sábado, 5 de junio de 2021

Huésped - Fiesta de Corpus Christi

 


Escrito por Diego Fares .sj

Para contemplar el misterio de la Eucaristía, nos detenemos hoy en el lugar donde el Señor quiso celebrar la Ultima Cena. El piso alto de aquella hospedería nos indica algo muy especial acerca de cómo quiere quedarse el Señor entre nosotros: como un huésped!

El diálogo de Jesús y los discípulos comienza con la pregunta de estos por el lugar: “¿Dónde quieres que te preparemos la Pascua?”. Y el Señor les indica entonces un camino un tanto complicado para llegar al lugar de la Cena… que ya estaba preparado!

Esto llama la atención. Uno piensa: “Si Jesús ya lo tenía todo planeado, ¿por qué no los mandó directamente a la casa? ¿Por qué los hizo caminar siguiendo pistas, como si fuera una búsqueda del tesoro?”.

Creo que quería hacerlos experimentar el camino que Él había recorrido antes, siguiendo al hombre del cántaro hasta encontrar la hospedería en la que trabajaba. Una manera de hacerlos sentir huéspedes también a ellos. Lo cual tiene su importancia a la hora de celebrar a Jesús en la Eucaristía, en ese pan y ese vino en los que el Señor “se hospeda” para que lo podamos comer.

Me gusta pensar que Jesús había rezado y preparado largamente la última cena. Iba a ser su gesto definitivo: la manera de darse y de quedarse con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”.

El lugar era, pues, importante. Notamos que no eligió la casa de ninguno de los apóstoles ni la de algún amigo o conocido, sino un lugar distinto, al que los hizo llegar como si fueran forasteros que entran a un pueblo y siguen a uno que lleva un cántaro de agua, suponiendo que los conducirá a algún albergue.

Nos quedamos mirando y contemplando el lugar que el Señor eligió.

Dos palabras que suelen pasar desapercibidas, pueden ayudarnos a contemplar: “katalyma” – “aposento”- y “anagaion” – “piso alto”.

Jesús les encarga que le digan al dueño de casa: “donde está mi aposento”. La palabra que usa es “katalyma” que significa estancia o aposento y que propiamente es una “habitación para huéspedes”. Lucas es el otro que usa esta palabra cuando narra la peregrinación de José y María y dice que “no había lugar para ellos en el aposento u hospedería” (Lc 2, 17). También la usa cuando le critican a Jesús que haya ido a “hospedarse” en la casa de un pecador (en referencia al publicano Mateo) (Lc 19, 17).

Dejamos que resuene en nuestro corazón esta palabra tan querida para nosotros: “hospedería”, “habitación de húespedes”, “hogar de tránsito”.

Jesús no tenía casa propia, no tenía “donde reclinar la cabeza”. Para sus reuniones debía pedir prestada una casa. Por supuesto que tenía amigos, como Lázaro y sus hermanas, que lo hospedaban gustosos. También es cierto que en esta ocasión Jesús hace notar su Señorío: el mensaje que les da a los discípulos es el de un Señor. Habla de “mí” aposento. Pero el lugar que elige y el modo como los hace llegar a él, hablan de un lugar ajeno.

La otra palabra es “gran sala en el piso superior” (ana-gaion), que literalmente sería “sobre piso”.

Jesús celebra la Eucaristía en una sala grande, en el piso alto de una hospedería! Como si dijéramos en El Hogar de San José o en la Hospedería Padre Hurtado: esos lugares son El Hogar de Cristo!

Podemos imaginar que el Señor nos manda decir: “¿Donde está dentro tuyo ese lugar grande donde quiero que me hospedes para que comamos juntos, para que te pueda dar mi Cuerpo y mi Sangre?”.

Ese es nuestro lugar íntimo y secreto donde se complace en habitar la Trinidad Santa: el Padre, Jesús y el Dulce Huésped del alma, el Espíritu Santo.

Imaginamos ahora nuestro interior con una habitación grande para huéspedes.

Así como para nacer el Señor se hubiera conformado con esa hospedería humilde de Belén y ni siquiera en ella encontró lugar, para celebrar la fiesta de la Alianza con los hombres elige y prepara él mismo un lugar de paso. Quiere ser “huesped”.

La imagen del huesped habla de libertad. Tanto el que hospeda como el huésped comparten un espacio íntimo sin que sea definitivo.

Y los permisos que uno pide para disponer de algo o para ir al baño…, los gestos de cortesía que se usan, suponen una valoración muy linda de lo que significa compartir la intimidad sin adueñarse de ella.

Hospedar y hospedarse implica un ritual de ofrecimiento y de agradecimiento. Uno, como huésped, tiene que pedir permiso y es lindo tener que pedirlo y que el otro refuerce explícitamente la gratuidad y la amplitud de su ofrecimiento: “Sentite como en tu casa” decimos. Por eso esta es una imagen llena de profundidad y de misterio para gustar la manera en que Jesús elige estar presente en nuestro interior.

Él, aunque es dueño, quiere ser huésped. En Emaús, el “forastero” (huésped, en latín, es forastero) hace ademán de seguir de largo y espera a que lo inviten: “quédate con nosotros, porque anochece…”

Esta imagen de huésped se aplica también al Espíritu: “Dulce huésped de nuestra alma”.

Al darnos su Cuerpo y su Sangre, el Señor se nos da de manera íntima y total y un don tan grande para darse y para ser recibido requiere esta distancia-cercana tan propia de la relación de hospitalidad.

El Señor no viene ni como dueño de casa que se instala ni como desconocido que alquila o viene a negociar algo. Viene como huésped. Y no es esta una imagen menor para la caridad. Como si dijéramos que sería mejor que viniera como Esposo o como hijo… Por el contrario: al huesped uno lo trata mejor incluso que a los de casa.

En la hospitalidad reina la libertad, condimentando cada gesto de dar y recibir como algo que se hace gratuitamente, sin que nunca se pierda este gusto por la gratuidad.

Es bueno en este punto que cada uno rememore sus experiencias de hospitalidad y las aplique a la Eucaristía y a la Palabra, de modo que cuando comulgamos y cuando leemos la Palabra “hospedemos” al Señor en nuestro interior. Cada vez de modo nuevo, hasta que sea Él a hospedarnos definitivamente en el hogar de la intimidad de Dios, en lo que llamamos Cielo.

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Fuente: 

https://diegojavierfares.com/2021/06/03/huesped-corpus-christi-b-2021/

sábado, 29 de mayo de 2021

Fiesta de la Trinidad... Invitados, a ese Círculo de Amor Gratuito...



Escrito por Mariola López Villanueva -RSCJ-

Lo que más emociona de esta fiesta es sentir que estamos invitados, que en ese Círculo de Amor gratuito hay un lugar que requiere ser habitado por cada uno de nosotros. Los padres capadocios, allá por el Siglo IV, fueron los primeros en esbozar qué significaba que nuestro Dios es relación de Personas, una relación creciente, multiplicadora, creativa…cuyo movimiento provoca una atracción salvífica. 

El Amante, el Amado y el Amor, nos invitan a formar parte de ese entramado relacional, a aprender los pasos de su danza, a sorprendernos una y otra vez por esa capacidad terapéutica del amor, que sana y embellece allí donde se posa. 


La Trinidad nos vincula a cada ser que respira, nos enseña que no podemos ser felices solos y nos alienta para que todos nuestros intentos, aún los de mayor torpeza, sean siempre bienvenidos; pues amar es algo que sólo podemos aprender amando...
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Les comparto también este texto escrito por Miguel Tombilla

Lo que celebramos en la Trinidad no es solo un misterio, algo que no se puede comprender por la sola razón. Sino que celebramos el gran amor de un Dios que se hace fecundo porque ama sin medida. Fecundidad amorosa que engendra al Hijo y que por el Espíritu sigue actuando en la historia.


Creación abierta que también espera planificación, que está anhelando también la vida en plenitud.

Dios fecundo en si mismo y de cara a los demás. Hacia dentro y hacia fuera. En un fuera que ya es dentro y viceversa. Todo amor, entregado, extendido, compartido.

Trinidad de amor, de creación, de historia, de esperanza de un presente que ya es futuro y pasado que ya es salvación.

sábado, 22 de mayo de 2021

La Casa de Pentecostés es Casa de Oración...



La casa de Pentecostés

 Escrito por Javier Albisu , de su libro: "Cuando Jesús entra en casa".

“La casa de Pentecostés es casa de oración, donde se ora intensamente. A medida que ora el corazón se hace más dócil a la acción de Dios. Más se prepara para ser llevado por el viento del Espíritu…como un barrilete. Ser llevado por el viento del Espíritu no es ser llevado por cualquier viento.

Es ejercer responsablemente la propia libertad. Es ser fiel a lo que se siente como el llamado más auténtico y verdadero de uno mismo. Es confiar en Aquel que nos tiene de su mano, para ofrecerle con soltura nuestra vida y permitirle que nos lleve a corrientes de aire más altas, a un grado de santidad más alto. Esto es algo que el Señor lo va consiguiendo con nosotros, de a poco. Nos va confiando más a medida que nos ve crecer en confianza.

Quien quiere volar alto debe tener preparado un carrete u ovillo grande hilo…Si el crédito que le ofrecemos a Dios es cortito, poco podrá elevar nuestra medida. Volaremos bajito. Si Dios tiene en sus manos el ovillo de nuestra vida, todo nuestro rollo, podrá hacernos levantar. Para que el barrilete se eleve necesita una estructura que lo sostenga (un par de maderas cruzadas); así también para que un corazón que ora se eleve, necesita la forma y consistencia de la propia cruz. Desde la propia cruz oraba Jesús y nos enseña a ser levantados en alto. El corazón que ora como el barrilete, aprende que el viento es una fuerza que bien puede servir para elevar como para hundir. Hay ciertos vientos que nos empujan supuestamente ”a favor” y no hacen sino hundirnos. Y es que no se levanta vuelo con viento a favor. Se levanta con viento en contra. Cuando vemos que la situación es adversa sentimos que no avanzamos, pero en realidad, lo importante es avanzar, lo necesario hasta elevarnos por encima de la situación.

Si hacemos frente al viento movidos por la gracia que nos sostiene, nos ponemos por encima. Si nos achicamos, atendiendo sólo a su intensidad, nos venimos abajo. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado por qué el Señor nos hace avanzar viendo que todo se nos viene en contra? Y es como él conoce de vientos, sabe que es la oportunidad para hacer que el corazón se levante y tome altura. El ponernos a la altura de las situaciones lo consigue el Señor. Si bien el barrilete planea sostenido por el viento, no debe olvidar que tanto la altura como el tiempo de vuelo lo dosifica con sabiduría quien lo tiene de su mano. "El que se eleve será abajado y el que se abaje será elevado”. No debemos olvidar que si estamos por encima de muchas situaciones es por la mano del Señor que nos tiene aferrados.”

domingo, 2 de mayo de 2021

Permanecer en Jesús y ser sus amigos...

-Escrito por Jean Vanier-

"El fruto es la vida que debemos derramar sobre los otros. Pero no somos nosotros quienes damos vida, no es tampoco sólo Jesús, somos nosotros y Jesús, Jesús en nosotros y nosotros en Jesús. No podemos distinguir lo que es de Dios y lo que es nuestro. Es la vida del Espíritu fluyendo a través de cada uno de nosotros, enriquecida por los propios dones, por quienes somos –nuestra identidad- y por nuestra misión particular. La magnificencia de Dios es dar vida en y a través de nosotros. Dios no quiere actuar Él solo directamente en los corazones: Dios nos necesita como mediadores e instrumentos de su gracia. De esta manera, participamos en la creatividad de Dios dando vida. 

Permanecer en Jesús y ser su amigo

¿Qué significa permanecer en Jesús? Aquí tenemos una palabra clave “permanecer” o “morar”. Los primeros dos discípulos le preguntaron a Jesús: ¿Dónde vives? Y fueron se quedaron con Él. Jesús había dicho a los discípulos que si comían su cuerpo y bebían su sangre, habrían de morar en Él y Él en ellos. En este texto de Juan nos revela: 

“Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí: Permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como Yo permanezco en el amor de mi Padre, guardando sus mandatos” (Jn 15,9-10). 

Permanecer o morar en Jesús es hacer nuestro hogar en Él y dejar que Jesús haga su hogar en nosotros. Nos sentimos en casa con Él y en Él. Es un lugar de descanso y de presencia recíproco, en un lugar de vida y creatividad. Permaneciendo en Él, damos fruto y damos vida a los demás. Vivimos en una mutua morada. Esta morada es amistad. 

La fuente de nuestra amistad con Jesús es la unidad entre Él y el Padre. Así como el Padre ama a Jesús y se entrega al Hijo, Jesús nos ama y se nos entrega…

sábado, 1 de mayo de 2021

Bienaventuranzas para el DÍA del TRABAJADOR


BIENAVENTURANZAS PARA EL DÍA DEL TRABAJO
Escritas por el P. Eduardo Casas.


Benditos los que ofrecen y comparten trabajos a sus hermanos.

Benditos los que trabajan digna y honestamente.

Benditos los que trabajan por la paz.

Benditos los que trabajan para que siempre haya trabajo para todos.

Benditos los que trabajan por la justicia y trabajan justamente.

Benditos los que luchan para que se destierre la desocupación
y la manipulación de las personas.

Benditos los que trabajan con las manos, la cabeza y el corazón.

Benditos los que trabajan por amor a los demás.

Benditos los que trabajan por mantener y cuidar a sus familias. 

Benditos los que se sacrifican duramente en sus trabajos.

Benditos los que trabajan y disfrutan.

Bendito seas Jesús que trabajaste por nosotros. 

Amén.

miércoles, 21 de abril de 2021

Domingo del Buen Pastor = ¡La Voz de Jesús es Única!



Texto del Papa Francisco -año 2013-

"El Cuarto Domingo del Tiempo de Pascua está caracterizado por el Evangelio del Buen Pastor – en el capítulo décimo de San Juan –, que se lee cada año. El relato de hoy narra estas palabras de Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa”. En estos cuatro versículos se encuentra todo el mensaje de Jesús, está el núcleo central de su Evangelio: Él nos llama a participar en su relación con el Padre, y ésta es la vida eterna. 

Jesús quiere establecer con sus amigos una relación que sea el reflejo de aquella que Él mismo tiene con el Padre: una relación de pertenencia recíproca en la confianza plena, en la íntima comunión. Para expresar este entendimiento profundo, esta relación de amistad Jesús utiliza la imagen del pastor con sus ovejas: él las llama y ellas reconocen su voz, responden a su llamado y lo siguen. ¡Esta parábola es hermosísima! El misterio de la voz es sugestivo: desde el vientre de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz y aquella del papá; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad. ¡La voz de Jesús es única! Si aprendemos a distinguirla, Él nos guía por el camino de la vida, un camino que supera también el abismo de la muerte. 

Pero a un cierto punto Jesús dice, refiriéndose a sus ovejas: “Mi Padre, que me las ha dado…”. Esto es muy importante, es un misterio profundo, no fácil de comprender: si me siento atraído por Jesús, si su voz calienta mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro de mí el deseo del amor, de la verdad, de la vida, de la belleza…¡Y Jesús es todo esto en plenitud!... 

viernes, 16 de abril de 2021

COMUNICACION IMPORTANTE!

 Amigos y Amigas de ESPIRITUALIDAD COTIDIANA:

Me ha comunicado BLOGGER que próximamente ya no se enviaran las nuevas publicaciones a sus correos.

Para acceder al BLOG les propongo descarguen en sus celulares el blog y puedan tenerlo para acceder rápidamente.

Gracias a cada uno!


Emaús =Camino de Regreso desde la Desesperanza...



Escrito por Clemente Sobrado 

El camino de la desesperanza
  • El camino que lleva a Emaús es el camino de los desilusionados, de los tristes, de los que sienten el fracaso y deciden abandonarlo todo y refugiarse de nuevo sí mismos.
  • El camino de los que caminan por la vida lamentando lo que “ha pasado estos días”.
  • El camino de los que no han entendido el misterio de la Cruz, y son incapaces de comprender que pueda estar vivo, a pesar de lo que “han dicho algunas mujeres”.
  • El camino de los que han comenzado y que, con la sensación del fracaso, porque no ha respondido a sus intereses personales, regresan a donde habían partido. 
  • El camino de los que un día sintieron la ilusión de la llamada y ahora sienten el vacío de la desilusión.
  • El camino de los que no entienden los caminos de Dios y prefieren la seguridad de sus propios caminos. 
  • El camino de los tristes cuyos ojos están cerrados a las luces de la Pascua.
Un intérprete en el camino

Hay cosas que nunca logramos entender y para las que necesitamos de un intérprete. Cuando nos reunimos unidos por la sensación del fracaso, mutuamente nos vamos hundiendo más. Mutuamente nos vamos confirmando en nuestras desilusiones.
Siempre se necesita de un tercero, de alguien que haga de intérprete de nuestros sentimientos y de nuestras oscuridades. Que nos haga comprender que, lo que para nosotros es un imposible, puede ser fuente de todas las posibilidades. Que nos haga salir de nosotros mismos y nos enseñe a leer las Escrituras y nos pueda abrir la inteligencia.
Y eso fue Jesús que se hace viajero con ellos, que camina el mismo camino. Primero se mete en sus conversaciones y luego como un caminante cualquiera, comienza a enseñarles a leer los acontecimientos. El Dios escondido pero que camina siempre en nuestro propio caminar.
Todos necesitamos de alguien que nos ayude a interpretar nuestras dudas, nuestras tristezas, nuestras desilusiones, nuestros problemas. No. No son los demás quienes nos solucionarán nuestras dificultades. Pero sí nos ayudarán a salir de nosotros mismos para que podamos verlos con otros ojos y con otras esperanzas.

Cuando se abren los ojos

Emaús es el lugar donde se nos “abren los ojos”. Emaús es el lugar donde el pan partido se hace revelación de Jesús y donde aquellos dos lo “reconocen”.
No le reconocen en el camino. Le reconocen al partir el pan. La Eucaristía, sacramento de la revelación del resucitado.
  • Emaús es el lugar donde las tristezas se convierten la fiesta de la alegría.
  • Emaús es el lugar donde las dudas se hacen certezas.
  • Emaús es el lugar donde las desilusiones vuelven a florecer en ilusiones nuevas.
  • Emaús es el lugar donde los fracasos se convierten en nuevas energías.
  • Emaús no es el final de un camino, sino el comienzo de un camino nuevo.
  • Emaús es la experiencia de cómo la compañía del resucitado calentaba sus corazones, aún sin reconocerlo.
  • Emaús es el camino del regreso, de la vuelta a casa, de la vuelta a la comunidad abandonada.
  • Emaús es el camino de los que han visto y corren a compartir su experiencia pascual con los demás.
Todos tenemos nuestro Emaús

Porque todos tenemos nuestros momentos de cansancio y desaliento. Porque todos tenemos nuestras tentaciones de dejarlo todo y abandonarlo todo. Porque todos tenemos nuestros momentos en el que nuestros ojos dejan de ver la realidad y comenzamos a ver los imposibles.

Es el Emaús de los esposos:

Los esposos suelen comenzar su camino con grandes ilusiones y esperanzas, pero pasa el tiempo y el aburrimiento les va carcomiendo por dentro y su misma presencia les causa hastío.
Es entonces cuando dicen que “se han equivocado”, “que no son el uno para el otro”, “que si la incompatibilidad de caracteres”.
Es ahí que los esposos necesitan de alguien que les ayude a leer su realidad y les ayude a recuperar la esperanza.
Tampoco ellos saben leer esos momentos difíciles de sus vidas. Y es entonces que alguien tiene que ayudarles a abrir los ojos y que se vuelvan a reconocer que los dos siguen vivos y que su amor aún está vivo y es capaz de ponerlos en camino.

Es el Emaús de la Iglesia

La Iglesia que se pasó toda la mañana buscando a Jesús. Lo buscó en el sepulcro y no lo encontró. Y la Iglesia se sintió huérfana. Se sintió en la soledad de sí misma sin El. Con sus miedos y sus puertas cerradas.
También la Iglesia atraviesa sus crisis e incluso muchos se alejan de ella decepcionados y buscan casa en otros movimientos.
Por eso la Iglesia necesita de la Eucaristía para volver a reencontrarse con el Resucitado. Necesita reconocerlo en el “pan partido”. Para luego salir del calor del hogar a los caminos del mundo a anunciar que “lo ha reconocido”, lo ha “visto”. Es la misión misionera de la Iglesia. La Iglesia de los caminos.

sábado, 10 de abril de 2021

TOMAS, Es Incredulidad lo que tú Tienes por Sentido Profundo...



Escrito por Hans Urs von Balthasar, de su Libro: "Corazón del mundo"

Acércate, Tomás, levántate de la caverna de tus dolores, pon tu dedo aquí y mira mi mano; extiende tu mano y ponla en mi costado: y no imagines que tu ciego dolor es más penetrante que mi Gracia. No te fortifiques en el castillo de tus sufrimientos. Naturalmente crees que tu vista es más aguda que la de los demás, tú tienes pruebas en la mano, no quieres que nadie te dé gato por liebre, y todo en él grita: ¡Imposible! Tú ves el abismo, puedes medirlo con el metro, el margen que hay entre la mala acción y la expiación, entre tú y yo. ¿Quién va a querer luchar contra semejante evidencia? Tú te retiras a tu luto, por lo menos éste es tuyo; con la experiencia de tu sufrimiento sientes que vives. Y si alguien pusiera su mano sobre ese sufrimiento, y tratara de arrancar sus raíces, arrancaría a la vez todo tu corazón del pecho - tanto te has identificado con tu dolor. 

Sin embargo, yo he resucitado. Y tú prudente y viejo dolor, en el que te sumerges, en el que imaginas mostrarme tu fidelidad, en el que crees estar junto a mí, es muy anacrónico. 

Pues hoy me siento joven y feliz. Y lo que tú llamas tu duelo no es más que obstinación. ¿Tienes una medida en tu mano? ¿Es tu alma el criterio de lo que es posible para Dios? ¿Es tu corazón lleno de vacilaciones el reloj en el que puedes leer el designio de Dios sobre ti? 

Es incredulidad lo que tú tienes por sentido profundo. Pero ya que estás tan lastimado y el patente tormento de tu corazón se ha abierto hasta el abismo de tu propio ser, dame tu mano y siente con ella el latido de otro corazón: en esta nueva experiencia tu alma se entregará y la sombría amargura autoalimentada se quebrará. Tengo que vencerte. No puedo menos de exigirte lo más querido que tienes, tu melancolía. Sácala de ti, aun cuando te cueste el alma y parezca que vayas a morir. Expulsa de ti ese ídolo, ese cascote frío de tu pecho, y en su lugar pondré en ti un corazón de carne, que latirá de acuerdo con mi propio latido. Saca de ti ese yo, que vive por no poder vivir, que está enfermo porque no puede morir: deja que perezca, así por fin podrás empezar a vivir. 

Estás enamorado del triste enigma de tu incomprensibilidad, pero a ti se te ve y se te comprende, pues mira: si tu corazón te acusa, piensa que soy mayor que tu corazón y lo sé todo. Anímate a saltar a la luz, no pienses que el mundo es más profundo que Dios, no pienses que no sabré arreglármelas con él. Tu ciudad está cercada, tus provisiones están agotadas: tienes que rendirte. ¿Qué es más sencillo y más dulce que abrir las puertas al amor? ¿Qué es más fácil que caer de rodillas y decir: Señor mío y Dios mío?

lunes, 5 de abril de 2021

Ir a Galilea significa, ante todo, Empezar de Nuevo...


Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual

"Las mujeres pensaron que iban a encontrar el cuerpo para ungirlo, en cambio, encontraron una tumba vacía. Habían ido a llorar a un muerto, pero en su lugar escucharon un anuncio de vida. Por eso, dice el Evangelio que aquellas mujeres estaban «asustadas y desconcertadas» (Mc 16,8), estaban asustadas, temerosas y desconcertadas. Desconcierto: en este caso es miedo mezclado con alegría lo que sorprende sus corazones cuando ven la gran piedra del sepulcro removida y dentro un joven con una túnica blanca. Es la maravilla de escuchar esas palabras: «¡No se asusten! Aquel al que buscan, Jesús, el de Nazaret, el crucificado, resucitó» (v. 6). Y después esa invitación: «Él irá delante de ustedes a Galilea y allí lo verán» (v. 7). Acojamos también nosotros esta invitación, la invitación de Pascua: vayamos a Galilea, donde el Señor resucitado nos precede. Pero, ¿qué significa “ir a Galilea”?

Ir a Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo. Para los discípulos fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a seguirlo. Es el lugar del primer encuentro y el lugar del primer amor. Desde aquel momento, habiendo dejado las redes, siguieron a Jesús, escuchando su predicación y siendo testigos de los prodigios que realizaba. Sin embargo, aunque estaban siempre con Él, no lo entendieron del todo, muchas veces malinterpretaron sus palabras y ante la cruz huyeron, dejándolo solo. A pesar de este fracaso, el Señor resucitado se presenta como Aquel que, una vez más, los precede en Galilea; los precede, es decir, va delante de ellos. Los llama y los invita a seguirlo, sin cansarse nunca. El Resucitado les dice: “Volvamos a comenzar desde donde habíamos empezado. Empecemos de nuevo. Los quiero de nuevo conmigo, a pesar y más allá de todos los fracasos”. En esta Galilea experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor, que traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. El Señor es así, traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. Él es así y nos invita a ir a Galilea para hacer lo mismo.

Este es el primer anuncio de Pascua que quisiera ofrecerles: siempre es posible volver a empezar, porque siempre existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos. Incluso de los escombros de nuestro corazón —cada uno de nosotros los sabe, conoce las ruinas de su propio corazón—, incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede construir una obra de arte, aun de los restos arruinados de nuestra humanidad Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre: en la cruz del sufrimiento, de la desolación y de la muerte, así como en la gloria de una vida que resurge, de una historia que cambia, de una esperanza que renace. Y en estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza.

Ir a Galilea, en segundo lugar, significa recorrer nuevos caminos. Es moverse en la dirección opuesta al sepulcro. Las mujeres buscaban a Jesús en la tumba, es decir, iban a hacer memoria de lo que habían vivido con Él y que ahora habían perdido para siempre. Van a refugiarse en su tristeza. Es la imagen de una fe que se ha convertido en conmemoración de un hecho hermoso pero terminado, sólo para recordar. Muchos —incluso nosotros— viven la “fe de los recuerdos”, como si Jesús fuera un personaje del pasado, un amigo de la juventud ya lejano, un hecho ocurrido hace mucho tiempo, cuando de niño asistía al catecismo. Una fe hecha de costumbres, de cosas del pasado, de hermosos recuerdos de la infancia, que ya no me conmueve, que ya no me interpela. Ir a Galilea, en cambio, significa aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino. Debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el asombro del primer encuentro. Y después confiar, sin la presunción de saberlo ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de Dios. Nosotros tenemos miedo de las sorpresas de Dios, normalmente tenemos miedo de que Dios nos sorprenda. Y hoy el Señor nos invita a dejarnos sorprender. Vayamos a Galilea para descubrir que Dios no puede ser depositado entre los recuerdos de la infancia, sino que está vivo, siempre sorprende. Resucitado, no deja nunca de asombrarnos.

Luego, el segundo anuncio de Pascua: la fe no es un repertorio del pasado, Jesús no es un personaje obsoleto. Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro. Abre nuevos caminos donde sientes que no los hay, te impulsa a ir contracorriente con respecto al remordimiento y a lo “ya visto”. Aunque todo te parezca perdido, por favor déjate alcanzar con asombro por su novedad: te sorprenderá.

Ir a Galilea significa, además, ir a los confines. Porque Galilea es el lugar más lejano, en esa región compleja y variopinta viven los que están más alejados de la pureza ritual de Jerusalén. Y, sin embargo, fue desde allí que Jesús comenzó su misión, dirigiendo su anuncio a los que bregan por la vida de cada día, dirigiendo su anuncio a los excluidos, a los frágiles, a los pobres, para ser rostro y presencia de Dios, que busca incansablemente a quien está desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia porque a sus ojos nadie es último, nadie está excluido. Es allí donde el Resucitado pide a sus seguidores que vayan, también hoy nos pide de ir a Galilea, en esta “Galilea” real. Es el lugar de la vida cotidiana, son las calles que recorremos cada día, los rincones de nuestras ciudades donde el Señor nos precede y se hace presente, precisamente en la vida de los que pasan a nuestro lado y comparten con nosotros el tiempo, el hogar, el trabajo, las dificultades y las esperanzas. En Galilea aprendemos que podemos encontrar a Cristo resucitado en los rostros de nuestros hermanos, en el entusiasmo de los que sueñan y en la resignación de los que están desanimados, en las sonrisas de los que se alegran y en las lágrimas de los que sufren, sobre todo en los pobres y en los marginados. Nos asombraremos de cómo la grandeza de Dios se revela en la pequeñez, de cómo su belleza brilla en los sencillos y en los pobres.

Por último, el tercer anuncio de Pascua: Jesús, el Resucitado, nos ama sin límites y visita todas las situaciones de nuestra vida. Él ha establecido su presencia en el corazón del mundo y nos invita también a nosotros a sobrepasar las barreras, a superar los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a nosotros cada día, para redescubrir la gracia de la cotidianidad. Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con Él, la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado vive y el Resucitado gobierna la historia.

Hermana, hermano si en esta noche tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, ve, abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua: “¡No tengas miedo, resucitó! Te espera en Galilea”. Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque, sabes, el Señor te precede siempre, camina siempre delante de ti. Y, con Él, siempre la vida comienza de nuevo..."

jueves, 1 de abril de 2021

TRIDUO PASCUAL

 Material elaborado por Dolores Aleixandre , con ayuda de Fernando Rivas

JUEVES SANTO


Y SE PUSO A LAVARLES LOS PIES


Subir a “la habitación de arriba” y mirar a Jesús levantándose de la mesa, cambiando el lugar donde se sientan los señores por aquel en que se mueven los que sirven, situándose en ese otro ángulo de mirada. Desde esa otra perspectiva se ven de cerca el barro, el polvo, el mal olor, la suciedad..., todo eso que los sentados a la mesa ignoran o piensan que no les concierne. A ras del suelo y en contacto con los pies de los demás, se produce un cambio de plano que revela lo elemental de cada persona, su desnudez, las limitaciones de su corporalidad.

Jesús se había quitado el manto y, con él, toda pretensión de poder o dominio. Con la toalla ceñida y de rodillas, como el último de todos, iba lavando los pies de sus discípulos. Era esa su manera de disponerse a recibir “el Nombre sobre todo nombre” (Fil 2,9).

GETSEMANÍ


En la escena del huerto vemos a Jesús experimentando una fuerte resistencia a morir, luchando, suplicando y sudando sangre. Desde entonces él va delante de quienes estén dispuestos a entrar en su mismo proceso: ese que nos va haciendo semejantes al Hijo y que puede durar toda una vida.

“El espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil” (Mt 26,41): esa fue la lección más difícil que el Hijo del hombre tuvo que incorporar a su aprendizaje de pertenencia a la condición humana. “Aunque era Hijo, padeciendo, aprendió a obedecer” afirma el autor de la carta a los Hebreos (Hb 5,8).


Y CANTÓ EL GALLO

El canto del gallo “despierta” a Pedro, le hace volver de su desvarío, le “convierte”. Se había situado “de espaldas” a Jesús, eligiendo su propia seguridad, aferrándose a “salvar su vida” y a protegerla ante cualquier amenaza.

Tomo conciencia de qué “cantos de gallo” han tenido poder para despertarme en algunas situaciones de mi vida. Me reconozco formando parte de una humanidad tentada de vivir ensimismada y “de espaldas” a los inmensos desafíos que nos toca afrontar (las desigualdades, la destrucción de la naturaleza, los autoritarismos, las migraciones forzosas...).

Dejo que resuenen en mi conciencia a las voces que promueven unas metas diferentes: acoger al extraño, cuidar lo frágil, hacer las paces con la naturaleza, optar por la solidaridad, los derechos, la inclusión y la participación. Las acojo como “el canto del gallo” que hoy nos despierta.


VIERNES SANTO

En la Pasión Jesús es “El Descartado. El término evoca un largo proceso de conspiraciones, tramas, maniobras, traiciones y pactos entre sus enemigos. En torno a Jesús se fue tejiendo una red siniestra, hábilmente justificada con argumentos y razones políticas: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo”, había sentenciado Caifás. Hay que descalificarlo hasta convertirle en sospechoso, en encausado y presunto imputado; no sabrá defenderse de las calumnias y será fácil demostrar su culpabilidad, conseguir sentencia firme y un linchamiento popular hasta quitárnoslo de en medio. “¿No oyes de cuantas cosas te acusan? – le dijo Pilato- .

Pero él permanecía en silencio” (Mt 27,14). Estaba envuelto en el silencio como en un manto real, ese manto en el que siguen envueltos hoy los descartados de nuestro mundo.

“Todo está acabado” (Jn 19,30)

 Dejo que resuene en mí esa palabra de Jesús antes de morir, con todo lo que hay en ella de acabamiento de obra, de término de carrera, de meta alcanzada y recorrido final. De él dijeron que había amado hasta el fin (Jn 13,1) y yo expongo ante él mi propio camino de búsquedas, trabajos, fracasos y logros. Le pido coincidir con él en esa trayectoria vital de amar, que es lo único importante.

Jesús, inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19,30). El gesto evoca su actitud de consentimiento absoluto al Padre, el final coherente de su apuesta arriesgada de confiar por encima de todo. El que había hecho de su vida entera una donación, entrega ahora su última espiración con el abandono del niño que se duerme en brazos de su madre.


DESCENDIMIENTO

 


SÁBADO SANTO

 


En una homilía oriental José de Arimatea se atreve a pedir su cadáver al gobernador: “Entrégame, gobernador, para que pueda sepultarlo, el cuerpo de Jesús el Nazareno, el pobre, que vivía a cielo abierto, el huésped desconocido venido de otra tierra.

Entrégame a este peregrino voluntario, que no tenía donde reclinar la cabeza y que, al no tener casa propia, recibió albergue y fue colocado en un pesebre y soportó la vida peregrina. Entrégame al despreciado, vencido y colgado ¿qué utilidad tendrá para ti el cuerpo de este peregrino...? Vino de una región muy lejana, para seguir siendo peregrino, bajó al lugar de las tinieblas.

Es por este muerto por quien te suplico: se encuentra colgado del madero porque no tiene casa. Nadie intercede por él, como haría un padre de esta tierra, un amigo, un discípulo, un pariente, un sepulturero.

Verdaderamente solo él es el unigénito del único Dios. Es el Dios que ha venido a este mundo y no hay otro”.

DOMINGO de PASCUA

 


Junto a la tumba vacía

Aprendemos que hay dolores que son de parto y que el grano de trigo cuando cae en tierra y muere, da mucho fruto. – ‘Sois más que esas heridas que os habitan - escuchamos ahí-. El sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra sobre vosotros’.

Si guardamos esas palabras en la memoria del corazón, podemos transitar la noche con la confianza de quien espera la llegada del Compasivo, del que enjugará las lágrimas de todos los rostros.

“Al anochecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo”, había dicho un salmista (Sal 30, 6). Y un sufí: “Viendo las huellas dejadas por la brisa mido lo que será el Huracán de la alegría”.

 


lunes, 29 de marzo de 2021

Lunes Santo: Contemplamos la Belleza del Amor Total...



 Escrito por Diego Fares sj

"Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo.»

Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un aceite de nardo genuino muy caro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí:

«¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres.»

Y la criticaban. Pero Jesús dijo: «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán socorrerlos cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo»(Mc 14,1 ss.).

Contemplación

Entramos en la Pasión con el reclamo del Señor: “A los pobres los tendrán siempre con ustedes… pero a mí no me tendrán siempre”. Es uno de esos “sentimientos de Jesús” que Pablo nos invita a cultivar: “Tengan los sentimientos de Jesús, que siendo Dios se hizo hombre, por amor” (Fil 2, 5 ss.).

La mujer rompió el frasco de nardo y derramó el perfume sobe la cabeza de Jesús, que entró en la Pasión perfumado. Ante la crítica utilitarista de “por qué no venden las cosas y se las dan a los pobres”, que se escucha también mucho hoy en día, el Señor nos muestra que le gusta este trato preferencial, incluso con derroche. La referencia a los pobres no sólo es cariñosa sino exigente: “los tendrán siempre cerca y podrán socorrerlos cuando quieran”. En la caridad con los pobres, no se trata de vender todo y repartir sino de “tener siempre cerca”, de “socorrer siempre”, todo lo que uno quiera y pueda, con amor.

El reclamo del Señor es reclamo de pobre.

Además, el Señor hace notar su agrado no solo por las buenas acciones sino por lo lindo del gesto. “Tuvo conmigo un gesto hermoso” (kalón es bueno y bello). Nuestro pueblo fiel entendió siempre este gusto de Jesús por las cosas hermosas y rodea siempre sus imágenes de flores y de aromas. La belleza de la liturgia hace a la dignidad humana y, por lo que vemos, también a la dignidad divina. Y no hay belleza sin derroche. La belleza no es mezquina porque es para todos. El perfume “llenó toda la casa” como dirá Juan al narrar esta misma escena. Y Jesús profetizó que el aroma de esta acción hermosa perfumaría la memoria de todas las generaciones que leeríamos este evangelio.

Así, para entrar en la Pasión, para acompañar a Jesús doliente, tenemos que buscar, cada uno, nuestro frasco de perfume.

En el Apocalipsis se nos dice que los perfumes son las oraciones de los santos. Hay un pasaje hermosísimo en el que se narra cómo “Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo, como una media hora...” Y Juan agrega: “Vi entonces a los siete Ángeles que están en pie delante de Dios; les fueron entregadas siete trompetas. Otro Ángel vino y se puso junto al altar con un badil de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono. Y por mano del Ángel subió delante de Dios la humareda de los perfumes con las oraciones de los santos” (Apoc 8, 1-4).

Nuestro perfume es, pues, nuestra oración.

Ahora bien, estas oraciones perfumadas de los santos son oraciones apasionadas. Para nada rutinarias ni aburridas. El mensaje de Jesús, con su alabanza del nardo puro y carísimo, es que a Él, en la Pasión, no lo podemos seguir si no es apasionadamente. El perfume, la belleza del perfume que embriaga los sentidos y no nos deja permanecer neutrales, es signo de apasionamiento.

Por eso de lo que se trata es de dejarnos cautivar por la belleza de la Pasión, del don de sí que el Señor realiza, entero, en cada gesto, que se corresponde con la ruptura del frasco de perfume que hace la mujer.

Hay que ingeniárselas para rezar “perfumando a Jesús con nuestra oración”. Esa es la gracia y, aunque no parezca, será lo que nos permita “padecer bien con él”. Porque uno padece sólo allí donde se apasiona. Donde no, simplemente sufre, le duele o le molesta. Padecer es otra cosa, es parte del amor. Y el amor siempre encuentra y crea belleza.

Jesús vivió así su Pascua: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes”. El Señor se las ingenió para que cada momento de su Pasión fuera “inolvidable”, se las ingenió para grabar en la memoria de los hombres su Don de sí para salvarnos. Puso belleza en cada paso de su Pasión. La esencia de la belleza consiste que un fondo rico se exprese de manera perfecta en una forma externa. Que esa forma lo contenga íntegra y armónicamente a la vez que lo deja esplender, rebosar. El Amor del Señor, expresado en la Pasión, tiene esta belleza plena. Es un amor que se nos dona entero sin perder su Señorío: esplende en cada pequeño gesto.

En los detalles que el Señor planeó cuidadosamente, se ve cómo hizo de su Pasión una obra de arte: arte de Amor misericordioso, Belleza que salva al mundo.

En el lavatorio de los pies, podemos decir que Jesús, como buen dramaturgo, encontró “la forma” de expresar el perdón de los pecados. Se trata, simplemente, de limpiar. La mugre es mucha y requirió que la lavara con su Sangre en la Pasión, de una vez para siempre. Pero el Señor quiso unir ese gesto grande, cruentísimo y único, al gesto cotidiano de cada perdón. Limpiar nuestros pies, simplemente. Ver a Jesús inclinado, lavando los pies de cada discípulo, es el detalle hermoso para poder “verlo” derramando Sangre y Agua de su Corazón traspasado en la Cruz.

En la Cena, dentro de la liturgia antigua y hermosa de la Pascua, el Señor toma el pan y el cáliz: eligió estos “personajes secundarios” y los engrandeció sobremanera, como hizo luego con cada uno de los pequeñitos que se encontró por el Via Crucis.

Y en la Cruz nos dona a su Madre. María es la testigo (reina de los mártires)

La que guardaba todas las cosas en su corazón y por eso es la que puede “narrar” el evangelio fielmente. Ella evangeliza bellamente y por eso todos la entendemos cuando nos habla de Jesús, cuando nos lo hace presente en su hermosa pequeñez.

Contemplamos entonces las escenas de la pasión saboreando la belleza que el Señor le puso a un donarse entero en cada gesto, para que así, comprendido su Don y absorbido íntegramente, nos contagie el deseo de “padecer” apasionadamente con él y dar la vida por nuestros amigos.

Contemplamos la belleza del Amor total: planeado-justificado-glorificado. Ese Amor que esplende bajo forma contraria en la Cruz.

Y que nuestra oración de estos días siga al Sirácida, cuya recomendación inspiró quizás el gesto de la mujer para con Jesús:

“Escúchenme, hijos piadosos,

y crezcan como una rosa que brota junto a las corrientes de agua.

Como incienso derramen buen olor,

Ábranse en flor como el lirio,

exhalen perfume, canten un cantar,

bendigan al Señor por todas sus obras.

Engrandezcan su nombre,

Y denle gracias por su alabanza,

con los cantares de sus labios y con cítaras,

digan así en acción de gracias:

¡Qué hermosas son todas las obras del Señor!

todas sus órdenes se ejecutan a su hora.

No hay por qué decir: ¿Qué es esto? Y esto ¿para qué?,

que todo se ha de buscar a su tiempo (Ecl 39, 13-16).


“A los pobres los tendrán siempre con ustedes, a mí no me tendrán siempre”.


sábado, 27 de marzo de 2021

Domingo de Ramos - CONJUGAR EN “MODO BORRICO"



Escrito por Santiago Agrelo

 Aquellas palabras de Jesús se nos han quedado escritas en el corazón: “Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.”

Hoy, con Jesús, nos ponemos a recorrer el camino que lo lleva a “ser elevado”.

El de Jesús es un camino para pobres con esperanza, para soñadores de reinos de Dios, para hambrientos de justicia.

Sólo ellos saben suplicar aclamando: : “Hosanna”, “¡Salva, pues!”; sólo ellos se las arreglan para pedir mientras bendicen; sólo ellos conjugan con naturalidad la necesidad y la fiesta; y sólo ellos pueden alegrarse por la llegada del que esperan y bendecirlo: “Bendito el que viene en nombre del Señor”.

Desear, soñar, esperar, alegrarse, bendecir, son verbos que sólo los pobres pueden conjugar.

Pero también ellos habrán de aprender a hacerlo correctamente, pues es muy fácil confundir los tiempos y no digamos los modos.

Los de Jesús son “modos de borrico”.

Los de los discípulos suelen empezar por ser “modos de corcel”.

Es cierto que llega “el que viene en nombre del Señor”, como lo es que “llega el reino”, “el de nuestro padre David”, pero lo mismo el que viene que el que llega, vienen y llegan en “modo borrico”.

Cuando en la asamblea dominical se proclame la pasión del Señor, oiremos repetida con insistencia y referida a Jesús la palabra “rey”, veremos que se le trata como a un “rey” ¡de burlas!, y en el letrero de la acusación encontraremos escrito: “El rey de los judíos”.

La paradoja es que ese “rey de burlas” es “Rey de verdad”. ¡De burlas y de verdad!: Lo es en la cruz, lo es ante los soldados en el interior del palacio, lo es ante Pilato, lo es entrando en Jerusalén a lomos de un borrico. Lo es cuando le taladran pies y manos, cuando se reparten sus ropas, cuando echan a suerte su túnica.

¡Qué difícil aprender los modos de Jesús!: Modo humildad, modo amor, modo palabra de aliento, modo silencio para la escucha, modo pedernal para los ultrajes, “modo borrico” para su entronización, que es lo mismo que decir modo humanidad pobre, humanidad última, humanidad crucificada.

Es difícil la conjugación, pero se aprende.

Se enciende la fe, y a su luz –yo aprendí las conjugaciones a la luz de un ventanuco en el desván de la casa-, aprendemos los modos de nuestro Rey, y lo reconocemos allí donde siempre lo es, donde siempre está: a lomos de borrico, y de borrico prestado.

Éste puede ser nuestro Domingo de Ramos: Desear, soñar, esperar, ver a Jesús pobre, verlo en los pobres, verlo en los últimos, en los crucificados, y alfombrar su camino con nuestros mantos, alegrarnos con él, bendecirlo y ser bendecidos por él, mientras, cuidando de los pobres, en ellos cuidamos a nuestro Rey.

Y si ése es nuestro Domingo de Ramos, entonces, aunque no lo hayamos dicho nunca, podemos empezar a decirlo ya: “Hosanna”, “hosanna en el cielo”. “Salva, pues”, “salva, tú que estás en las alturas”.

Y a nuestra petición-aclamación le harán eco en la memoria de la fe las palabras de Jesús: “Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

No olvidemos que nuestro Rey se mueve siempre en “modo borrico”.

Feliz encuentro con él. Feliz comunión con él. Feliz domingo.

jueves, 25 de marzo de 2021

Responder a Dios como María...


Texto de una homilía del Papa:

Hoy nos encontramos ante una de esas maravillas del Señor: ¡María! Una criatura humilde y débil como nosotros, elegida para ser Madre de Dios, Madre de su Creador.

Precisamente mirando a María, me gustaría reflexionar con ustedes sobre tres puntos: primero, Dios nos sorprende, segundo, Dios nos pide fidelidad, tercero, Dios es nuestra fuerza.

1. El primero: Dios nos sorprende.

Ésta la experiencia de la Virgen María: ante el anuncio del Ángel, no oculta su asombro. Es el asombro de ver que Dios, para hacerse hombre, la ha elegido precisamente a Ella, una sencilla muchacha de Nazaret, que no vive en los palacios del poder y de la riqueza, que no ha hecho cosas extraordinarias, pero que está abierta a Dios, se fía de Él, aunque no lo comprenda del todo: “He aquí la esclava el Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Es su respuesta. Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros esquemas, pone en crisis nuestros proyectos, y nos dice: Fíate de mí, no tengas miedo, déjate sorprender, sal de ti mismo y sígueme.

Preguntémonos hoy todos nosotros si tenemos miedo de lo que el Señor pudiera pedirnos o de lo que nos está pidiendo. ¿Me dejo sorprender por Dios, como hizo María, o me cierro en mis seguridades, seguridades materiales, seguridades intelectuales, seguridades ideológicas, seguridades de mis proyectos? ¿Dejo entrar a Dios verdaderamente en mi vida? ¿Cómo le respondo?

2. Dios nos sorprende con su amor

Y nos pide que le sigamos fielmente. Pensemos cuántas veces nos hemos entusiasmado con una cosa, con un proyecto, con una tarea, pero después, ante las primeras dificultades, hemos tirado la toalla. Y esto, desgraciadamente, sucede también con nuestras opciones fundamentales, como el matrimonio. La dificultad de ser constantes, de ser fieles a las decisiones tomadas, a los compromisos asumidos. A menudo es fácil decir “sí”, pero después no se consigue repetir este “sí” cada día. No se consigue a ser fieles.

María ha dicho su “sí” a Dios, un “sí” que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos “sí” pronunciados en su corazón tanto en los momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos “sí” culminaron en el pronunciado bajo la Cruz. Piensen hasta qué punto ha llegado la fidelidad de María a Dios: hasta ver a su Hijo único en la Cruz. La mujer fiel, de pie, destruida dentro, pero fiel y fuerte.

Y yo me pregunto: ¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano? La cultura de lo provisional, de lo relativo entra también en la vida de fe. Dios nos pide que le seamos fieles cada día, en las cosas ordinarias, y añade que, a pesar de que a veces no somos fieles, Él siempre es fiel y con su misericordia no se cansa de tendernos la mano para levantarnos, para animarnos a retomar el camino, a volver a Él y confesarle nuestra debilidad para que Él nos dé su fuerza. Es éste el camino definitivo, siempre con el Señor, también en nuestras debilidades, también en nuestros pecados. Jamás caminar sobre el camino de lo provisional. Esto sí mata. La fe es fidelidad definitiva, como aquella de María.

3. Dios es nuestra fuerza. 

Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, o sea, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo. Si nosotros podemos entender que todo es don de Dios, ¡cuánta felicidad hay en nuestro corazón! Todo es don suyo ¡Él es nuestra fuerza! ¡Decir gracias es tan fácil, y sin embargo tan difícil! ¿Cuántas veces nos decimos gracias en la familia? Es una de las palabras claves de la convivencia. "Permiso", "disculpa", "gracias": si en una familia se dicen estas tres palabras, la familia va adelante. "Permiso", "perdóname", "gracias". ¿Cuántas veces decimos "gracias" en familia? ¿Cuántas veces damos las gracias a quien nos ayuda, se acerca a nosotros, nos acompaña en la vida? ¡Muchas veces damos todo por descontado! Y así hacemos también con Dios. Es fácil dirigirse al Señor para pedirle algo, pero ir a agradecerle...

lunes, 15 de marzo de 2021

CUARESMA EN TRES PALABRAS: LA TERCERA = COMPARTIR

Escrito por Manuel Romero 

Nos habla de esa dimensión relacional propia de nuestro ser. Provoca salir de la palabra “mío” –tan infantil y egoísta- para pronunciar “nuestro”. La carta del papa nos invita a dar y acoger a Dios, de mío a nuestro, como en la Oración de Jesús.

Repartir o entregar nos lleva a:

Dar para no acumular o que se me pegue. Para que ese algo no me tenga a mí. Compartir es llegar a la convicción de que lo más auténticamente mío es lo que soy capaz de dar.

Redimensionar el destino universal de los bienes. Ahí la Limosna nos sirve de antídoto ante la tentación del apropiarnos de algo -aunque lo permitan las leyes-, impide ese deseo del Creador de que todo es de todos. Y tras lo que hemos vivido, debe desvincularse de la ideología política y recobrar el significado fraterno de los bienes. El preguntarnos si somos de los que comparten o no; de los que saben decir o no adiós.

Y saber pedir. El Maestro de Galilea puede darnos la humildad suficiente para pedir y saber pedir a los otros aquello de lo que carecemos y necesitamos. En esta pandemia –que ha vapuleado el primer mundo- hemos necesitado y nos hemos hecho más solidarios. Y el compartir se ha manifestados en ambos sentidos. En este mundo sobran los avaros que acumulan y los silenciosos que pretenden que los demás adivinen sus necesidades. Abrir el corazón es manifestar nuestra necesidad y propiciar el compartir.

Compartir es un lenguaje de amor que se entiende en todas las lenguas porque es la caridad. Y ahí recibimos siempre a Dios, en el hermano que se acerca  a nuestra iglesia cuaresmal. Y ahí acogemos la vida, en la esperanza de la Pascua.

martes, 9 de marzo de 2021

Seguir haciendo Obras Bellas



Escrito por Dolores Aleixandre . RSCJ 

La afirmación de Jesús ante el gesto de la mujer que unge su cabeza en vísperas de su pasión es rotunda: «¡Déjenla! Ha hecho una obra bella conmigo (“bello” y “bueno” equivalen en griego )

Para él, la acción de la mujer no era sólo un ejemplo de generosidad o de bondad sino de belleza y así se va a recordar «allí donde se anuncie la buena noticia» (Mc 14,3-9).

La belleza de su gesto está en su decisión de ofrecer, entregar, derramar…

Todo lo contrario al instinto de guardar, retener, reservar para sí. 

Jesús encuentra bella la acción excesiva, desbordante y carente de medida de la mujer, tan parecida a su manera de amar. 

Por eso le brinda el juramento solemne de que su gesto, nacido de la gratuidad del amor, va a convertirse en una profecía viva de la que todos podrán aprender.

…………….

INVITACION para AHONDAR, REZAR, CONTEMPLAR...

-Junto mis manos y las cierro haciéndome consciente de qué es aquello a lo que en este momento me aferro, lo que defiendo, lo que no estoy dispuesto a compartir.

-Imagino que Jesús dice de mí estas palabras: “Has hecho algo precioso por mí”. Y si eso me llega dentro hasta tocar mi alegría, voy abriendo lentamente mis manos experimentando la libertad de soltar y de entregar…