viernes, 30 de marzo de 2012

Vivir la cuaresma haciendo los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.

20º Día de los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.
Estos días están siendo de mucha Gracia para todos nosotros.
Sería lindo que pudieras compartirme tu experiencia de este espacio de Oración Ignaciana.
Enviar correo electrónico a : ee_ignacianos@yahoo.com.ar

Para escuchar hacer clic:

http://www.oleadajoven.org.ar/publicacion.php?article_id=3959


seguimos unidos en la oración y te sigo invitando a entrar a este blog.
hna. Marta



Texto escrito:



Día 20: Contemplación para alcanzar amor


Hna Marta Irigoy

Hoy nos encontramos en el último encuentro de nuestros ejercicios en los cuáles hemos recibido muchas gracias para nuestra vida y la de los nuestros. San Ignacio, para coronar los ejercicios nos invita a entrar en lo que él llamó la contemplación para alcanzar amor. Todos los ejercicios fueron para alcanzar amor, para que el amor del Señor nos alcance, nos llegue y también para que nosotros a ese amor lo entreguemos, lo hagamos servicio, lo donemos y seamos testigos de la vida nueva que el Señor fue haciendo germinar en nuestro corazón. A través de esta contemplación tenemos la posibilidad de permanecer una vez concluida esta experiencia de los ejercicios, en la presencia de Dios y encontrarlo en todas las cosas.


En cuanto a la estructura de esta contemplación el Padre Fiorito dice que la contemplación para alcanzar amor es una recapitulación de la experiencia de los ejercicios. Los ejercicios han sido un encuentro personal con Cristo Nuestro Señor en el que se nos ha manifestado su voluntad y nos ha llamado a un servicio y a un seguimiento más de cerca.


San Ignacio comienza la metodología con una nota que dice: “Ante todo conviene advertir dos cosas: la primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. La segunda es que el amor consiste en comunicación de las dos partes, en el compartir y comunicar el amante con el amado lo que tiene o de lo que tiene y puede, y así por el contrario el amado a la amante”. En esta nota San Ignacio quiere remarcar que este amor no requiere del esfuerzo para ser alcanzado sino que es un amor que ya nos dio alcance.


Nosotros ya hemos sido alcanzados por el amor y por eso mismo la respuesta es el amor que se debe poner más en las obras que en las palabras. Y aquí podemos recordar los hermosos textos del Buen samaritano como también del lavatorio de los pies. “Ve y haz tú lo mismo”; “Ustedes serán felices si sabiendo estas cosas las practican”. Es un modo de poner en acción la gracia que pedíamos.


En la segunda semana cuando contemplábamos la vida del Señor, su nacimiento, su pesebre, su vida pública, pedíamos interno conocimiento del Señor para más amar y servir. Éste amor es recíproco, sólo es de a dos, y comunica lo mejor que tiene uno y se lo da al otro. Es decir, Dios me ha dado todo su amor y yo le respondo con todo mi amor. Es un intercambio de dones. “Amor con amor se paga”, dice Santa Teresita.


En cuanto a la metodología de nuestra oración no debemos olvidar como Dios nuestro Señor nos mira. Como lo veníamos haciendo, en la oración preparatoria decimos: “Señor, que este rato en el cuál me voy a dedicar a rezar y encontrarme con Vos, todo mi ser esté abierto a tu amor, a tu voluntad, a tu gracia”. Después la composición viendo el lugar. Aquí será verme delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, y santos que interceden por mí. Después será pedir “interno conocimiento de tanto amor recibido para que yo reconociéndolo completamente pueda en todo amar y servir a su Divina Majestad”.


 Es un momento importante en donde le vamos a pedir a los ángeles y santos del cielo que intercedan por mí, para que me ayuden a reconocer todo lo que he recibido del Señor a lo largo de mi vida. Ésto consiste en hacernos conscientes de los dones recibidos, de entender nuestra vida como don y reconocerla como parte de la gratuidad amorosa de Dios, por lo que buscaremos responder al Señor con un gran agradecimiento. De ahí nacerá el descubrimiento de lo importante y el sentido que tiene en nuestra vida el amar y servir. Es un amor expresado en el servicio y es el fruto definitivo de los ejercicios espirituales.


Uno se va a ir dando cuenta que fue haciendo bien los ejercicios cuando brote de lo más profundo de nuestro corazón el agradecimiento, que se va a traducir en un servicio desinteresado al Señor y a mis hermanos. Esto nos llevará también a encontrar a Dios en todas las cosas.


La contemplación para alcanzar amor, es la síntesis de los ejercicios que nos lleva a descubrir que la vida de Dios es regalo, y pasar de creer que depende de los méritos acumulados a sentir el gozo inmenso del agradecimiento por la gratuidad recibida. Para ello nada más útil que recordar los beneficios recibidos en la vida entera y agradecer cuánto el Señor se ha dado en mi vida. El Señor se quiere dar, se ha venido dando a lo largo de toda mi vida, y lo va a seguir haciendo en todo el tiempo y el camino que me queda por recorrer. Es lo que nos ayuda a captar como la propia vida ha sido, está siendo, la historia de la fidelidad de Dios para con cada uno de nosotros.


Quiero dar las gracias a Dios por este regalo que me ha hecho de ayudar a otros a que Jesucristo sea más conocido y amado. En estos días hemos entrado en diálogo, nos hemos ayudado mutuamente a descubrir a Dios presente en nuestra vida. ¡Qué bueno! Hoy que terminamos nuestros ejercicios quiero dejarles a todos mi agradecimiento y la alegría por haber compartido esta experiencia tan linda de Ejercicios por la Radio.


Y para concluir y despedirme quería dejarles un texto del padre Arrupe que me parece lindo para que les quede como recuerdo de lo que es importante de ahora en más.


Enamórate, nada puede importar más que encontrar a Dios, 
es decir, enamorarse de él de una manera definitiva y absoluta.
Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación 
y acaba por ir dejando su huella en todo.
Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama en la mañana,
qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana,
Lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón,
y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud.
¡Enamórate! Permanece en el amor. 
Todo será de otra manera.
P. Arrupe s.j.



P. Ángel Rossi: Memoria agradecida y abandono a Dios


Hoy que terminamos con este mes de ejercicios ignacianos con mucha alegría y agradecimiento vamos a centrarnos en “La contemplación para alcanzar amor”, con la que Ignacio quiere que terminemos porque nos prepara para seguir el camino.

Es una contemplación para alcanzar amor, que también podría ser para crecer en amor y sobre todo para que el amor después se manifieste. El amor se manifiesta más en obras que en palabras dice San Ignacio. Dentro del mes de ejercicios, Ignacio en el texto es la primera vez que usa la palabra amor. Es como si Ignacio la reservara y la guardara para el final, aclarando que estamos hablando de amor que implica reciprocidad, un amar y ser amado. Además, éste amor se manifiesta en obras más que en palabras. Ignacio pretende que éste “buscar y hallar la voluntad de Dios para poder seguirla” que es la finalidad de los ejercicios, se de en la medida que crezcamos en el amor a Dios, a su voluntad y a lo que Él nos ha dado como misión. Deberíamos terminar los ejercicios amando más o deseando amar, o intentando amar más, pero no solo afectivamente o con lindas palabras (que por supuesto son importantes) sino sobretodo a través de los gestos. Se debería notar a través de nuestros gestos que hemos hecho ejercicios durante este tiempo.


Recordar con agradecimiento


Así como al comienzo los ejercicios nos hicieron recorrer la vida para ver nuestro pecado, ahora la recorremos para descubrir cuánto cuidado y cariño de Dios, todo lo positivo y lindo. Dice Ignacio “Traigan a la memoria, los beneficios recibidos, los beneficios de creación, beneficios de redención y dones particulares”. Los beneficios de creación tiene que ver con la vida, el hecho de haber sido creados, y esta vida que me toca vivir hoy; dar gracias por haber sido creados amorosamente por Dios con infinito amor. Los beneficios de redención, es sobre todo la gracia de la fe, este regalo inmenso que no viene pegado al hecho de nacer, sino que es un regalo de Dios.


Pieter Van der Meer, en su libro “Nostalgia de Dios” se preguntaba después de su conversión “¿a quién le deberé yo el milagro de creer? ¿quién habrá rezado por mí sin yo saberlo? ¿cuál será el grado de sufrimiento ofrecido que hace que hoy día pueda yo creer? (…) Creo que parte del gozo del cielo va a ser cuando el Señor nos presente a las personas a quienes nosotros les debemos el milagro de creer y el milagro de llegar al cielo”.


Seguramente nos llevaremos una gran sorpresa. Quizás en el cielo, entre la gran alegría de encontrarnos con el Señor, también va a ser lindo cuando el señor nos ponga frente a frente con aquellos a quienes les vamos a tener que agradecer el milagro de la fe y el milagro posiblemente de nuestra redención. A veces Dios quizás se ha valido de tantas mediaciones y de tantas personas que han intercedido por nosotros. Ésto también incluye este pedido de agradecimiento en memoria de los beneficios de redención, la gracia de la fe.”


También traemos a la memoria los dones particulares que son mi familia, mi vocación, mi misión, las personas que Dios puso al lado de mi vida, las circunstancias y los hitos fuertes que han marcado mi vida.








En todo amar y servir

Ignacio nos hace recordar, y a continuación agrega “Ponderando con mucho afecto”. Recordamos con la cabeza, pero Ignacio nos propone hacer una memoria desde el corazón, “ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí”. Ignacio quiere que nos admiremos, que gocemos haciendo memoria de todo el cariño que el Señor me ha brindado de tantos modos tan misteriosos a lo largo de la vida.

San Ignacio como composición de lugar, quiere que nos pongamos junto al Señor, la virgen, San José, los apóstoles y aquellos santos a los que les tenemos devoción. Y pedimos “conocimiento interno de tanto bien recibido para que yo enteramente reconociendo pueda en todo amar y servir a su Divina Majestad”. Al hacer memoria, en este conocimiento interno de tanto bien recibido para que lo pueda reconocer y pueda crecer en amor, aparece este lema muy ignaciano ”En todo amar y servir”. Esto es lo que Ignacio pretende del ejercitante que termina los ejercicios. Significa buscar y hallar a Dios en todas las cosas, en todo amar y servir, es decir cuando estoy rezando, en la vida de mi trabajo, de mi familia, cuidando un enfermo, en todo y a todos. “Amar y servir a Dios en todas las cosas” quiere decir que la santidad es la fidelidad a lo que Dios me pide en el momento en que estoy viviendo. En todo amar y servir... cuando estoy de rodillas frente al Santísimo, en la misa, cuando estoy cocinando, descansando, jugando, trabajando o lo que sea.

Ignacio nos hace recordar, y el fruto de esta memoria es el ofrecimiento, es decir, viendo todo lo que Dios ha hecho por mí, la reacción natural del corazón es la ofrenda, brindarse enteramente al Señor. No es un ejercicio afectivo puramente sino que viendo tanto bien recibido la reacción natural es la oración con que Ignacio termina los ejercicios, que es una oración de total disponibilidad. Hemos empezado los ejercicios pidiendo la gracia de la disponibilidad y los terminamos con una oración de Ignacio de total disponibilidad:
Toma Señor y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer vos me lo diste, a vos Señor lo torno. Todo es tuyo, disponelo a Tu voluntad, dame tu amor y tu gracia que esta me basta.

Esta oración de disponibilidad es el fruto de todo un camino que hemos venido haciendo en los ejercicios. Hacia el final hacemos memoria agradecida y al darnos cuenta de todo lo que el Señor hizo por nosotros surge del corazón decir “Señor no puedo menos que ofrecer toda mi vida y ponerla en tus manos”.


Hacer memoria


Cabodevilla dice que la memoria es recordar el camino y calentar el corazón. Es un llegar a la conclusión de que el Señor estuvo y está en mi vida, por lo que no hay lugar a pensar que pueda dejar de seguir estando y cuidando de mí. La memoria es aquello que me constituye, es aquello por lo cuál yo soy yo, es la trama que unifica mi vida. La memoria para nosotros no es un archivo viejo guardado en un sótano, sino que es la médula espinal de mi alma. Decía Cabodevilla: Yo soy mi memoria.

Por otro lado es importante porque de la memoria nace la esperanza. Esto que canta tan lindo Julián Zini: Qué lindo mi pueblo que tiene memoria, seguro que tiene esperanza también. La esperanza se sostiene y se apoya sobre la memoria. Y el mismo Cabodevilla dice que si uno al hacer memoria se encuentra con que el pasado ha sido decepcionante y pareciera que no hay nada firme, aún en ese caso, todo náufrago puede rescatar de las aguas algunas tablitas de su barca deshecha y con esas tablitas armar una frágil y digna cabaña. Aún si al mirar al pasado lo encontramos repleto de cosas tristes, siempre hay materia suficiente para levantar una digna cabaña donde uno pueda encontrar cobijo. Quizás hay muchas páginas oscuras que si uno las tuviera que vivir de nuevo trataría de evitarlas, pero puestas en el tiempo tienen sentido.

La memoria del corazón es una lectura que hacemos desde los ojos de Dios. Fray Luís de Granada decía una frase muy parecida a la de San Ignacio: “La memoria sirve para hacer a los hombres agradecidos a Dios”. Toda oración debe ser acción de gracias. Tomar conciencia que hemos recibido mucho más de lo que podemos pedir. Es casi una obligación ejercitar la memoria, recuperar y detallar los recuerdos delante de Dios.

Ayer en la reflexión de los discípulos de Emaús ¿qué hace el Señor para calentarles el corazón y para consolarlos? Les hace recordar, los lleva allá al primer amor, los hace recordar porque la tentación de la tristeza y el escándalo de la cruz les ha traído el olvido. Se olvidaron de las gracias recibidas, de que el Señor les dijo que esto iba a suceder, y también de que después iba a resucitar. La memoria del corazón implica recuperar y detallar los recuerdos delante de Dios, incluidos los del evangelio y los de mi propia vida.

Un ejemplo aparece en el comienzo del evangelio de San Lucas, en donde María canta el Magníficat. Seguramente Ignacio es inspiró en el Magníficat de la Virgen porque en esas líneas aparece la memoria del corazón de la Virgen y del pueblo de Israel como un canto de alabanza, agradecido y jubiloso de tantos favores concedidos por Dios. “Mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque…”. Todos podemos cantar nuestro propio Magníficat. Ignacio quiere que hagamos memoria de cuáles son las razones y los favores concedidos por Dios a lo largo de mi vida.

En la contemplación para alcanzar amor hay materia para una semana entera para rezar. En estos días estaría bueno animarse a “perder tiempo” en traer a la memoria personas, situaciones y dar gracias. A la vez entrelazar ese agradecimiento con el ofrecimiento de nuestra vida y de todo nuestro ser. Santo Tomás decia que “de las cosas pasadas conviene sacar argumentos para los sucesos futuros” por eso, la memoria del pasado es necesaria para aconsejar bien en el futuro.

En la mitología griega aparece Teseo como símbolo de la memoria. El personaje es aquel que mata al minotauro en el laberinto de Creta. Para salir del laberinto, comienza a recoger el hilo que su amada le había dado antes de entrar y que fue desenrollando mientras caminaba. Encontró la salida simplemente recorriendo el hilo. La memoria muchas veces tiene fuerza para sacarnos de esos momentos de la vida donde nos sentimos en un laberinto, sin salida y sin saber para donde rumbear y sin poder recordar cosas lindas. Son esos momentos en donde el corazón y el alma se ofuscan, y perdemos los puntos de referencia. Las memorias de las gracias recibidas muchas veces nos da esa pequeña luz que necesitamos para salir de los laberintos de la vida.

Hay una sabiduría escondida en la memoria y ella también es un lugar de meditación. En el Salmo 43, 5 dice “Recuerdo los tiempos pasados, considero todas tus acciones”. Recordar es hacer presente. San Agustín decía: “En qué santuario te encuentro Señor”, y se respondía: “Tú le has concedido a mi memoria este honor de residir en ella”. Agustín decía que la memoria es como un sagrario, un lugar donde yo lo encuentro al Señor, no sacramentalmente, pero sí encuentro las marcas de su paso a lo largo de mi vida.



Les prepongo recuperar la memoria de nuestro camino personal, hacer memoria de cómo nos buscó el Señor, de mi familia, de mi pueblo... Dicho así: pierdan tiempo. Y por eso les digo ojala puedan quedarse algunos días más con este texto. Quédense recordando a su abuela si les hacen bien, momentos de la infancia que te marcaron para siempre, consejos de tus padres, experiencias con tus hermanos, con tus amigos... el recuerdo de tu primera comunión, la partida de los que hemos querido y nos marcaron en la vida. Será un “perder tiempo” recordando, un ejercicio que lo tenemos muy descuidado quizás por el mismo ritmo de vida pero que es fundamental para el ser humano.



Textos de la Palabra

Hacer memoria con la propia vida ya nos debería dar materia suficiente para la oración de varios días. De igual modo les propongo algunos textos por si les ayuda a rezar.


Carta a los Hebreos 10, 32 – ss. “Traigan a la memoria los días pasados, en que después de ser iluminados hubieron de soportar un duro y doloroso combate (...) No pierdan ahora la confianza”. Es la memoria de las luchas que hemos tenido y Dios nos ha rescatado. Podemos traer a la memoria aquellos duros y dolorosos combates que soportamos, dejarnos decir por el apóstol: “No pierdas ahora la confianza”, como diciendo “oiga, no me afloje ahora, acuérdese que hemos tenido unas batallas interesantes en la vida... acuérdese que en aquellas también pensábamos que estábamos perdido y Dios nos rescató”.

Hebreos 13, 7: “Acuérdense de sus dirigentes”. Nos referimos a los papás, tus abuelos, tu maestro bueno de primaria, tu catequista, tu hermano mayor. “Acuérdense de sus dirigentes, de aquellos que les anunciaron la Palabra de Dios y considerando el final de su vida imiten su fe” dice el texto. Traemos a la memoria esas personas que fueron significativas y marcaron nuestras vidas. Qué picardía que se nos haga más fácil recordar los que nos hace sufrir, y se nos dificulta acordarnos con más frecuencia aquellos que nos han hecho tanto bien.

Deuteronomio 8, 2-6 dice: “Acuérdate del camino recorrido y date cuenta”. Si la gracia es la memoria la tentación es el olvido. Dice allí entonces bellísimamente: “Acordate del camino recorrido y date cuenta, no vayas a olvidarte estas cosas que tus ojos han visto ni dejes nunca que se aparten de tu corazón”. No nos olvidemos de lo que los ojos del corazón vieron ni dejes nunca que se aparte de tu corazón.

Deuteronomio 8, 11-20: “Guárdate de olvidar jamás a Yahvé, no sea que cuando comas y quedes satisfecho, cuando construyas casas cómodas, cuando se multipliquen tus ganados y tengas oro en abundancia, tu corazón se ponga orgulloso y entonces olvides a Yahvé que te sacó de Egipto, de la casa de esclavitud”. El texto habla al pueblo de Israel, que así como la desesperanza es la tentación en el desierto, cuando llegan a Canaán la tentación es el olvido de quién te condujo en el camino. A veces la comodidad, cuánto más la sobreabundancia, la opulencia trae el olvido de a quienes le debemos la gracia y nos atribuimos a nosotros mismos cosas que no son nuestras, son puro regalo de Dios. Esa es la gran tentación del poder.

Deuteronomio 15, 15 que dice: “Acuérdate que tu también fuiste esclavo en tierra de Egipto”. La memoria nos hace misericordiosos. 


La Virgen Santísima, es el icono de la memoria. Ella es quien “guardaba todas estas cosas en su corazón” dice el evangelio.

Esta es la gracia con la que Ignacio termina los ejercicios. Así como la primera gracia de la resurrección fue la alegría y la hemos trabajado, la segunda gracia que está muy unida es la memoria agradecida para “agradeciendo ofrecerme mucho”.

Además de la oración de disposición que ya compartimos de San Ignacio, aparece otra muy linda de Charles de Foucauld: “Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea. Te doy gracias”.

O quizás aquella que decía San Agustín al final de su vida: “Señor lo que quieras, cuando quieras, y del modo que tu quieras”. ¡Qué trilogía más hermosa y a la vez exigente!.


Les propongo este ejercicio y ojala se animen a prolongarlo y tengan la “valentía” de tomarse varios días recordando y ofreciéndose mucho, como dice San Ignacio.

Mi agradecimiento grande a la Hermana Marta y a cada uno de ustedes queridos oyentes de Radio y usuarios de Oleada Joven desde distintos puntos del país.

jueves, 29 de marzo de 2012

Vivir la cuaresma haciendo los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.

19° Día de los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.

Para escuchar hacer clic:

http://www.oleadajoven.org.ar/publicacion_popup.php?article_id=3953

Si lo deseas, puedes enviarme un mail, compartiendo la apariencia que Dios te viene regalando en estos días.

Seguimos unidos en la oración.
hna. Marta

martes, 27 de marzo de 2012

Vivir la Cuaresma haciendo los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.

Día 17º de los Ejercicios Espirituales en la vida diaria. 




Hacer clik: http://www.oleadajoven.org.ar/publicacion_popup.php?article_id=3938


Texto:
El camino de la Pasión



En los días anteriores estuvimos rezando entorno a la última cena en dónde nos dejamos lavar los pies por Jesús y escuchamos sus palabras de despedida, dejándonos asombrar por este Señor que en la pasión, hace suyo los dolores y los sufrimientos de todos los hombres y mujeres del mundo y de todas las épocas.



Nos dice la Hna Marta Irigoy, que es una linda gracia para pedir, que experimente como en la cruz del Señor, está mi cruz. Este "por mí" que siempre es bueno recordar. El Señor que por mis pecados va a la cruz, pero no por culpa mía sino porque me amó y se entregó por mí y porque no quiere que nadie se pierda... Jesús en la cruz es el buen pastor, se carga con mis heridas y a través de sus heridas me sana y nos sana.

San Ignacio no busca que estas contemplaciones de la cruz sean causa de dolorismos estériles, sino de consolaciones profundas, consolaciones fecundas, para consolar a otros.

Por eso al presentar esta etapa de los ejercicios lo hace teniendo en el horizonte la Pascua, contemplamos en estos días el misterio pascual, centro y sentido de nuestra fe. Estamos invitados a entrar en el misterio pascual que es un misterio de amor que tiene como fundamento el anonadamiento del hijo. Jesús no entra en la pasión como un super hombre, sino que atraviesa este paso tomando la fragilidad como compañera, y en ella descubrimos la desconcertante fortaleza de Dios.


Contemplar ignacianamente la pasión es sumergirnos en el eterno presente del hoy, por eso en este hoy estamos invitados a descubrir en cada dolor propio y de mi prójimo, el acontecer de algo sagrado. La pasión sucede hoy y en este hoy el Señor me invita a caminar silenciosamente para descubrir de un modo nuevo, cómo el anonadamiento te revela la gloria de Dios.



Recorrer con Jesús la Pasión 

Padre Ángel Rossi


Dentro del seguimiento del Señor decimos que la espiritualidad ignaciana es una espiritualidad de seguimiento del discípulo, de aquel que escucha el llamado y lo sigue sirviendo, encontrando el lugar donde el Señor nos pone para el servicio. Por eso buscamos la voluntad de Dios para seguirla.


En esta etapa de los ejercicios el seguimiento se hace más difícil porque ya no seguimos a un Señor fascinante sino a un Señor desconcertante, silencioso, que ya prácticamente no habla. A medida que nos vamos acercando hacia la Cruz, el Señor se va silenciando, y el que es la Palabra se hace silencio.



Ayer como composición de lugar rezamos en torno al lavatorio de los pies, y en lo que se llama las despedidas y la oración sacerdotal; nos hemos sentado a la mesa con los discípulos, nos hemos dejado invitar por el Señor a lavarnos los pies y el Señor nos dejó en el símbolo de la palangana, la jarra y la toalla - explicándonos a través de un gesto plástico - lo que espera de nosotros. Él espera que podamos tomar estos instrumentos como símbolo de servicio.


Hoy les propongo que sigamos leyendo la pasión: Evangelio según San Juan 18 y 19; o si quieren tomar los otros evangelistas, Mateo a partir de capítulo 26 y 27, Marcos 14 y 15, Lucas 22 al 23. Buscando el evangelista que nos da más devoción, la propuesta es acompañarlo al Señor. Nos ponemos al lado de Él en actitud de servicio. Uno puede imaginar que tratamos de suavizar las penurias del Señor y la composición de lugar puede ser cualquiera de las escenas de la pasión.

Al ir recorriendo y haciendo una lectura serena, nos quedamos "allí donde encuentro gusto", donde siento que me hace bien y que me podría quedar dándole vuelta al tema y conversar con el Señor, para reflexionar sobre mi vida.

Romano Guardini decía que en el vía crucis, en el camino de la cruz, el desafío es encontrar dónde el Señor me está esperando. Es como si en Jerusalén hubiera un rinconcito donde el Señor me espera a mí. Para unos será sentado en la mesa en la Última cena, para otros será en el camino de la cruz, otros al pie de la cruz junto a la Virgen; para otros será con Nicodemo y José de Arimatea en el sepulcro cuando van a pedir el cuerpo del Señor; para otros puede ser cuando está en los patios de Pilatos y de Caifás donde el Señor pasó horas sentadito en soledad... son escenas que a veces se nos pasan de largo y son donde el Señor está a la intemperie esperando un juicio injusto y lo acompañamos en su soledad y paciencia. 

Por lo tanto la composición de lugar es seguirlo al Señor en cualquiera de las escenas de la Pasión, que pueda servirnos para la contemplación. Incluso diría, no apurarse a ir a la cruz. En cada gesto de la pasión el Señor está en plenitud. Y lo que pedimos en este momento, será aquí “dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrima y pena interna de tanta pena que Cristo paso por mí”. Pedimos el compartir con Jesús, desde el agradecimiento del "por mí". Cada gesto de la pasión fue por todos los hombres de todos los tiempos y también cada gesto fue por mí. Por supuesto que esto es una utopía pero si el mundo hubiera sido yo solo, el Señor no se hubiera borrado en ninguno de los gestos de la pasión, hubiera tenido los mismos gestos que tuvo y lo hubiera hecho solo “por mí”. Este "por mí" es muy fuerte porque nos mueve al agradecimiento pero también nos mueve a la admiración y al compromiso.

Normalmente frente al gozo uno tiende a retenerlo, a prolongarlo entonces cuando uno tiene momentos lindos uno quisiera eternizarlos... es la tentación de Pedro en la transfiguración, “hagamos tres tiendas” como diciendo “no bajemos del monte, no vayamos a Jerusalén, nos quedemos acá”. Y el Señor le dice que hay que seguir el camino.

Pero ante el sufrimiento la reacción natural es huir, desentendernos... por eso se dice que frente a la pasión y la cruz, normalmente hay dos posturas, no hay muchos puntos medios. Frente a la pasión o huimos o permanecemos, son dos actitudes del corazón y justamente la gracia que pedimos es la permanencia, “que yo pueda estar”.



Textos iconos de huida:


= Los discípulos resistiéndose a que Jesús vaya a sufrir y que suba a Jerusalén,

= Marcos 9 - 32, el segundo anuncio de la pasión: “ellos no entendían lo que les decía y tenían miedo de preguntarle”

= Marcos 14, 37: Los discípulos durmiéndose en Getsemaní, como un modo inconsciente de evadirse justo cuando el Señor los necesitaba junto a Él, acompañándolo. En el momento más terrible, los tres se duermen como quien no entiende o no soporta.

= Marcos 14 -50: "y abandonándole huyeron todos"

Textos conos de permanencia

= Lucas 22 – 28: "Ustedes son los que han permanecido conmigo en las pruebas"

= Mateo 26, 38: "Permanezcan aquí y velen conmigo" lo que Jesús les pide a los discípulos en Getsemaní,


= Juan 19, 25-26: "junto a la cruz de Jesús estaban su madre, María de Cleofás, María Magdalena" "Jesús viendo a su madre y a su lado al discípulo amado”... es quizá el icono por excelencia de la permanencia. El texto nos dice que simplemente “estaba”. El desafío para nosotros es “estar” en silencio al pie de la cruz y pedir la gracia de no huir.



Habría que analizar cuáles son las formas con las que nos fugamos de nuestra cruz. Cada uno tiene su modo de huir, pero a la cruz no se la puede “gambetear”. Se dice que el un hombre que huye no soporta el silencio, no sabe de espera, no aguanta ni abraza nada y se saca de encima todo. En cambio el hombre que sabe estar al pie de la cruz, espera, aguanta, abraza, sostiene. En esta imagen del “saber estar”, está simbolizada en María.

“Estar junto a Él”

Otras forma de meditar es estar frente al Señor, junto a Él. Uno puede imaginar una escena, un Jesús sentado en un patio solito en el momento que va hacia la cruz o en el momento que es crucificado... quedarnos junto a Él, mirarlo, permanecer a su lado y hasta les diría que suelten los textos. Uno los lee y después los deja y se queda frente al Señor en cruz y permanece a su lado pobre y silenciosamente, y dejar que fluya lo que salga. Para unos fluirá el agradecimiento, para otros surgirá la petición, para otros el pedido de perdón, para otros el deseo de servirlo. El desafío es ir allí y ponerse frente a Él.

Van der Meer, poeta holandés, cuando habla de su conversión en "Nostalgias de Dios" la define de esta manera: “el viernes santo entre las doce y las tres de la tarde, encontré todas las respuestas a las grandes preguntas de mi vida”. A ésta conclusión el poeta la obtuvo sentado frente a la cruz de Jesús en Notedrame, la Catedral de París.

Algún autor dice que Cristo en cruz es como un libro abierto que tiene una palabra para mí, y se pregunta el autor por qué no vamos más seguido a leerlo, a buscar la palabra que el Señor desde la cruz tiene reservada para mí. Ésta es otra forma, quedarnos frente a la cruz y dejar que el Señor nos consuele, nos de fuerzas, nos anime, que nos llame, que nos sostenga... lo que a cada uno le brote del corazón. Dejar que fluya el sentimiento y poder decírselo al Señor con nuestras palabras.

En Hebreros 12,2 San Pablo dice “levantemos la mirada hacia Jesús”, esto es lo que buscamos... fijar la mirada en Jesús en la cruz, ya que Él es el guía, el conductor, el que va delante de ti, el que te precede en el camino, el que te conduce en medio de la oscuridad y de las dudas, el que te enseña a ir más allá de todas las las noches.

Otro modo de rezar que nos puede ayudar en la pasión es poder trasladarme mentalmente a algún lugar de dolor dentro de los lugares donde se desarrolla nuestra vida (trabajo, estudio, familia, etc). En cada uno de los ámbitos en que nos movemos uno podría - si nos animásemos - ver cuál es el lugar de más dolor. A veces dentro de mi familia, cuál es el que de un modo especial necesita que estemos cerca, que animemos, que consolemos, que acompañemos... y entonces trasladándome a ese lugar con la imaginación poder recorrer la pasión pero dándole un sentido de encarnación, no está en el aire sino que es una experiencia encarnada en nuestra vida.

El grito de Jesús

Hay un comentario de Martín Descalzo en el que dice que le llama la atención que en Mateo 27,50 dice allí que “Jesús lanzando un fuerte grito expiró”. La tradición de la Iglesia nos hace rezar lo que llamamos las últimas siete palabras de Cristo pero muchos Santos Padres se han fijado en esta octava palabra que no está explicitada. El texto no habla de un murmullo o susurro. ¿Qué sería este fuerte grito? ¿Un grito de fracaso, un grito de triunfo o una mezcla de las dos cosas?

Sin querer forzar el texto uno podría imaginar que en ese grito me nombra a mí, me hace pasar por su corazón y me nombra. En su devoción uno puede imaginar que el Señor al morir nos nombró con todo el amor del mundo, con ese amor infinito con el que va a la cruz.

Por otra parte, ese grito del Señor en la cruz antes de expirar tiene un eco, queda tácito, no sabemos lo que dijo pero es un eco que queda en toda la historia, en cada hermano que sufre y que necesita un oído atento. A veces puede ser un gemido muy suave y a veces un grito tan estridente que huimos para no escuchar... es el grito de la noche oscura de los santos, es el grito de los hospitales, es el grito de los solitarios, es el grito de los que están sin trabajo, son los gritos de los niños de la calle y tantas formas de grito. A veces sonoros y a veces gemidos muy suaves pero tremendamente profundos, y si nosotros no permanecemos no los vamos a poder escuchar. Tomará la forma de soledad, de enfermedad, de angustia conforme a aquellos que conocemos y están cerca nuestro.

Martín Descalzo decía:

“A veces me pregunto si Dios no debería concedernos a todos los humanos un don, un don terrible. Concedérnoslo una sola vez en la vida y sólo durante cinco minutos: que una noche se hiciera en todo el mundo un gran silencio y que, como por un milagro, pudiéramos escuchar durante esos cinco minutos todos los llantos que, a esa misma hora, se lloran en el mundo; que escucháramos todos los “ayes” de todos los hospitales; todos los gritos de las viudas y los huérfanos; experimentar el terror de los agonizantes y su angustiada respiración; conocer -durante sólo cinco minutos- la soledad y el miedo de todos los desocupados del mundo; experimentar el hambre de los millones de millones de hambrientos por cinco minutos, sólo por cinco minutos. ¿Quién lo soportarla? ¿Quién podría cargar sobre sus espaldas todas las lágrimas que se lloran en el mundo esta sola noche?

Ésto no es para darle vuelta al dolor sino para pensar en el gesto inmenso del Señor por nosotros. Al ponernos frente a la cruz del Señor nos animemos a pedirle la gracia de tener el oído atento para poder ver en nuestra propia vida, en el hoy que nos toca vivir, qué forma tiene este grito del Señor al expirar y de qué manera el Señor me llama a mí a través de él. Uno puede animarse a saber en dónde está encarnado este fuerte grito cuando el Señor expira, que es un grito del que también hay que hacerse cargo.

Jesús nos regala a su Madre

El Señor con mucha delicadeza nos ha hecho el más precioso regalo para poder vivir la cruz. Cuando parecía que el crucificad ya no tenía nada más para dar, cuando el despojo era total, tiene esta delicadeza de regalarnos lo más hermoso, lo mas grande, lo que normalmente uno no regala que es a su madre.

En los momentos de abatimiento y de debilidad es cuando tenemos más cerca a la Virgen para exponerle todos nuestros pesares frente a las fragilidades, nuestros despojos y nuestros pecados. Creo que nos hace bien ir a cobijarnos cariñosamente a los brazos de la Virgen porque es un lugar del que difícilmente podemos huir.

Julian Green, el escritor francés, posiblemente imaginaba en el momento de la piedad a la Virgen con Jesús en brazos, y en ella se vuelve a repetir el gesto del nacimiento en donde la Virgen lo recibió recién nacido. Misteriosamente el escritor halla la fragilidad del hijo recién nacido en el despojo del hijo bajado de la cruz, entregado y ya vencido. Algunos autores dicen que en este bellísimo signo de la Piedad tenemos el símbolo más hermoso y perfecto de la esperanza.

En los brazos de la Virgen se gesta la más hermosa de las dulzuras. Allí comienza la esperanza cristiana, porque la esperanza cristiana nace cuando ya humanamente no hay nada que esperar. En el cuerpo liquidado del Señor que ya no tiene nada más para dar porque lo dio todo, curiosamente comienza a gestarse la resurrección. Nosotros a veces también nos sentimos un poco así, como muertos en los brazos de la Virgen o querríamos poner en sus manos aquellas cosas que humanamente ya no nos prometen absolutamente nada. Posiblemente de allí comience a surgir misteriosamente la parte más hermosa de nuestra fe, lo más dulce de Cristo, ahí comienza la resurrección, cuando lo humano de Cristo no ofrece nada.

Posiblemente Julian Green imaginaba esta escena de la Virgen y entonces se toma la atribución como hijo de acurrucarse junto a ella... así como los niños que ponen la cabeza sobre la falda de la mamá, y dice:

“A María la saludo porque es hermosa y porque estoy completamente solo y tengo la necesidad de hablar a alguien que me escuche bondadosamente. Entonces yo le expongo todas mis alegrías y todos mis pesares, me lamento ante María de mi soledad y estoy menos solo, le digo que tengo un corazón humano y que este corazón tiene frío y ella lo comprende porque es la madre de toda la humanidad. Cuando cierro los ojos es como si me acurrucara contra ella con la frente entre sus rodillas y como si ella me acariciara el cabello con la punta de sus dedos. Tales son las fantasías de un alma embriagada de tristeza”.

Una imagen bellísima de un hombre sumamente pecador pero también sumamente piadoso, que se siente muy hijo y que necesita ese lugar de cobijo en este caso junto a la Virgen dolorosa. Es un modo de contemplar la pasión que nos puede hacer bien, pegarnos a la Virgen, porque de otro modo no nos daría la vida para transitar la pasión.

María, quédate en casa

Y quizá tomando esta misma escena de Juan en donde Jesús nos entrega a su madre, puede servirnos también aquella escena donde Jesús le entrega a Juan como mamá.



“Jesús desde la cruz le dijo a María “la casa de Juan es tu casa, María”. A partir de ese momento María sería la madre de Juan y Juan sería su hijo. Ella que había vivido en la casa de Dios ahora tendría que vivir en la casa de los hombres, pero aceptó muy gustosa ir a vivir a la casa de Juan, y seguramente estaría muy gustosa de venir a vivir en cualquiera de nuestras casas.


Es muy probable que además de vivir en la casa de Juan pasara temporadas en las casas de los otros apóstoles. Todos querían tener a María en su casa y seguramente María recorrería la casa de todos. Por lo tanto, nos puede surgir como oración a nosotros, poder decirle: “Vení a nuestra casa María”.

Es probable que Juan tuviera su casa desordenada y que hubiera polvo por todos los rincones y platos sin lavar, y María se pondría a ordenar todo aquello. Ella sabía hacerlo muy bien porque había sido ama en la casa de Dios. Todo quedaría pronto más limpio, mas ordenado, más agradable.

“Verás María, ese pequeño desorden que encontraste en la casa de Juan lo vas a encontrar en todas nuestras casas, y probablemente más lío que en la casa de Juan. En nuestra casa también suele haber muchas cosas que no están en su lugar... probablemente en la casa de Juan encontraste redes desordenadas y te pusiste con tu paciencia a desenredarlas. En nuestras casas también vas a encontrar varias cosas enredadas, varios lazos familiares que se han roto y otros se han retorcido... María, vos sabés cómo desenredar y soltar todo esto, te agradeceríamos que te des una vuelta por nuestras casas para desenredar más de un lío.

En la casa de Juan encontrarías cosas que no estaban en su sitio, también en nuestros hogares puede que encuentres un poco de esto, personas que no están en su sitio, madres de familia que están poco en casa, hijos que no son controlados como deberían estarlo, esposos que no están en el sitio de esposos y ancianos que quizá estén demasiado arrinconados.

En la casa de Juan seguramente has encontrado cosas que estorbaban, que no servían para nada más que para ocupar lugar y juntar polvo... también en nuestras casas vas a encontrar cosas que sobran. A veces sobra el egoísmo, a veces los malos modos, a veces el mal humor, a veces la violencia.

Tu en la casa de Juan irías poniendo cada cosa en su lugar hasta que no faltara nada de lo que debe haber en una casa. Ven a nuestras casas María, porque a nosotros también nos faltan cosas importantes para la casa. En algunas casas falta la paciencia, en otras falta el sacrificio, en otras falta el amor, en otras la alegría.

María te pedimos que te des una vuelta por nuestras casas, solo vos puedes ayudarnos a organizar bien nuestros hogares... Vos que pusiste la casa de Nazaret con tanto gusto que vino a vivir el mismo Dios con vos.

Te invitamos a nuestra casa porque sabés muy bien que desde que murió tu hijo Jesús tu casa es la casa de Juan, tus casas son las casas de tus hijos, los hombres. Ven a vivir con nosotros que estás en tu casa, María”.

Quizá nos pueda ayudar después de contemplar la pasión o durante la pasión, ponernos codo a codo con la Virgen y pedirle que ella nos acompañe y nosotros acompañarla a ella.

En la composición de lugar podríamos decir “¿quién soy yo para acompañarla a ella? Pero acá estoy, si en algo te puedo ayudar, aunque sea para que me sientas cerca...” Y a la vez que ella nos de fuerza para también nosotros hacernos cargo de nuestra propia cruz y de hacer nuestro propio caminito de pasión que va hacia la resurrección.

Lo dijimos el otro día no lo contemplamos desde el fracaso, no lo seguimos al Señor desde lo deprimente sino que pasamos por el dolor como un puente que va hacia la resurrección y esto es importante también para nosotros.

Que sea esa la gracia, que podamos meditar serenamente la pasión durante estos días. Frente a la cruz, en silencio, dejen que el Señor nos diga la palabra que mas necesitamos escuchar. Y a la vez, trasladarnos con el corazón a algún lugar de dolor y cruz en donde como los discípulos, nosotros también le esquivamos y huimos.

Que el Señor nos de la gracia y la fuerza junto a la Virgen de la permanencia de no aflojar y estar humildemente junto a él.

lunes, 26 de marzo de 2012

Vivir la cuaresma haciendo los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.

16° Día de los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.

Para escuchar hacer clik:

Te animo a compartir lo que en estos días, el Señor te está regalando...
enviar un mail a: ee_ignacianos@yahoo.com.ar

seguimos unidos en la oración
hna. Marta

domingo, 25 de marzo de 2012

Si algo precioso nos regaló Jesús, eso es su relación con su Padre.

Escrito por Diego Fares sj

Toda la vida de Jesús está referida al Padre. Su deseo más profundo podemos decir que siempre fue venir del Padre hacia nosotros, que lo necesitamos tanto, para volver al Padre con nosotros, que tanto lo anhelamos. 

Jesús nos hace espacio y nos invita a entrar en su relación con el Padre: nos hace participar en su diálogo de Amor (al que me ama mi Padre lo amará), en las cosas que les preocupan (que no se pierda ninguno de sus pequeñitos), en sus sueños (que todos se salven), en su fiesta (vengan a las bodas)… 

Y cuando se va acercando la hora de la Pascua, el Señor quiere que comprendamos esto bien clarito. 

En su relación con el Padre está nuestra casa, como decía Nouwen: somos invitados a habitar en esa relación 

¿Qué significa habitar en una relación?”. Es participar de sus diálogos (eso es la oración: ir a escuchar lo que dicen). Es querer estar con las personas (mirar las personas, como dice San Ignacio cuando nos enseña a contemplar), es sentarse a la mesa con ellos (eso es hacer la Eucaristía). Es buscar la manera de dar una mano en lo que planean hacer (eso es el apostolado). Pero por sobre todas las cosas habitar en esa relación es una manera de madurar como personas. 

Nosotros a veces damos por descontada la relación y nos fijamos en los hechos: atendemos a “lo que pasa en la Pasión”. Pero Jesús quiere que leamos su Pasión y Resurrección desde el punto de vista de cómo la sienten Él y el Padre. 

¿Por qué es importante contemplar cómo se tratan Jesús y el Padre? ¿Por qué es bueno rezar simpatizando con lo que sienten, mirando sus Personas? 

Porque si la madurez humana se adquiere en la relación con los demás, en la relación entre Jesús y el Padre tenemos el modelo para madurar. 

Como dice Karl Stern “la evolución del crecimiento humano va desde una necesidad absoluta de ser amado (infancia) hasta una plena disponibilidad a dar amor (madurez)”. 

¿No es esta la clave de la relación entre el Padre y Jesús, entre el “este es mi Hijo predilecto” y el “Hágase tu voluntad y no la mía”? 

Jesús, a lo largo de su vida y de muchas maneras, nos da la clave: profundizando en la relación entre el Padre y él profundizamos en lo que es ser plenamente humanos. 

No digo que no tengamos en cuenta para nada la importancia de la relación entre Jesús y el Padre pero creo que suele pasar que cuando atendemos a lo que quiere comunicarnos el Señor solemos poner la atención en lo que hay que cambiar moralmente y en lo que hace a la relación con el prójimo. Y el Señor quiere que atendamos también a su relación con el Padre. Jesús quiere que entendamos lo que ellos sienten, ¿está claro? Como quiere uno cuando comparte, no que entiendan lo que dice sino lo que siente!!! 

Las parábolas del Padre son una invitación a expresarle todas nuestras emociones de hijos: nuestra sed de gastarnos la herencia como el hijo pródigo y nuestro cumplir con el deber con un dejo de resentimiento como el hijo mayor, nuestros sí pero no y nuestros no pero sí, nuestras excusas para participar en su Fiesta porque el fin de semana “estamos en nuestros asuntos”, nuestro no tener ganas de ponernos su traje de fiesta, nuestra bronca cuando le paga igual a los últimos… 

En estas imágenes Jesús discierne todos los sentimientos de hijos y nos enseña a referirlos al Padre. 

Las actitudes del Señor, el agradecimiento “eucarístico” profundo que siente que todo le viene de esa fuente de vida que es el Padre y su deseo último de glorificar sólo al Padre y no a sí mismo, son como los dos pilares que ordenan toda su vida. Y en el medio la misericordia infinita que reconociendo a todos como hermanos le hace ser Hijo a cada paso. 

Si algo precioso nos regaló Jesús, eso es su relación con su Padre. 

La oración no es una experiencia de uno mismo sino del Padre. Con Jesús nos dirigimos al Padre y le decimos Abba, Padre, te agradezco (eucaristezo), te “homologo”, concuerdo con que todo lo hacés bien, Vos sabés, vos preparás todo y hacés que todo sea para bien. Te bendigo, te glorifico. Estoy contentísimo con vos. 

Rezar no es darle vueltas a los problemas en la cabeza sino ponerse en sus manos, en las manos del que es más grande que nuestra conciencia y sabe todo lo que necesitamos antes de que se lo pidamos. Uno entra existencialmente en la oración cuando experimenta (cada uno a su manera) que salió de sí y lo dejó todo en manos del Padre. Cuando puede decir (con sus palabras: yo no soy Dios, yo no puedo nada, no se nada, no entiendo nada. Vos sabés, vos Padre podés todo, Vos conocés todo. 

Comulgar no es comer una hostia y meterse en el propio corazoncito a sentir que Jesús está conmigo y después pasar a pensar en las otras cosas. Comulgar es recibir a Jesús en la hostia y atender a cómo Él le reza al Padre estando dentro mío. La comunión no es una interiorización sino un descentramiento. Por eso decimos “Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre todopoderoso, todo honor y toda gloria”. Necesito comulgar con Jesús no para que me de fuerzas para hacer mis cosas sino para entrar a habitar en la relación que Él tiene con el Padre. 

El precepto no es “ir a misa los domingos” sino “Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”. Oír en el sentido de lo que dice el Padre de que “escuchemos a Jesús, su Hijo amado”. La Eucaristía es oír a Jesús que le dice Gracias al Padre, no solo que nos predica su Palabra. 

Y me animaría a decir que para relacionarnos con Jesús y saber lo que hay que hacer con el prójimo, no haría falta ir mucho a Misa. Jesús ya se nos dio y se nos da en cada momento de la vida. El momento especial de la comunión es para “meternos” un ratito de cabeza en la intimidad del Señor con el Padre. El hace eso en cada misa –lo recapitula todo y se lo ofrece al Padre- y a nosotros se nos invita a participar de esa fiesta, de esas bodas. Sea que yo asista o no, en la misa Jesús le está dando gracias al Padre por mí y por todos. Ir a oír cómo se hablan y estar allí, adorando en espíritu y en verdad, eso es oír misa, participar de esa acción de gracias. 

Los griegos querían “ver a Jesús” y Jesús aprovecha para encaminar qué es lo que vamos a ver si tratamos de verlo a Él. 

Vamos a ver a uno que se entierra y muere como un granito de trigo y cuyo único deseo es que todos nos demos cuenta de cuánto nos ama el Padre (glorificar su Nombre es hacerlo brillar de manera tal que todos se admiren y comprendan). 

Vamos a ver a uno que se siente muy amado y está dispuesto a dar todo su amor. Y a hacernos participar: que donde yo esté ahí esté mi servidor. 

Vamos a ver a uno de quien el Padre está orgulloso por cómo ama, y nos lo hace saber claramente (eso significa que lo ha glorificado y lo volverá a glorificar). 

Pero más hondo, si lo que queremos es ver a Jesús como querían aquellos griegos que fueron a pedirle cita a Felipe, sepamos que ver a Jesús es ver al Padre. 

Si no veo doble (en eso que parece borrachera pero es Espíritu Santo) es que no vi todavía a Jesús. 

Si no oí en estéreo la voz de los Dos, es que no oí todavía bien a Jesús. 

Toda palabra de Jesús trae consigo otra voz que la corrobora. Es una sola palabra pero a dos voces y hay que afinar el oído para escuchar la segunda. 

“La gente que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.» 

Jesús respondió: 

«Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes”. 

Que San José, con su corazón de padre, nos enseñe a ajustar el oído para no confundir la voz del Padre con truenos y ángeles. Cerquita de Jesús es el Padre Eterno mismo el que no habla. Sí. Nos habla. A mi y a vos. Porque amamos a Jesús y porque en Él somos sus hijos. 



viernes, 23 de marzo de 2012

Jesús entra en Jerusalén

P. Ángel Rossi

En este día de Ramos se nos presenta el Señor como el rey humilde, alabado sólo por los sencillos, los pobres, los que no cuentan en sociedad y a la vez, perseguido a muerte por los poderosos de la sociedad, los sabios, todos aquellos que no están dispuestos a cambiar de vida... en definitiva todos aquellos que no reconocen en Jesús al que viene en nombre del Señor. Esta escena es una fiesta agridulce, incluso para el mismo Señor. Los sentimientos de Jesús seguramente eran encontrados; por un lado la manifestación gozosa del pueblo y el reconocimiento que Jesús acepta y seguramente lo goza. No es una entrada de un poderoso, que en su época eran los militares que volvían gloriosos después de la guerra en un carro de asalto, ingresando en calidad prácticamente de Dios. En contraste la entrada del Señor que es Dios, pero entra humilde en una burrita, signo de humildad y pequeñez. Es un rey distinto “mi reino no es de este mundo”.

El Señor sabía que le había llegado la hora más difícil, donde la redención iba a tomar la forma humanamente más dolorosa. Los sentimientos de Jesús eran encontrados entre el gozo y las lágrimas, entre la gloria y la angustia, entre la amistad y la traición, entre la paz y la guerra, entre la confianza y la perturbación. Ha llegado la hora, Padre líbrame de esta hora, pero si he llegado para ésto, glorifica tu Nombre (Jn 12, 23). El día de Ramos es triunfo del Señor pero con presentimientos amargos, día en que el Señor es glorificado pero con un contrapunto de amenaza de muerte, procesión con Ramos de paz pero que serán rechazadas.

Va a Jerusalén por mí

Nosotros dejemos a Jesús que se goce en este día, lo saludemos como los demás, pero el desafío es que también vayamos con Él. La composición de lugar será en esta escena con la vista imaginativa, como dice Ignacio, ver a Jesús entrando en Jerusalén montado en un asna, aclamado por la gente sencilla cantando “Hosana al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, hosana”. En la petición vamos a pedir: Conocimiento interno del Señor que por mí se revela como Rey humilde y sencillo para que más le ame y le sirva. El Señor va a Jerusalén por mí...

Estamos en el umbral de la Pasión y la tradición iconográfica muestra al burro que el Señor pide que busquen, como un detalle cargada de sencillez y humanidad, contrapuesto a la cabalgadura de los poderosos. Son las necesidades de un Dios que elige siempre lo débil y lo que no cuenta para confundir a los prepotentes. Así se lo va a reconocer en la imagen del siervo tomando la condición de esclavo sin hacer alarde de su categoría de Dios para poder dar una palabra de aliento a cualquiera que sufra abatimiento. Es el estremecedor relato de lo que ha costado nuestra redención, en ese drama está la respuesta de amor extremo de parte de Dios. Nuestra felicidad, el acceso a la gracia ha tenido un precio: Él ha pagado por mí. Nos situamos en ese escenario, Dios en su hijo nos obtendrá la condición de hijos ante Él y de hermanos entre nosotros.

La franciscana Angela de Forino al contemplar la pasión decía “Tú no me has amado en broma”. O el realismo de San Pablo “Me amó y se entregó por mí” (Gl 2, 20). San Ignacio también toma este “por mí”. Sin este realismo que personaliza, este “por mí”, estaríamos como espectadores ausentes que a lo sumo siguen el desarrollo del proceso de Dios desde la butaca de la lástima o la indiferencia. Por eso nosotros podemos decir que todo lo que sucedió en aquellos días fue “por mí”, nosotros estábamos allí. Sólo quien reconoce ese “por mí” va a poder adorar al Señor con un corazón agradecido.

Volviendo al burrito, es lindo volver a escuchar las palabras del evangelio en donde Jesús dice “si alguien les pregunta algo cuando desaten la burra díganle que el Señor lo necesita”. Ojala podamos sentir que el Señor “nos necesita”, y que podamos responder cuando el Señor nos llama. Él nos necesita, nosotros también somos humildes portadores de quien viene como rey en nombre de Dios como aquel burrito.

¿Venís conmigo?

Por otro lado Jesús entra en Jerusalén. Al comenzar esta semana nos puede ayudar ubicarnos con la vista imaginativa nosotros a la puerta de Jerusalén, allí como los discípulos y la multitud, en la entrada del Señor a la ciudad para ir a la cruz y dejarnos preguntar por el Señor: ¿Venís conmigo? ¿entrás conmigo en la Pasión?. Jesús entra en la fase más radical de su misión, su muerte y su resurrección, y como hombre no puede no sentir la resistencia a este camino doloroso, de hecho lo dice el evangelista “Cuando llegó el tiempo de su partida de este mundo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén” (Lc 9, 51-52). Es interesante porque en la versión griega para decir que “tomó la decisión” dice que Jesús endureció el rostro y se encaminó. Hay decisiones y pasos en la vida de todo hombre, y también de Cristo, que hay que darlos así, endureciendo el rostro, apretando las mandíbulas y “encarando”.

Hasta ahora los discípulos venían siguiendo a un hombre fascinante, un hombre capaz de pronunciar palabras encantadoras de bondad, de misericordia,de humildad, de sanación... Ahora el seguimiento, si se mantienen en la decisión de hacerlo, va a tomar la forma del despojo. No es nada atrayente seguir a un despojado porque por un lado un despojado no tiene nada para ofrecer, y por otro es imposible hacerlo sin el paso por el propio despojo. A ésto se refería Jesús cuando les prevenía y nos prevenía que no es el discípulo más que su maestro, que quien lo siga no tendrá muchas veces guarida o nido para el cobijo, tendrá que desprenderse de muchas ataduras, y tomando el arado no volver la vista atrás (Lc 9, 57-61).

En ese camino que va desde la puerta de la ciudad (Domingo de ramos) hasta el Gólgota (el viernes santo) y el sepulcro abierto (domingo de Resurrección) hay un lugar que el Señor se reserva para mí, hay un momento dentro de la pasión que es para mí y el desafío, si decido entrar con todo el corazón a la pasión, es encontrarlo. Será por las calles de Jerusalén, sentado en la mesa de la eucaristía y el lavatorio de los pies, será sentado junto a Él en el patio en soledad, o en el Via Crucis junto a la cruz... No lo sabemos, pero Él sí lo sabe y eso basta. Él sabe conforme a lo que estemos viviendo, dónde necesitamos encontrarlo en este tiempo de los ejercicios. Así como en el Apocalípsis dice “ Si me abres cenaremos juntos” podemos dejarnos decir por el Señor “Si entrás, si me seguís en este momento en esta entrada a Jerusalén, te mostraré ese sitio donde te espero... donde quiero perdonarte, donde quiero consolarte, donde tengo que reprocharte cariñosamente algunas cosas, donde voy a suavizar tus heridas, donde voy a dar razón y sentido a tus luchas...

Los Santos Padres y poetas han llamado a Cristo que va a la pasión, “El Libro” ese “libro abierto sujeto con clavos hincado profundamente” donde en este tiempo tenemos que ir a leer las palabras que se reservan para nosotros. Van Dermer en su diario “Nostalgia de Dios”, hablando de su conversión que fue un viernes santo frente a la cruz en Notredame dice: “El viernes santo, entre las doce del mediodía y las tres de la tarde encontré las respuestas a todas las grandes preguntas de mi vida”.

Entrar de corazón a la Pasión, en esta entrada a Jerusalén, es ponerse así frente al Señor despojados, sin condiciones, sin protocolos ni maquillajes para encontrarnos ahí donde nos espera, para escuchar la palabra que tiene para cada uno de nosotros. Sabiendo que el Señor nos defrauda, que no se deja ganar en generosidad... quien lo busca encuentra, a quien golpee la puerta se le abrirá. No perdamos esta ocasión tan linda, esta cita de amor no transferible ni postergable que en este momento de los ejercicios y de la Semana Santa nos dejemos decir “El Señor está allí y te llama”. Y lo busquemos, para que buscándolo nos encontremos a nosotros mismos.

En esta entrada de Jesús a Jerusalén dejar que el Señor me pregunte hondamente: ¿Venís conmigo? ¿entrás conmigo a la pasión, para después disfrutar conmigo de la resurrección?.

Ni siquiera los discípulos se animaron a entrar, de hecho cada uno se escapó por su lado... uno puede decirse ¿quién soy yo entonces para acompañarlo? Y ahí animarnos a decirle al Señor “ A pesar de mi fragilidad... A pesar de que aquellos hombres que te amaban, te conocían, te seguían, que compartieron tantas cosas con vos, de que ellos se escaparon, dame la gracia de ir con vos, no porque yo sea más fuerte, pero vos dame tu gracia”.



Volvamos la mirada a este Señor que pasa en su burrito y nos mira a los ojos con una infinita paz, humildad, modestia, con un gran recogimiento y cariño personal con cada uno de nosotros.

jueves, 22 de marzo de 2012

Vivir la cuaresma haciendo los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.

14° Día de los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.
Para escuchar hacer clik:

http://www.oleadajoven.org.ar/publicacion_popup.php?article_id=3899

Si lo deseas puedes mandarme un mail a: ee_ignacianos@yahoo.com.ar
para contarme la experiencia que estas viviendo.
Seguimos unidos en la oración.
hna. Marta

lunes, 19 de marzo de 2012

Vivir la cuaresma haciendo los Ejercicios Espirituales en la vida diaria

11° Día de los Ejercicios Espirituales en la vida cotidiana
Para escuchar hacer clik:
http://www.oleadajoven.org.ar/publicacion_popup.php?article_id=3880

Si lo deseas, puedes dejar tu comentario aqui en en Blog o enviar un correo a:
ee_ignacianos@yahoo.com.ar

seguimos unidos en la oración.
hna. Marta

martes, 13 de marzo de 2012

Vivir la cuaresma haciendo los Ejercicios Espirituales en la vida cotidiana

7mo. Día de los Ejercicios Espirituales en la vida diaria.
"Hágase en mí, según tu Palabra"
Para escuchar el audio hacer clik:

http://www.radiomaria.org.ar/escucharHistorial.aspx?a=13_03_2012__08_00_0&f=13/03/2012%20-%2008:00%20hs%20a%2009:00%20hs

Si deseas compartir la experiencia que estas viviendo, puedes enviarme un correo a:
ee_ignacianos@yahoo.com.ar

Unidos en la oración
hna Marta

lunes, 12 de marzo de 2012

Vivir la Cuaresma haciendo los Ejercicios Espirituales en la Vida cotidiana

6to. día de los Ejercicios Espirituales en la vida cotidiana

Para escuchar el Audio, hacer clik:

Si deseas compartir la experiencia que estas viviendo, puedes enviarme un correo a:
ee_ignacianos@yahoo.com.ar

Unidos en la oración
hna Marta


sábado, 10 de marzo de 2012

La alegría cuaresmal

Cuaresma de la alegría


Escrito por Mons. Manuel Sánchez Monge,


Obispo de Mondoñedo- Ferrol

¿Cuaresma y alegría? Parece pura contradicción. Y sin embargo la cuaresma es el camino que nos conduce a la Pascua, la gran fiesta cristiana, la fiesta de la alegría por excelencia. No es un tiempo de tristeza, sino de alegría. Vivir la Cuaresma en negativo sería casi blasfemo. No mortificaciones, sino vivificaciones; penitencias para la conversión; no culpa, sino gracia. Los sacrificios son para la generosidad. Las mortificaciones nos llevan a una vida mejor.
La Cuaresma es un tiempo gozoso, no es privación, sino enriquecimiento. No es negatividad, sino creatividad. Es un esfuerzo por renovar, construir y conquistar. Ayuda a crecer, a rejuvenecerse, a desarrollar las mejores cualidades, a estar más contentos con nosotros mismos. El compromiso hacia fuera no tardará en llegar. La conversión puede exigir a veces una terapia liberadora. Hay que renunciar a todo lo caducado, a todo lo que en nosotros se ha pasado de fecha.
Convirtámonos a la vida y a la felicidad. Cuando sentimos la vida interior, cuando nos centramos en el amor, cuando captamos y compartimos la vida de los demás, cuando nos abrimos al misterio de la vida, entonces experimentamos la libertad y el gozo de existir. Nos convertimos, no en poseedores, sino en adoradores; no en coleccionistas de arte, sino en artistas; no en repetidores, sino en creadores. El que 'es' siente, vibra, crea, crece, ama, vive. Es calidad de vida. Apegarse al tener es otra cosa. Porque poseer es apego, endurecimiento, idolatría. El tener cosifica y deshumaniza. Lo que ganamos en cantidad de vida, lo pierdes en calidad.
Convirtámonos al amor solidario. La vida y la felicidad están en el amar, en el compadecer, en el compartir, en el vivir con y para los demás. Nuestro vivir es con-vivir. Vivir en solidaridad es calidad de vida, porque el otro es para nosotros, no rival, sino estímulo y complemento de nuestra personalidad. Crucifiquemos el egoísmo y el individualismo. Rompamos esa tendencia a encerrarnos y clausurarnos en nosotros mismos. El egoísmo va matando en ti el amor, que es la auténtica vida: «el que no ama está muerto». El individualismo nos convierte en seres odiosos y recelosos. El narcisismo nos transforma en seres infantiles y estúpidos. El egoísmo es también injusto, por no ofrecer a los demás lo que tienen derecho a recibir de nosotros. Compartamos bienes y talentos, que para eso se nos han dado. Abandonemos posturas cómodas no solidarias. Salgamos de nuestros refugios y pongámonos en camino. Con los ojos, las manos y el corazón bien abiertos. Enseguida encontraremos compañeros de viaje y hombres tirados al borde del camino. Aprenderemos la alegría del compartir. Así seremos semejantes a Dios, que es comunión de vida. Y prolongaremos sus manos bienhechoras en la vida de los hombres.
Convirtámonos a la verdadera oración. Al orar nos abrimos al Ser, nos dejamos invadir por el Amigo y contemplamos, agradecemos, adoramos y amamos.
Orar es entrar dentro de nosotros mismos para poder descubrir a Dios en nuestra más íntima intimidad. Y, al mismo tiempo, es descubrir al Dios presente en las demás personas, en los acontecimientos de la vida, en la naturaleza toda. Orar es dejarse interpelar por la palabra de Dios, es acercarnos al 'libro vivo' que es Jesucristo. Orar es entrar en la verdad y la profundidad de todo, ver y escuchar, sentir y comprender y trabajar y relacionarse y amar.
Ayunemos de palabras y deseos inútiles. El silencio exterior e interior ayudan a entrar en el misterio. Concentrémonos. Somos complicados y estamos agitados, inquietos, nerviosos, a veces rotos por dentro. Nos falta tiempo y nos sobran prisas. Así no podremos orar. Es cuestión de pacificarse. Es cuestión de relativizar y buscar prioridades, aceptando limitaciones. Es cuestión de organizarse. La Cuaresma nos puede ayudar a comprender que sólo Dios basta.
Un corazón nuevo
La metáfora ya es muy conocida, pero tiene hondura. Hay una operación radical a la que todos podemos someternos: es la operación de corazón. No es cuestión de limpiar o trasplantar una arteria o de poner una válvula más o menos. Es un trasplante total. "La enfermedad que padece el mundo, la enfermedad principal del hombre, no es la pobreza o la guerra, es la falta de amor, la esclerosis del corazón". Es el diagnóstico de Madre Teresa de Calcuta. O sea, que tenemos el corazón necrosado, un corazón de piedra. Necesitamos que nos pongan un corazón nuevo. Y que Dios nos haga transfusión de su sangre, oxigenada con el aire del Espíritu. Pero no nos asustemos. Lo "gracioso" es que este trasplante ni cuesta ni supone tanto sacrificio. Es más un don que una operación, es más una gracia que una terapia. Lo único necesario es que nos dejemos cambiar.
Necesitamos un corazón nuevo que sea de veras corazón, un corazón tejido de ternura y benevolencia, un corazón grande y sensible, un corazón compasivo y misericordioso. O sea, un corazón parecido al Corazón de Dios.
La misericordia es lo que define a Dios. Cuando Moisés quiere conocer su gloria, es decir, su intimidad, su realidad más profunda, y le pregunta por su nombre, recibe esta respuesta: «Yahveh, Yahveh, Dios misericordioso y compasivo, tardo a la ira y rico en bondad y fidelidad» (Ex. 34, 5-7).
Compasivo y misericordioso. En hebreo son palabras tomadas de los sentimientos y gestos maternales. Dios es Padre con entrañas maternales. Siente como una madre cuando lleva a su hijo dentro. Dios se conmueve por sus hijos hasta la compasión y la ternura. Esta misericordia de Dios se ha manifestado definitivamente en Jesucristo. Por eso se le conmovían fácilmente las entrañas: ante el enfermo, ante el hambriento, ante el pecador, ante todo el que sufría.
¿Qué se nos pide en esta Cuaresma? Solamente una cosa, que nuestro corazón rebose misericordia para poder acercarnos y acercar a los demás a infinita misericordia del Dios de Jesucristo. ¿Eso es poca cosa? Es lo más grande que podemos hacer, la Cuaresma más hermosa que podemos practicar. La más hermosa y la más necesaria. Porque vivimos en un mundo sin misericordia. Un mundo duro, frío, competitivo: un mundo que crea soledad, que divide y enfrenta a los hombres. Un mundo deshumanizado, sin entrañas, sin corazón.
En este mundo nuestro no hay misericordia para los vencidos, para los débiles, los pobres, los ancianos, los enfermos y minusválidos, para las víctimas, para los fracasados.
Cuaresma: en ella queremos entrar como camino para llegar a la alegría pascual un poco más resucitados.