miércoles, 31 de diciembre de 2014

La Poderosa Ilusión del Año Nuevo


Escrito por Santiago Kovadloff 

Cuando se transita del módico y cordial "Que tengas un buen día" a la entusiasta amplitud del "Que tengas un buen año" lo que tiene lugar, en verdad, es un salto en la expresión de la cortesía y los buenos deseos. Y ese salto bien merece alguna reflexión.

Al desearnos unos a otros todo un año fecundo y afortunado, sin reveses y feliz, procedemos en consonancia no sólo con una convención sino ante todo con una ilusión poderosa, subyugante y poco menos que universal. Esa ilusión es la de renacer, la de sentirnos inscriptos en un momento primigenio, inédito y liberador, en el que disolver lo que de ingrato pudo hasta entonces habernos sucedido. Esa hora primera, genesíaca, cuyo arribo anhelamos y en cuya eficacia depuradora confiamos, equivale a una refundación del mundo y a propiciarnos en ella la centralidad imaginada para los elegidos. De modo que, seamos o no religiosos, todos recibimos al año que se inicia como a un redentor. Con mayor o menor intensidad, sentimos en ese momento la emoción de lo inaugural. Emoción y expectativa que los muchos años nuevos anteriormente vividos por cada uno de nosotros no logran atenuar ni desmerecer.

Es que el año nuevo, al llegar, no se suma a los anteriores en el sentimiento de sus celebrantes. Es siempre fundacional. Su singularidad es irreductible e irrepetible, y por lo tanto no se deja inscribir en una serie. No es uno más sino el único cada vez. No implica el retorno de un comienzo ya ocurrido sino un inicio sin precedentes aun cuando, en el calendario, sólo se lo vea como un número añadido a una cifra previa. El año nuevo no vuelve. Llega, siempre, por primera vez. Esto es especialmente evidente e intenso en los cambios de siglo y más aún en los de milenio, como hace tan poco ocurrió en Occidente. En esa arraigada percepción colectiva, el año nuevo no puede provenir del pasado sino del futuro precisamente porque, en el imaginario social, su efecto es el de una redención: incorpora a la actualidad lo que hasta allí sólo albergaba el porvenir y ahora se derrama sobre el presente. Se descree por lo tanto de toda paternidad que lo viejo pueda reclamar sobre lo nuevo. Lo viejo, estima la creencia, no está en condiciones de producir lo nuevo. Su edad, justamente, es la que no se lo permite. Y así, el recién nacido, representado usualmente como un niño en pañales que se lanza a recorrer sus días, suele aparecer distanciándose de un anciano consumido, encorvado y a punto de extinguirse y no identificable como un progenitor lozano.

De manera que lo que empieza nada debe a lo que termina. Es su antítesis y no su resultado. Como un dios no gestado en el tiempo, el año nuevo es vivido como una ofrenda de la plenitud y no de la precariedad y el desgaste. Ciertamente al año viejo debe apagarse para que el nuevo pueda brotar. Pero el suelo en el que se produce esta pujante floración no es la tierra marchita de lo que está al borde de su desaparición.

No obstante e indefectiblemente, el año nuevo se irá apartando de la inmaculada intemporalidad que lo trajo a este mundo para empezar a agrietarse bajo las contradicciones y adversidades que le impondrá el prosaico curso de la vida cotidiana. Irá perdiendo entonces la gracia de una revelación y ganando a cambio el semblante menos luminoso y a veces conflictivo de lo diario. Poco a poco comenzará a abundar entonces en boca de sus usuarios, la expresión "No veo la hora de que este año se vaya" mientras en el alma de tantos disconformes empezará a anidar la simiente idealizada del año por venir.

Es en esta parábola que se desplaza de la idealización al desencanto donde puede advertirse el parentesco entre el año que se va y el que irá llegando. Fatalmente lo nuevo se convertirá en viejo pero aun así la fe podrá más que el saber y la necesidad de volver a creer (tan nuestra, tan íntima, tan apremiante) podrá más que las lecciones de la experiencia. Se trata, propone ésta, de un ciclo, con su carga habitual de venturas y desventuras. ¿Pero quién se muestra dispuesto a reconocerlo como tal cuando están por dar las doce de la noche del 31 de diciembre? No es hacia lo usual hacia donde queremos ir al alzar la copa en esa hora tan esperada, sino hacia lo que soñamos, hacia el acontecimiento venturoso que con su pujanza creadora infunda realidad a lo que hasta ese momento sólo encontró albergue en la imaginación. La fe puede, en consecuencia, más que el frío discernimiento. Necesitamos creer porque de esa creencia vive el deseo que nos da vida. Él la nutre y él a ella, por supuesto, en un acoplamiento que es perfecta complementación.

Acaso ya se advierte que, a mi entender, creyentes somos todos. Tanto los que admiten a Dios como aquellos que no lo hacen. Creer es contar con valores orientadores que infunden inteligibilidad a nuestra vida y la inscriben en un campo de sentido. No hay existencia posible sin valores. Y los valores expresan siempre creencias. Esas creencias, sean seculares o religiosas, traducen un mismo apego a la fe, recaiga ésta sobre la que recaiga. Cree en la ciencia quien a ella se consagra con la misma unción con que cree quien hace de la poesía la razón de su vida o de la teología su finalidad primordial. En términos de fe, en nada difieren quien vive para el deporte de aquel que se entrega a la sociología. En cualquiera de estos casos creer es decisivo para proceder. Pascal señaló hace mucho qué sólidas y arraigadas suelen ser las razones del corazón y qué distintas a las del entendimiento. Se puede dejar de creer en lo que se creía pero no se puede dejar de creer en sentido absoluto sin que nuestra vida zozobre en la angustia y el absurdo. Aun el escéptico más avanzado confía en haber encontrado la posición adecuada para hacer del desapego a toda creencia una creencia afianzada.

No exagera quien asegura que la fe mueve montañas. Montañas que, en nuestro caso, son las de la incredulidad que pretende atenuar la fe con que cada año recibimos al año que se inicia. La necesidad que se incuba en nosotros de festejar su llegada desafía todo llamado a la moderación y barre con la cautela que aconseja el sentido común. Y es así como volvemos a expresar fervientemente nuestra confianza en que esta vez sí será nuevo y sin desmayo el año nuevo. Por cierto, el consenso general es en esto determinante y favorece esa disposición a desearnos felicidad unos a otros y a confiar en que ella no nos dejará. Con incansable insistencia, nuestros sueños, deseos y creencias se pronuncian para dar vida a ese buen augurio que, compartido por tantos, a lo largo y a lo ancho del planeta, hace saber de nuestro anhelo de que nadie se vea excluido de la alegría de vivir y convivir.

Somos seres simbólicos, tenazmente simbólicos. Lo prueba la potencia que en nuestro espíritu alcanza esa noche excepcional. Lo prueba la necesidad de acercarnos unos a otros, la de abrazarnos y mirarnos con afecto, la de creer que es posible ser mejores y vivir en un mundo algo mejor..

Por un Fecundo 2015...


Queridos amigos y amigas de ESPIRITUALIDAD COTIDIANA, llegamos a fin de este año 2014 que hemos compartido con mucha alegría. 

Agradezco las palabras y gestos que me han regalado en este tiempo y seguiremos compartiendo palabras e imágenes que me han hecho bien y por eso las comparto con ustedes; sabiendo que cada uno puede DESCUBRIR en este ESPACIO la PRESENCIA de DIOS en el DESIERTO de la VIDA COTIDIANA...

Mis deseos de que podamos estrenar un FECUNDO 2015!!

Les comparto, este texto escrito por Florentino Ulibarri, que refleja lo que deseo para cada uno de nosotros...

"Que tu mirada gane en hondura y detalle
para que puedas ver más claramente
tu propio viaje con toda la humanidad
como un viaje de paz, unidad y esperanza.

Que seas consciente de todos los lugares
por los que caminas y vas a caminar en el nuevo año,
y que conozcas , por experiencia, qué bellos son los pies
del mensajero que anuncia la paz y la buena noticia.

Que des la bienvenida con una sonrisa
a todos los que estrechan tu mano:
las manos extendidas forman redes de solidaridad
que alegran y enriquecen con su presencia protectora.

Que sea tuyo el regalo de todas las cosas creadas;
que sepas disfrutarlas a todas las horas del día;
y que te enfrentes, con valentía y entusiasmo,
a la responsabilidad de cuidar la tierra entera.

Que el manantial de la ternura y la compasión
mane sin parar dentro de ti, noche y día,
hasta que puedas probar los gozos y las lágrimas
de quienes caminan junto a ti, tus hermanos.

Que despiertes cada mañana sereno y con energía,
con la acción de gracias en tus labios y en tu corazón,
y que tus palabras y tus hechos, pequeños o grandes,
proclamen que todo es gracia, que todo es don.

Que tu espíritu esté abierto y alerta
para descubrir el querer de Dios en todo momento;
y que tu oración sea encuentro de vida, de sabiduría
y de entendimiento de los caminos de Dios para ti.

Que tu vida este año, cual levadura evangélica,
se mezcle sin miedo con la masa
y haga fermentar la Iglesia y el mundo en que vivimos,
para que sean realmente nuevos y tiernos.

Y que la bendición del Dios que sale a tu encuentro,
que es tu roca, tu refugio, tu fuerza, tu consuelo
y tu apoyo en todo momento, lo invoques o no,
descienda sobre ti y te guarde de todo mal.

Autor: Florentino Ulibarri

sábado, 27 de diciembre de 2014

El Encuentro de los Brazos Cansados Cargando lo Nuevo que Comienza...

Escrito por Clemente Sobrado
“El Espíritu Santo le había revelado,
 que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor…"

El nacimiento de Jesús está enmarcado por una serie de imposibles humanos y posibles divinos y por ancianos que, unos ya han perdido la esperanza, como Zacarías, y otros se resisten a morir sin que se realicen sus sueños, como Simeón.

El encuentro del Niño Jesús y sus padres con el viejo Simeón es como:
El encuentro de lo viejo con lo nuevo.
El encuentro de los brazos cansados cargando lo nuevo que comienza.

No es lo viejo que se resiste a la primavera de lo nuevo.
No es lo viejo que no cree en lo nuevo sino que lo espera y lo abraza y lo goza.

Es lo viejo que se siente realizado en lo nuevo que comienza.
“Ahora ya puedo irme en paz”.
Una de las cosas más bellas y humanas a la vez, es ver felices y contentos a los ancianos.
Que un joven ría y cante y baile, nos parece a todos normal.

Pero contemplar a un anciano con la boca llana de risas y cantares es todo un espectáculo.
¿Y a caso no tienen también los ancianos derecho a vivir esa alegría de la vida, esa alegría a ver cómo todavía los pájaros cantan en sus ramas añosas y cansadas de dar fruto?

¿Hay algo más bello que la sonrisa de un niño jugando con la serena sonrisa de un anciano?
¿Hay algo más bello que los brazos de un anciano cargando con un niño recién nacido?
¿Hay algo más bello que un anciano estrechando contra su corazón al niño que acaba de nacer?

Decimos que los jóvenes son esperanza.
Los ancianos ¿no tienen derecho a vivir gozando de las esperanzas vividas y que ya se están apagando porque ya son realidades?

Simeón vivió toda su vida motivado por la esperanza de una promesa.

El Niño Jesús es una esperanza florecida en sus brazos.
El Niño Jesús es la esperanza de Dios en brazos de quien lo esperó toda su vida.

El anciano Simeón vivió toda su vida mirando al horizonte de la promesa que le hizo el Espíritu Santo de que no moriría sin ver al gran esperado de siglos. Por eso, su ancianidad está llena de luz, llena de plenitud, de serenidad.

Solo se camina bien mirando hacia delante.
Solo se ven las cosas bien mirando lejos.
Solo se ven bien los caminos mirando no a los pies.
Solo se ven bien las cosas cuando las miramos con esperanza.

Los ojos con lágrimas tienen dificultad de ver.
Los ojos llenos de optimismo lo ven todo más claro.

A la miopía se la soluciona con unas buenas gafas.
A la miopía de la vida se la soluciona con ojos llenos de fe.
A la miopía del egoísmo se la soluciona con la generosidad del corazón.

Todo camino es largo, para quien está cansando.
Toda dificultad es un imposible, para quien ha perdido la esperanza.
Todo problema es una derrota, para quien no sabe afrontarlo.

No se escucha a los demás, cuando sólo nos escuchamos a nosotros mismos.
No se escucha el dolor del otro, cuando solo se piensa en la propia felicidad.
No se escucha el silencio de los otros, cuando solo escuchamos nuestras propias voces.

La vida necesita:
mirar,
      mirar lejos,
            mirar con esperanza,
      mirar con amor,
mirar escuchando a los demás, escuchando en el corazón las promesas de Dios.
               
Escuchar los pasos de Dios en la historia.
Escuchar la voz el Espíritu que cada día nos  invita a seguir esperando.            

Llevar encendidas las luces de nuestra mente y de nuestro corazón.

Saber ver llegar el futuro, tantos años esperado como Simeón, y sentir que nuestro corazón canta como el suyo:
“Ahora, Señor, puedes, según tu palabra,
Dejar que tu siervo se vaya en paz;
Porque han visto mis ojos tu salvación,
La que has preparado a la vista de todos los pueblos,
Luz para iluminar a las gentes
Y gloria de tu pueblo Israel”.

¡Familia, también los ancianos son familia!
¡Tan familia es el anciano que ya mira al atardecer del largo día de la vida, como el niño que acaba de amanecer y comienza el camino!

En el bosque hay árboles recién plantados.
Hay árboles ya crecidos.
Y hay árboles cuyas hojas se ponen amarillas.

Así es o tiene que ser cada familia. La vida que nace y es recibida en los brazos de los abuelos, ya cansados de regalar vida.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Compartiendo Navidad, charla del P. Angel Rossi, en Buenos Aires.


Para escuchar la charla del P. Ángel Rossi -sj, tendrás que hacer clik en el siguiente enlace y luego de acceder al link, encontraras que te pide permiso para descargar , ya que por ser un archivo muy pesado, el antivirus, no lo puede analizar. 

domingo, 14 de diciembre de 2014

Tercer Domingo de Adviento: La Espiritualidad de la Alegría


-del articulo "El Dios de la alegría y la alegría de los cristianos", de José María Castillo-

La Espiritualidad de la Alegría

A primera vista, hablar de “espiritualidad de la alegría” puede parecer una frivolidad. ¿No es la espiritualidad un asunto demasiado serio que merece un respeto y no se debe trivializar con proyectos que la degraden? Ya el solo hecho de que haya quien se haga esta pregunta (o alguna semejante a ésta) nos está indicando hasta qué punto la experiencia del gozo y la alegría se percibe como algo que está casi en los antípodas de lo más hondo de la vida cristiana. Los cristianos suelen estar de acuerdo en que se hable de la espiritualidad del dolor y del sufrimiento, de la espiritualidad de la cruz y de la muerte, pero ¿de la espiritualidad de la alegría? ¿No suena eso casi a falta de respeto? ¿No es eso, por lo menos, rebajar las exigencias de la vida cristiana hasta convertirla en una forma de “contentar la conciencia”, para terminar haciendo lo que nos resulta más cómodo?

Voy a decirlo con toda claridad: la “espiritualidad de la alegría” es una de las formas más exigentes y difíciles que podemos presentar en esta vida, tal como normalmente funcionamos los seres humanos. Porque, cuando hablamos de este asunto, no se trata de que uno programe su vida para vivir siempre alegre y en continua diversión. Se trata, más bien, de que uno organice su vida de manera que, en el ambiente en el que viva y entre las personas con quienes conviva, haga todo lo que esté a su alcance para que los demás se sientan bien, vivan en paz, convivan a gusto y, sobre todo, sean personas tan felices que la alegría se transparente a todas horas en sus rostros. Más aún, se trata además de que uno afronte, en serio y con todas sus consecuencias, el abrumador problema del sufrimiento en el mundo, el problema del dolor, la angustia y la tristeza inmensa en que se ven hundidos tantos seres humanos. Es un hecho que, cuando pensamos en estos temas tan sombríos, nos ponemos serios, sentimos alguna preocupación y a lo mejor hasta nos apuntamos a una ONG o apadrinamos un niño... y con eso tranquilizamos nuestra conciencia, pensando que ya hemos hecho lo que estaba a nuestro alcance. 

Por supuesto, todo eso es bueno. Pero nada de eso basta. Ni siquiera toca el fondo del problema. Vivir para hacer felices a los demás es mucho más duro y exigente que ser observante y cumplidor. Es también más duro y exigente que ser mortificado o incluso tener una vida intensa de piedad y oración. Vivir para conseguir que los demás se sientan más felices de haber nacido es lo mismo que renunciar a ser uno el centro. Porque es anteponer la alegría compartida a mi alegría particular. Y eso, se puede hacer alguna que otra vez.

Asumir eso como proyecto de vida, he ahí lo que supone y exige la espiritualidad de la que aquí estoy hablando.

Y es que, en el fondo, todo esto supone un cambio de mentalidad tan fuerte, que a muchos ni les cabe en la cabeza. La religión se suele asociar al deber cumplido, pero a la necesidad de los demás. Y la experiencia nos dice que, por cumplir con el deber, somos capaces de amargarle la vida a más de uno, de denunciar a quien sea o, simplemente, de imponerle nuestra particular forma de ver la vida y las cosas. Por el contrario, cuando lo que está en juego es hacer felices a los demás, las cosas cambian.
Y cambian tanto, que nos da miedo andar por ese camino.

No cabe duda que la religión y la espiritualidad ocultan, a veces, formas de egoísmo de un refinamiento insoportable. Por el contrario, la espiritualidad de la alegría es seguramente la expresión más clara y más fuerte de lo que significa la “humanización de Dios”. Lo que pasa es que, con demasiada frecuencia, anteponemos nuestra des-humanización a la incomprensible humanidad que se nos reveló en Jesús el Señor. En esto, si no me equivoco, radica el fondo del problema.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Les Anuncio una Buena Noticia: el Adviento va a Comenzar!!


Escrito por Carmen Herrero Martinez, Fraternidad Monástica de Jerusalén, (FRANCIA)

ANUNCIO DE ADVIENTO 2014

Alcen la vista, abran los ojos, despierten, oteen el horizonte, porque Dios viene.
Dense cuenta del momento. Aviven el oído para escuchar los susurros, los gritos, el anuncio de la Vida que va nacer.

En el seno de María, crece el germen de un mundo nuevo: el Hijo del Dios encarnado, el Emmanuel, el Dios-con nosotros.

Con el Adviento, amanece la esperanza en el horizonte, en el corazón de todo creyente; porque de los cielos llueve el rocío de la justicia, de la paz y del amor: Dios se ha encarnado en una doncella, hija de Israel, a la que todas las generaciones llamarán “Bienaventurada” porque ha creído en el anuncio del ángel.

Al fondo, se percibe ya la Navidad: una Navidad gozosa, íntima, fraterna, serenada, pacífica y solidaria.

Para algunos también será una Navidad superficial, triste, desgarrada, incluso violenta, pero siempre “esposada”, unida a la esperanza. La esperanza, esa “niña” que habita en lo más profundo del ser humano, es la que nos mantiene firmes ante la espera de que un mundo mejor es posible.

  • El Adviento, es llama de esperanza, llama ardiente que atraviesa el espesor de los tiempos y de las tinieblas. Llama que alumbra el camino del peregrino vacilante, perdido en la encrucijada de los caminos y del tiempo.
  • Adviento, un camino solidario que da la mano al extraviado y al cansado; abraza al solitario y abandonado; consuela al triste, visita al enfermo, al extranjero y al encarcelado; da pan al hambriento y agua al sediento.
  • Adviento se “esposa”, se une con la Humanidad sedienta de verdad, de justicia, de paz y fraternidad.
  • Adviento, contenido de gozosa y buena nueva: ¡María está embarazada! una gestación de ternura y esperanza le acompaña. ¡Dios visita a su pueblo! Dios se hace uno de nosotros, para hacernos semejantes a Él. Estén alegres, se los suplico, estén alegres, el Señor viene y planta su tienda entre nosotros dándonos el poder de ser hijos de Dios.

Isaías grita lleno de esperanza: “Caminemos a la luz del Señor. Preparen los caminos del Señor, para que todo el mundo contemple la salvación de Dios” (Is. 40, 3).

Con la esperanza de todos los pobres de Yahvé y los pobres de todos los tiempos, pronuncia María su Fiat: “Hágase en mí según tu palabra” Lc 1,38). Y el Verbo se encarnó y habitó entre nosotros, colmando todo anhelo de libertad y salvación.

Alégrense, salten de júbilo, pónganse el traje de fiesta, perfúmense con perfumes exquisitos de buenas obras, para recibir a su Dios que viene.

Aviven la alegría, el júbilo y la fiesta. ¡Preparen el camino! Ya llega nuestro Salvador, nuestro Dios.

"Él está a la puerta y llama, si le abres, él se sentará a la mesa y cenara contigo” (Ap. 3,20).

¡Ora, contempla, acoge la Vida! Y con ella, celebrar la Navidad, la fraternidad solidaría. ¡Entonces, será Navidad!
Fuente:  ECLESALIA

Te deseo un fecundo Adviento!!!

sábado, 22 de noviembre de 2014

FIESTA de CRISTO REY = El juicio de Este Rey nace de una Misericordia de Misericordiosos...

Cristo Rey del Universo
Escrito por Miguel Tombilla

Se termina el año litúrgico con esta fiesta cargada de tintes de realeza. Este describir a Cristo reinando en todo, como anticipación de lo que va a ser cuando todo sea recapitulado en Él.

Pero todo ello se puede entender de muchas maneras: desde ese poder absoluto de una victoria apabullante que no deja lugar a dudas y que puede llegar a tener tintes de revancha; o, quizás, desde el Evangelio de este día.

Evangelio de un rey que es súbdito. Y más aún: es de los últimos, de aquellos que nunca tendrían la categoría de ciudadanos.

Es el rey que tiene hambre, que está desnudo, prisionero, enfermo, el rey que es extranjero en una tierra que no es suya, que ni siquiera puede acceder a un vaso de agua… El rey que no tiene ningún poder, ninguna visibilidad, que es totalmente dependiente. Sin cetro ni corona. El monarca mísero ante quien se vuelve el rostro.

Y el juicio de ese rey nace de una misericordia de misericordiosos, de una cercanía de ropa y de comida y de vaso y de lecho sufriente y de rejas y de vallas tristes e injustas y de pequeños gestos que alegran a los ángeles que miman a tantos reyes míseros de este mundo.

Rey de reyes, rey vasallo, fragilidad hermosa de un poder débil que nos hace, si queremos, ciudadanos de ese Reino.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Dios nos Quiere con Nuestra Vida Desplegada...


Escrito por Mariola Lopez -RSCJ-

"A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada uno según se capacidad; y se ausentó"...¿Qué hay detrás de esta historia que Jesús nos cuenta, sabiendo que quiere abrir en nosotros una brecha por donde pueda entrar el Reino? ¿Dónde esconde su perla?

Unos talentos repartidos con generosidad y libertad, a cada uno según puede acoger. Los que más tienen negocian y el que menos tiene lo esconde. Hasta aquí uno se siente inclinado a comprender al tercero, si él tenía menos ¿cómo iba a arriesgarse en invertir para perderlo?

Vuelve el señor que les encomendó lo suyo, los va recibiendo uno a uno, alaba su bondad y su fidelidad y les confía algo mayor, haciéndoles una invitación sorprendente: "entra en el gozo de tu señor". Les convida a entrar, a participar de aquello que es su alegría: ver desplegada la vida de los que ama. Su gozo es dejar en nuestras manos la posibilidad de multiplicarla, de ahondarla, de hacerla fecunda.

¿Qué le pasó al tercero? ¿Por qué no arriesgo? ¿Por qué no se atrevió a negociar con su talento? Por la imagen exigente y estrecha que tenía de su señor. Le creía un hombre duro que le iba a pedir cuentas, y tuvo miedo. Y por este miedo a equivocarse escondió el talento y frustró su vida. El amo de la parábola le reprende duramente al final porque le duele, le apena que se haya fiado tan poco. ¿No le había regalado él el talento? ¿Por qué no apostó? ¿Por qué no confío? Tuvo miedo de perderlo y es que no sabía que ese talento, por venir de la mano de tal señor, no puede si no producir.

Creo que Jesús, con esta parábola, quiere abrirnos los ojos y el corazón ante el Dios Bueno y Fiel que ama hasta el fondo el talento que nos confía. Como si quisiera decirnos, "por favor, no piensen estrechamente de Él, no guarden su vida por miedo a equivocarse, no la pongan a seguro, no la escondan...sino, al contrario, pónganla en juego, aprendan de los errores, inviertanla, vivan con anchura, disfruten la vida...Negocien la alegría, el perdón, el trabajo, la amistad...porque no es otra cosa ese talento regalado que el de la existencia única y original de cada uno, puesta en pie".

Dios nos quiere con nuestra vida desplegada. Cinco, dos, uno...no importa, lo único imprescindible es ponerlos confiadamente a circular. Cada uno de nosotros somos su mejor talento. El que retiene pierde, el que entrega gana. Jesús intentará decirnos esto de muchas maneras y para ello invertirá los talentos de Su amor hasta el extremo...

domingo, 9 de noviembre de 2014

Cultura del Encuentro: Ultima reflexión del P. Diego Fares, en Radio María...

Ultima reflexión del P. Diego Fares, en Radio María

Para acceder a escuchar hacer clik:

Los enfermos, Epifanías del Misterio Pascual...


Escrito por José María Vallarino, de su libro: Los enfermos, epifanías del Misterio Pascual.

Muchas personas son llamadas a sufrir. Creo que esta gente, como los anawin, los pobres del pueblo de Israel (en el Antiguo Testamento), son especialmente amados por Dios, pues los ha llamado a caminar hacia Él por una senda particularmente estrecha, el camino del Calvario, el mismo que recorrió su Hijo.

No tengo respuesta al eterno “¿por qué? del sufrimiento, pero estoy convencido de que, aunque en el momento, pero estoy convencido de que, aunque en el momento que estoy frente a una persona sufriendo no lo vea, jamás carece sentido. Descifrar ese sentido entra en el ámbito del misterio; ámbito en el cual me siento a gusto porque las cosas verdaderamente importante de la vida le pertenecen.

Hay quienes son claramente purificados, fortalecidos y ahondados por el sufrimiento. Otros quedan simplemente rotos, deshumanizados, destrozados, resentidos. Esta es la causa de que muchos pierdan la fe. Sé que el sufrimiento es piedra de escándalo, “de tropiezo” para muchos inteligentes. ¿Cómo puede permitir que esto suceda?

Mi única respuesta es el misterio pascual de Cristo. Un Dios Amor que se revela como Palabra encarnada para compartir la suerte de su creatura, cargar sobre sí las consecuencias del pecado, la disgregación que produce el pecado. Palabra que se hace sonoramente silencio en la Cruz. Cruz que se manifiesta al hombre un Dios que muere con los brazos extendidos para poder abrazar así, en compasión solidaria, a todo doliente. Dios que se hace totalmente vulnerable para comprometerse con su creatura, haciéndose compañero de camino hasta el banquete de la vida plena.

Hace mucho que renuncie a preguntarme el “por qué” del sufrimiento, es una pregunta y un planteo que no lleva a ninguna parte. Ahora vivo instalado en el ojo de ese huracán teológico, moviéndome en la oscuridad, acostumbrado. Sé cada vez menos; pero lo que sé, lo sé más profundamente, en lo más hondo de mí, donde vive mi fe. ¿Cuál es el mensaje de este “ojo de huracán”? Creo que es este: el sufrimiento  está, del mimo modo que la vida; es un hecho. Más importante que preguntarse “¿por qué?” será adentrase en el sufrimiento; estar junto a los que sufren…

sábado, 1 de noviembre de 2014

"UN AMOR MÁS FUERTE QUE LA MUERTE..."

Fuente: CEP -Centro de Espiritualidad y Pastoral, Venezuela-

Este domingo conmemoramos a todos los que han celebrado "Su PASCUA"...

Ante la pérdida de un ser querido se nos encoge el alma, al tiempo que se nos impone la más cruda y radical verdad: que no podemos atrapar la vida porque no nos pertenece. Somos un préstamo muy especial de Dios.  Por eso un día u otro emprendemos el viaje de regreso a Dios para estar junto al que encendió la chispa de nuestra existencia para no apagarse jamás.

Somos de Dios. Somos hechuras de sus manos. Somos de su exclusiva propiedad. “Al morir, sólo nos quita lo que antes nos había prestado, con el solo fin de guardarlo en un lugar más inmune y seguro y para enriquecernos con unos bienes que superan nuestros deseos” (S. Luis Gonzaga).

La desaparición física nos separa de nuestros seres queridos. Pero “esta separación no será muy larga; volveremos a encontrarnos en el cielo, y todos juntos, unidos a nuestro Salvador, lo alabaremos con toda la fuerza de nuestro espíritu y cantaremos eternamente sus misericordias, gozando de una fidelidad sin fin” (S. Luis Gonzaga). 

Aunque el silencio muerda y no haya sosiego alguno. Aunque el dolor queme y la pena embargue, no llegues a “menospreciar esta infinita bondad de Dios, que es lo que harías si lloraras como muerto al que vive en la presencia de Dios y que con su intercesión, puede ayudarte en tus asuntos mucho más que cuando vivía en este mundo” (S. Luis Gonzaga).

El amor que Cristo nos enseñó a tener por las personas, y cuánto más por nuestros seres queridos, nos da la certeza de haber pasado de la muerte a la vida anticipadamente. Porque, cuando el dolor toca a nuestra puerta y no sucumbimos a la tristeza, sino que surge tenue de las entrañas aquella paz que sana el alma, ya estamos ante un amor que no puede morir, vive para siempre.

Que nunca nos falte la disposición para acompañar a quienes no encuentran sanar el dolor por sus difuntos. Y que todos nos acerquemos confiados al Señor de la Cruz para que Él despierte y arraigue nuestra esperanza. 

MOMENTO CONTEMPLATIVO:

Te invito  terminar rezando con este poema anónimo, para dar gracias por tanto bien recibido, de aquellos que han sido y siguen siendo parte de tu historia...

Puedes llorar porque se ha ido,
o puedes sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos
y rezar para que vuelva,
o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado.

Tu corazón puede estar vacío porque no la puedes ver,
o puede estar lleno del amor que compartiste.

Puedes darle la espalda al mañana y quedarte en el pasado,
o puedes alegrarte por el mañana, que es gracias al pasado.

Puedes recordarla solo en cuanto que se ha ido,
o puedes atesorar su memoria para que ésta siga viva.

Puedes llorar, cerrar tu mente,
sentir el vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a ella le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

viernes, 31 de octubre de 2014

Las Clases Medias de la Santidad...

Escrito por José Luis Martín Descalzo -de su Libro "Razones para el Amor"-

Joseph Malegue —novelista cristiano- , quien dejó a medio escribir una novela cuyo título era: " Las clases medias de la santidad"Y en ella —por los pocos fragmentos que se conocen— desarrollaba una idea ya varias veces apuntada en sus obras anteriores: que para profundizar en los fenómenos religiosos no hay que explorar sólo en el alma de los grandes santos, de los santos de primera, de los aristócratas de la santidad, sino que «las almas modestas contaban también; contaban además las clases medias de la santidad».

Y dice, que los cristianos, tal vez estamos demasiado acostumbrados a trazar una gran diferencia entre la santidad y la mediocridad.

A un lado estarían aquellos santos, titanes del espíritu que tomaron el evangelio por donde más quemaba y realizaron una vida incandescente. 
Al otro estaríamos nosotros, los que a veces, parecemos en estado vegetativo en el cristianismo…

Y ésta es una afirmación, además de falsa, terriblemente desalentadora.

Pensamos: como yo no tendré jamás el coraje de ser un Francisco de Asís, vamos a limitarnos a cumplir y a esperar que Dios nos meta al final en el cielo por la puerta de servicio.

Pero, si abrimos con más atención los ojos, vemos que además de los santos de primera hay por el mundo algunos santos de segunda y bastantes de tercera. Esa buena gente que ama a Dios, esas personas que, cuando estamos con ellas, nos dan el sentimiento casi físico de la presencia viva de Dios; almas sencillas, pero entregadas; normales, pero fieles, leales. Auténticas clases medias de la santidad.

Quien más, quien menos, todos hemos encontrado en el mundo dos o tres docenas de almas así. Y hemos sido felices de estar a su lado. Y hemos pensado que, con un poco más de esfuerzo, hasta nosotros podríamos parecemos un poco a ellas. Y sentimos que este tipo de personas sostienen nuestra fe y que, en definitiva, en su sencillez, son una de las grandes señales de la presencia de Dios en la Iglesia.

Todos nosotros, hemos conocido o conocemos a muchos de estos santos de tercera o segunda, pero que sabemos: almas tan verdaderas, que en ellas hemos visto o vemos, siempre reflejado lo que más me gusta de Dios: su humildad.

Nuestro Dios que es humilde en su revelación, se revela, hecha a través de textos también humildes…

Un Dios humilde en su Iglesia, que no construyó como una élite de perfectos, sino como una comunidad de pecadores…
Humilde también en la tierra en que quiso nacer, en esa Palestina…

Por eso a este Dios humilde le van muy bien los santos humildes y pequeños. Y es una suerte que nos permite no desanimarnos a quienes tenemos un amor de hoguera (¡o de fosforo!) y jamás llegaremos a su amor de volcán...

viernes, 24 de octubre de 2014

"Pasión por Dios y Compasión por la Humanidad..."

Fuente: CEP -Centro de Espiritualidad y Pastoral, Venezuela-

"Para Jesús, “amar al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y amar a tu prójimo como a ti mismo”, no es una simple Ley nueva, ni una manera especial de sintetizarla. Sino el criterio de autenticidad de nuestra fe y de nuestro modo de ser personas.

El amor a Dios y al Prójimo nos pone ante la gran novedad de Jesús. Por un lado nos revela que estos dos mandamientos son la raíz y el fundamento sobre los que puede sostenerse con verdad cualquier Ley. Y por otro, que todo, y en particular la Ley, queda definitivamente abierto a la realidad de Dios y a la realidad del Prójimo. 

En el amor está la fuente de donde mana la vida, la adoración, la alegría, la disponibilidad, la sencillez, la entrega, el servicio, y en especial el cuidado de quienes nos necesitan con más urgencia, los pobres, los enfermos, los tristes, los desvalidos.

El amor es comúnmente afecto, conmoción, empatía y adherencia con todo nuestro ser. Pero se desconocería el verdadero amor si nos quedáramos simplemente en una vivencia emocional que no logra transformar todo nuestro ser, o si este amor no se tradujera en obras concretas de fraternidad y solidaridad, que son el test del amor. 

Amar a Dios y al Prójimo quiere decir pasión por Dios y compasión por la Humanidad. Porque Pasión-Compasión significa alabar la existencia desde su raíz, tomar parte en la vida con gratitud, optar siempre por lo bueno y lo bello, vivir con corazón de carne y no de piedra, rechazar todo lo que niegue y excluya a cualquier persona.

El amor nos pone en situación de libertad frente a las seguridades humanas en las que muchas veces deseamos «instalarnos» y que son en definitiva el único obstáculo al verdadero amor. Para la fe cristiana el único crecimiento significativo de la persona es «la libre disposición de sí misma» para amar más allá de toda compensación o seguridad. 

A la luz de la vida de Jesús, el crecimiento en la fe no sigue una línea de ascenso (hacia arriba), sino descendente (hacia abajo), que es lo propio y distintivo del amor. Crecer y madurar es ir hacia abajo, es humildad y sencillez. Quien sabe de amor es capaz de dar o gastar su vida en beneficio de causas nobles, sin acumular tesoros".

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Te invito a terminar rezando con esta canción de Salome Arricibita:

Hacer clik para escuchar:

sábado, 18 de octubre de 2014

De Dios es el Mundo, la Vida, las Personas, nuestras Alegrías y nuestras Tristezas...

Fuente: CEP -Centro de Espiritualidad y Pastoral, Venezuela-

Estamos ya en la semana 29 del Tiempo Ordinario y la liturgia va a seguir invitándonos a profundizar en el horizonte cristiano de la madurez humana: aprender a dar a Dios lo que es de Dios.

A través de una situación complicada como lo es contraponer lo que pertenece a este mundo con lo que pertenece a Dios, el Evangelio (Mt. 22, 15-21) va a hacernos caer en cuenta de una de las mayores convicciones de la vida y la fe: todo es de Dios.

De Dios es el mundo, la vida, las personas, nuestras alegrías y nuestras tristezas. Y de Dios, principalmente son los pobres, los pequeños y los frágiles de este mundo. La convicción cristiana de que “todo es de Dios”, nos pone frente a frente con lo más radical de la vida: nada nos pertenece.

En este evangelio sorprende `el elogio´ de los fariseos a Jesús: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie”. Aunque haya sido dicho con malicia por parte de los fariseos, encierra una profunda verdad. Pero una verdad que sólo lo es porque está marcada por la bondad de Jesús.

La verdad de Jesús es su bondad, porque es un hombre que con hechos y palabras se ha convertido en el amparo de todo el que le busca. Una verdad tan gratificadora que traspasa toda lógica humana, ofreciendo paz y descanso. Una verdad tan tierna que sabe recomponer y dar sentido a la enfermedad, a los problemas, incluso a la muerte. Toda esta verdad de Jesús es con la que tropieza tanto el fariseísmo de ayer como el de nuestro tiempo.

Cuando Jesús dice: «Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», no está pensando en Dios y el César como dos poderes que pueden exigir cada uno sus derechos a sus súbditos. Jesús sabe muy bien que a Dios le pertenece «la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes» (Salmo 24). ¿Qué le puede pertenecer al César, que no sea de Dios? Y a nosotros, ¿qué nos puede pertenecer que no sea de Dios?

Jesús llama hipócritas a los fariseos ya que ellos sabían muy bien que ni al César ni a ningún poder en la tierra, le pertenece nada. También a nosotros nos interpela Jesús, porque, si queremos convertirnos en amigos y amigas de Dios, solamente lograremos serlo en la medida que nos atrevamos a reproducir la verdad de Jesús, que no es otra que ser buenos como Él. Sólo así estaremos dando a Dios lo que es de Dios.

Dar a Dios lo que es de Dios es practicar con obras y palabras la misma convicción de Jesús, para quien todo lo humano y todos los humanos encuentran eco en su corazón.

Si queremos dar a Dios lo que es de Dios, necesitamos comenzar por hacer nuestros los gozos y esperanzas y las tristezas y angustias de los hombres y mujeres del tiempo que nos toca vivir  (Vaticano II Gaudium et Spes n° 1).

sábado, 11 de octubre de 2014

Si uno no es Capaz de "Perder el Tiempo", corre el Riesgo de Perder la Vida...

Escrito por Alesandro Pronzatto

«Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios...».

Aparentemente, nada extraño. Un comportamiento que no tiene nada de escandaloso. Todo normal. Cada uno ha de pensar en las necesidades de la vida cotidiana.
Cada uno se dedica a lo más urgente.

Esos individuos no tienen tiempo que perder. El deber es más importante que la fiesta.
Observa M. Heidegger: «Perdiéndose en el tráfico de sus ocupaciones, el hombre de la cotidianidad pierde su tiempo. De aquí nace su expresión característica: `No tengo tiempo'».

El tiempo confiscado exclusivamente por el hacer se convierte, paradójicamente, en «tiempo perdido» para la vida.

La parábola establece un contraste muy claro entre la preocupación y la alegría, entre la necesidad y la libertad, entre la realidad concreta y la posibilidad abstracta, entre la pérdida y la ganancia de tiempo...

En el fondo, la parábola hace vislumbrar que hay dos modelos de interpretación de la propia vida. Además de la habitual, hay una nueva idea de sí mismo.

«El modelo de la fiesta se transforma en modelo para la cotidianidad» (G. M. Martin).

La vida concreta, interpretada al viejo estilo, antes de la invitación al banquete, a pesar de su aspecto de extrema concreción, puede ser una ficción. Lo que llamamos vida real puede ser sólo ficticia.

Solamente el sueño inverosímil de la fiesta se convierte en realidad. O, si preferimos, el sueño más increíble consigue transformar la realidad.

sábado, 4 de octubre de 2014

Todo por los frutos...

  
"El Reino de Dios les será quitado a ustedes,
 para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos».

Escrito por P. Eduardo Casas

Pocas veces en la vida nos sentimos conmovidos, agitados y estremecidos de hondo gozo. No siempre nos estremece el aleteo profundo de las fibras del alma en un espasmo de complacencia, deleite y fruición. En medio de todas las agitaciones y aceleraciones se nos va olvidando el secreto de disfrutar.  

La palabra disfrutar viene del latín cuya raíz “dis” significa “separar” o “sacar” y “fructus”  significa fruto. Literalmente disfrutar es sacar el fruto, sacar provecho de algo. No en el sentido utilitario e interesado sino gratuitamente.

Disfrutar tiene que ver con el “por qué sí” de la vida. Disfrutamos algo “por que sí”. No hay que buscar una razón, una justificación racional  o un motivo necesariamente. No hay que justificar el placer. Está y se siente, se experimenta. Es un regalo que se brinda y se prodiga generosamente. 

El término “disfrutar” no casualmente viene de la palabra “fruto”. Tiene que ver con “sabor”, saborear el fruto. Saborear la vida y lo que se vive. Deja de padecer. 

Sabiduría viene de sabor. El “saborear” la existencia y sus dones es la práctica una sabiduría de vida. Disfrutar es una actitud sabia. Nos gratifica, nos vuelve menos amargos, menos resentidos, menos miserables, nos reconcilia con la vida y sus continuos e inmerecidos regalos. Todo tendría que ser un disfrute. Hay que terminar con el agobio de que todo es una carga, una pena, un castigo, un trabajo, un deber, un compromiso, una responsabilidad, un mandato, un imperativo, una orden.

Hay gente que ha pasado toda la vida preparando el terreno, aireando la tierra, comprando abonos y fertilizantes, consiguiendo semillas y ha cuidado esas plantas pero nunca separa el fruto: no “dis-fruta”. No hay que  hacer crecer el fruto sin permitirse luego disfrutarlo. 

¿Cuál es tu actitud natural y permanente de la vida: disfrutar o padecer?; ¿tu personalidad y tu carácter son más propensos a ver el lado luminoso, vital y placentero de la existencia o –al contrario- te situás en el“otro lado” de la existencia, en su cara más áspera, conflictiva, preocupante y sombría?


domingo, 28 de septiembre de 2014

«La Voluntad de Dios... se parece a un Tesoro Escondido en un Campo...

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-

"Desde siempre hemos oído ponderar la alegría, la paz y la tranquila confianza que inundan el alma de los que cumplen la voluntad de Dios, y hasta lo habremos experimentado a veces así en nosotros mismos. Y, sin embargo, hay algo en esa doctrina que produce desasosiego, quizá porque parece confirmar peligrosamente aquello de que la paz es una recompensa para «los que aman al Señor» que viene a ser igual a: «al-que-se-porta-bien-Dios-lo-premia y-al-que-no-lo-castiga» y como entremos por ahí, ya estamos al borde del despeñadero de la justificación por las obras y a punto de no saber qué hacer con la gracia.

Andamos culpabilizados y descontentos de nosotros mismos porque sentimos lo estrecha que es nuestra generosidad y lo vacilantes que son nuestros propósitos de vivir según el evangelio de Jesús. Una y otra vez volvemos a formular opciones y a prometer conversión, pero una y otra vez nos olvidamos de leer en ese mismo evangelio de dónde nace todo:

«La voluntad de Dios -podría haber dicho Jesús- se parece a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, por la alegría, fue y lo vendió todo para comprar aquel campo». 

Recordémoslo bien: no por voluntarismo, ni por convicción, ni por resignación, ni por aquello de «el deber ante todo, el deber siempre», sino «por la alegría», por el mismo gozo secreto de saberse en posesión de algo valioso que hacía decir a Jesús: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis: hacer la voluntad de mi Padre» (Jn 4,34). Un alimento, es decir, algo que produce fruición y vitalidad y crecimiento y plenitud. Y alegría.

Por eso, las palabras de Jesús que expresan los momentos más densos de su vida y que coinciden con su obediencia más incondicional van precedidas siempre de una invocación confiada al Padre que revela, no el acatamiento de un siervo que se somete sino la comunión, la afinidad, la adhesión profunda de un hijo que se fía.

Y es que, a lo mejor, el querer de Dios (su complacencia, su aspiración, su amor, su alegría...), su deseo más hondo sobre nosotros, es que nos fiemos perdidamente de que, en esa voluntad suya que nos alcanza, todo es gracia".

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-

martes, 23 de septiembre de 2014

EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS con el P. Fernando Cervera -sj-


La Casa De Retiros Monseñor Aguirre Victoria, organiza:

EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS

con el P. Fernando Cervera -sj-

Destinado a: sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, laicas, 

consagrados y consagradas.

Viernes 14 de Noviembre a las 19 hs hasta el Viernes 21 a las 14 hs.

Para informes e inscripción:

Enviar mail a: monsenoraguirre@gmail.com

Teléfonos: 4580-0450 / 4512-6345

sábado, 13 de septiembre de 2014

Fiesta de la Exaltación de la Cruz...

Esta foto, es de la Visita de la Cruz bendecida por el Papa Francisco en la Jornada Mundial de Jóvenes en Brasil

Audio de la Charla del P. Angel Rossi, sj. en Radio María

Hacer clik para escuchar:
http://radiomaria.org.ar/actualidad/fiesta-de-la-exaltacion-de-la-cruz/

Para leer: Desgrabacion de la Charla del P. Angel Rossi ,sj.

"La cruz no es el punto final. La vivimos en la medida que la cruz es el puente de la resurrección. Un verdadero hombre es el que vive la existencia con grandeza, el que vive y muere noble y heroicamente, el que desconoce la vulgaridad de la vida… éstos serían los hombre grandes y al lado vendría una “sub-existencia” vulgar, mediocre, ensuciada por el dolor.

Pero al acercarnos a la vida y muerte de Jesús, Él toma esta segunda vida. No la de los “grandes” sino la de los vulgares e insignificantes y esto es lo que nos desconcierta. Sus amigos no lo comprenden y ni sus enemigos lo respetan, como si el fracaso se cierne constantemente sobre su obra.

Como dice José Luis Martín Descalzo “La pasión y muerte de Jesús son desde un punto de vista humano torturantes y difíciles de soportar y nos obligan a preguntarnos si la verdadera grandeza del hombre no consistirá precisamente ni en la grandeza, ni en el brillo, ni en el esplendor ni en el poder. Ser hombre debe ser otra cosa. Morir lleno debe ser otro modo de morir. Los verdaderos valores del hombre tienen que ser forzosamente otros y la Pasión de Jesús tendrá que descubrirnoslo”.

Si la cruz nos cambia el concepto del hombre más nos cambia el concepto de Dios. El Dios de todas las religiones es el dios del poder, de la omnipotencia. El Dios de Sócrates es la sublimidad del pensamiento supremo; el Dios de los Hindúes es el gran universo que teje todas las existencias individuales y el mismo Dios del Antiguo Testamento es el Dios de los Ejercitos, el hacedor de milagros…

Pero el Dios que vamos a encontrar en la cruz es bien diferente. Como dice von Balthasar, al servir y lavar los pies de su criatura Dios se revela en lo más propio de su divinidad y da a conocer lo más hondo de su Gloria. No es ya un Dios de poder, sino un Dios de amor, un Dios de servicio, un Dios que baja y desciende y así muestra su verdadera grandeza. Deja de ser primariamente absoluto poder, para mostrarse como absoluto amor. Su verdadera soberanía se muestra en el no aferrarse a lo propio, sino en el dejarlo. Crece entregándose.

Por eso el hombre puede amarle, más que adorarle únicamente. Como escribe Alain se dice que Dios es omnipotencia, pero a la omnipotencia no se la ama. Y así el poderoso es el más pobre de todos. Solo se ama la debilidad, porque, como recuerda Bonhoeffer Cristo nos ayuda no con su omnipotencia, sino con su debilidad y sus sufrimientos.

La cruz trastoca lo que el mundo cree que es ser grande. La cruz no anda suelta, está encarnada en nuestra vida. Hablar de la cruz sin el testimonio de la cruz quedamos como a medio camino.

Testimonio de abrazar la cruz

Ministro católico Pakistaní, asesinado el 2 de marzo del 2011 y que se animó a seguir a Jesús abrazando la cruz.

Me han propuesto altos cargos de gobierno y se me ha pedido que abandone mi batalla, pero yo siempre lo he rechazado, incluso poniendo en peligro mi vida. Mi respuesta siempre ha sido la misma: “No, yo quiero servir a Jesús como un hombre normal”.

Este amor me hace feliz. No quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. Sólo quiero un lugar a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, mi carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte en mí que me consideraría un privilegio el que, en este esfuerzo y en esta batalla por ayudar a los necesitados, a los pobres, a los cristianos perseguidos de Pakistán, Jesús quisiera aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir por Cristo y quiero morir por él. No siento miedo alguno en este país.

Muchas veces los extremistas han tratado de asesinarme o de encarcelarme; me han amenazado, perseguido y han aterrorizado a mi familia. Los extremistas, hace unos años, pidieron incluso a mis padres, a mi madre y a mi padre, que me convencieran para que no continúe con mi misión de ayuda a los cristianos y los necesitados, pues de lo contrario me perderían. Pero mi padre siempre me ha alentado. Yo digo que, mientras viva, hasta el último aliento, seguiré sirviendo a Jesús y a esta humanidad pobre, que sufre, a los cristianos, a los necesitados, a los pobres.

Quiero deciros que me inspira mucho la Sagrada Biblia y la vida de Jesucristo. Cuanto más leo el Nuevo Testamento, los versículos de la Biblia y la palabra del Señor, más se reafirman mi fuerza y mi determinación. Cuando reflexiono en el hecho de que Jesucristo lo sacrificó todo, que Dios envió a su mismo Hijo para redimirnos y salvarnos, me pregunto cómo puedo seguir el camino del Calvario.

Nuestro Señor dijo: “Ven conmigo, carga tu cruz, y sígueme”. Los pasajes que más me gustan de la Biblia dicen: “Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”. De este modo, cuando veo a personas pobres y necesitadas, pienso que detrás de sus rasgos  se encuentra Jesús, que me sale al paso.

Por este motivo, siempre trato de ayudar, junto con mis colegas, para llevar asistencia a los necesitados, a los que tienen hambre y sed.

La cruz, respuesta a todas las preguntas

Que podamos vivir hondamente este misterio. Que podamos ponernos frente a Cristo en la Cruz, y como invitaba San Ignacio preguntarnos ¿qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué haré por Cristo?. Ponernos frente a Jesús en la cruz y dejar que Él nos hable y nos consuele.

Como decía el poeta ateo Van der Meer, en su libro “Nostalgia de Dios” hablando de su conversión decía “el viernes santo (Cristo en la cruz) entre las 12 y las 15 de la tarde encontré todas las respuestas a las grandes preguntas de mi vida”. Aquel ateo simplemente se sentó en Notredame frente a la cruz y se dejó hablar y consolar. La cruz es un libro abierto, decía San Francisco, y agregaba algún autor “¡qué lástima que no vayamos más seguido a leerlo!”. Ahí Jesús nos habla con sus gestos y nos vuelve a decir “Éste es mi hijo muy amado”.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

LA SONRISA DE LOS MAESTROS Y MAESTRAS...

Escrito por Jose María Toro, de su  libro “Educar con Co-razón”-Ed. Desclée-

"La sonrisa de un niño que es feliz en la escuela no tiene precio.
La sonrisa de un maestro que es feliz en la escuela....eso tampoco tiene precio.
La sonrisa tendría que ser considerada un elemento típicamente escolar, como son los libros, los cuadernos, los lapiceros o las pizarras. Hoy, quizás más que nunca, es preciso devolver la sonrisa a los rostros de los niños y niñas y al semblante de sus maestros y maestras.

La presencia o no de sonrisas es uno de los más fieles y sensibles barómetros para medir el nivel de presión (u opresión) en la atmósfera de una clase. La sonrisa es un termómetro preciso que refleja la calidez o frialdad del encuentro humano en el que se sostiene un determinado modo de intervención pedagógica. La sonrisa marca en las caras de alumnos y profesores, de padres e hijos, cuál es la temperatura con la que se cuece el proceso educativo.

Nuestra clase podía ser entendida, considerada y vivida como un campo de cultivo de sonrisas. Fui reconociendo que, como maestro, estaba llamado a ser, en cierto modo, un sembrador de sonrisas, un cultivador de alegrías. Por eso procuraba que lo primero que encontrasen los niños cada mañana, al comenzar una nueva jornada escolar, fuese mi sonrisa. Esta era, conscientemente, mi primera actividad o lección del día: la energía de la sonrisa, el regalo de la sonrisa, el arte de sonreír, pero sobre todo, el derecho a la sonrisa.

La sonrisa es también una energía que es preciso atenderla, enfocarla, activarla y cultivarla.
La sonrisa constituye un extraordinario alimento que ha de estar presente y servirse en la mesa (pupitres) de cada día. Es una medicina que actúa de manera fulminante y eficaz, es la vitamina por excelencia para nuestro corazón.

La sonrisa nos alisa y allana el camino para llegar a los demás y nos abre sus puertas. Trazar una sonrisa en el momento del encuentro es como decir: ¡Aquí estoy!. Quien devuelve la sonrisa no está sino respondiendo: “Pasa y entra”. La sonrisa pone la llave y abre la puerta.
Yo regalaba a mis alumnos mi sonrisa y ellos me la devolvían multiplicadas. Y fuimos puliéndolas, limpiándolas, distinguiéndolas de esas otras sonrisas moldeadas por la malicia, el sarcasmo, el cinismo, la mordacidad o la acritud.

Cuando un niño o una niña sonreía ante mi presencia sentía que con él o ella era toda la Creación, el Universo entero el que se regocijaba en su sonrisa.

Cada vez que sonreía a un niño le estaba diciendo: “Me gusta estar aquí”.
Cada vez que un niño o niña sonreía estaban diciéndome: “Soy feliz estando aquí y contigo”.

Esta es una de las máximas felicidades de este trabajo: escuchar cómo cantan y cómo ríen los niños que se marchan y alejan tras haber pasado toda una mañana contigo"...