sábado, 23 de septiembre de 2017

DESLUMBRADOS POR LA GRATUIDAD DE DIOS...

Escrito por Dolores Aleixandre RSCJ

"Imaginemos que los discípulos, después de escuchar la parábola de los jornaleros de la viña y ya a solas con el Maestro, le pidieron que se la explicara. (Mt 20,15).

Aventuremos la respuesta del Maestro: “Imaginen que son del grupo de los contratados por el amo de la viña a última hora, y que han recibido el mismo salario que los que se han pasado el día trabajando. Al día siguiente ¿no llegarían mucho más temprano que los demás, no para acumular méritos, sino por puro agradecimiento, porque la bondad del amo los había atrapado en su espiral de gratuidad?”.

La Palabra trata de empujarnos más allá de los límites que nos hemos impuesto y nos desborda con su novedad. Cuando leemos el Evangelio, lo extraordinario roza nuestra existencia, como un cometa que ilumina con su órbita de luz otro planeta oscuro y lo “razonable” queda desafiado por extrañas propuestas que, como una epifanía, rompen nuestro horizonte estrecho y dejan entrever posibilidades apasionantes e inéditas. Podríamos compararla con el anzuelo que intenta “pescarnos” y sacarnos a respirar otro aire, en un intento de que la anterior atmósfera en que nos movíamos nos resulte ya irrespirable.

Jesús, parecía estar a la vez habitado por una confianza sin límites en la capacidad de reacción del corazón humano y, como si no hubiera perdido la ingenuidad de los niños, se atrevía a plantear modos utópicos de comportamiento. Sus propuestas encierran un poderoso potencial transformador...

Si la Palabra había hecho su trabajo, podemos imaginar que aquellos jornaleros de la viña que sólo trabajaron una hora y recibieron un salario desmesurado, comenzaron a conocer el corazón bueno del Dueño. Damos la palabra a uno de ellos para que nos ayude a familiarizarnos con las insólitas costumbres de Dios que aparecen en las parábolas:

“Déjense sorprender por ese Dios desprovisto de los atributos propios de la divinidad (inmutabilidad, equidistancia, impasibilidad...)

No les extrañe verle como un padre alterado e inquieto, que descuida los asuntos de la casa y siempre está fuera de ella esperando o buscando (Lc 15,11-32).

Mírenle como un rey sin poder ni autoridad, incapaz de convencer a sus invitados, demasiado expuesto a la decepción y al fracaso ante el rechazo de su banquete, asombrosamente contento de sentar a su mesa a la gente de los caminos (Mt 22,2-14; Lc 14,16-24).

Asómbrense al saber que es un inversor temerario y precipitado que corre el riesgo de repartir su hacienda, sus talentos o su administración entre quienes no le ofrecen suficiente garantía de gestionarlos bien (Lc 15,12; Mt 25,14-30;Lc 16,1-8). 

Posiblemente, lo mismo que Jesús con sus discípulos torpes y resistentes a la hora de encajar la novedad de ese Dios, el jornalero que hizo la experiencia de lo que es la gratuidad absoluta necesitará mucho tiempo y mucha paciente insistencia para desalojar las viejas ideas sobre Dios que pueblan nuestro imaginario y conseguir que aceptemos que esté siempre más allá de lo que pensamos sobre Él.

Y si le permitimos continuar con su trabajo, la Palabra que escuchamos a través de él nos revelará quiénes somos nosotros para Dios:

“No pongan sus ojos en sus propios méritos, esfuerzos, al contrario: dejen que Dios los sorprenda con su amor desmedido y los colme de un amor que escapa a sus merecimientos.

Son una tierra sembrada de semillas destinadas a dar fruto. No anden preocupados por la mezcla de cizaña que hay en sus vida, lo que al Padre le importa es todo lo bueno que ha sembrado en sus corazón (Mc. 13,24-30).

Es verdad que son pequeños e insignificantes como un granito de mostaza,pero esa pequeñez esconde una fuerza capaz de transformarse en un gran árbol en el que vengan a posarse los pájaros (Mc 4,30-32) 

Alégrense de poseer talentos y recursos a invertir (Mt 25,14-30); lo propio de ustedes es perderse   (Lc 15,3)..., pero Alguien cree en vuestra capacidad de dejarse encontrar y volver a casa, estar en vela, ser misericordiosos, convertir en amor sus deudas. Y si los desea,persigue, busca y espera tanto, es porque son valiosos a sus ojos”.

Estamos convocados a acoger esos nuevos nombres que nos bautizan con su novedad y a creer que son también los nuestros. El Evangelio nos los sigue entregando, como aquella piedrita blanca del Apocalipsis (2,17) en la que está grabada nuestra verdadera identidad...

  -Les pido disculpas, por agregar un texto más largo, en esta oportunidad...a mi parecer, vale la pena-

sábado, 16 de septiembre de 2017

Sólo el perdón y la reconciliación nos convierten en amigos de la vida, de las personas y de Dios...

Fuente: Centro de Espiritualidad y Pastoral -Venezuela

La Palabra nos coloca ante la piedra de toque de toda fe y de toda humanidad: ser capaces de perdonar, y siempre.

Jesús expone en forma sencilla pero directa, la correlación obligada que existe entre la misericordia que recibe el perdonado y la misericordia que éste practique con quienes son deudores suyos. De tal manera que la misericordia y el perdón se convierten en requisito necesario en la relación con Dios, tal como señala el Padrenuestro: “perdona nuestros pecados así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt, 6,12-14). De ahí que en la fe cristiana no pueda separarse amor y perdón, comunidad y misericordia, amistad y reconciliación.

Nuestro Dios se manifestó y se manifiesta amando, perdonando y reconciliando. Porque Dios solo procede desde el amor. Y cuando no encuentra nada bueno, lo hace todo nuevo, dándose Él mismo por entero, con paciencia, tolerancia y capacidad de espera. En esto consiste el imaginario de “perdonar setenta veces siete” propuesto por Jesús.

El evangelio de Mateo afirma que todo camino de realización, si es bueno, pasa por el perdón. Jesús señala sin rodeos que en todo momento y situación hay que perdonar. La vida y la convivencia solo serán viables si asumimos en serio la misericordia y el perdón como los criterios básicos de nuestro modo de ser y proceder.

El rostro más visible del amor cristiano y de todo tipo de amor verdadero es la misericordia y el perdón. En esto se concreta el Plan de Dios, porque solo así se puede CONVOCAR a los distintos para que formen una sola familia; REUNIR a los opuestos para que multipliquen sus fortalezas y construyan un horizonte común; y FRANQUEAR las barreras del resentimiento, de la intriga, del odio y del desamor, para que cada persona se experimente libre y liberadora, sanada y sanadora. 

Muchas veces es muy fácil pedir se nos perdone y muchas veces no somos capaces de perdonar al otro. Si quieres sanar, aprende a perdonar. Si quieres tu alma limpia, cultiva la misericordia. Sólo el perdón nos pone en situación de armonía interior y en situación de convivencia justa y pacífica. Sólo el perdón y la reconciliación nos convierten en amigos de la vida, de las personas y de Dios.

sábado, 9 de septiembre de 2017

"Has Ganado a tu Hermano..."


Dolores Aleixandre rscj

“Has ganado a tu hermano”: ese parece ser para Jesús el objetivo de cualquier comportamiento vincular de un cristiano. No se trata de dominar, ni de convencer, ni de reprochar, ni de arrancar la petición de perdón por parte del otro, sino de recuperar la relación original entre dos seres humanos según el suelo de Dios que es la de fraternidad. 

Podemos mirar si la dinámica de nuestras relaciones va en esa dirección de ganar hermanos. El que sigue a Jesús y abraza ese modo de vida que él ha querido implantar en el mundo que llamamos "Reino", tiene que saber que su modo de vida va a estar siempre referido a otros, en contacto con ellos, aprendiendo incesantemente a comportarse como un hermano, un compañero o un amigo. 

Vivir así tiene precios: el perdón, el interés sincero por el otro, la oración en común. En el Reino no tiene sitio el egoísmo de los individualistas".