domingo, 30 de marzo de 2014

Palabras del Papa Francisco en el día de hoy, sobre el Ciego de Nacimiento...

Palabras del Papa Francisco,  sobre el texto del Ciego de nacimiento...

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos presenta el episodio del hombre ciego de nacimiento, al que Jesús devuelve la vista. El largo relato, es largo, se abre con un ciego que comienza a ver y se cierra con los que se supone que ven pero que son ciegos en el alma.

El milagro es relatado por Juan en apenas dos versículos, porque el evangelista no quiere llamar la atención sobre el milagro en sí, sino en lo que sucede después, en las discusiones que suscita, sobre las murmuraciones... Tantas veces una obra buena, una obra de caridad suscita discusiones y murmuraciones. Porque hay muchos que no quieren ver la verdad. El Evangelista quiere llamar la atención sobre esto que sucede también en nuestros días, cuando se hace una obra buena. El ciego que es sanado es interrogado por la multitud asombrada, han visto el milagro y le interrogan, después por los fariseos; y estos interrogan incluso a sus padres. Al final el ciego curado llega a la fe, y esta es la gracia más grande que Jesús le concede: no solo el ver, sino el conocerle a Él que es “la luz del mundo” (Jn 9,5)

Mientras el ciego se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la ley, al contrario, profundizan cada vez más en su ceguera interior. Cerrados en su presunción, creen tener ya la luz, por esto no se abren a la verdad de Jesús. Estos hacen de todo por negar la evidencia. Ponen en duda la identidad del hombre que ha sido curado, después niegan la acción de Dios en la curación, tomando como excusa que Dios no actúa en sábado; llegan incluso a dudar que ese hombre hubiese nacido ciego. Su cerrazón a la luz se convierte en agresiva y desemboca en la expulsión del templo del hombre sanado.

El camino del ciego sin embargo es una ruta a etapas, que parte del conocimiento del nombre de Jesús. No conoce otra cosa de Él; de hecho dice: “El hombre que se llama Jesús hizo barro y me lo puso en los ojos” (v.11). Seguidamente después de las preguntas insistentes de los doctores, lo considera en primer lugar un profeta (v.17) y después un hombre cercano a Dios (v.31).
Después de que se alejó del templo, excluido de la sociedad, Jesús lo encuentra de nuevo y le “abre los ojos” por segunda vez, revelándole la propia identidad: “¡Yo soy el Mesías!”. En este punto el que fue ciego exclama: “¡Creo, Señor!” (v.38) y se postra ante Jesús. Esta es una cita del Evangelio que nos enseña el drama de la ceguera interior de tanta gente. También la nuestra, también tenemos muchos momentos de ceguera interior.

Nuestra vida a veces es similar a la del ciego que se ha abierto a la luz, a Dios y a su gracia. A veces, es un poco como la de los fariseos: desde nuestro orgullo juzgamos a los otros ¡incluso al Señor!
Hoy estamos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para traer fruto a nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son cristianos. Todos somos cristianos, pero todos tenemos comportamientos no cristianos, que son pecado y debemos arrepentirnos de esto. Eliminar los comportamientos no cristianos para caminar con decisión por el camino de la santidad. Esta tiene su origen en el Bautismo. También nosotros hemos sido “iluminados” por Cristo en el Bautismo, para que, como nos recuerda San Pablo, podamos comportarnos como “hijos de la luz” (Ef 5,8), con humildad, paciencia y misericordia. Estos doctores de la ley no tenían humildad, ni paciencia ni misericordia.

Yo les aconsejo hoy, cuando vuelvan a casa: Tomad el Evangelio de Juan, lean esa cita, del capítulo 9 y les hará bien, así podrán ver ese camino de la ceguera a la luz y el camino malvado de una ceguera a una ceguera más profunda. Y preguntémonos: ¿Cómo está nuestra corazón? ¿Cómo es tu corazón, mi corazón? ¿Tengo un corazón abierto o cerrado? ¿Abierto o cerrado hacia Dios?
¿Abierto o cerrado hacia el prójimo? Siempre Todos nosotros tenemos alguna cerrazón provocada por el pecado, por las equivocaciones, los errores. ¡No tengamos miedo! ¡No tengamos miedo!¡ Abrámonos a la luz de Dios! El nos espera siempre, nos espera siempre para hacernos ver mejor, para darnos más luz, para perdonarnos. No olvidemos esto: Él nos espera siempre.

A la Virgen María le confiamos el camino cuaresmal, para que también nosotros, como el ciego sanado, con la gracia de Cristo podamos “llegar a la luz”, renacer a la vida nueva.

sábado, 29 de marzo de 2014

Un Encuentro junto a la Piscina de Siloé...

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-

Una linda propuesta para rezar con el Texto del Ciego de Nacimiento: Jn 9,1-41

Lee la narración de la curación del ciego de nacimiento,  contempla luego las sucesivas escenas, como si el ciego fueras tú mismo y fueras reconociendo tus cegueras: 

  • Ceguera de la posesividad que te hace mirar las personas o las cosas a partir de tu propio interés; 
  • Ceguera que te impide ver más allá de las apariencias de los otros; 
  • Ceguera de la codicia que te mantiene apresado en el deseo de acumular o de triunfar sin límites...
Ponte junto a Jesús, pídele que saque de tus ojos la viga que te impide ver y que pone en tu mirada negatividad, dureza, superficialidad, indiferencia, prejuicios...

Deja que él te los ilumine haciéndolos capaces de ver hasta el fondo,  de taladrar la cáscara de la realidad, de descubrir la belleza que se oculta detrás de lo deforme y oprimido, de admirar, a la más pequeña señal, la vida insospechada que apunta en personas o situaciones de las que parece que sólo puede brotar muerte.

Pídele a Jesús, que te permita contemplarle a él como aquel ciego y mantener con él el mismo diálogo: -“¿Crees tú en el Hijo del hombre? El ciego le preguntó: -¿Quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le contestó: -Ya lo has visto. Es el que está hablando contigo. Entonces aquel hombre  dijo: - Creo, Señor. Y se postró ante él.”

martes, 25 de marzo de 2014

5° DÍA: Ejercicios Espirituales en la Vida Cotidiana- P. Fernando Cervera -sj-

El PECADO de DAVID
Para escuchar hacer clik:

4° DÍA: Ejercicios Espirituales en la Vida Cotidiana- P. Fernando Cervera -sj-

DIOS BUSCA LO PERDIDO

Para escuchar hacer clik:

Fiesta de la Anunciación...

Escrito por Clemente Sobrado 

El Ángel no le pidió a María hiciese nada.

Solo le expresó los deseos y los planes de Dios sobre ella.
Dios, más que pedirnos que hagamos cosas, nos pide:

  • Estemos disponibles.
  • Estemos abiertos a El.
  • Estemos disponibles a lo que El quiere hacer en nosotros.

Con frecuencia, nosotros nos planteamos: ¿Y qué tengo que hacer?
Y Dios suele respondernos: Nada.
Porque el interés de Dios es que le dejemos hacer a El.

No es lo que nosotros podemos hacer.
Sino lo que Dios quiere hacer en nosotros.

No es lo que nosotros queremos hacer.
Sino lo que El quiere hacer en nuestras vidas.

No es lo que nosotros podemos hacer.
Sino lo que El puede hacer en nosotros.

La Anunciación de la Encarnación de Dios nos habla:

  • De las posibilidades de Dios en nosotros.
  • De que lo que humanamente parece imposible es posible para Dios.
  • De que los imposibles solo existen en nuestra mente.
  • De que los imposibles humanos son las posibilidades divinas.

No nos toca a nosotros decir: “no puedo”.
A nosotros solo nos corresponde decir como María:

  • “He aquí la esclava del Señor”.
  • “Hágase en mí según tu palabra”.

A nosotros solo nos toca “dejarnos hacer”.

Para terminar les dejo los versos de la canción del barro del Alfarero:

“Gracias quiero darte por amarme, 
Gracias quiero darte yo a ti, Señor. 
Hoy soy feliz porque te conocí. 
Gracias por amarme a mí también.
Yo quiero ser, Jesús amado como el barro
En manos del Alfarero:
Toma mi vida, hazla de nuevo.
Yo quiero ser un vaso nuevo”.

sábado, 22 de marzo de 2014

"Si conocieras el Don de Dios..."

Escrito por Dolores Aleixandre
De trivialidad a responsabilidad: la Samaritana (Jn 4)

Una mujer de Samaria hizo un camino de ida en busca de agua. Y no sabía que iba a volver sin el cántaro pero con la tarea de una misión evangelizadora. El encuentro con Jesús la hizo vivir una “pascua”, pasando de su vida trivial y dispersa, a la responsabilidad de anunciar a otros a Aquel con quien se había encontrado. A lo largo del relato del Evangelio, asistimos a la acción creadora y recreadora de Jesús sobre la mujer: Él es el verdadero protagonista y conductor de la escena y quien "diseña" las estrategias del encuentro.

  • Como diestro alfarero repite la misma acción que el narrador de Génesis atribuye a Dios: la Samaritana, como la arcilla original, va siendo modelada pacientemente y, lo mismo que el primer “adam” recibió el aliento de Dios que lo convirtió en un ser vivo, (Gen 2, 7), ella recibe el agua de la vida. Lo mismo que en el jardín del Génesis cada uno de los seres de la creación recibió un nombre, la mujer que entra en escena sin nombre propio, accede a una nueva identidad: “buscada por el Padre”, “agraciada por su don”.
  • Como hábil pescador, Jesús echa sus redes y lanza sus anzuelos para sacar a la mujer con quien dialoga de las aguas engañosas de la trivialidad y del deseo de autojustificación que la ahogan.
  • Como buen pastor que conoce a sus ovejas, la hace salir del desierto de la superficialidad y el intelectualismo, la va guiando hacia la hondura y la autenticidad, le "silba" para sacarla de las cañadas oscuras de sus evasivas y la lleva a la tierra del don del agua viva. Haciendo "honor a su nombre" su palabra le comunica su convicción de que, sea cual sea la negatividad en la que se encuentra, Él tiene poder para abrir ante ella una brecha de salida: "Si conocieras el don de Dios..." Y en eso consisten la "fuente de aguas tranquilas" y los "prados de hierba fresca" en que la hace recostar.
  • Como maestro de sabiduría y hábil conversador, emplea todos los recursos de la palabra e inventa estrategias de aproximación: pregunta, dialoga, argumenta, propone, sugiere, afirma, valora la postura de ella, se atreve a pronunciar imperativos. Sigue a la mujer en sus evasivas y se las arregla par alcanzarla en un terreno en el que no tiene escapatoria y se encuentra enfrentada con su verdad: “No tengo marido...” Entra primero en sus puntos de vista para conducirla hacia donde Él quiere, no se retira ante las defensas que ella esgrime: el Jesús "cansado del comienzo no se cansa ante las resistencias de la mujer y sigue ensayando distintas tácticas relacionales. A lo largo de la conversación va deshaciendo sus equívocos: ella lo consideraba solamente como un receptor de su agua pero él le desvela su condición de dador y cuando ella se cierra y se defiende, no la interpela sobre lo que hace sino sobre lo que es. Las respuestas enigmáticas y provocadoras que le va dando, la van conduciendo directamente hacia Él y en último término hacia el Padre.
  • Como amigo que busca crear relaciones personales, en ningún momento emite juicios morales de desaprobación o de reproche: en lugar de acusar, prefiere dialogar y proponer, emplea un lenguaje dirigido al corazón de la mujer. Al decirle: “si supieras quién es el que te dice...” consigue que entre ambos se cree un espacio en el que ella se siente reconocida y puede plantearse preguntas: la identidad de Jesús ("un judío"), tan clara para ella al comenzar el diálogo, queda cuestionada. Y en ese manejo del espacio, Jesús actúa con lentitud, no se apresura a proponerse como centro sino que avanza "en espiral", para ir despertando poco a poco el interés de la mujer por tener acceso a una fuente de "otra" vida.
  • Como experto en humanidad, se muestra profundamente atento e interesado por la interioridad de su interlocutora y le descubre el manantial que puede brotar de lo más hondo de ella misma, en contraste con la antigua ley y mandamientos externos, y le revela también la interioridad del Padre y la búsqueda que le habita.
  • Como profeta poseído por el fuego del Absoluto de Dios y apasionado por su justicia, cuestiona, sacude y despoja a la mujer de cualquier pretexto o componenda que la alejaba y distraía de la verdad original que la afectaba de manera ineludible: Dios como Padre que busca adoradores en espíritu y en verdad. La Samaritana entra en escena como “una mujer de Samaria” y sale de ella como conocedora del manantial de "agua viva" y consciente de ser buscada por el Padre para hacer de ella una adoradora. Su identidad transformada la convierte en una evangelizadora que consigue, a través de su testimonio, que muchos se acerquen a Jesús y crean en él. La que hablaba de “sacar agua” como una tarea de esfuerzo y trabajo, abandona ahora su cántaro: Jesús le ha descubierto un don que no requiere ningún intercambio y que le es entregado gratuitamente.
  • Como un agua “que salta hasta la vida eterna”, una corriente de gratuidad recorre la escena y transfigura a sus personajes: la mujer, después de su intento de conducir a Jesús a los de su pueblo, se retira y deja que sean ellos los que le descubran y crean por sí mismos y no por su testimonio. Ha sido conducida hasta su propia interioridad a través de un paciente proceso que la ha hecho pasar de la dispersión a la unificación y ella, discípula de ese Maestro, atrae y conduce hacia él los de su pueblo.
Jesús, de quien sabíamos al principio que era un caminante judío cansado y sediento, se revela al final como el manantial de agua viva, como Señor, Profeta, Mesías, y Salvador del mundo, como el Hijo a quien alimenta la voluntad de su Padre. Se define a sí mismo por su capacidad de relación interpersonal: "el que habla contigo" y, lo mismo que el Señor en la primera Alianza, lleva a la mujer a un nuevo "desierto" para " hablarle al corazón” y en ella se cumple la promesa hecha a Israel: “Y tú conocerás al Señor" (Os 2,22). En sus diálogos aparece en posesión de una autoridad que le permite expresarse en el lenguaje imperativo de los mandatos divinos: "créeme, mujer", le dice a ella; “haz esto y vivirás”...,"haz tú lo mismo”, conmina al Escriba.

La imagen de Dios aparece también transformada: no es el dios impávido y distante, morador de santuarios hechos por manos humanas o dictador de leyes, ni el eterno receptor que exige presentes, dones o sacrificios en el Templo. A través de Jesús se revela como un Dios generador de vida, que da y busca, a quien se puede llamar "Padre" y que no se deja encerrar ni poseer porque es Espíritu. Si nos busca, es porque desea acrecentar nuestra existencia y comunicarnos alegría y plenitud.

Vivir nuestra propia “pascua” con la samaritana...

Lo mismo que ella estamos convocados a una “nueva creación” y ante nosotros se presenta también una alternativa de elección: seguir buscando agua viva y justificación en los pozos agotados de santuarios, leyes y costumbres, o elegir “vida eterna” y dejarnos arrastrar por la oferta de transformación y transfiguración de Jesús. Si la acompañamos hasta el pozo de Jacob quizá nos cuente cómo llegó allí con el cántaro vacío de sus carencias y dispersiones, pero que ello no supuso ningún obstáculo para que el hombre que la esperaba realizara en ella su obra. Y que, si algo aprendió allí de Jesús, es que él no se detiene ante nuestras resistencias y aferramientos sino que, como Hijo que actúa como ha visto hacer a su Padre (Cf. Jn 5,19), busca en nosotros ese "punto de fractura" en el que emerge nuestra sed más honda, como si estuviera convencido de que sólo un deseo mayor puede relativizar los pequeños deseos. Quizá por eso dejó que ella fuera expresando ante él sus prejuicios, sus resistencias y sus recelos, hasta que emergió el anhelo de vida que se escondía en su corazón, y entonces él "tiró" de aquel deseo: "Si conocieras el don de Dios..." Sin lo primero, ella no habría llegado a reconocer sus insatisfacciones; sin lo segundo, la habría dejado marchar con su cántaro lleno de un agua que no calmaba la sed.

Si le preguntamos nosotros por la transformación de su deseo, nos invitaría a no dejar nunca que nada ni nadie sofoque o entretenga los que estuvieron en el origen de nuestra opción de seguimiento de Jesús, sino a mantenerlos siempre despiertos e insatisfechos porque en ellos se esconde nuestra mejor "reserva de humanidad" y lo que nos permite continuar abiertos y expectantes ante ese Don que nunca acabamos de conocer por completo.

Y sobre su experiencia misionera con los de su pueblo, podría hablarnos de cuáles fueron sus estrategias para llevarlos hacia Jesús: había aprendido también de Él a hacerse experta en humanidad, a conectar con los deseos dormidos en el fondo de cada uno y a buscar esos "puntos de fractura" que pueden dejar paso a la Gracia, porque es ahí donde está ya trabajando el Señor y sólo los "buscadores de pozos" capaces de aproximarse y "tocar", de perder tiempo y perforar apariencias, pueden ayudar a otros a alumbrar el manantial que los habita.

-Les pido disculpas, si el texto les parece un poco largo...pero vale la pena...-

viernes, 21 de marzo de 2014

3er. DÍA: Ejercicios Espirituales en la Vida Cotidiana- P. Fernando Cervera -sj-

DÍA 3: PRINCIPIO y FUNDAMENTO

Para escucher hacer clik:

Hoy en el Hemisferio Sur: Comienza el Otoño...


Escrito por Padre Eduardo Casas

"En esta estación la naturaleza va desacelerando su ritmo. Prepara el camino para el silencioso letargo del invierno. Se inaugura el tiempo de una suave y frágil belleza, dorada de hojas y ruidos secos que vuelan al viento y se quejan bajo el rumor de nuestras pisadas. Una serena placidez nos espera en cada otoño de tenue luz de miel que asoma y entibia"


domingo, 16 de marzo de 2014

Transfiguración... Fiarnos de las Manos de Dios...


Escrito por Miguel Tombilla

En este segundo domingo de Cuaresma de la mano de Abraham que nos vuelve a decir que nos fiemos del Dios de las promesas y de las estrellas y que salgamos de nuestras pobres tierras de seguridades aprendidas.
  • De la mano de Pablo que nos recuerda que ya estamos salvados por pura gracia, por regalo increíble del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. 
  • De la mano de Jesús que nos lleva a la montaña para hacernos ver que la Resurrección es cotidiana, llena de esa blancura y del diálogo profundo con toda la Palabra. 
  • De la mano del Padre que nos recuerda que en el Hijo también nosotros somos amados y predilectos.
  • De la mano del Transfigurado que nos toca para decirnos que no tengamos miedo, que las palabras del Padre también son para cada uno de nosotros, que el camino de la pasión (apasionados) es el de la resurrección. 
  • De la mano en esta blancura hermosa.
  • De la mano…

"La Consolación en el Discernimiento Espiritual, por el Padre Ángel Rossi -sj-"


Para escuchar hacer clik en el siguiente enlace:
http://www.radiomaria.org.ar/content.aspx?con=15117

sábado, 15 de marzo de 2014

La Transfiguración del Señor Invita a Nuevos Caminos...

Fuente: CEP - Centro de Espiritualidad y Pastoral- Caracas

Ya estamos en la 2ª semana de Cuaresma y este Domingo se nos invita a considerar la Transfiguración del Señor como una experiencia de ida y vuelta, conformada por cuatro aspectos que deciden el hacia dónde de nuestras vidas:  apartarse con Jesús para estar a solas, comprender y comprenderse a partir del diálogo plural, captar la vida mediante la escucha y el silencio y bajar a la realidad del mundo.

Apartarse para estar a solas: Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan…, y los hizo subir a solas con Él a un monte alto. Dejarse llevar por Jesús es hacerle lugar en nuestra vida, casa, institución, sociedad, como lo plantea el Apocalipsis: Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo (3,20).
Hay circunstancias que requieren estar a solas, apartarnos. Esta toma de distancia o mejor dicho, esta distancia es lo que permite hacer espacio a la reflexión, porque abre un compás de espera (o pausa) entre nuestros razonamientos o convicciones y lo que es la realidad. Así podremos comprender las cosas y la vida como son. La antigua sabiduría nos recuerda el designio de Dios: Sal de tu lugar común y te bendeciré 
(Cf. Génesis 12,1-4).

Que los discípulos vieran conversando a Moisés, a Elías y a Jesús, copó en ellos todo imaginario. La Ley-Justicia y la Verdad-Libertad son fundamentales para la vida personal y cuánto más para la convivencia y la paz, pero serían nefastas si les faltara Bondad-Autenticidad. Si no hay algún grado de benevolencia, la vida se vuelve un infierno. 

Captar la vida mediante la escucha y el silencio. Una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que dijo: Este es mi Hijo, el escogido, escúchenlo. Si escuchamos a Jesús  descubriremos en Él la forma y modo habitual de encontrarnos con las personas, con el mundo y con el mismo Dios. Jesús será para siempre el reflejo de la presencia de Dios en nuestra existencia.
La escucha supone el silencio. Pero no sólo acallar la palabra verbal sino los múltiples ruidos interiores donde se alojan prejuicios, miedos, desconfianzas. El silencio permite enraizar la propia vida más allá de toda seguridad. Nos ayuda a ser más conscientes de nuestras posibilidades y limitaciones. Sólo así crecemos en humildad y verdad.

Bajar de la montaña a la realidad del mundo. Pedro dijo a Jesús: ¡Qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos tres chozas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías. Cuando la realidad nos sorprende, asombra, desborda o se enreda, nuestra  naturaleza  nos hace dar pasos al frente. Con demasiada rapidez queremos zafarnos del curso cotidiano de la vida. Mejor es afrontar con sencillez y honestidad, aunque suponga dolor, la realidad tal cual es.
El encuentro con Dios no es para huir o apartarnos de la vida, sino para bajar y sumergirnos más y mejor en ella. Bajar de la montaña de Dios, es ponernos en sintonía con el mundo para comunicar y contagiar a todos que la vida es más fuerte que la muerte, que es posible pasar del miedo a la calma, del desasosiego a la confianza, de la mentira a la verdad, de la perversidad a la bondad.
Que la Transfiguración del Señor nos interpele para que miremos a la gente, su realidad y la vida con ojos nuevos, misericordiosos y transformadores. De lo contrario corremos el riesgo de proyectar sobre el mundo nuestras convicciones e intereses. Que nos atrevamos a hacer caminos nuevos.


sábado, 8 de marzo de 2014

En el Día de la Mujer...

-de la  CARTA DEL PAPA JUAN PABLO II, A LAS MUJERES-

"Quiero ahora dirigirme directamente a cada mujer...y dar gracias al Señor por su designio sobre la vocación y la misión de la mujer en el mundo se convierte en un agradecimiento concreto y directo a las mujeres, a cada mujer, por lo que representan en la vida de la humanidad.

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.


Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.

Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.

Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.


Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta « esponsal », que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura.

Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas..."




Para leer toda la carta, hacer clik en el siguiente enlace: 

http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/letters/1995/documents/hf_jp-ii_let_29061995_women_sp.html

"La Tentación a Separarnos del Padre"...

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-
El desierto de las tentaciones

Para entender mejor el texto de las tentaciones, necesitamos leer lo que le precede y lo que le sigue:

Su contexto inmediatamente anterior es el del bautismo de Jesús en el Jordán:
Jesús, una vez bautizado, salió en seguida del agua. En esto se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Se oyó una voz del cielo: -Este es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto. (Mt 3,16-17)

En esta escena del bautismo, Jesús escucha la voz del Padre. Se trata del principal  momento teofánico de su vida, junto con la transfiguración. Mateo se sirve de ellos para proclamar que la identidad de Jesús consiste en ser el Hijo amado del Padre. Esa es su identidad y en ella se le revela que su "código genético" consiste en ser el Hijo, el amado, el predilecto del Padre, el objeto de su complacencia. Y podemos entender su marcha al desierto movido por el Espíritu,  como una necesidad imperiosa de "procesar" en el silencio y en la soledad esa revelación, de hacer sitio en su interioridad al  deslumbramiento y al asombro. El significado del desierto no es prioritariamente el penitencial. "La llevaré al desierto y le hablaré al corazón" había dicho Oseas (2,16), convirtiendo el desierto en un lugar privilegiado de encuentro personal y de escucha de la Palabra. 

Jesús es conducido a él para acoger la Palabra escuchada en su corazón en el momento de su bautismo. Hablando desde nuestra psicología, podríamos decir que necesitaba tiempo para asentar en los cimientos de su ser una Palabra que le des-centraba para siempre de sí mismo y le situaba a la sombra de la ternura incondicional de Alguien mayor.

En la escena de las tentaciones vemos a Jesús reaccionando lo mismo que a lo largo de toda su vida:  aferrado y adherido afectivamente a lo que va descubriendo como el querer de su Padre: la vida abundante de los que ha venido a buscar y salvar. No ha venido a preocuparse de su propio pan, sino de preparar una mesa en la que todos puedan sentarse a comer. No ha venido a que le lleven en brazos los ángeles, a acaparar fama y "hacerse un nombre", sino a dar a conocer el nombre del Padre y a llevar sobre sus hombros a los perdidos, como lleva un pastor a la oveja extraviada. No ha venido a poseer, a dominar o a ser el centro, sino a servir y dar la vida.

Lo que "salva" a Jesús de caer en los engaños del tentador es su estar referido al Padre y a su Palabra, y desde ese Centro recibirá el impulso de abandonar del desierto, y se dejará  llevar por la corriente de aproximación de Dios comenzada en la encarnación. A partir de ese momento, lo veremos caminando por Galilea, entrando en relación,  anunciando el Reino,  creando comunidad, buscando colaboradores, acercándose a la gente, contactando, entrando en casas, acogiendo, curando, enseñando...

Sabernos invitados 

Giro y vuelta, parece proponernos el evangelio de este domingo: Den un salto fuera del espacio estrecho y asfixiante de lo que los atrae como el remolino de un sumidero, y sólo les permite girar en círculo, repitiendo siempre las mismas ideas, las mismas preocupaciones, las mismas imágenes sobre ustedes y sobre Dios.
Escapen de ese falso centro que les promete la posesión de las cosas, reíanse de su propensión a trepar a los “aleros del templo” para atraer desde allí admiración o buena opinión de la gente, porque casi nadie levanta la mirada hacia arriba y prefiere mirar las vidrieras o la TV...

No se empeñenen plantar la banderita de su nombre en la cima de algún monte, ni se fatiguen aparentando parecer lo que no son. Dejen que Jesús, el archegós, el  iniciador de su fe, los conduzca hacia el Dios a quien él conoció en el desierto: 
un Dios que no exige de ustedes proezas ni gestos espectaculares, sino solamente tu confianza y  agradecimiento. 
Un Dios que les dirige su  Palabra no para imponer obligaciones o para denunciar sus pecados, sino para  alimentarlos y hacerlos crecer. 
Un Dios al que no encontraran en los lugares de prepotencia o de la posesión, sino en los de la pobreza y la exclusión...

MOMENTO CONTEMPLATIVO:

Te invito a que termines rezando este texto escrito por Maria Concepción Lopez -PDDM-

Cuarenta días y cuarenta noches,
para acercarme más a menudo a tu silencio.
Cuarenta días y cuarenta noches,
para postrarme ante Ti y  escuchar tu Palabra todos los días.
Cuarenta días y cuarenta noches,
para sentir hambre y sed de Ti, de transformación y de liberación.
Cuarenta días y cuarenta noches,
para darme cuenta de todo cuanto me esclaviza.
Cuarenta días y cuarenta noches,
para dar un paso significativo de conversión a Tu voluntad.
 
Cuarenta días y cuarenta noches,
para aprender a ser pobre, a vivir desde el “no-tener” y el “no-poder”.
Cuarenta días y cuarenta noches,
para aprender a vivir de un modo más simple y a reír como un niño.
 
Cuarenta días y cuarenta noches,
para asimilar la buena noticia de que soy un hijo amado del Padre.
Cuarenta días y cuarenta noches,
para disponer el corazón a celebrar,
cuando nos llegue la Luz de la Pascua,
que no somos un caso perdido
y que la Vida, el Perdón y el Amor del Padre
siempre triunfan sobre el pecado y sobre la muerte.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Cuaresma 2014 = Mensaje del Papa Francisco...

Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza -2 Cor 8, 9-

Queridos hermanos y hermanas: 

Con ocasión de la Cuaresma les propongo algunas reflexiones, a fin de que les sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: «Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico? 

La gracia de Cristo 

Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por ustedes…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). 

¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22). 

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2). 

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29). 

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo. 

Nuestro testimonio 

Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo. 

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir. 

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera. 

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana. 

Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele. 

Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen los guarde. 

Vaticano, 26 de diciembre de 2013 
Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir 
Francisco

martes, 4 de marzo de 2014

“Conviértete y cree…”


Escrito por Jesús Garmilla.

"Arranca marzo con la cuaresma del año... Y es tiempo  de seguir “dando fe de la esperanza”. A punto del primer aniversario petrino de Francisco. De nuevo nos convocarán a la con-versión y a la fe. Es decir, a la reforma ininterrumpida de la Iglesia que pasa necesariamente por nuestra reforma interior, vulgarmente llamada “conversión”.

Una cuaresma más para disfrutar de Dios. Porque seguramente en eso consiste este tiempo de gracia: disfrutar del Dios que nos acompaña mientras le acompañamos a Jerusalén. 

Un Tiempo especial para vivir la misericordia de Dios. 

Un tiempo grávido de esperanza, pero también del gozo de dejarse descansar en las manos del Padre que nos ama. 

Hace mucho que la cuaresma dejó de ser un tiempo oscuro, un tiempo de juicios interiores o sospechas infundadas contra uno mismo; un tiempo de pruebas, de controles, de sacrificios rutinarios vacíos de humanidad, tiempos doloridos cargando cruces inmerecidas pero necesarias para vivir la Pascua. 

Se nos invita a situarnos ante nosotros mismos, pero sin miedos ni culpabilidades estériles; a volvernos hacia el Dios de la Vida que nos presenta Jesús; a caminar confiados y pacificados hacia la madrugada liberadora de la Pascua. 

Una cuaresma que debe ser gratificante, humanizadora, liberadora, integradora. 

Una cuaresma sin tonos grises ni marrones, sino cargada de la esperanza del Cristo glorificado por el amor del Padre. 

Una cuaresma que nos pide volvernos a Dios una vez más y apostar por Él con una fe adulta, solidaria, con una espiritualidad de ojos abiertos, valiente, provocativa, creadora, amable.

 “Conviértete y cree el Evangelio”. 

Sin más.

sábado, 1 de marzo de 2014

"Tu Padre": he ahí la Palabra Clave...

Escrito por Eloi Leclerc -de su Libro: El Reino Escondido-

"...Jesús sabe perfectamente que la existencia de los hombres suele transcurrir bajo el signo de la preocupación: preocupación por la comida, por el vestido y el techo, por el dinero y el día de mañana... 

La relación de los hombres con las cosas está dominada por la inquietud y el miedo. Inquietud y miedo a carecer de lo necesario y hasta de lo superfluo. Inquietud y miedo a no tener tal o cual cosa, a perder esto o lo de más allá... Es ésta una carga que el hombre se ve obligado a arrastrar día a día. Pero Jesús piensa que esa carga es incompatible con la nueva existencia en el Reino e indigna de la nueva cercanía de Dios. Por eso quiere absolutamente liberarnos de ella y nos propone una vida libre de inquietudes y de miedos,
digna de los hijos de Dios y, por ello mismo, verdaderamente humana.

«...No se preocupen  por su vida...

Ahora bien, cuando se encuentra dominado por la inquietud y el miedo, el hombre está esclavizado por las cosas. Y Jesús quiere liberarlo, devolverle su dignidad.
¿Cómo? Arraigando la existencia humana en una seguridad última y absoluta. Lo contrario de la inquietud y del  miedo no es para Jesús la despreocupación ni la imprevisión, sino la confianza, y una confianza a toda prueba. 

Y nos revela cuál es el secreto de ésta: «Tu  Padre Celestial sabe que tienes necesidad de todo eso».

«Tu Padre»: he ahí la palabra clave. Y cuando Jesús pronuncia esta palabra, la enriquece con toda la verdad, la profundidad y la emoción de su experiencia filial, es decir, de esa nueva e inaudita cercanía de Dios al hombre, de esa comunicación gratuita de Dios ofrecida a todos en el Hijo. A la luz de esta experiencia, Jesús no promete ciertamente a los hombres una vida fácil, segura y al abrigo de todas las turbulencias y sufrimientos; no les revela una Providencia semejante a un seguro a todo riesgo. Lo que les ofrece es una seguridad última e indestructible, en medio de los peores dramas de la vida. Y es que quien, siguiendo a Jesús, acoge la nueva cercanía de Dios, siempre podrá, suceda lo que suceda, mantener unas relaciones filiales con el Principio supremo del universo y comportarse como un hijo con respecto a él.

...La confianza a que invita Jesús a sus oyentes es una confianza activa: «Busca el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura».

Lejos de animarlos a la ensoñación y a la ociosidad, les hace embarcarse en una gran aventura, les moviliza al servicio del Reino. Los discípulos, dejando a un lado todas sus pequeñas preocupaciones, deben trabajar por transformar el mundo, dejándose inspirar en todas sus relaciones por el aliento de misericordia y ternura que conlleva la nueva cercanía de Dios. A quien se consagra a esta tarea, todo le será dado por añadidura. Porque el Reino da cabida al misterio del hombre en su plenitud. Refugiándose en la nueva cercanía de Dios, el hombre habitará también realmente en sí mismo y en el mundo. Con toda confianza y paz.