"

     A partir del ejemplo de una pobre viuda, Jesús convierte la casa de oración en escuela de ofrendas. La oración, cuando es autentica, en una verdadera escuela de ofrendas. Si queremos aprender a entregarnos, tenemos que aprender a orar. Al orar, ponemos en las manos de Dios nuestra vida hecha ofrenda. La manos de Dios son como las arcas del templo donde dejamos nuestro capital, nuestra vida. "Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón" -Lc 12,34-. Allí está nuestro tesoro; y se acrecienta en la medida que le depositamos nuestra vida.
     Hay quien no deposita su vida en las Manos de Dios y posterga hacerlo hasta la hora de la muerte; hay quien le da a Dios las sobras, y así mientras "cumple" con Él, al mismo tiempo retiene lo suyo, y hay quien lo deja todo en manos de Dios para, en adelante, llevar en ellas lo que mejor sea. Quién no deposita lo suyo en Dios se queda sin fondos en su cuenta, sin fondos en su entrega. Saber que hemos puesto la vida en Aquel que nos la dio nos da un fondo de libertad muy grande. "El que quiera guardar su vida la perderá pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Qué puede dar a cambio de su vida? -Mt 16, 25-26-. Es Jesús el que nos da el tesoro, ya que "no hay nada de lo que tenemos que no lo hayamos recibido", y así también nos recomienda un lugar seguro donde ponerlo: "No guarden sus tesoros en esta tierra, donde la polilla y la herrumbre echan a perder las cosas, y donde los ladrones perforan muros y roban. Guarden mejor sus tesoros en el cielo" -Mt. 6, 19-20-.
    La oración es el lugar donde podemos evaluar cuánto aprendimos de entrega, de ofrenda. Si lo que dejamos en la oración son sobras, es señal de que el lugar de los depósitos es otro. Es señal de que mi tesoro está en otro lugar, y así también mi corazón. Pregúntate por lo que te tiene preocupado y por lo que a Dios le preocupa. Si en la oración descubres que no es lo mismo, es que le estás dando tus sobras. Más que hablar con Él (y aún de lo que te preocupa), estás hablando solo, sin tenerlo en cuenta. Deja lo que te tiene preocupado en las manos de Dios y verás cómo se acrecienta tu deposito. La viuda puso "todo lo que tenía para vivir". ¿Hay mayor preocupación que esa? Ella pobre y por lo mismo, sabía de la importancia de tener un depósito. Nosotros, en cambio, estamos acostumbrados a apuestas simultaneas... ¿Tenemos "nuestras fichas" puestas en dos lados "por las dudas"? ¿En quien ponemos la confianza? Nos cuesta ponernos en manos de Dios porque sabemos que terminaremos en las manos de los demás. "Así le sucede al que atesora para sí, en lugar de hacerse rico a los ojos de Dios". -Lc 12, 21-.                                 
     Si la oración no nos hace quedar en las manos de los demás, hemos atesorado para nosotros. El que atesora para sí, no comparte. Entiende su riqueza como acumulación. El que es rico a los ojos de Dios se sabe tal por lo que deposito en sus manos y en las de los demás. El rico para sí, busca que lo vean. El que no, prefiere ser visto por el Dios que ve en lo secreto.

Invitación para un momento contemplativo
  • Pedile a Jesús que te ayude a aprender el despojamiento libre y confiado de tus dos moneditas.
  • Ve a la casa de oración en compañía de la viuda pobre.
  • Mira con que cariño trae las dos moneditas y con cuanto cuidado las deposita.
  • Mientras vas de camino con ella, preguntale si sabe a donde va y a qué.
  • ¿Qué te responde? ¿Cómo te explica lo que esta ofrenda significa  para ella?
  • Deja que ella ponga sus dos moneditas y luego, ve a hacer tu ofrenda. ¿Cuánto traías para poner?
  • De  las tres moneditas que llevas (pasado, presente y futuro), ¿cuántas pones? ¿Cuáles? ¿Por qué?
  • Imagínate a Jesús mirándote admirado por la confianza que depositas en Él...



sábado, 3 de noviembre de 2012

El Credo del Amor



«Escucha, Israel: El Señor, Nuestro Dios, es solamente Uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria»                       -Deuteronomio 6,4-6-

Escrito por el P. Eduardo Casas


Aquí queda testimoniado en el libro llamado del Deuteronomio, donde Dios le otorga el Mandato principal que constituirá la memoria, el “memorial” del Pueblo de Dios: «Escucha, Israel: El Señor, Nuestro Dios, es solamente Uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria» (Dt 6,4-6).

Para que la quebradiza memoria de Israel no se olvide de este amor primero y de la elección gratuita de Dios es que el Señor le otorga un “Mandato”. El cual no es un recuerdo, nostalgia de tiempos pasados que fueron mejores, sino una viva presencia del amor: Para que siempre recuerde que fue amado. No se olvide que fue elegido.


No es un Mandato de imposición sino una invitación a la gratuidad y a la libertad, como la de Dios, una interpelación al amor. Este Mandato será su “Credo”. Tendrá que recitar diaria y piadosamente como un «Memorial»

El amor se vuelve así «Memorial» del corazón. El amor se hace Alianza: Juramento, compromiso, pacto, acuerdo. La primera profesión de fe es la confesión del amor recibido y el recuerdo del amor que hay que dar en devolución. Cuando Israel recitaba este Mandato, resucitaba la memoria de su amor. El amor nacía como respuesta de su atenta escucha: «Escucha, Israel». Su vocación era escuchar al amor ya que escuchar es la forma más profunda de recibir y, por lo mismo, es la primera manera de amar.

Amar a Dios «con todo el corazón» es orientarse a Él con las potencialidades más ricas de la personalidad, desde lo más íntimo y propio de nosotros mismos. Esto no es un amor «espiri­­tualiza­do». Al contrario, es intensamente humano, sensible y apasionado, operante y comprometido, expresivo y gestual: Un verdadero amor de «corazón, el que toca todas las fibras y las estremece casi hasta el dolor o las conmueve en el crepitar del gozo.

Amar a Dios «con todas las fuerzas» es sacar lo más pleno de nosotros mismos, lo mejor de nuestras capacidades y convertirlas en riquezas, potenciando todos los talentos. Un amor así plenifica y satisface, moviliza y despierta todo lo que está dormido y apocado; despabila y sacude todo cuanto esté paralizado.

Sólo un amor «fuerte» es capaz de hacer explotar en nosotros, aquello que -de otra manera- no nos animaríamos a sacar, a mostrar y a dejar crecer. Estas «fuerzas» coinciden con lo más pujante del hombre, con la cristalización más acabada de las mejores energías humanas, por eso en algunas traducciones de la Biblia prefieren la acepción amar «con todo el espíritu» o «con toda la mente» (Mt 22,37) ya que el verdadero poder, la más genuina fuerza humana, se encuentra en el espíritu.

Por lo tanto, amar a Dios «con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas»
  • Es amarlo con la riqueza de toda nuestra personalidad (lo que la Biblia llama, «corazón»: El hombre desde su interior).
  • Es amarlo con la plenitud de la vida en sus variadas expresiones humanas y afectivas (lo que la Biblia llama «alma, el hombre viviente)...
  • Es amarlo con el despliegue de todas nuestras potencias (lo que la Biblia llama «fuerzas», el hombre desde el cúmulo de sus riquezas como persona).
También es para nosotros lo que Dios le recuerda a su Pueblo, su «Memorial»: «Escucha, Israel». Cada uno de nosotros tiene que recitar esta Palabra con su propio nombre. Es necesario escuchar al Amor. Hacer una sosegada escucha, una reposada atención. Hay que escuchar la voz que tiene el amor para nosotros y entrar en Alianza. Descubrir a este Dios que camina en nuestra historia y se encuentra en cada atajo del sendero, escondido en cada rincón, asechando nuestro corazón. Tenemos que volver a nuestras raíces, poner los oídos y el corazón para que el Dios de la Alianza nos hable y nos recuerde su «Memorial», desde la gratuidad de quien te « amó primero» (1 Jn 4,19)

miércoles, 31 de octubre de 2012

La Santidad es Jesús viviendo y actuando en mí...

Escrito por  Madre Teresa

“La santidad es Jesús viviendo y actuando en mí...”

“Nuestras obras de caridad –amor- no son otra cosa que el rebosar de nuestro amor por Dios que surge de nuestro interior. Por lo tanto, aquel que está más unido a Él ama más a su prójimo”

“Nuestra actividad es verdaderamente apostólica sólo en la medida en que permitimos que Él actúe en y por medio de nosotros 
                             -con Su poder...
                             -con Su deseo...
                             -con Su amor...

Debemos ser santos, no porque queremos sentirnos santos, sino porque Cristo debe ser capaz de vivir Su vida plenamente en nosotros...”

“Consumámonos con Él y por Él. Déjale ver con tus ojos,
                                                               hablar con tu lengua,
                                                                   trabajar con tu corazón, 
                                                                    caminar con sus pies,
                                                                   pensar con tu cabeza,
                                                                y amar con tu corazón...

¿No es esto la unión perfecta, una continua oración amorosa? Dios es nuestro Padre amoroso. Permite que tu luz de amor brille tanto ante los hombres que al ver tus buenas obras –lavar, barrer, cocinar, amar a tu marido / esposa, y a tus hijos- puedan glorificar al Padre”.

“Se santo. La santidad es le camino más fácil para saciar la sed de Jesús, la Suya por ti y la tuya por Él”.

Dijo San Alberto Hurtado

“Santos, santos, hombres y mujeres chiflados por su ideal. Para los cuales Cristo es una realidad viviente, su Evangelio su código siempre actual, su mensaje algo perfectamente aplicable a su vida y que tratan de vivirlo...hombres y mujeres que se esfuercen en amar y servir a sus hermanos, como Cristo los serviría: esos son los conquistadores del mundo...”

sábado, 27 de octubre de 2012

Una Ceguera Afortunada

Escrito por Mariola Lopez -RSCJ- de su libro "La voz, el amigo y el fuego"

"Llamaron entonces al ciego diciéndole: 
Ánimo, levántate, que Él te llama..." 

Nos detenemos tantas veces al borde del camino de nuestra vida, paralizados y sin saber hacia donde dirigirnos. Dejándonos llevar por la inercia de cada día: aquellas cosas que tenemos que hacer, las personas que vamos a encontrar y con las que intentamos ser amables; y sin embargo, nuestro sentir de fondo está empapado de inseguridad, de esa necesidad de querer y de ser queridos que no acabamos de expresar, de ese grito que enmudece dentro de nosotros, que clama por nuestra vida más honda, que busca esa luz que desordenadamente presiente.

Como el ciego Bartimeo, estamos postrados en el camino y ni siquiera nos atrevemos a gritar para no dar cuenta ante los demás de nuestra ceguera. Necesitamos pedir el valor de clamar, el valor de decir: "Señor, ten compasión de mí, que no soy capaz de vivir reconciliado con aquello que soy, que no soy capaz de ver la bondad y la belleza escondida en los otros, que tengo la sensación de frustrar todo aquello que pones en mi vida; que quisiera devolverte con gratitud cuanto me das y sólo puedo volver hacia Vos mis manos temblorosas y vacías, que rompen las cosas en vez de restaurarlas contigo"

Muchos increpaban a Bartimeo para que se callara. Cuántas realidades que vivimos nos dicen que no merece la pena, que nos acostumbremos a vivir así, que no  hay nada que hacer... Pero entonces, de repente, tú nos mandas llamar y preguntas "¿qué quieres?". 

Dinos tú mismo, Señor, qué es lo que queremos, dinos cómo  dejarnos curar esta incapacidad honda de ver la vida bajo la luz de tu misericordia. Enséñanos a decirte "que podamos ver", "que podamos reconocer y agradecer". Y  atrevernos como Bartimeo, a arrojar ese manto que nos pesa de tantos pensamientos, temores, imágenes pasadas que paralizan... y salir corriendo detrás de ti,  siendo más nosotros mismos que nunca. Llegar a ser de aquellos hombres y mujeres que "te siguen por 'el camino", con toda su pobreza habitada por la claridad  de tu Gracia". 
  

domingo, 21 de octubre de 2012

Día de la Madre. Una Mujer siempre de Parto. Dando a luz, dando luz...

Escrito por Eduardo Casas

La historia de una madre comienza el día en que decide serlo o en el día en que Dios elige que le pase. Sea cual fuere el modo –la propia libertad o la sorpresa de Dios- hay un día en que una mujer comienza a ser madre y comienza a vivir en la espera de otro día: el día en que dé a luz. La luz de ese día será otra luz, la de su propio alumbramiento.

El parto es un “partirse”. Toda madre es como una “Eucaristía”. Su cuerpo se parte, se reparte y se comparte como alimento para todos sus hijos. Esa “fracción” del cuerpo y del corazón comienza en el mismo acontecimiento del parto de su hijo. El mismo Jesús dice que cuando “la mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo” (Jn 16,21).

 El parto es el milagro del comienzo de la vida; sin embargo, es también una imagen que se utiliza para el final de la existencia. La muerte es también otro “parto”. Es un volver a “partirse” y es un volver a“partir”. Cuando una mujer se encuentra de parto, el mundo entero celebra una fiesta.

Si pensamos en la madre, la fe nos enseña a contemplar a María, la madre de Jesús, nuestra madre en la gracia. Su maternidad es universal, abarca los cielos y la tierra, los espacios y los tiempos, la memoria y la eternidad. Abraza a todos los seres humanos, sin distinciones de ninguna clase. María es seno universal,  fuente de vida.

Alguna vez, la joven de Nazaret, al descubrirse embarazada, comenzó a sentirse madre. Ella, como cualquier madre, aprendió a serlo. María con su mirada nos abraza, con su sonrisa nos cuida, con su manto nos envuelve, con su oración nos protege, con su paz nos inunda, con su fortaleza nos sostiene, con su sabiduría nos ilumina, con su ternura nos bendice, con su misericordia nos ama.

Siempre es tiempo de expresarle a tu mamá (esté o no a tu lado) todo tu amor. Como puedas, como te salga, como sepas, como quieras. El amor es siempre amor. Es un lenguaje único. Sólo lo comprenden aquellos que se animan a sentirlo.

Allí donde esté tu madre, tu amor le llega. No hay barreras, ni obstáculos, ni umbrales, ni fronteras. El amor todo lo alcanza. Todo lo abraza y contiene.

Decíle a tu mamá lo que ella es para vos. Decílo con palabras, con silencio, con gesto, con lágrimas, con sonrisas. Decíle a tu mamá que ella forma parte del regalo más hermoso que te hizo la vida. Animáte a decírselo al oído y al corazón.

sábado, 20 de octubre de 2012

El placer de servir

Escrito por Gabriela Mistral

Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.

Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.

Sé el que apartó la piedra del camino,
el odio entre los corazones
y las dificultades del problema.

Hay la alegría de ser sano y la de ser justo;
pero hay, sobre todo, la hermosa, la tan inmensa alegría de servir.

¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender!

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles.
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!

Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios que son buenos servicios:
adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

Aquél es el que critica,
éste es el que destruye,
tú sé el que sirve.

El servir no es faena de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamársele así: «El que sirve».

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos
y nos pregunta cada día:
«¿Serviste hoy?
¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?»

Gabriela Mistral

sábado, 13 de octubre de 2012

jueves, 11 de octubre de 2012

Empezamos el Año de la Fe...

Escrito por Piet van Breemen -sj-


"La fe viene a ser como una radiografía de mi existencia humana. Me ayuda en la tarea de vivir una vida mejor, de ser más humano, más integrado. Creer es descubrir que existe una sola unidad: Dios es el fundamento más profundo de mi ser. 

Lo fundamental de la fe es saber que Dios me acepta: “Así hemos llegado a saber que Dios nos ama” (1 Jn. 4,16). Este es, pues, el contenido de nuestra fe: el amor de Dios hacia nosotros. Todo el Credo de los Apóstoles no es sino una declaración, doce veces repetidas de la creencia en este  amor que Dios nos tiene. 

Tillich define la fe como “el coraje de aceptar la aceptación”, refiriéndose a la aceptación nuestra por parte de Dios. 

Tal vez no nos demos cuenta de que la fe exige mucho coraje de nuestra parte. Quizás incluso, la fe nos parezca algo muy fácil y suave. Pero, en realidad, el coraje es un requisito indispensable y es el valor, justamente, lo que nos falta con demasiada frecuencia. ¿Por qué es tan indispensable tener coraje para aceptar la aceptación? 

En primer lugar, porque, cuando nos ocurre algún acontecimiento adverso, casi siempre nuestra primera reacción es la de quejarnos “¿Cómo es posible que Dios permita tal cosa?. Ponemos en duda el amor de Dios. Hay que tener valor, pues, para creer en la aceptación de Dios pase lo que pase. De esta forma, el acto de fe trasciende mi experiencia personal. La fe es, pues, una interpretación de la vida que yo acepto. 

En segundo lugar, porque el amor de Dios es infinito. Jamás podemos agarrarlo, ni comprenderlo, ni mucho menos controlarlo. Lo único que podemos hacer es lanzarnos a su profundidad insondable, pero tenemos que lanzarnos así. Nos da miedo soltarnos. Evan Stolpe, un sueco convertido, dice que tener fe significa subir a una escalera portátil muy alta y allí, en el escalón más alto, escuchar una vez que me dice: “Lánzate, que yo te agarraré!”. El que da el salto es el hombre de fe. Y hay que tener coraje para lanzarse. 

Por último, hay un tercer motivo que, aunque parezca sutil no deja de ser verdadero. Resulta más o menos fácil creer en el amor de Dios en general, pero es muy difícil creer en el amor de Dios para conmigo, personalmente. ¿Por qué a mí? En realidad son poquísimas las personas capaces de aceptar la aceptación. Raras veces podemos encontrarnos con una persona capaz de enfrentar la pregunta: “¿Por qué a mí?”...


La autoaceptación no puede fundamentarse en mi propia persona, en mis propias aptitudes. Basar la aceptación de mí mismo en tal fundamento produciría un desastre. La autoaceptación es un acto de fe. Si Dios me ama, yo tengo que aceptarme a mí mismo. 
No puedo ser más exigente que el mismo Dios ¿verdad?"...

sábado, 6 de octubre de 2012

Como un hijo que cuenta las cosas de su Padre...


«Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos". -Mc 10, 14-

-Escrito por  Dolores Aleixandre, (de su libro: Jesús, esto decían de Él)



"Jesús debía caerles divinamente a los niños si tanto se arremolinaban a su alrededor. Porque los niños distinguen inmediatamente de manera misteriosa qué adultos los entienden y saben tratarles y quienes no . Dicen que “los bendecía imponiéndoles las manos” : es una manera solemne de decir que jugaba con ellos...

Decía que para entrar en el Reino hay que parecerse a los niños, pero no en la ingenuidad ni en la inocencia, sino en esa confianza tranquila con que se dejan llevar de la mano o se duermen en brazos de su madre. Era así como Él iba por la vida y por eso hablaba de Dios no como un profesor de teología, sino como un hijo que cuenta cosas de su Padre.

Debía haber jugado mucho de pequeño en la plaza de su pueblo, y por eso le venían aquellos juegos a la memoria: los usaba en aquellas historietas que contaba y que la gente escuchaba boquiabierta, reconociendo en ellas cosas que también les pasaban a ellos. 

Después de serias investigaciones, he llegado a la conclusión de que el juego al que hace alusión debía ser lo más parecido a ese nuestro de “Antón, Antón, Antón Pirulero , cada cual, cada cual, que atienda a su juego”. Menudo programa de vida cristiana seguir los gestos que ese “Antón Pirulero ” que es Jesús inició durante su vida: acoger, abrazar, sanar, acariciar, decir palabras de ánimo, lavar los pies cansados de sus amigos"…



lunes, 1 de octubre de 2012

En la Fiesta de Santa Teresita, podemos tomarnos un rato del día y tomar conciencia del "GRAN AMOR DE DIOS POR CADA UNO"...

Ella -Teresita- así lo enseña y nos quiere regalar este certeza: "A Dios le agrada nuestra pequeñez y nuestra pobreza"; Dios no quiere de nosotros "grandes obras", sino que Él sea el centro desde donde hagamos pequeñas cosas con gran gran amor.

Nuestra querida Teresa de Calcuta, tomó de ella -ademas del nombre- la espiritualidad de "LOS PEQUEÑOS GESTOS CON GRAN AMOR" ; nosotros queremos y nos sentimos invitados a vivirlos en nuestra vida cotidiana, haciendo por los demás -pequeños gestos de mucho amor: una sonrisa, un llamado por TE, un reconocimiento de los dones de los demás, una mirada de ternura, un tener paciencia a pesar de ..., una palmadita cariñosa en el hombro, un abrazo sincero, un....- lo que quisiéramos que los demás hicieran por nosotros...

Que la pequeña Teresita nos regale esta Gracia.

sábado, 29 de septiembre de 2012

El más pequeño gesto de amor, ennoblece...


 "Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo".
 -Mc 9,41-

-Escrito por P. Eduardo Casas-

 "En cada don, el otro nos regala renovadamente nuestra propia capacidad de regalarnos. El amor es esencialmente entrega. Lo que no se regala y comparte, no es que se guarde sino que se pierde. La gratuidad consiste en devolver amor al amor. Podemos olvidar todo, menos a aquellos que gratuitamente nos han amado. La ingratitud es un pecado contra el amor.


Si estamos incapacitados de amar, estamos incapacitados para lo fundamental. El más pequeño gesto de amor, ennoblece. Una ráfaga de amor arranca de los corazones más duros las ternuras más hondas y las delicadezas más suaves. Todos los milagros son posibles. Sólo hay que esperar que el amor suceda; aunque sea fugazmente. Su intensidad puede ser contenida en un detalle y toda su profundidad, en un simple gesto. 


Todo es para decir la única palabra del amor. Un gesto de amor es también una palabra dicha desde el silencio, pronunciada de otra manera. Los gestos y los detalles nos llevan a lo esencial. Son esas diminutas revelaciones que manifiestan lo más importante, lo que no se ve. Cada detalle es la suavidad de una presencia sigilosa, una caricia del alma. Cada gesto ha sido primero un sentimiento. Siempre necesitamos la seguridad de sentirnos amados. Precisamos de la expresión y del gesto para que se confirme el regalo del amor".

sábado, 22 de septiembre de 2012

No desprecies al pobre y pequeño que hay en tu corazón...



 “El que quiera ser el más grande, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”. Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: “ El que recibe  a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado” (Mc.9,35b-37)

 Escrito por Cabodevilla:


“El niño carece de todo sentimiento de suficiencia. Necesita siempre de sus padres y lo sabe. ¿Se preocupa quizás de su pasado ¿Se preocupa por su por venir? Vive en plenitud el presente y nada más...
El niño no es ningún héroe, conoce con frecuencia el miedo…el niño es un dichoso desarmado. El niño no presume de su fuerza, sabe que es débil.
Las almas adelantan en su camino no a pesar de su flaqueza, sino a causa de su flaqueza, reconocida, aceptada y amada, asumida ya como un argumento para apelar constantemente a quien es fuerte y pone remedio a su pequeñez…"

Te invito a tener Momento contemplativo 
  • Lee nuevamente el texto de Marcos.
  • Imagina la escena.
  • Jesús, quiere enseñar a sus discípulos una nueva mirada.
  • Toma un niño y lo abraza…
  • Sentí a Jesús abrazando tu pequeñez, tu pobreza, tu debilidad.
Momento de hacer silencio contemplativo, para sentir y gustar el amor del Señor por los pequeños y pobres.

Si sientes resistencia, trae a la memoria las palabras de Santiago: “Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? Sin embargo, ¡Ustedes desprecian al pobre! (Sant. 2,5-6a).

Por lo tanto: No desprecies al pobre y pequeño que hay en tu corazón.

Termina rezando con este texto anónimo:

“Yo había pedido a Dios fuerza para triunfar.
Él me ha hecho débil para que aprenda el gusto de las cosas pequeñas.

Yo le había pedido la salud para hacer grandes cosas.
Él me ha dado la enfermedad para que haga cosas mejores.

Yo le había pedido la riqueza para ser feliz.
Él me ha dado la pobreza para ser sensato.

Yo le había pedido poder para que los hombres vinieran a mí.
Él me ha dado la flaqueza para que sienta la necesidad de Dios.

Yo le había pedido amigos para no vivir solo.
Él me ha dado un corazón capaz de querer a todos mis hermanos.

Yo le había pedido todo para gozar de la vida.
Él me ha dado la vida para que goce de todo.

No he recibido nada de lo que había pedido,
pero tengo todo lo que podía esperar.
A pesar de mis ruegos no escuchados,
Dios me ha ofrecido ser el más feliz de los hombres...