sábado, 29 de septiembre de 2012

El más pequeño gesto de amor, ennoblece...


 "Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo".
 -Mc 9,41-

-Escrito por P. Eduardo Casas-

 "En cada don, el otro nos regala renovadamente nuestra propia capacidad de regalarnos. El amor es esencialmente entrega. Lo que no se regala y comparte, no es que se guarde sino que se pierde. La gratuidad consiste en devolver amor al amor. Podemos olvidar todo, menos a aquellos que gratuitamente nos han amado. La ingratitud es un pecado contra el amor.


Si estamos incapacitados de amar, estamos incapacitados para lo fundamental. El más pequeño gesto de amor, ennoblece. Una ráfaga de amor arranca de los corazones más duros las ternuras más hondas y las delicadezas más suaves. Todos los milagros son posibles. Sólo hay que esperar que el amor suceda; aunque sea fugazmente. Su intensidad puede ser contenida en un detalle y toda su profundidad, en un simple gesto. 


Todo es para decir la única palabra del amor. Un gesto de amor es también una palabra dicha desde el silencio, pronunciada de otra manera. Los gestos y los detalles nos llevan a lo esencial. Son esas diminutas revelaciones que manifiestan lo más importante, lo que no se ve. Cada detalle es la suavidad de una presencia sigilosa, una caricia del alma. Cada gesto ha sido primero un sentimiento. Siempre necesitamos la seguridad de sentirnos amados. Precisamos de la expresión y del gesto para que se confirme el regalo del amor".

sábado, 22 de septiembre de 2012

No desprecies al pobre y pequeño que hay en tu corazón...



 “El que quiera ser el más grande, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”. Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: “ El que recibe  a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado” (Mc.9,35b-37)

 Escrito por Cabodevilla:


“El niño carece de todo sentimiento de suficiencia. Necesita siempre de sus padres y lo sabe. ¿Se preocupa quizás de su pasado ¿Se preocupa por su por venir? Vive en plenitud el presente y nada más...
El niño no es ningún héroe, conoce con frecuencia el miedo…el niño es un dichoso desarmado. El niño no presume de su fuerza, sabe que es débil.
Las almas adelantan en su camino no a pesar de su flaqueza, sino a causa de su flaqueza, reconocida, aceptada y amada, asumida ya como un argumento para apelar constantemente a quien es fuerte y pone remedio a su pequeñez…"

Te invito a tener Momento contemplativo 
  • Lee nuevamente el texto de Marcos.
  • Imagina la escena.
  • Jesús, quiere enseñar a sus discípulos una nueva mirada.
  • Toma un niño y lo abraza…
  • Sentí a Jesús abrazando tu pequeñez, tu pobreza, tu debilidad.
Momento de hacer silencio contemplativo, para sentir y gustar el amor del Señor por los pequeños y pobres.

Si sientes resistencia, trae a la memoria las palabras de Santiago: “Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? Sin embargo, ¡Ustedes desprecian al pobre! (Sant. 2,5-6a).

Por lo tanto: No desprecies al pobre y pequeño que hay en tu corazón.

Termina rezando con este texto anónimo:

“Yo había pedido a Dios fuerza para triunfar.
Él me ha hecho débil para que aprenda el gusto de las cosas pequeñas.

Yo le había pedido la salud para hacer grandes cosas.
Él me ha dado la enfermedad para que haga cosas mejores.

Yo le había pedido la riqueza para ser feliz.
Él me ha dado la pobreza para ser sensato.

Yo le había pedido poder para que los hombres vinieran a mí.
Él me ha dado la flaqueza para que sienta la necesidad de Dios.

Yo le había pedido amigos para no vivir solo.
Él me ha dado un corazón capaz de querer a todos mis hermanos.

Yo le había pedido todo para gozar de la vida.
Él me ha dado la vida para que goce de todo.

No he recibido nada de lo que había pedido,
pero tengo todo lo que podía esperar.
A pesar de mis ruegos no escuchados,
Dios me ha ofrecido ser el más feliz de los hombres...

viernes, 21 de septiembre de 2012

Hay gente con la Primavera en el alma...


Escrito por el Poeta Hamlet Lima Quintana

Hay gente que con solo decir una palabra, 
enciende la ilusión y los rosales,
que con sólo sonreír entre los ojos, 
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente,que con solo dar la mano, 
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca las guirnaldas.
Que con solo empuñar una guitarra, 
hace una sinfonía de entre casa.

Hay gente que con solo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.

Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe, que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria.

sábado, 15 de septiembre de 2012

¿Quién es Jesús para mí?

Escrito por el P. Nicolás Retes. -fuente: "Él nos amó primero"-

Es sencillo contar que dicen los demás de Jesús, pero no tanto cuando la pregunta se hace personal, cuando es uno el que tiene que decir a nivel existencial ¿Quién es Jesús para mí?

Y la respuesta que se nos pide no alude tanto al nivel teológico, sino más bien a lo vivencial y personal. Requiere profundizar en nuestra relación con Jesús para poder formular una respuesta verdadera, que brote del corazón y nos implique en un modo profundo de obrar.

Conviene repasar nuestra historia personal para intentar responder sobre la identidad de Jesús. No alcanza con decir que es el Hijo de Dios hecho hombre, sin duda, esto es correcto pero se queda en el plano doctrinal. Si realmente queremos involucrar nuestras vidas, la respuesta debe reconocer el paso de Dios por nuestras existencias.

El reconocer como Dios en ciertos momentos de mi historia personal se hace más cercano, me acompaña en los sucesos dolorosos y alegres; el hacer pasar por el corazón los encuentros personales que tuve con Jesús nos hace tomar conciencia del amor que Dios nos tiene y es posible responder QUIEN ES JESÚS PARA MÍ.

La respuesta no es improvisada, proviene de lo más íntimo, no es repetida de memoria, viene de la experiencia de haber compartido con Jesús muchas o pocas vivencias, pero en todo caso, siempre nos invita a profundizar y a seguirlo más de cerca.

¿Quién es Jesús en realidad en mi vida concreta de cada día? Las claves para poder descubrir quien es Jesús están en la invitación que nos hace a seguirlo más de cerca, renunciando a nosotros mismos y haciéndonos cargo de la cruz de cada día que nos ha tocado.

Quién se une a Jesús recibe de lo alto la fuerza del Espíritu para enfrentar las dificultades y sobre todo para no perder la esperanza frente a un mundo que muchas veces no ayuda a mantener la fe.

Que podamos renovar nuestro seguimiento de Jesús, que la alegría de su Resurrección nos lleve a entregar nuestra propia vida para estar siempre junto a El.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Alguién me ha sacado del mundo del silencio...


Escrito por Dolores Aleixandre, de su libro: "Contar a Jesús"-

La curación del sordomudo nos invita a dejar que Jesús siga realizando con cada uno de nosotros su gesto creador, como hizo Dios en la primera mañana de la creación, modelando con sus manos e insuflándole su aliento, curando nuestras sorderas y tartamudeos. La misma palabra dirigida al sordomudo: "¡Ábrete!", puede resonar hoy en nuestros oídos y en nuestro corazón, invitándonos a seguir realizando pequeños gestos creadores y ofreciendo signos de vida, también entre aquellos que no comparten nuestra misma fe.

Nos habla el sordomudo curado:

                   Vivo en la Decápolis, cerca del mar de Galilea,  nací completamente sordo y apenas puedo balbucir sonidos inarticulados, no podré escucharlas nunca y vivo desde mi infancia aislado y al margen de todo. Cuando de pequeño lloraba porque no podía participar en los juegos de los demás niños, mi madre, apenada,  solía tomarme en sus brazos  humedecía sus dedos con su saliva y acariciaba mis oídos y mi boca como si pudiera curarme con ella, mientras susurraba palabras que yo era incapaz de entender. 

Lo poco que conozco de la religión y de las costumbres de mi pueblo se lo debo a la paciencia de un anciano maestro que me enseñó a leer en sus labios pero, a pesar de ello, vivo como encerrado en una habitación sin puertas ni ventanas, aislado del rumor de una vida que se queda siempre fuera de mis umbrales. Así he vivido hasta que, repentinamente, he sido arrastrado de manera violenta fuera de la morada del silencio.
Todo ocurrió la mañana en que vi arremolinarse a la gente en la plaza del pueblo y me acerqué atraído por la curiosidad. El gentío no me permitía ver más que la espalda de un hombre cuya figura no me resultaba familiar y al que todos miraban con atención. Alguien me dijo por señas que se trataba de un judío y me extrañó su presencia. Apenas nos tratamos con ellos porque nos desprecian y se sienten superiores a nosotros por no se sabe qué historias de su religión y de su Dios.
Yo sólo tenía intención de mirar pero de pronto sentí que me empujaban al centro y me encontré, paralizado y confuso, frente a un desconocido de quien lo ignoraba todo...
Entonces él hizo precisamente lo que yo no esperaba: me agarró del brazo y me sacó fuera del grupo que se quedó mirándole desconcertado, mientras nos dirigíamos lejos de ellos. Sentí miedo, ¿qué pretendía hacer conmigo? ¿por qué no quería que lo presenciara nadie?. Como si  presintiera mi temor, soltó mi brazo y, humedeciendo sus dedos con saliva realizó el mismo gesto de mi madre, tocando con sus manos mis oídos y mi boca. Leí en sus labios la palabra «¡Effeta!», ¡Abreté!, y fue como si los batientes de una puerta se abrieran de par en par por la fuerza de un huracán. Tuve la sensación de que todos los murmullos y las voces de la tierra entraban en mí, como la música de los instrumentos que nunca había podido oír, y de mi boca desatada brotaron como torrentes las palabras que nunca había podido pronunciar.
La gente se había ido acercando atónita y entonces él hizo de nuevo algo sorprendente: nos ordenó de manera tajante que no dijéramos nada de lo sucedido y se marchó. Nadie hizo caso de su prohibición y yo menos que ninguno: «Todo lo ha hecho bien», decían. «Ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos».
 Pero en el secreto de mi corazón yo sabía algo más: alguien me había sacado del mundo del silencio y había abierto mi vida entera sacándome a espacio abierto. Y lo hizo no como quien realiza un acto mágico y espectacular, sino con la ternura del gesto de una madre que acaricia al más débil de sus hijos.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Reconocer nuestro corazón y descubrir todo lo que hay en él...

"Es desde adentro, del corazón del hombre, salen los razonamientos retorcidos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, el deseo avaro de tener más sin preocuparse por los otros, las maldades, el engaño doloso, la indecencia, el ojo envidioso, la difamación, la arrogancia del hacerse ver como superior a los otros y la locura e insensatez. Todas estas maldades salen de adentro y contaminan al hombre (Mc 7, 1-23).

Escrito por Mamerto Menapace, de su libro "La sal de la tierra", Editorial Patria Grande.

"Pienso que nuestro corazón es mucho más ancho de lo que nosotros pensamos. Nosotros hemos alambrado un retazo de nuestro corazón y pretendemos allí vivir nuestra fidelidad a Dios. Nos hemos decidido a cultivar sólo un trozo de nuestra tierra fértil. Y hemos dejado sin recorrer lo cañadones de nuestra entera realidad humana, el campo bruto que sólo es pastizal de guarida para nuestros bichos silvestres. 

Hemos trabajado con cariño y con imaginación ese trozo alambrado. Tal vez hemos logrado un jardín con flores y todo; y para ellos hemos rodeado con un tejido que lo hacía inaccesible a toda nuestra fauna silvestre. Y nos ha dolido la sorpresa de ver una mañana que alguno de los bichos (nuestros pero no reconocidos) ha invadido nuestro jardín y ha hecho destrozos. Y la dolorosa experiencia de la presencia de ese bicho nuestro, introducido en nuestra geografía cultivada, llegó incluso a desanimarnos y a quitarnos las ganas de continuar. Es la experiencia del corazón sorprendido y dolorido.

Y no pensamos que a lo mejor a Dios también le dolía el corazón, viendo que tanta tierra que él nos había regalado para vivir en ella un encuentro con él, había quedado sin cultivar. Que nosotros le habíamos cerrado el acceso a gran parte de nuestra tierra fértil.

A veces, por ahí, uno de esos salmos (gritador y polvoriento) sacude alguno de los pajones de nuestro inconsciente, y se despiertan allí sentimientos que buscan llegar a oración. Pero nosotros enseguida los espantamos. No queremos que en nuestro diálogo con Dios se mezcle el canto agreste nuestra fauna lagunera. Quisiéramos mantener a Dios en la ignorancia de todo aquello que está en nosotros pero que nosotros no aceptamos.

Y es entonces cuando Dios nos obliga a reconocer nuestro corazón y descubrirnos todo lo que hay en él. Para que urgido por la dura experiencia de nuestro pecado hagamos llegar hasta sus oídos ese grito pleno de nuestro corazón. Y en esa dolorosa experiencia empieza a morir nuestra dificultar psicológica de rezar ciertos salmos. Nosotros no los aceptábamos porque nos sentíamos plenamente inmunes, puros, totalmente cristianos. 

Nos parecía que esos salmos eran “pre-cristianos”. Gritos de una geografía dejada atrás. Pero nuestro pecado nos llama a la dolorosa realidad de tener que comprobar que la mayor parte de nuestro corazón debe aún ser evangelizado. 

Dios podría impedir la quemazón de nuestros pajonales. Y sin embargo prefiere sembrar más allá de las cenizas, en la tierra fértil que hay debajo...
Porque Dios se ha comprometido con todo nuestro corazón. Porque nuestro corazón se salva en plenitud, o no se salva nada. Pero Dios es poderoso. Y lo salvará...