sábado, 28 de febrero de 2015

2do Domingo de Cuaresma= La Transfiguración como una Experiencia de Transformación Personal y Comunitaria...

Fuente: CEP: Centro Espiritualidad y Pastoral 

Los evangelistas Marcos, Lucas, y Mateo, relatan la Transfiguración como una experiencia de transformación personal y comunitaria.

En esta experiencia hay cuatro aspectos que tienen gran implicación para la oración personal y para la vivencia comunitaria de la fe. Estos aspectos son: apartarse para estar con Jesús, abrirse a la gloria de Dios, escuchar a Dios y volver a la cotidianidad de la vida.

Apartarse para estar con Jesús. 
A Pedro, a Santiago y a Juan los ha convocado el Señor para subir al monte para estar a solas con Él. Dejarse convocar por Jesús es permitirle que entre a nuestra casa, es decir, que entre a mi vida como en propia casa, como dice el Apocalipsis (3,20): Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. El camino por el que nos conduce el Señor puede ser de subida (ascenso) o de bajada (descenso), ya que la ruta de Dios es cruz y luz a la vez. Sólo así se fragua la rectitud de las intenciones, la transparencia del afecto o querer y la autenticidad de la actuación.

Abrirse a la gloria de Dios. 
En la montaña, según este Evangelio (Mc. 9, 2-10), Jesús irradia una luz intensa, una luminosidad que con su esplendor hace que los discípulos vean a Jesús conversando con Moisés y Elías. Junto a Jesús, que es total bondad, aparecen Moisés (la Tradición) y Elías (la Libertad). Esta visión rebasa el imaginario que los discípulos puedan tener de Jesús. Y es que la Gloria de Dios se manifiesta como comunión, que es el horizonte definitivo al que convoca el Señor.
Escuchar a Dios. A los discípulos los cubrió una sombra de nube que les hizo oír: Este es mi Hijo amado, escúchenlo. Pero ya no vieron a nadie más, sino a Jesús que estaba solo con ellos. Y es que Dios no se deja atrapar. Cuando Dios habla, solamente podemos ver a Jesús que es su Palabra viva. Si lo escuchamos, aprenderemos de Él la forma y modo habitual de encontrarnos con las personas, con el mundo y con el mismo Dios. Jesús será para siempre el reflejo de la presencia vivificadora de Dios en nuestra existencia.

Volver de la montaña de Dios a la cotidianidad de la vida. 
Al bajar de la montaña, Jesús pidió a sus amigos contar lo vivido cuando Él volviera de la muerte. Y es que el encuentro con Dios no es para huir o apartarnos de la vida, sino para bajar y sumergirnos más y mejor en ella. Bajar de la montaña de Dios, es ponernos en situación de apuesta, de búsqueda y de esperanza.


Que la experiencia de la Transfiguración del Señor nos ayude a ponernos en las manos de Dios, a encontrarnos cara a cara con Jesús y a escuchar su Palabra, para que transitemos del miedo a la calma, de la soledad a la compañía, del dominio a la libertad, del desasosiego a la confianza. Porque la Transfiguración del Señor trae consigo una fuerza humana y espiritual que es más fuerte que la muerte. 

jueves, 26 de febrero de 2015

5to Día: EJERCICIOS ESPIRITUALES, Conocimiento Interno de mi Pecado...

Día 5: Interno Conocimiento de mi Pecado


 Hoy vamos a detenernos a pedirle al Señor que nos revele lo que hay en lo profundo de nuestro corazón. Es importante tener en cuenta que sólo Dios puede revelar el pecado a cada uno. Por eso tenemos como petición el pedir el “conocimiento interno de mis pecados”, descubrir qué es lo que hay en lo más profundo de nuestro corazón, qué hay detrás de mis actitudes, de mis búsquedas, qué pueda experimentar el desorden de mis obras. Estas cosas que me hacen vivir la vida sin tener en cuenta la voluntad de Dios le llamamos afectos desordenados.

En el ejercicio de hoy vamos a pedir la gracia de la enmienda, de volver a empezar, de nacer de nuevo como Jesús invita a Nicodemo. Podemos decir que éstas meditaciones sobre el propio pecado tienen como fin poder entablar con el Señor un diálogo de misericordia. Éste es un momento importante dentro de los ejercicios, por eso San Ignacio recomienda que terminemos cada espacio de oración con un coloquio de misericordia en donde pida conocimiento de mis pecados, conocer cómo me quita libertad, y no me deja ser feliz… que sienta lo que tengo que cambiar para ordenar la vida.

“Señor que vea”

Nos dice el P. Ángel Rossi que la petición más justa para éste día al rezar es aquello que le pide el ciego de nacimiento en Marcos 10,51 “Señor,que vea” es decir que sea Dios quien me muestre cuál es mi pecado o cuál es aquella dimensión que necesita ser cambiada. Que Él muestres de mi vida las actitudes, gestos, palabras que lastima a Él y a nuestros hermanos.

El poder ver el propio pecado es revelación de Dios, sólo Él lo muestra a la persona. No está en nosotros, lo más que está en nosotros es pedirle humildemente perdón.Nosotros leemos, examinamos, y al hacerlo le vamos pidiendo al Señor que Él sea el que nos vaya mostrando aquello que Él quiere que cambie. No significa cambiar todo, sino aquello que el Señor quiere en éste tiempo de mi corazón.

San Ignacio, hace pedir una gracia en estos días al revisar el corazón: de tratar de ver y ponerle nombre a nuestros pecados. Ignacio no espera que hagamos una lista, sino que esta gracia que él llama de “crecido e intenso dolor de mis pecados” es decir, poder sentir el dolor y el desorden de mis pecados, y lo que provoca… poder conocerlo y experimentar éste desorden para poder aborrecerlo, para poder luchar contra él.

La gracia, dice el P. Ángel Rossi, sería que Dios me haga sentir el dolor de mis pecados, para lo cual a veces no hace falta todos los pecados, sino alguno o algunos de ellos que tocan al corazón éste dolor. No es un dolor torturante que hace daño, es un dolor purificador. Es la diferencia entre el arrepentimiento y el remordimiento: el primero buscamos arrepentirnos y generar un cambio, mientras el remordimiento no es de Dios, es del mal Espíritu. San Ignacio dice que el mal Espíritu muerde y entristece al alma. Se puede revisar el pecado de dos modos: ponerle nombre con una inmensa esperanza y con sentido de misericordia que a la vez convive con un intenso dolor del pecado, junto a una experiencia interior de que el Señor me está rescatando. Es por un lado una experiencia dolorosa y a la vez una experiencia que purifica, nos libera y nos hace bien. El mal espíritu en cambio la muerde al alma, la llena de remordimiento.

San Ignacio invita a revisar los lugares donde he vivido. El pecado no es un comportamiento aislado, tiene una estructura y un ambiente que lo posibilita. El pecado es la acción libre del hombre en contra del proyecto de Dios, que le hace daño a él mismo y a los demás, y por eso afecta al deseo de Dios que quiere nuestro propio bien y el de los otros. El pecado es relacional.

¿Desde donde pararme para ver mi propio pecado? se pregunta el P. Ángel Rossi a lo que contesta: quizás nos haga bien, imaginarnos frente a alguien a quien queremos muchos… una persona humana, un amigo, nuestro padre, nuestra abuela, alguien a quien uno no quisiera de ninguna manera fallarle. El pecado es eso, fallarle a aquellos que más queremos. Lo que buscamos con el ejercicio no es tanto la gravedad del pecado sino éste dolor de la ingratitud.

San Ignacio que fue un hombre fue un hombre dado a las vanidades del mundo, conoció el pecado y sin embargo ya grande y convertido va a decir que “el peor pecado del hombre es la ingratitud”. Todo pecado más grave o menos grave siempre es un gesto de ingratitud, es una respuesta ingrata a un amor que hemos recibido antes y que le respondemos de un modo mezquino o traicionero. Ese dolor de la traición al amigo que queremos, a nuestros padres o abuelos, lo ponemos frente al Señor en la cruz, reconocemos que está allí por mí. Desde ahí, frente a Él, revisamos con mucha humildad y desde su misericordia nuestro propio pecado.

No se trata de hacer un psicoanálisis sino que nos pongamos ante el espejo de la cruz y la Palabra de Dios para que nos ilumine por dentro. Hoy pedimos a Dios que nos cambie el corazón, un don que sólo Él puede darlo, por lo que se lo pedimos insistentemente. No es cuestión de voluntarismo sino de gracia, y las gracias hay que pedirlas.

Lecturas para rezar

- Ezequiel 36,26: “Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un Espíritu nuevo, quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne”. Le pedimos al Señor que pase por sus manos nuestro corazón, que lo cambie en el sentido que Él lo acaricie, lo cure y este corazón de piedra en el roce de su mano se vuelva, de a poco, un corazón de carne. Cada uno sabrá qué parte del corazón se ha vuelto piedra. Pedirle al Señor humildemente “Señor cámbiame el corazón” y dejarme responder por Él con este texto de Ezequiel y hacerlo propio.

Nos dice el sacerdote jesuita, que como manera de examinar el alma podemos preguntarnos qué significa en mí el corazón de piedra, o qué lugares de mi corazón están endurecidos. Algunos lugares son luminosos y llenos de vida otros oscuros y fríos; algunos solitarios, otros poblados de rostros y cariño.

Basándose en Albisu, el P. Rossi reflexiona:
  • Quitá de mí el corazón cerrado, un corazón que pone llave a lo que pasa dentro con el pretexto de que sólo él entiende lo que le pasa y nadie más…
  • Quitá de mí el corazón enredado que vive dando vueltas sobre sí mismo…
  • Quitá de mí el corazón lleno de espinas que vive siempre a la defensiva…
  • Quitá de mí el corazón guardado, un corazón sin uso que no se termina de entregar que se vive cuidando de tener afectos, de solidarizarse, de amar de más y de ser amado de menos. Un corazón guardado a veces para una supuesta ocasión que nunca llega, un corazón enamorado de sí mismo…
  • Quitá de mí el corazón víctima que considera que todos lo han herido, que no le queda sino estarse sólo con él, todos le están en deuda…
  • Quitá de mí el corazón empachado de sí mismo que harta a los demás hablando de sí, o a veces un corazón inalcanzable que siempre todos tienen que ir hacia él y nunca baja a los demás. Un corazón narciso que se pasa la vida contemplándose a sí mismo, ególatra, auto suficiente que necesita de los demás para sentirse admirado. De los otros ama sus aplausos no a la persona, ama a los que piensen bien de él…
  • Quitá de mí el corazón dividido, disperso, desordenado, desprovisto de la capacidad de elegir… Acá entra la sensualidad, lo que entra por los sentidos, la calle, la televisión, Internet, esto que hace que el corazón esté esclavo, que ha asentado la vida en la arena movediza de la dispersión, que por esto mismo está descentrado que le falta el hogar interior. Un corazón que se ha vuelto ciego…
  • Quitá de mí el corazón implacable, inmisericorde, que no se perdona nada, que vive a presión, que no sabe disfrutar. Un corazón Ícaro que vive persiguiendo un ideal que es inalcanzable, vive frustrándose porque no tiene la humildad de reconocer que no todo lo puede…
  • Quitá de mí el corazón enfermo de apariencia, abrumado de la necesidad de contentar a los otros, un corazón enfermo de “tener que” y no poder disfrutar…
  • Quitá de mí un corazón atrincherado en su capilla interior, demasiado ocupado en la propia santidad, un corazón que ama a la humanidad pero no soporta a los hombres…
  • Quitá de mí el corazón de piedra...

- Apoc 2 y 3  Aquí Dios se dirige a 7 Iglesias:

Éfeso (Apocalipsis 2:1-7) – la iglesia que había abandonado su primer amor (2:04). “Conozco tu conducta: tus fatigas y paciencia; y que no puedes soportar a los malvados y que pusiste a prueba a los que se llaman apóstoles sin serlo y descubriste su engaño. Tienes paciencia: y has sufrido por mi nombre sin desfallecer. Pero tengo contra ti que has perdido tu amor de antes”

Esmirna (Apocalipsis 2:8-11) – la iglesia que sufre persecución (02:10). “No temas por lo que vas a sufrir: el Diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis tentados, y sufriréis una tribulación de diez días. Manténte fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida”

Pérgamo (Apocalipsis 2:12-17) – la iglesia que necesitaba arrepentirse (2:16).

Tiatira (Apocalipsis 2:18-29) – la iglesia que tenía una falsa profetisa (02:20).

Sardes (Apocalipsis 3:1-6) – la iglesia que se había quedado dormida (03:02). “Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi Palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”

Filadelfia (Apocalipsis 3:7-13) – la iglesia que había esperado con paciencia (3:10). “Vengo pronto; mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona”

Laodicea (Apocalipsis 3:14-22) – la iglesia que estaba tibia e insípida (a Dios) (03:16). “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! (…)  Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”

Plegaria del perdonado
La mas honda experiencia humana es la experiencia del amor.
La supera a todas porque es mas decisiva, mas autentica y mas profunda.
Dentro del universo del amor Señor, aparece tu perdón como aquel amor que todo lo supera, porque va mas lejos que nadie ni que nada. Tu Palabra es el cántico a ese Perdón y la Parábola del hijo Prodigo es su plenitud.
Ahora soy yo ese hijo prodigo del Evangelio, soy yo quien reconoce que ha huido de tu casa, soy yo quien ha experimentado su frustración, soy yo el agobiado por el hambre de paternidad.
Y digo que voy a volver, y digo que si, vuelvo a Ti sabedor de la urgencia del camino y de la facilidad de recorrerlo porque al final te encuentro a Ti, mi Dios del Perdón y del Amor.
¿Cuantas veces no me has abrazado cuando volvía a ti?
¿Cuantas veces no me has besado cuando me acercaba a ti?
¿Cuantas veces no me ha desbordado tu ternura cuando caía en tus brazos?
En lo mas hondo del pecado descubro siempre la mayor hondura de tu perdón que es amor, de un amor que se hace perdón. Tómame pues con tus brazos de Padre, vísteme de la vestidura de tu Gracia que es Jesucristo siempre vivo y prepara el banquete de la Eucaristía para que coma y beba perdón, salvación y Amor. Ya estoy cansado de vergonzosas huidas, quiero recuperar la experiencia de tu persona, de tu cercanía, de tu forma de vida. Sabiendo que si tu me perdonas también tendré yo que perdonar a los demás, confiando que no me rechazas.
Acepto tu perdón sin medida: setenta veces siete y con toda la alegría de mi corazón. Padre mío que estas en la Gloria, gracias por ser para mi el padre amante del hijo prodigo.

 Norberto Alcover S.J

miércoles, 25 de febrero de 2015

4to Día: EJERCICIOS ESPIRITUALES, Asombrarnos de su Misericordia

Día 4: Asombrarnos de su Misericordia

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Los Ejercicios Ignacianos, como venimos reflexionando en estos días, apuntan a “buscar, hallar y hacer la voluntad de Dios para poder seguirla”, o en otras palabras, a ordenar la vida según el querer de Dios. Para eso tenemos que estar atentos a los movimientos interiores que se nos vayan despertando en estos días de ejercicios, sobre todo durante el espacio de la oración.

Dentro de la espiritualidad ignaciana sobresale el “discernimiento de espíritus”. San Ignacio, experimentó en su propia vida que conforme a lo que él hacía, meditaba o pensaba, se generaban como dos grandes movimientos en su interior: la consolación y la desolación.  Nos dice la hna Marta Irigoy que “cuando hablamos de consolación son momentos en los que nos sentimos iluminados, contentos, llenos de certezas y alegrías, en cambio cuando estamos desolados son momentos en los que nos sentimos inmersos en la oscuridad, desanimados, inquietos, llenos de miedos pero sin fundamentos, nos sentimos alejados de Dios y tristes”.

Cuando estamos consolados sentimos a Dios cerca, que nos va produciendo un movimiento de amor muy grande a Dios y a todos, y va creciendo en nosotros el deseo de encarnar el evangelio, se fortifica la fe, y sentimos un entusiasmo profundo que nos anima a enfrentar todo.  La desolación, es todo lo contrario a la consolación: perdemos certezas, nos sentimos turbados y hasta miedosos. Nos falta el entusiasmo, y la comunidad con los demás se hace cada vez más dificil, nos sentimos sin paz y que no hay salida. En el caso de los ejercitantes, cuando aparece la tentación, suele aparecer la sensación de que estos ejercicios no tienen nada que ver con mi vida cotidiana.  Por eso cuando terminamos de hacer la oración, es bueno que podamos tomarnos unos minutos y anotar lo que vamos sintiendo, lo que nos pasa por dentro.

Descubrir su Misericordia

En el cuarto día, los ejercicios nos invitan a poner nuestra mirada en la misericordia de Dios. Después de habernos dejado mirar  por Dios, su amor nos genera confianza para poder confiarle nuestras vidas y mostrarnos “disponibles o “indiferentes” para que Él haga su obrar en nosotros. Hoy damos un paso más, y nos adentramos en su misericordia. Lo que nos separa del querer de Dios es el pecado, pero para reconocer nuestros pecados primero necesitamos experimentar la misericordia de Dios. El Padre que nos ama inmensamente, tiene entrañas de misericordia, y nos sale al encuentro.

Hoy vamos a intentar “asombrarnos de la misericordia que Dios tiene para con nosotros” como dice Ignacio. Desde este lugar de profundo amor de Dios, nos adentraremos para reconocer nuestro pecado, de modo que ganemos libertad para seguir la voluntad de Dios.

El P. Ángel Rossi, en su reflexión cita a Martín Descalzo: “hay almas que viven hurgueteando en el excremento de su pasado con el palito de la memoria”. Nosotros nos abrimos al reconocimiento del pecado, pero desde la misericordia de Dios.  Su mirada y su perdón nos impulsan a salir hacia adelante y no a quedarnos en lo que no nos salió o donde fallamos.

La invitación es a acoger el perdón de Dios, pedirlo como gracia y contemplarlo, para desde ahí poder ponerle nombre a nuestro pecado. Hoy no es el día para hacer el examen de conciencia sino para admirarnos y ponderar en lo hondo del corazón la infinita misericordia de Dios para con nuestras vidas.

 Imágenes para llevar a la oración

- Jubileo del año 2000:  El Papa Juan Pablo II tomó la imagen del hijo pródigo y decía: “Que nadie quiera excluirse del abrazo del Padre” esto es lo propio de la misericordia, animarse a dejarse perdonar; “que nadie se comporte como el hermano mayor de la parábola que se niega a entrar a la fiesta (del perdón)”; “que la alegría del perdón sea más grande y más profunda que cualquier resentimiento”; “que la mirada esté puesta en el futuro” sabiendo que pedimos perdón para ir hacia adelante.

La parábola de la oveja perdida ( Lc 15, 3-7): ponemos la mirada en el pastor y en esta imagen de recuperación gozosa. Un pastor que tiene muchas ovejas es entendible que no arriesgue todo el resto del rebaño por la que se le perdió, pero si es un buen pastor conoce a cada una de sus ovejas, sabe cuál es esa que se perdió. Podemos ir recorriendo nuestras alejadas del rebaño y cada uno de los pasos que el Pastor dio para llegar a nosotros. “Sentirnos sanamente orgullosos y admirados de esta terquedad del Pastor en buscarnos hasta encontrarnos, de este misterio de que somos importantes para Él, de hasta qué punto nosotros le faltábamos que lo hace dejar las 99 y salir a buscarnos” dice el P. Ángel, citando a San Ignacio. El Señor no nos abandona en los acantilados, sino que nos sale al encuentro, nos protege, nos cuida las heridas y nos trae cargados contra su corazón.
Van Thuan, estando preso por el régimen comunista, rezaba con la oración de San Ambrosio:

“Ven Señor Jesús, busca a tu siervo, busca a esta oveja extenuada y cansada. Ven Buen Pastor, tu oveja ha andado errante mientras Tú tardabas, mientras Tú te entretenías en los montes. Deja tus 99 ovejas y ven a buscar ésta. Ven sin perros, ven sin rudos asalariados, ven sin el mercenario que no sabe pasar por la puerta, ven sin ayudantes, sin intermediarios que ya desde hace tiempo te estoy esperando, estoy esperando Tú venida. Sé que estás a punto de llegar, ven pero sin bastón, con amor y con actitud de clemencia. Ven Señor Jesús, búscame, rodéame, encuéntrame, levántame, llévame”.
 El Señor siempre prefiere la oveja débil, la frágil, la que con sinceridad, más allá de todo pecado, se acerca y muestra sus fragilidades, descarriadas y heridas. El Buen Pastor hace fiesta cuando vuelve con su ovejita en brazos.

- El Padre misericordioso (Lc 15, 11-35): nosotros identificamos nuestros pecados y errores como “alejadas de la casa del Padre”. La parábola dice que el hijo menor “se fue a un país lejano”, el pecado siempre es un país lejano, nos distancia de “la Casa” como signo de intimidad con Dios. La vuelta de los países lejanos a los que hemos ido a parar para luego sorprendernos con la casa de fiesta. Poner nuestra mirada en esta escena, y sorprendernos con el hijo menor de encontrar la casa en fiesta.

Lo lógico era que el hijo tuviera que rogar clemencia y una rendición de cuentas, pero encuentra un “padrazo”, un Padre grande vulnerado por su amor. El hijo se había ido, pero el Padre tenía reservado para él el mismo sitio aunque momentáneamente estuviera lejos.  El hijo volvía al castigo y se encontró con el perdón, volvía al sombrío de una covacha y un plato de comida de jornalero, y se encontró con una casa llena de luz y la mejor comida. Ésta es la locura de la misericordia.  El Padre sabía que si le reclamaba la condena merecida no iba a lograr nada, sólo haciéndole fiesta lo recuperaba. Su amor le iba a cambiar el corazón.

Henry Nouwen, en su libro “El regreso del hijo pródigo”, descubre en el cuadro de Rembrandt que las manos del padre una es de hombre y otra de mujer: una grande con los dedos extendidos ocupan una gran superficie de la espalda y hombro del hijo, es una mano que transmite firmeza y sostén en una dimensión paternal. La otra mano es fina, tierna, con los dedos cerrados y se apoyan tiernamente sobre el hombro del hijo… es una mano de mujer que quiere acariciar, mimar, consolar y confortar.  Rossi citando a Nouwen aclara: “Esta mano derecha, suave y tierna,  me hace acordar las palabras del profeta Isaías < ¿Acaso olvida una mujer a su hijo y no se apiada del fruto de sus entrañas. Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré> (Is 49, 15-16).  Una mano protege la parte vulnerable del hijo, y la otra potencia la fuerza del hijo y su deseo de seguir la vida.

El escritor José María Pemán describió esta situación mientras intentaba volver a la “Casa”:
“Señor, que tu me das todo y una cosa me pides. Y yo Señor que veo que me das tantas cosas me pides tan poco, te digo sin embargo que no puedo. Pero ten compasión, aún es temprano, ¿acaso aún habrá tiempo?. Y me dirá el Señor “Años y años esperando te llevo. Una y otra vez en esta espera, granó la espiga y floreció el almendro, y una vez y otra vez, por si venías, me asomé en las tardes al sendero. Y sin embargo seguiré esperando, y todavía mientras que te espero, cuidaré que haya estrellas en tus noches y luz en tus auroras y flores en tu huerto”.

Éste es Jesús que siempre nos espera y que siempre nos da una nueva oportunidad, así como son estos Ejercicios Espirituales. Es difícil entender la reconciliación del mundo y mucho más colaborar con ella, si antes nuestro propio corazón no emprende un camino confiado a la casa del Padre, al corazón de Jesús, si no nos dejamos cobijar por su mano cobijadora, abrazarnos y que nos bese. En definitiva ésta es la encarnación: es un Padre que entendió que sus hijos, nosotros, necesitábamos ser acariciados en Cristo, necesitábamos esa cercanía del buen samaritano, necesitábamos que nos hiciera prójimos suyo… y éste Padre se entrega a la alegría que nos da que cada uno vuelva a su corazón.

No vamos a poder entender de reconciliación hasta no convencernos de que aquel banquete preparado por el Padre no es una pantalla para tapar lo que es su hijo, ni el signo de su ingenuidad, sino de la grandeza de su paternidad. No se volvió “gagá” sino que no ha dejado de ser padre. El padre no posterga la fiesta para que el hijo cambie, sino que confía que si hace fiesta el hijo va a cambiar. No necesita condiciones para celebrar, sino que le basta que éste hijo estaba perdido y ha vuelto a la vida.

Hoy no es para hacer el examen de conciencia sino para admirarnos y ponderar en lo hondo del corazón la infinita misericordia de Dios para con nuestras vidas.

A tener en cuenta
Todos los días desde las 8,30hs el P. Ángel Rossi y la hna Marta van a ir dando las indicaciones y la reflexión del ejercicio de cada día. Esta bueno que además del texto que publicamos, también escuches en audio la reflexión del ejercicio. Si no podés a esa hora, se repite a las 18 y a las 00 en la sintonía de Radio María. También cada día cargaremos el material enwww.radiomaria.org.ar

 Momento de oración
1-  Oración preparatoria: predisponernos para el encuentro con el Señor en el desierto. Intentar acallar las voces interiores.
2- Traer la materia: Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar. En este caso nos centramos en las imágenes de experiencias de misericordia; descubrir con cuál de ellas nos sentimos identificados, y ahí quedarnos.
3- Composición de lugar: tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.
4-  Meterme en la escena como si yo estuviera dentro de ella y preguntarme qué me dijo.
5-  Coloquio: a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

6- Evaluación: tomar nota de lo que viví y sentí.

martes, 24 de febrero de 2015

3er Día = EJERCICIOS ESPIRITUALES, Estar Disponibles...

Día 3: Estar  Disponibles

Hacer clik para acceder a RADIO MARÍA:

Los ejercicios tienden a “buscar, hallar y hacer la voluntad de Dios”, lo que también seria ordenar la propia vida. Pero esto no se logra de cualquier modo, sino por gracia de Dios. Por eso en estos días descubriéndonos amados por Dios, nos dejamos mirar por Él y desde su amor le permitimos que nos hable, que nos muestre o nos diga eso que estamos necesitando en este tiempo.

Cada día, cuando nos dispongamos a realizar el ejercicio, vamos a entrar al lugar de oración poniéndonos bajo su mirada. Descubrir que Él nos mira, que nos ve entrar, y que nos mira amándonos. El Señor me mira a mi personalmente, no al montón, sino a mí… me llama por mi propio nombre con ternura.  Antes de iniciar la oración, una vez que sienta y guste que el Señor me mira, es bueno hacer algún gesto de humildad reverencial como puede ser hacer la señal de la cruz con mucha devoción, besar la biblia, o algo que me sirva a descubrirme como criatura que se dirige al creador. 
Después de experimentar su mirada, en el comienzo de cada encuentro de oración, San Ignacio nos invita a realizar lo que el llama la oración preparatoria, que consiste en pedirle a Dios que todo mi ser esté plenamente disponible a la acción de la gracia.  Le pido fortaleza para que este tiempo de oración sea de provecho, y me conduzca a descubrir y realizar su voluntad.

En este 3º día, la hna Marta nos recuerda la importancia del examen de la oración, que no consiste en ponernos una nota o un valor, sino tomar registro interior de cómo fue la oración: cómo nos sentimos, qué se me movió por dentro, qué me dijo el Señor… si actúo Dios o el mal espíritu. Una vez finalizado el ejercicio, nos tomamos 10 o 15 minutos para hacer este examen de oración. Estas notas nos van a servir para, a medida que pasan los días, poder ir siguiéndole el hilo al paso de Dios.

Al saberse amados mostrarse disponible
P. Ángel Rossi

San ignacio nos dice en la segunda parte de “Principio y Fundamento” que todas las cosas en el mundo han sido creadas para el hombre para que lo ayuden a alcanzar el fin para lo que el hombre fue creado. Todas las cosas están al servicio del hombre para este fin: los bienes materiales, el trabajo, las riquezas, la naturaleza, la salud…  Pero muchas veces estas mismas cosas esclavizan al hombre, no lo dejan cumplir su fin último. Por eso estos días de ejercicios nos van a ayudar a recomponer ciertos afectos desordenados, limpiarnos interiormente de todas aquellas cosas que estando a nuestro servicio terminan por hacer mal.

San Ignacio dice que estas cosas hay que usarlas tanto cuanto me ayuden y no me esclavicen, que no me hagan perder libertad ni alegría. Por lo cual, dice San Ignacio, “es necesario hacernos -indiferentes- a las cosas creadas”. Nos dice el P. Ángel Rossi, que en nuestro tiempo “indiferencia” tiene alguna connotación negativa: que no me importa, que me da igual. Por eso quizás la palabra más adecuada para referirnos a esta gracia que pide San Ignacio sea la disponibilidad.  Pedimos esta gracia en el comienzo de los ejercicios, porque si no estamos disponibles no podemos dejarnos trabajar por Dios.

La disponibilidad viene a partir de sabernos mirados y amados por Dios, sólo desde ahí podemos estar “disponibles”, sabiendo que nada malo puede venir de Dios. Nos hace disponibles la experiencia de sabernos amados… por eso ayer contemplamos estas miradas amorosas de Dios. El que se sabe amado se dispone, porque se sabe amado por Dios.  Ignacio dice que es necesario hacernos indiferentes, disponibles, que sería usar de las cosas en cuanto nos ayude a los fines que hemos sido creados y dejarlas en cuanto no me ayuden. Dice Ignacio: “es necesario hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, de tal manera, que no queramos, en lo que nosotros depende, más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, amor que des-amor, honor que des-honor, vida larga que corta, y así en las demás cosas”.

Nosotros naturalmente tendemos a la salud no a la enfermedad, preferimos las seguridades de la riqueza más que la pobreza… ¿Que sería la disponibilidad? Nos dice el P. Ángel, que estar disponibles es ponerse al medio y estar dispuestos a lo otro “si Dios lo quiere” y sólo si Dios lo quiere, osea Ignacio nos hace pedir que yo quiera una u otra cosa según lo que Dios considere lo que a mí más me ayuda conforme al fin que fui creado que es hacer su voluntad. Ésto no significa que me de la mismo, o que no me importe, sino que aún sin darme lo mismo estar dispuesto a lo otro si Dios lo quiere. El P. Ángel también nos advierte que no necesariamente Dios pide siempre lo más difícil, por ende no tener miedo.

Nosotros nos distinguimos del barro, porque nosotros sí podemos negarnos a las manos del alfarero, pero a la vez también podemos aceptarlo… Nos dice el sacerdote jesuita que “ser disponibles es pedirle a Dios que meta mano en la arcilla de nuestro corazón y pedirle a Dios la gracia de poder aceptar que nos trabaje interiormente”.  Estar dispuestos es también aceptar lo que Dios va haciendo: si me hizo más o menos rico, con una historia más sencilla o más dolorosa, etc.   

Hoy pedimos esta gracia de que seamos siempre barro blando en las manos de Dios. Que no significa no ser apasionados en lo que hacemos, pero sí disponibles a lo que Él quiera y hasta cuando quiera. Como decía Martín Descalzo hacia el final de su muerte: “a pesar de todo nosotros dos tendremos una certeza: que mi corazón el día que te lo entregue, a pesar de todo, va a seguir teniendo un poquito de olor a tus manos”.  Siempre Dios sigue trabajando, y lo seguirá haciendo un instante antes de la muerte.

 Algunos textos para rezar la disponibilidad

- María (Lc 1, 18): El ideal de la disponibilidad está en María en su encuentro con el ángel: ” He aquí la esclava del Señor. Que se cumpla en mí lo que has dicho” Lc 1,18.  Ésta es la gracia de la disponibilidad, “que se cumpla en mí”… “acá estoy Señor, que se haga tu voluntad en mí”

- El joven rico (Mc 10, 17-27): es la imagen contraria, de no disponibilidad. Él se presenta con buena voluntad, pero cuando el Señor le pide que venda todas sus riquezas y la reparta a los pobres, para después seguirlo, no está disponible. El joven está atado a las riquezas, está apegado y no lo hacen libre.

- San Agustín: Ignacio dice que es necesario “hacerse disponible”, lo que implica que nosotros naturalmente no somos disponibles, por ende es un proceso de ir liberándonos de las cosas que nos atan para estar disponibles.  Nos cuenta el P. Rossi, el caso de San Agustín, que en su conversión a los 40 años, frente a la voluntad de Dios en un primer momento le dice “Ya sé Señor, pero no puedo”. Es una oración imperfecta todavía, pero muy sincera. Más adelante, después de un proceso que habrá llevado su tiempo, San Agustín le dice a Dios: “Señor dame lo que me pides, y pídeme lo que quieras”, haciéndose consciente de que sólo no puede, pero con su gracia puede hacerse disponible.  En un momento más avanzado en el proceso San Agustín llega a exclamar: “Señor lo que quieras, cuando quieras y del modo que Tú quieras”.  Ésta es una oración de disponibilidad total, donde ya no hay condiciones, con miedo seguramente, pero poniendo su confianza en el Señor.

- El barro y el alfarero ( Jr 18, 1-12):  aparece esta imagen de Dios como el Alfarero y nosotros como barro en sus manos.

- Is 29, 16:  en donde dice “¿Es acaso la arcilla igual al alfarero?”  “¿Acaso la arcilla puede decirle al alfarero “¿qué estás haciendo?”

- Rm 9, 20-29: ” ¡Oh hombre! Pero ¿quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso la pieza de barro dirá a quien la modeló: “por qué me hiciste así”? O ¿es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras para usos despreciables?”

 A tener en cuenta

Todos los días desde las 8,30hs el P. Ángel Rossi y la hna Marta van a ir dando las indicaciones y la reflexión del ejercicio de cada día. Esta bueno que además del texto que publicamos, también escuches en audio la reflexión del ejercicio. Si no podes a esa hora, se repite a las 18 y a las 00 en la sintonía de Radio María. También cada día cargaremos el material enwww.radiomaria.org.ar

 Momento de oración
1-  Oración preparatoria: predisponernos para el encuentro con el Señor en el desierto. Intentar acallar las voces interiores.
2- Traer la materia: Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar. En este caso nos centramos en las imágenes de disponibilidad a Dios; descubrir con cuál de ellas nos sentimos identificados, y ahí quedarnos.
3- Composición de lugar: tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.
4- Meterme en la escena como si yo estuviera dentro de ella y preguntarme qué me dijo.
5-  Coloquio: a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.
6- Evaluación: tomar nota de lo que viví y sentí.

2do Día= EJERCICIOS ESPIRITUALES, La Mirada del Señor...

2do Día= La Mirada del Señor...

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http://radiomaria.org.ar/programacion/dia-2-la-mirada-del-senor-2/

A modo de Introducción...


San Ignacio cuando nos invita a realizar los Ejercicios Ignacianos, antes que nada, nos pone frente a lo que el llama “Principio y Fundamento”, lugar desde donde la vida se puede apoyar sobre roca firme. Nos dice San Ignacio que “El hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma”. Para San Ignacio es fundamental que la persona descubra que lo más importante es saberse amado y creado por Dios. “Es decir, que toda persona ha sido soñada amorosamente por Dios. Ésto le da consistencia a la vida del hombre, sino corremos el riesgo de no saber para qué existimos. Es desde este lugar donde va a salir la alabanza del hombre a Dios”   nos dice la hna Marta Irigoy, misionera diocesana.

Es importante descubrir, como dice San Ignacio, que “No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar  de las cosas internamente”. En este sentido, no es la acumulación de conocimientos intelectuales lo que nos sacia, sino el hecho de meditar interiormente; no hace falta tener muchas ideas, sino penetrar a fondo las verdades esenciales. Por eso en estos días de ejercicios si cuando escucho la reflexión o leo uno de los textos propuestos siento que algo me llama la atención, que me gusta, ahí me quedo… “La oración es un diálogo íntimo con Dios, por eso, muchas veces basta una sóla Palabra o un sólo gesto para que ya tenga materia para quedar reflexionando y rumiando. Donde siento gusto, ahí me quedo. Y después sigo adelante con lo demás. No hace falta que siga con todo, sino saber que algo de todo lo que me proponen es para a mí” nos dice la hna Marta

También recomienda San Ignacio para la persona que se dispone a hacer los ejercicios, acercarse al lugar de oración con alegría y disponibilidad, mostrarse abierto a lo que el Señor quiera decir o mostrar.  Por eso en estos días le vamos a pedir la gracia al Señor de que nos ayude a disponernos a que Él nos vaya moldeando a su gusto y según su sabiduría.

Saberse mirado
P. Ángel Rossi

En este segundo día, como composición de lugar nos vamos a poner bajo la mirada del Señor y descubrir cómo Él me mira… Es bueno saber cómo llegamos a estos días, cómo me encuentro interiormente y también cómo soy mirado por el Señor.

En la mirada del Señor podemos sentirnos en un lugar seguro, y ahí revisar el corazón y ofrecerle nuestras alegría y tristezas, los éxitos y fracasos de este tiempo, mis sueños.

Entrar en la escuela de la mirada del Señor, con quien se puede estar sin temores.

 Yo les propongo una frase de San Agustín “Mírame para que pueda amarte”.  Este Dios que sabe todo de nosotros, lo lindo y las partes difíciles también… ante Dios no hay máscaras, Él ya nos conoce, ya nos acepta y ya nos comprende. Por eso animarnos a ser honestos, y a preguntarnos bajo su mirada amante “¿cómo estamos?”.
Santa Teresa en “Camino de perfección” le recomendaba a sus monjas: “Procura luego, hija, tener compañía. Pues ¿qué mejor que la del mismo Maestro que enseñó la oración que vas a rezar? Representatelo al mismo Señor junto con vos y mira con qué amor y humildad te está enseñando. Y créeme, mientras puedas no estés sin tan buen amigo. Si te acostumbras a traerle y El ve que lo haces con amor y que andas procurando contentarle, no lo podrás -como dicen- apartar de vos; no te faltará para siempre; te ayudará en todos tus trabajos; y lo tendrás en todas partes: ¿pensás que es poco un tal amigo al lado? (…) Si estás alegre, mírale resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Si estás con trabajos o triste, mírale camino del huerto. (…) Míralo a Él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los tuyos, sólo porque vayas y vuelvas la cabeza para mirarle”

Dios nos mira con una mirada personal, sólo desde su mirada amorosa podemos amarle.  El P. Ángel nos comparte un texto del Cardenal Newman:

“Sea quien seas Dios se fija en ti de modo personal, te llama por tu nombre, te ve y te comprende tal como te hizo, sabe lo que hay en ti. Conoce todos los pensamientos y sentimientos que te son propios. Todas tus disposiciones y gustos, tu fuerza y tu debilidad. Te ve en tus días de alegrías y también en los de tristezas. Se solidariza con tus esperanzas y tentaciones, se interesa por todas tus ansiedades y recuerdos, por todos los altibajos de tu espíritu. Él te rodea con sus cuidados y te lleva en sus brazos, Él ve tu auténtico semblante ya esté sonriente o cubierto de lágrimas, sano o enfermo. El vigila con ternura tus manos y tus pies. El oye tu voz, el latido de tu corazón y hasta tu respiración. Tú no te amas a ti mismo más de lo que Él te ama”.

La mirada es signo del conocimiento, sentir que este Señor nos conoce profundamente y esto nos da mucha confianza. Por eso para este día en la oración nos preguntamos: ¿qué mirada del Señor necesito en este tiempo de mi vida?. 

Como decía Guardini, vivir de su mirada y aprender en su presencia a captar el misterio de lo que yo soy, frente a Dios, frente al corazón y  a lo que soy. Recomiendo no tomar todos los textos, sino centrarse en la mirada que siento que el Señor me quiere hablar.

 Nos pueden ayudar algunos salmos:

Salmo 139:  “Señor tu me sondeas y me conoces”
Salmo 80:  “Alumbra tu rostro y nos salvaremos”
Salmo 33:  La mirada del Señor que nos libra de la muerte

Dios me mira amándome

-  La mirada conocedora (Jn 1, 43-51):  Natanael llega sin ganas al encuentro con Jesús, escéptico, hasta desconfiando de que algo bueno pueda salir de Nazareth. Jesús mirándolo le dijo: “Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”. Natanael se descubre conocido por Él, desde lo profundo. “Yo te vi antes de que Felipe te llamara cuando estabas debajo de la higuera”. Dios conoce amando, nos ama conociendo.

- La mirada de Zaqueo (Lc 19, 1-9): una mirada que re-ubica. Jesús pasa caminando y se pone por debajo del árbol al que Zaqueo está subido. Por ahí, podemos andar trepados al árbol de la importancia, como mirando a Dios desde arriba, con los roles invertidos.

- La mirada a Bartimeo (Mc 10, 46-52):  “¡Animo! Levántate, Él te llama” le dicen los discípulos al ciego que estaba tirado al borde del camino. Una mirada que nos impulse a arrojar el manto, signo de nuestras seguridades, y a ponernos de pie de un salto e ir hacia Él.  Dios nos quiere mirar cara a cara, ni desde abajo como Bartimeo con una mirada rastrera, ni de arriba como Zaqueo. Una mirada que nos re-ubique: que nos abaje si andamos agrandados, y que nos ponga de pie si andaba en el piso.

- Una mirada que nos vocaciona (Mc 10, 17-22):  “El Señor lo miró con amor y le dijo: Sólo te falta una cosa, ve vende lo que tiene y dálo a los pobres. Ven y sígueme”. El Señor que nos vocaciona, nos llama a servirlo de un modo especial. Y si ya descubrimos la vocación, puede ser que necesitemos una mirada que nos reanime en la misión, que la sostenga y la haga fecunda. Una mirada que consile la misión.

- Una mirada que serene la tormenta (Mt 14, 22-33): sentir que no sólo el Señor nos mira a nosotros sino que también ve y comprende nuestras circunstancias. Él está en la orilla de nuestro corazón y no se desentiende de nuestra barquita sarandeada muchas veces por el mar embravecido, sino que viene a nosotros y nos dice: “Tranquilícense, soy yo. No teman”.

- Una mirada perdonadora (Lc 22, 61-62): como aquella a Pedro, que después que cantó el gallo 3 veces, se dió vuelta y miró a Pedro. Una mirada de inmensa ternura y de misericordia, que perdona. También una mirada de reproche pero con cariño a sus presunciones, como achacándole con la mirada pero con mucho cariño como si dijera “¿Viste que no eras tan fuerte como creías, viste que sólo no podías, viste que sin mi ayuda el corazón humano es capaz de todo incluso lo impensable?”

- Una mirada desde la cruz (Jn 19, 25-27): “Viendo a su madre y cerca de él al discípulo al que Él amaba…” Jesús entrega su madre a Juan, y a Juan a su madre. Quizás necesites una mirada tierna y cariñosa de María.

Para tener en cuenta

Todos los días desde las 8,30hs el P. Angel Rossi y la hna Marta van a ir dando las indicaciones y la reflexión del ejercicio de cada día. Esta bueno que además del texto que publicamos, también escuches en audio la reflexión del ejercicio. Si no podés a esa hora, se repite a las 18 y a las 00 en la sintonía de Radio María. También cada día cargaremos el material enwww.radiomaria.org.ar

Momento de oración

1-  Oración preparatoria: predisponernos para el encuentro con el Señor en el desierto. Intentar acallar las voces interiores.

2- Traer la materia: Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar. En este caso nos centramos en las miradas del Señor; descubrir con cuál de ellas necesitamos que el Señor nos mire hoy, y ahí quedarnos.

3- Composición de lugar: tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.

4- Meterme en la escena como si yo estuviera dentro de ella y preguntarme qué me dijo.

5-  Coloquio: a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

6- Evaluación: tomar nota de lo que viví y sentí.

domingo, 22 de febrero de 2015

1er DÍA=EJERCICIOS ESPIRITUALES, Irnos al desierto...

Día 1: Irnos al desierto

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A modo de introducción...

Damos comienzo a la transmisión de los Ejercicios Ignacianos 2015. Este año estarán predicados por el sacerdote Jesuita Ángel Rossi, y contará con los comentarios de la hermana Marta Irigoy -misionera diocesana- y el P. Javier Soteras, director de Radio María Argentina. (Se transmitirán cada día desde las 8,30 am, 18hs y 00hs, a través de Radio María Argentina o en www.radiomaria.org.ar)

Hacer los Ejercicios Ignacianos, tiene como finalidad “buscar y hallar la voluntad de Dios para poder seguirla” en la vida concreta de cada ejercitante. Decidir hacerlos es animarse a ir al desierto, lugar donde Dios nos va a hablar al corazón… saber cómo escaparnos a este “desierto”, lugar de soledad de un rato en lo de todos los días… Nos dice el P. Angel Rossi en este primer día que el desierto es un lugar de seducción, también de prueba y lucha, y de encuentro con Dios. Dicen que el desierto es un lugar terrible y a la vez fascinante, como las cosas de Dios.

Por eso es en este primer día de ejercicios es importante que busquemos  un lugar en la casa en donde sea nuestro propio desierto, de silencio, lugar en donde nos sintamos a gusto, cómodos. “Vamos a encontrar el desierto en la medida que nos liberemos del “chantaje de lo urgente”, de los condicionamientos de la apariencia, de la dictadura del hacer” como nos dice el P. Ángel Rossi.  En el desierto se apunta a lo esencial: en el desierto aprendemos a distinguir lo que es importante de lo que es superfluo.

En el desierto se está con Dios o no se está con nadie, quedamos con el corazón desnudos. Allí buscamos la autenticidad, que no es hacer lo que me parece, sino eliminar de nuestras vidas todo lo que hay de mentira. A lo largo de éstos días de oración tendremos que ir discerniendo para eliminar de nuestras vidas todo lo que hay de maquillaje y mentiras. A veces en el desierto, Dios nos desinfla nuestros Nombres acrecentados y carentes de obras, agrandados. En el desierto recuperamos nuestro nombre verdadero, nuestra identidad, muchas veces rebajada.

Los ejercicios, y este desierto, será un espacio para reconocer los personajes que nos han ocupado la casa interior, sacarlos y volver a habitarla. Vamos al desierto a ser señores de nuestra propia vida, a recuperar la dimensión de hijos, y ocupar y vivir nuestra casa.

La oración es un encuentro con quien me habla. El desierto tiene sentido si me genera un verdadero espacio de encuentro para estar con quien me ama.

 Además de un lugar físico concreto en donde rezar, también tenemos que pautar de antemano un tiempo de duración del ejercicio. Es importante que lo hagamos con realismo conforme a nuestras posibilidades y a nuestra práctica en la oración. Si decidimos dedicarle 20 minutos a la oración cada día, es importante cumplirlo, ni más ni menos tiempo del pautado. No depende de cuántas “ganas” tengamos… entonces si estoy “a gusto” me quedo más y si ya me aburrí me voy; es ser fieles a esto que acordamos con Dios.

 También es bueno que cuando vayas al lugar de oración tengas a mano un cuaderno y una birome en donde puedas anotar lo que te vaya surgiendo cada día en el ejercicio. Además, tené la Palabra de Dios a mano, porque cada día vamos a ir orando con un texto específico.

 Prepárate, sube y espérame...
(Ex 34, 1-5  Cuando Dios hace subir a Moisés al monte)

Al comenzar ejercicios, lo que Dios le pide a Moisés nos los pide a nosotros, “Prepárate y predisponete para el encuentro”. Un encuentro que es gratuito, que no depende de nuestro esfuerzo, en donde el Señor nos invita. Les propongo que nos preguntemos, ¿cómo llegamos a este monte?. Dispersos, distraídos o preparados. ¿Quién soy? ¿Quién es esta persona que sube al monte? “Que nadie suba contigo” dice el Señor. Subimos en soledad, es un encuentro en donde yo me pongo sólo en ese rato de oración ante Dios.

El Señor nos pide que dejemos el corazón en blanco, que pongamos un cheque en blanco y que Él ponga la palabra que el considere que es una palabra para mí. Para algunos será una palabra de perdón, para otros de perdón, de ánimo o de consuelo.  “Pondré mi ley en su interior y escribiré en sus corazones” (Jr 31, 26). O lo que dice San Pablo,  “Cada uno de nosotros es una carta de Cristo escrita no con tinta sino con el Espíritu, no con tablas de piedra sino de carne” (2 Cor 3, 3).

Subir en paciencia, sin ansiedades ni pretensiones. Lo nuestro es disponerse y esperar, confiar en que el Señor no defrauda. Hay que saber esperar, e incluso habrá días en que parezca que “no pasó nada”, “no se movió el corazón”, pero a los tiempos los maneja Dios. El desafío es desear el encuentro: “Mi alma tiene sed de Tí” (Sal 42).

Comenzamos los ejercicios dejándonos decir por el Señor, “No tengan miedo”, yo estaré con ustedes y les hablaré al corazón. Vengan a un lugar desértico a descansar un rato. Confiar en que también para nosotros serán días de encuentro y profundización en el amor del Señor.

Carta de un soldado a Dios
Escucha Dios… yo nunca hablé contigo.
Hoy quiero saludarte, ¿cómo estás?
Tú sabes… me decían que no existes,
y yo, tonto de mí, creí que era verdad.
Yo nunca había mirado tu gran obra,
y anoche, desde el cráter que cavó
una granada vi tu cielo estrellado,
y comprendí que había sido engañado.
Yo no sé si tú, Dios, estrecharás mi mano,
pero voy a explicarte, y comprenderás,
es bien curioso, en este infierno horrible
he encontrado la luz para mirar tu faz.
Después de ésto, mucho que decirte no tengo.
Tan sólo que… me alegro de haberte conocido.
Pasada media noche habrá ofensiva,
pero no temo, sé que tú vigilas.
¡La señal! bueno Dios, ya debo irme…
me encariñé contigo… quiero decirte,
que como tú sabes, habrá lucha cruenta
y quizá esta noche, aún llamaré a tu puerta.
Aunque nunca fuimos amigos,
¿Me dejarás entrar si hasta a ti llego?
pero… si estoy llorando, ¿ves Dios mío?
se me ocurre que ya no soy un hombre abandonado y sin Dios.
Bueno Dios, debo irme… buena suerte.
Es raro, pero ya no temo a la muerte.

Poesía encontrada en el bolsillo de un soldado muerto en el frente de batalla

Momento de oración

1-  Oración preparatoria: predisponernos para el encuentro con el Señor en el desierto. Intentar acallar las voces interiores.

2- Traer la materia: Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos.

Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar. En este caso tenemos algunas lecturas que nos pueden ayudar para este primer día.

  • Os 2, 16 “La seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”. Dejarnos decir por el corazón cosas lindas. El Señor nos lleva al desierto, y nos renueva su cariño hacia nosotros hablándonos al corazón.
  • Mc 6, 31 “Vengan a un lugar solitario a descansar un poco”
  • Mt 11, 28-30 “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados que yo los aliviaré”.
3- Composición de lugar: tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.


4- Meterme en la escena como si yo estuviera dentro de ella y preguntarme qué me dijo.

5-  Coloquio: a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

A tener en cuenta

Todos los días a las 8hs el P. Angel Rossi y la hna Marta van a ir dando las indicaciones y la reflexión del ejercicio de cada día. Es bueno que además del texto que publicamos, también escuches en audio la reflexión del ejercicio. Si no podés a las 8,30 escucharlo en vivo, se repite a las 18 y las 00 hs. en la sintonía de Radio María.

sábado, 21 de febrero de 2015

1er Domingo de Cuaresma=MI DESIERTO Y MI CONVERSIÓN

FUENTE: CEP -Centro de Espiritualidad y Pastoral-

La liturgia nos propone para este 1er domingo, un relato muy breve pero a la vez muy lleno de símbolos en torno a dos experiencias: desierto y conversión.

El desierto que nos presenta el evangelista, es tiempo y lugar de contrastes. En el desierto vive Jesús cuarenta días y vive rodeado de animales salvajes. Es tentado por satanás y los ángeles le sirven. Así el desierto, aunque es un tiempo y lugar de apartamiento, no está vacío, está cargado de presencias.

La conversión también es tiempo y lugar de contrastes. Se nos anuncia que se ha cerrado ya un ciclo: “el tiempo se ha cumplido”, y a la vez nos anuncian que estamos en el tiempo del Evangelio. Y así, la conversión implica la salida del tiempo caduco, el actual, para transitar uno nuevo, el de la llegada del Reino.

Pero en medio de la experiencia de desierto y conversión, aparece el Espíritu que impulsa, y la situación de Juan Bautista que provoca coraje. Marcos nos dice que Jesús va al desierto bajo el impulso del Espíritu Santo, y que movido por el arresto del Bautista, va a Galilea para anunciar la conversión. Jesús ni se resiste al Espíritu, ni se paraliza ante la dificultad o el reto. 

El Evangelio de este domingo nos está invitando a vivir el desierto y la conversión. Propone que dejemos guiarnos por el Espíritu Santo al desierto de Dios, que nos demos un tiempo para que podamos encontrarnos cara a cara y sin miedo, con todo lo que llevamos dentro de nosotros mismos. Y nos propone, como a Jesús, que estemos atentos a lo que va pasando a nuestro alrededor, para que las realidades de hoy provoquen el coraje de responder a los retos que nos presenten el Espíritu y el Mundo.

Desierto y conversión son presentados por Marcos como dos aspectos inseparables de un mismo camino. Una ruta que se transita con la luz del Evangelio. Todo desierto bien vivido ha de llevar a la conversión. Puede que nos resistamos a vivir el desierto que nos ofrece Dios por estar afianzados en nuestros apegos, en nuestras comodidades, en nuestras cerrazones. Y puede que con ello estemos rechazando la gracia de la conversión, y la salvación.

Que nos atrevamos a salir de nosotros mismos y nos expongamos a la energía del Espíritu de Dios para que nos coloque en la vida, libres, convertidos, solidarios, misericordiosos, alegres y esperanzados en la venida del Reino.
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MOMENTO CONTEMPLATIVO:
  • HAGO mi PETICIÓN: En forma sencilla hago una oración al Señor, que pueda expresar lo que tengo dentro de mi corazón, una oración que nazca de lo más hondo de mi vida. 
Señor, llévame al desierto para que entre en proceso de conversión.
  • COMO REZO?:
Busca gustar interiormente el  DESIERTO al que conduce el ESPÍRITU:

Dejarse conducir por el Espíritu al desierto implica arriesgarse, exponerse y disponerse a la acción de Dios. Si nos atrevamos a vivir el desierto divino saldremos curtidos de generosidad y misericordia.
      Que en esta cuaresma estemos atentos a la acción del Espíritu Santo que transforma todos nuestros miedos y resistencias en libertad.

Busca gustar interiormente la  CONVERSIÓN a la que invita JESÚS: 

Dejarse conquistar por Jesús implica volverse y mirarlo a Él y convertirse a un nuevo modo de amar y de servir. Si nos hacemos amigos y amigas de Jesús nuestra vida se llena de alegría y contagiamos a otros la hermandad.
        Que en esta cuaresma estemos atentos a la palabra de Jesús que convierte todos nuestros males y pecados en gracia divina.

Busca gustar interiormente el ENCUENTRO con la  PALABRA DE DIOS

Dejarse iluminar por la Palabra implica captar que “el tiempo se ha cumplido” y que hace falta nuevas prácticas y símbolos según los nuevos tiempos de Dios. Si estamos atentos a la realidad de cada persona, de cada tiempo y lugar, el Señor nos dará fortaleza y sabiduría para actuar y servir con gozo. 
         Que en esta cuaresma estemos atentos al amor de Dios que re-crea toda nuestra vida, haciéndola benéfica para nosotros mismos y para quien nos necesita. 


ORACIÓN de CUARESMA:

Ayúdame a hacer silencio,
Señor, quiero escuchar tu voz.
Toma mi mano, guíame al desierto,
que nos encontremos a solas, Tú y yo.
Necesito contemplar tu rostro,
me hace falta la calidez de tu voz,
caminar juntos... callar para que hables Tú.

Me pongo en tus manos, quiero revisar mi vida,
descubrir en qué tengo que cambiar,
afianzar lo que anda bien,
sorprenderme con lo nuevo que me pides.

Me tienta creer que te escucho,
cuando escucho mi voz.
¡Enséñame a discernir!
Dame luz para distinguir tu rostro.
Llévame al desierto
Señor, despójame de lo que me ata,
sacude mis certezas y pon a prueba mi amor
Para empezar de nuevo, humilde, sencillo,
con fuerza y Espíritu para vivir fiel a Ti.

         P. Javier Leoz

sábado, 14 de febrero de 2015

Un Dios que es más Dios en la Debilidad del Amor...

Escrito por Miguel Tombilla

Un leproso sale al encuentro de Jesús. Lo hace sabiendo que no puede acercarse, que lo tiene prohibido porque su enfermedad (como todas en aquella época) era fruto del pecado, del suyo o de sus padres, tanto da. Sabiendo que está violando la ley del mismo Dios se pone de rodillas y suplica. Lo hace desesperadamente, con la súplica que nace de la soledad, de la exclusión más lacerante. Y cree lo que le dice: “Si quieres puedes limpiarme”.
Ese “si quieres” que es seguridad en aquel que todo lo puede en la fragilidad del amor.

Y Jesús hace cuatro movimientos.
  • El primero es el que hace nacer a todos los demás: sintió compasión. Esa compasión de unas ovejas sin Pastor, de la muerte de su amigo Lázaro que lloran sus hermanas, de la hora de los olivos y de olor a muerte…Compasión de un Dios que la vivió desde el comienzo. Fragilidad que hace que Dios sea más Dios a los ojos de unos y deje de ser Dios a los ojos de otros.

  • El segundo movimiento fue extender la mano. La mano que bendice, que da de comer, que dibuja en el suelo secretos que no conocemos mientras que otros condenan a un débil sin derechos. La mano de Dios.

  • El tercer movimiento es el más escandaloso. Toca. Toca lo intocable, se hace pecado rozando con los dedos la culpa visible y contagiosa. Los dedos de Dios que así para muchos se hacen misericordia infinita que cura y reintegra en la vida. Para otros deja de ser Dios, porque Él nunca puede contaminarse con el pecado.

  • Y el último movimiento: la palabra que recrea. “Quiero, queda limpio”. Como la del inicio que creaba y veía que era bueno todo lo que hoy a nosotros nos suele pasar desapercibido.

Sentir compasión, extender la mano, tocar y decir… Y amar. A un leproso que no merecía nada, condenado justamente por su propio pecado. Hermosura de un Dios que es más Dios en la debilidad del amor, aunque algunos no puedan creerlo.

jueves, 12 de febrero de 2015

Cuando Jesús habla de Dios...


Escrito por Anselm Grum

 Cuando Jesús predicó por primera vez en la sinagoga de Cafarnaúm, los oyentes quedaron muy impactados de su enseñanza: «Pues los enseñaba con autoridad (divina), y no como los maestros de la ley» (Mc 1,22). Jesús habla de Dios de tal manera que los hombres presienten; este no sólo habla de Dios; en sus palabras se hace presente el mismo Dios; Dios resplandece en ellas. Era un discurso arrollador y un hablar auténtico. Ya este hablar de Jesús sobre Dios posibilita la curación de los hombres. Cuando Jesús estaba hablando adecuada y claramente de Dios, un hombre en la sinagoga se puso a gritar. Era un hombre poseído por un espíritu inmundo. Se podría decir: Tenía una imagen distorsionada de Dios. Cuando Jesús habla de Dios, esta imagen demoníaca de Dios se despierta. Quizá había reducido a Dios a un sistema de seguridad personal. O quizá lo había utilizado para imponerse a los demás. Dios le servía como peldaño para elevar su autoestima. Jesús saca a la luz estas imágenes demoníacas. Tenían que despabilarse. Y el hombre aquel terminó por estallar. Advirtió que se ahogaba. Cuando estas imágenes demoníacas ya no le sirven, todo su proyecto de vida se le viene abajo. Jesús ordena al espíritu inmundo: «¡Cállate y sal de él!» (Mc 1,25). 

Y el espíritu salió de él dando un fuerte alarido. La reacción de los hombres fue de temor y de asombro: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva llena de autoridad! ¡Manda incluso a los espíritus inmundos y estos le obedecen!» (Mc 1,27). Un hombre es curado mientras Jesús habla adecuadamente de Dios. Las imágenes enfermizas - de Dios hacen enfermar al hombre. Por el contrario, cuando uno llega a conocer al verdadero Dios mediante la experiencia de su propia verdad y habla de él con autenticidad, cura a los hombres dominados por imágenes demoníacas de Dios. Salvar es aquí, sobre todo, liberar al hombre de fuerzas extrañas, de demonios, de modelos de vida y de representaciones de Dios y del mundo que llevan a una situación de enfermedad.

Jesús sigue hablando de Dios de forma que ante sus palabras se dividen los espíritus –esto nos lleva al momento cuando Jesús es presentado en el Templo: Lc 2, 34-35  “ Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,  y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos»-

Quién se deja enseñar por sus palabras reconoce a Dios y se conoce a sí mismo correctamente y encuentra en ellas un camino para la vida.

Ayudas para la oración

¿Hay en tu interior espíritus impuros que enturbian tu pensamiento?
¿Tienes una imagen correcta de ti mismo/a o bien, ¿te has apropiado una imagen falsa de ti, que falsifica tu imagen original?
¿Qué es lo que Jesús llama a salir a la luz en tu corazón?

Mirando a las personas de tu entorno

 ¿Qué es lo que distorsiona tu mirada?
¿Con que anteojos miras a tus prójimos?