jueves, 31 de octubre de 2013

Fiesta de Todos los Santos : Las clases medias de la santidad

 Escrito por José Luis Martpin Descalzo -de su Libro "Razones para el Amor"-

Joseph Malegue —ese gran novelista cristiano que en España no ha sido ni siquiera traducido— dejó a medio escribir una novela cuyo título era el mismo que yo he puesto a este artículo. Y en ella —por los pocos fragmentos que se conocen— desarrollaba una idea ya varias veces apuntada en sus obras anteriores: que para profundizar en los fenómenos religiosos no hay que explorar
sólo en el alma de los grandes santos, de los santos de primera, de los aristócratas de la santidad, sino que «las almas modestas contaban también; contaban además las clases medias de la santidad».

Nada más cierto. Porque tal vez estamos demasiado acostumbrados a trazar una distinción excesivamente neta entre la santidad y la mediocridad. A un lado estarían esas diez docenas de titanes del espíritu que tomaron el evangelio por donde más quemaba y realizaron una vida incandescente. Al otro estaríamos nosotros, los que vegetamos en el cristianismo.
Y ésta es una distinción, además de falsa, terriblemente desalentadora. Pensamos: como yo no tendré jamás el coraje de ser un Francisco de Asís, vamos a limitarnos a cumplir y a esperar que Dios nos meta al final en el cielo por la puerta de servicio.

Pero, si abrimos con más atención los ojos, vemos que además de los santos de primera hay por el mundo algunos santos de segunda y bastantes de tercera. Esa buena gente que ama a Dios, esas personas que, cuando estamos con ellas, nos dan el sentimiento casi físico de la presencia viva de Dios; almas sencillas, pero entregadas; normales, pero fidelísimas. Auténticas clases medias de la santidad.

Quien más, quien menos, todos hemos encontrado en el mundo dos o tres docenas de almas así. Y hemos sido felices de estar a su lado. Y hemos pensado que, con un poco más de esfuerzo, hasta nosotros podríamos parecemos un poco a ellas. Y sentimos que este tipo de personas sostienen nuestra fe y que, en definitiva, en su sencillez, son una de las grandes señales de la presencia de Dios en la Iglesia.

Yo he conocido a muchos de estos santos de tercera o segunda —empezando por mis padres— a quienes no canonizaría. Incluso me daría un poco de risa imaginármelos con un arito en torno a la cabeza, y ellos se pondrían muy colorados si alguien se lo colocara.
Pero, sin embargo, me han parecido almas tan verdaderas, que en ellas he visto siempre reflejado lo que más me gusta de Dios: su humildad.

Creo que de esto se habla poco. Y, no obstante, yo creo que tiene razón Moeller cuando escribe que «el centro del cristianismo es el misterio de esta humildad de Dios».

Es cierto: en el catecismo nos hablaron mucho del Dios todopoderoso y a veces llegamos a imaginarnos a un Dios soberbio, cuajado de pedrerías, actuando siempre a través de milagros… Pero la realidad es que, cuando Dios se hizo visible, todo fue humilde y sencillo. Se hizo simplemente un hombre a quien sus enemigos pudieron abofetear...

 Un Dios que es humilde en su revelación, hecha a través de textos también humildes…

Un Dios humilde en su Iglesia, que no construyó como una élite de perfectos, sino como una esposa indefensa y mil veces equivocada, tartamudeante y armada con una modesta honda y unos pocos guijarros frente al Goliat del mundo.
Humilde también en la tierra en que quiso nacer, en esa Palestina…

«El Señor de la gloria —escribe también Moeller— no ha querido ni el poder ni la nada, ni el trueno ni el silencio del abismo, pues el poder tiránico o la sombría nada son lo contrario del amor. El amor quiere la dulzura humilde y gratuita, no se defiende, ofrece de antemano su cuello a los verdugos y, sin embargo, es más poderoso que la muerte y mil torrentes de agua no podrán extinguir el fuego de la caridad. El amor quiere también la vida, la dulce vida; el amor da la vida y no la nada.»

Por eso a este Dios humilde le van muy bien los santos humildes y pequeños. Y es una suerte que nos permite no desanimarnos a quienes tenemos un amor de hoguera (¡o de cerilla!) y jamás llegaremos a su amor de volcán.
Incluso el camino hacia Dios está muy bien hecho. Es como un monte al que hay que subir. Y tiene dos caminos: uno de cabras, que va en derechura desde la falda a la cima, escarpado, durísimo, empinadísimo, y un camino carretero, que sube también, pero en zig-zag, dando vueltas y vueltas en espiral hacia la cumbre.

Los santos, los verdaderos santos, suben por el de cabras, dejándose la piel en las esquinas de las rocas. Ellos lo dan todo de una vez, viven hora a hora en la tensión del amor perfecto.

Pero los más temblamos ante ese camino. No porque no tengamos pulmones para ello —porque los santos no tienen mejor «madera» que nosotros—, sino porque somos cobardes y le damos a Dios trozos de amor, guardándonos en la mochila buenos pedazos de amor propio.
Naturalmente, a quien Dios le dé el coraje del camino de cabras, que San Pedro se lo bendiga y multiplique. Pero, en definitiva, lo que importa es subir, lo necesario es amar, aunque sea con un amor tartamudo. Y, entonces, bendito sea el camino carretero.
Con la ventaja, además, de que, en cada vuelta del camino, el camino carretero se cruza un momento con el de cabras: son esos instantes de verdadera santidad que todos, por fortuna, tenemos.

Hay incluso veces en las que —sobre todo en la juventud— nos atrevemos a hacer algún trecho por la senda de cabras, aunque luego regrese la flojera y volvamos a tomar el camino en espiral. Bien, lo importante es seguir subiendo, seguir amando, aunque se haga mal.

Lo que no hay que olvidar es que, al final de la escalada, cuando ya se está cerca de la cima, los dos caminos, el carretero y el de cabras, desaparecen. Y entonces ya sólo queda la roca viva. Por la que sólo se puede subir con guía. O llevados en brazos.


Como Dios nos llevará a todos en el último repechón que conduce al abrazo en la muerte.

miércoles, 30 de octubre de 2013

"Hacia una Cultura del Encuentro"


En el espacio de "Conferencias para la vida", desde las 22,30hs compartimos la conferencia del P. Ángel Rossi sj sobre el tema "Hacia una Cultura del Encuentro". La misma se desarrolló el pasado 23 de octubre en la ciudad de Córdoba.

El P. Ángel Rossi citando a Von Balthasar  dijo que el "el amor es sinfónico" es decir, la música de muchos instrumentos que en la medida que se encuentran gestan esta maravilla.  También agregó que "somos seres de encuentro, seres que viven la vida personal a través del encuentro. Incluso casi uno podría definir su vida por encuentros y desencuentros".

A lo largo de la conferencia, el sacerdote jesuita citó en diversas oportunidades la mirada que el Papa Francisco tiene sobre la "cultura del encuentro".

Para escuchar la charla hacer clik en el siguiente enlace:




lunes, 28 de octubre de 2013

"¡Familia, vive la alegría de la fe!”

Texto del Papa Francisco a las Familias...

¡Queridas familias, ¡Buenas tardes y bienvenidas a Roma!

Han venido aquí como peregrinos desde muchas partes del mundo, para profesar la fe delante del la tumba de San Pedro. Esta plaza les acoge y abraza: somos un sólo pueblo, con una sola alma, convocados por el Señor, que nos ama y sostiene. Saludo también a todas las familias que están unidas a través de la televisión y de internet: una plaza que se extiende sin confines.

 Quisieron llamar a este momento “¡La familia vive la alegría de la fe!”. ¡Me gusta este título! He escuchado las experiencias de ustedes, los casos que han contado. Vi tantos niños, tantos abuelos... Sentí la tristeza de las familias que viven en situación de pobreza y de guerra. He oído a los jóvenes que se quieren casar, aún entre mil dificultades. Y entonces nos preguntamos: ¿Cómo es posible, hoy, vivir la alegría de la fe en familia? ¿Es posible o no es posible vivir esta alegría? 

1. En el evangelio de Mateo, hay una palabra de Jesús que nos ayuda: 'Venid a mí todos los que están cansados y oprimidos, que yo les aliviaré'. Muchas veces la vida es pesada y tantas veces trágica, lo hemos apenas escuchado. Trabajar es fatigoso; buscar trabajo es fatiga y encontrar trabajo hoy nos pide tanta fatiga.

Pero, aquello que más pesa en la vida, no es esto, lo que más pesa es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser acogidos. Pesan ciertos silencios, a veces aún en familia, entre marido y esposa, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor, el cansancio se hace más pesado. Pienso en los ancianos solos, a las familias en dificultad porque no tienen ayuda para sostener a quienes en casa precisan de especiales atenciones y cuidados. 'Venid a Mí todos los que están cansados y oprimidos', dice Jesús.

 Queridas familias, el Señor conoce nuestros cansancios, los conoce y los pesos de nuestra vida. Pero conoce también nuestro deseo profundo de hallar la alegría del alivio. ¿Se acuerdan? Jesús dijo: 'Vuestra alegría sea plena'. Jesús quiere que nuestra alegría sea plena.
Lo dijo a los apóstoles, y hoy lo repite a todos nosotros. Así, esta es la primera cosa que quiero compartir con ustedes en esta tarde, y es una palabra de Jesús: 'Venid a mi, familias de todo el mundo --dice Jesús-- y yo les aliviaré para que vuestra alegría sea completa'.

Y esta palabra de Jesús llévenla a casa, en el corazón, compártanla en familia, él nos invita a ir hacia él para darnos a todos la alegría.

2. La segunda palabra, la tomo del rito del matrimonio. En este sacramento, quien se casa dice: 'Prometo serte fiel, amarte y respetarte, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, y de honrarte y amarte todos los días de nuestra vida'. En aquel momento, los esposos no saben qué sucederá, no saben cuáles son las alegrías y las tristezas que les esperan. Parten, como Abraham; se ponen juntos en camino. Esto es el matrimonio, partir y caminar juntos, de manos dadas, entregándose en la mano grande del Señor. Mano en la mano por toda la vida y sin hacer caso de esta cultura de lo provisorio que nos corta la vida a pedazos.

 Con esta confianza en la fidelidad de Dios, todo se enfrenta, sin miedo, con responsabilidad. Los esposos cristianos no son ingenuos, conocen los problemas y los peligros de la vida. Pero no tienen miedo de asumir la propia responsabilidad, delante de Dios y de la sociedad. Sin huir ni aislarse, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo hijos.

Pero hoy, santo padre, es difícil. ¡Seguro que es difícil! ¡Por eso, es necesaria la gracia del sacramento! ¡Los sacramentos no sirven para decorar la vida; ¡qué lindo matrimonio, que linda la ceremonia, que linda la fiesta! Eso no es la gracia del sacramento, eso es una decoración y la gracia no es para decorar la vida pero para hacernos fuertes en la vida, para hacernos corajudos y poder ir adelante! Sin aislarse, siempre juntos.

Los cristianos se casan sacramentalmente, porque son conscientes que necesitan el sacramento. Necesitan a este para vivir unidos entre sí y cumplir la misión de padres. 'En la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad'. Así dicen los esposos en el matrimonio y rezan juntos y con la comunidad, ¿por qué? Solamente porque es costumbre hacerlo así? No, lo hacen, porque les sirve para el largo viaje que deben hacer juntos, no a tramos, necesitan de la ayuda de Jesús, para caminar juntos con confianza, para acogerse uno al otro cada día y perdonarse cada día.

 Y esto es importante en las familias, saber perdonarse, porque todos nosotros tenemos defectos, todos y a veces hacemos cosas que no son buenas y le hacen mal a los otros. Tener el coraje de pedir perdón en familia cuando nos equivocamos. Hace pocas semanas atrás recordé en esta plaza que para llevar adelante una familia es necesario usar tres palabras, quiero repetirlo, tres palabras: permiso, gracias y perdón. Tres palabras claves.

Pidamos permiso para no ser invasores. En familia: ¿Puedo hacer esto, te gusta que haga esto? El lenguaje del permiso. Demos gracias, gracias por el amor, pero dime tú, ¿cuántas veces al día le dices gracias a tu mujer o a tu marido? ¿Cuántos días pasan sin decir esta palabra?: gracias.

Y todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, o en el matrimonio. A veces, digo, vuelan los platos, se dicen palabras fuertes, pero escuchen este consejo: no terminen la jornada sin hacer la paz, cada día. Disculpa y se recomienza. Permiso, gracias, perdón. ¿Lo decimos juntos?: Permiso, gracias, disculpa, usemos estas tres palabras en familia, perdonarse cada día.

En la vida, la familia experimenta muchos momentos hermosos: el descanso, la comida juntos, el paseo hasta al parque o por los campos, la visita a los abuelos, o a una persona enferma... Pero, si falta el amor, faltará la alegría, faltará la fiesta. Porque el amor nos lo da siempre Jesús: él es la fuente inagotable y se da a nosotros en la Eucaristía. Allí en el sacramento, Jesús nos da su palabra y el pan de la vida, para que nuestra alegría sea completa.

3. Y para concluir, está aquí delante de nosotros, este ícono de la presentación de Jesús en el templo. Es un ícono verdaderamente bello e importante. Contemplémoslo y dejémonos ayudar por esta imagen. Como todos ustedes, también los protagonistas de la escena tienen su camino: María y José se pusieron en camino, yendo como peregrinos a Jerusalén, obedeciendo a la ley del Señor; y también el viejo Simeón y la profetisa Ana, también ella muy anciana, van al templo impelidos por el Espíritu Santo. La escena nos muestra este entrecruzarse de tres generaciones: el entrelazarse de tres generaciones,

Simeón toma en los brazos al niño Jesús, en quien reconoce al Mesías, y Ana es representada en el gesto de alabar a Dios y anunciar la salvación a quien esperaba la redención de Israel. Estos dos ancianos representan la fe como memoria.

 Y les pregunto: ¿Ustedes escuchan a los abuelos?, ¿le abren el corazón a la memoria que nos dan los abuelos? Los abuelos son la sabiduría de la familia, la sabiduría de un pueblo, y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere. Hay que escuchar a los abuelos.

María y José son la familia santificada por la presencia de Jesús que es el cumplimiento de todas las promesas. Cada familia, como la de Nazaret está insertada en la historia de un pueblo y no puede existir sin las generaciones anteriores. Y por ello tenemos aquí a los abuelos, los abuelos, y los niños. Los niños aprenden de los abuelos y de las generaciones anteriores.

Queridas familias, también ustedes son parte del pueblo de Dios. Caminen felices, juntamente con este pueblo. Permanezcan siempre unidas a Jesús y llévenlo a todos con vuestro testimonio. Gracias por haber venido. Juntos, hagamos nuestras estas palabras de san Pedro, que nos dan fuerza y continuarán a darnos fuerza en los momentos difíciles: '¿Señor, de quién iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna!'. ¡Con la gracia de Cristo, vivan la alegría de la fe! ¡El Señor les bendiga y María, nuestra Madre, les proteja y acompañe!

Papa Francisco

sábado, 26 de octubre de 2013

El Abrazo que nos Justifica...

Escrito por Mariola Lopez Villanueva -de su Libro: La Voz, el Amigo y el Fuego-

“Dos hombres subieron al templo a orar, 
uno era fariseo y otro publicano”

Cuando hacemos de lo que somos motivo de separación, cuando nos vanagloriamos del servicio bien hecho, del resultado brillante y eficaz; cuando la acción de gracias no es por lo recibido gratuitamente sino a causa de lo que nosotros creemos haber cumplido; cuando nos tomamos tiempo para mirar de reojo la vida del otro  y comparar y creernos mejores...entonces nos estamos cerrando la puerta del encuentro y de la relación  con Dios.

Mientras tanto hay alguien que, en su abajamiento, ni siquiera se ha podido fijar en nosotros.  Su necesidad e indigencia lo mantienen totalmente abierto y presente a Dios. Lo que importa no es su  discurso, las palabras que utiliza, sino la atención que presta al Otro. 

El publicano reconoce el abismo que separa su vida de la voluntad de Aquel ante el que no se atreve a permanecer de pie. 

El fariseo, sin embargo, creía cumplirla y por ir lleno de sí mismo se vuelve vacío de Dios.

El valor de nuestra vida no es algo que nosotros podamos comprarle a Dios, sino que es Él,  el que al decir de nosotros, hace valiosa nuestra persona. Cuando nos encontramos perdidos sin poder nada,  cuando lo único que sabemos pedir es que su amor nos dé la vida que por nosotros mismos no podemos tener y que nos perdone por aquella que hemos frustrado, entonces nos irá haciendo pasar del  “dar gracias por no ser como los demás” a agradecer el sabernos tan débiles y necesitados como cualquiera. Y arrojarnos así, sin defensas, al Abrazo del Único que puede justificar nuestra vida.

viernes, 25 de octubre de 2013

Ejercicios Espirituales en Adviento


En la Casa de Ejercicios Espirituales Mons. Aguirre , en Victoria -Buenos Aires-, estamos organizando:

Ejercicios Espirituales en Adviento

 Desde el Viernes 6 de Diciembre a las 19hs hasta el Domingo 8 a las 19hs

Está destinado a mujeres y varones, adultos y jóvenes -mayores de 20 años-

Acompañados por las hnas. Misioneras Diocesanas

Para informes e inscripción:

TE: 4580-0450 

Enviar mail a: monsenoraguirre@gmail.com

www.casaejercicios.org.ar

Reflexion del P. Angel Rossi -sj- : "La Vida y su Belleza"

Reflexión del P. Angel Rossi -sj-
El tema de hoy : "LA VIDA y SU BELLEZA"...

http://www.continental.com.ar/escucha/archivo_de_audio/las-reflexiones-del-padre-rossi-la-vida/20131025/oir/2001931.aspx

sábado, 19 de octubre de 2013

EMPEZAR A ORAR...

Escrito por  Piet Van Breemen SJ

La oración es estar en la presencia de Dios con las manos abiertas y el corazón abierto. Hay tantas cosas en mi vida de las cuales yo me agarro, cerrando el puño... Y si abro mis manos, todavía están ahí... Nada se cae, mis manos están
abiertas. Eso es la oración. Después de un tiempo en que esté dispuesto a quedarme con las manos abiertas, bastante tiempo, vendrá el Señor, echará una mirada y rondará por mis manos para ver qué es lo que tengo. Puede quedar
sorprendido: ¡Tantas cosas!; luego se me quedará mirando y me preguntará:

¿Te importaría si te quito un poco?
Y yo le contesto:
Claro que lo puedes tomar, `por eso estoy aquí con las manos abiertas.
Y tal vez el Señor echará un vistazo en esta ocasión y me preguntará:
¿Te importaría si te pusiera algo en tus manos?
Y yo le respondo:
Claro que no.

Este es el meollo de la oración, el Señor puede quitar y poner algo, nadie más puede hacer esto. Pero El si puede.
Es el Señor. Yo sólo tengo que abrir mi corazón y mis manos y quedarme ahí el tiempo suficiente para que el Señor venga.

La oración no es tanto una búsqueda. La búsqueda lleva consigo una parte de impaciencia, una actividad. Tengo que hacer algo. No, la oración es un esperar. El esperar coloca el énfasis sobre la otra persona, la que va ha venir. Lo único que yo puedo hacer es esperar a esta persona. Al esperar expreso mi impotencia, mi insuficiencia, y esa es mi disposición hacia Dios. No puedo forzar a Dios a que venga. Todo lo que puedo hacer es esperar y estar presente. Orar significa soltar
mi control. Cuando oro ya no tengo el control, Dios es el que controla. Vendrá cuando crea ser el tiempo de venir. Orar es tener el valor de escuchar, de ceder mi autodeterminación.

La oración es esperar. Es esta espera la que sella y forma mi personalidad. Cuando estoy dispuesto a esperar me vuelvo diferente. La oración hace a una persona: atenta, contemplativa; en lugar de ser manipulante. El hombre de oración
es receptivo en este mundo. No agarra, sino que acaricia; no muerde, toca; no cuestiona, sino que admira y adora.

Bonhoeffer reflexiona: “Si te rehusas a estar a solas contigo estás rechazando la llamada que Cristo te está haciendo”. Uno tiene que estar a solas para soportar la espera. Uno tiene que esperar, no tratar de escapar, sino esperar con todo su ser.

La oración no puede ser medida en los términos de “utilidad”. Solamente se puede comprender como una entrega total, sin querer sacarle algo externo a ella misma. 
De lo contrario puedo sentirme tentado a convenir mi oración en media hora de lectura o de contemplación de la naturaleza.

La oración es un desperdicio de tiempo. Y, más que eso, es un desgaste de uno mismo.

La vida de oración puede ser explicada en tres etapas:

- 1ª En la primera etapa la oración se centra en darme cuenta de que Dios es Amor, que me ama como yo soy (no como debería ser). Me conoce por mi nombre. La oración es calentarse al sol del amor que Dios me tiene hasta que al final de cuentas penetre todo mi ser.

- 2ª La oración en su segunda etapa se concentra en la persona de Cristo. Esto quiere decir que procuro conocer a Cristo mejor, amarlo y seguirlo más de cerca. Hasta poder decir: “No soy yo el que vive. Es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2, 20).

- 3ª La tercera etapa de la oración es encontrar a Dios comprometido en la totalidad de la realidad, en cada persona, en cada cosa; es un decir Si a la realidad. Un enfoque positivo ante la vida. Un compromiso con lo más necesitado y más débil de este mundo. No puedo orar nunca si no estoy dispuesto a comprometerme por completo.

La oración no puede ser nunca un sustituto de la donación completa de mi ser.

Debo vivir de tal forma que pueda orar. La verdadera dificultad no es tanto la oración sino la forma en que vivo.
Algunas veces me quejo de que la oración me pone tenso, no puedo orar regularmente. Esto es seguramente un escape. Mi manera de vivir, sencillamente, no va de acuerdo con mi oración. Cuando oro sin abrir las manos. Cuando no le doy a Dios completa libertad..., mi oración es seca, vacía y desolada. 

La oración debe arriesgar mi vida...

viernes, 11 de octubre de 2013

Corazones Agradecidos...

Escrito por  Clemente Sobrado

“Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a
a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús dijo: “¿No han quedado limpios los diez?
 Los otros nueve ¿dónde están?”

La gratuidad no impide que los demás sean agradecidos.
El agradecimiento implica:
Reconocer el favor recibido.
Reconocer la bondad del otro.
Reconocer la generosidad del otro.
El “dar las gracias” suele ser el pago de lo “gratuito”.

Ser agradecidos:
Revela la generosidad y gratuidad del otro.
Pero también pone de manifiesto la bondad del propio corazón.
Es posible que no tengas para devolver el favor al otro.
Pero siempre tendrás un corazón agradecido que ofrecer.

Me encanta la actitud de las madres cuando alguien le regala unos caramelos el hijo.
El niño se siente feliz.
Pero la mamá le dice: “¿Y ahora qué se dice?”
La reacción del niño es espontánea: “¡Gracias!”
Tal vez una de las primeras cosas que aprendimos de niño fue decir “gracias”.
Y sin embargo, es posible que, poco a poco, vayamos perdiendo esa sensibilidad, pensando que tenemos derecho a todo.

Y sin embargo nuestra vida debiera ser una sinfonía de agradecimientos.
Ser agradecidos a nuestros padres.
Ser agradecidos a Dios.
Ser agradecidos, incluso a nosotros mismos.
El agradecimiento es la mejor medicina de sanar nuestros corazones de la enfermedad del egoísmo.
Y no se trata de agradecer solo las cosas grandes.
Es el agradecimiento por esas cosas sencillas de la vida.
Quien no sabe agradecer, tampoco sabe reconocer y quien no sabe reconocer tiene el peligro de considerar como propio aquello que le pertenece sólo como regalo. Y eso se llama robo.
Es posible que nuestra cultura nos hable más de obligación que de gratuidad.
Que nos habla más de derechos que de gratitudes.

¿Quieres que te ayude a ser agradecido? Aquí te regalo algunos datos:

  • Hoy es un día para agradecerle a Dios el don de la vida. Muchas veces le has pedido la salud, que te cure de una enfermedad, que te evite este o aquel dolor. Pero ¿no es más importante la vida que la salud en la enfermedad? "Gracias por la vida. Señor de la vida".
  • Hoy es un día para agradecerle a Dios por el regalo de la fe. Por la fe, tú puedes ver lo que muchos otros no verán jamás. El ciego de Jericó le rogaba a gritos: "¡Señor, que yo vea!" ¿Cuándo rezaremos así, a golpes de alma? "Gracias, Señor, porque yo creo, yo veo." Los diez leprosos le pedían a Jesús a gritos:”Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.
  • Hoy es un día para agradecerle a Dios por haberte dado una familia que se llama Iglesia. La Iglesia es tu familia, incluso si tú no tienes familia. Si agradeces que alguien te invite a comer o cenar un día, ¿no has de darle gracias por hacerte miembro de su familia la Iglesia?
  • Hoy es un día para agradecerle a Dios por el Sacramento de la Penitencia. ¿Cómo sería tu vida si Dios no te hubiese dejado algún signo explícito donde te dice que ya no eres pecador, porque Él te ha perdonado?
  • Hoy es un día para mirarte a ti mismo, recordar tu historia y descubrir cuántas cosas maravillosas ha sembrado Dios en tu vida. Después de que te hayas visto, grita: "Gracias. Soy obra de tus manos".

Hoy es un día para agradecer a Dios el que esté dispuesto cada día a comenzar algo nuevo en tu vida.

Ser agradecido es tener un corazón noble.
Ser agradecido es reconocer lo recibido.
Ser agradecido es demostrar la nobleza del corazón.

jueves, 10 de octubre de 2013

La Oración...

Escrito por Clemente Sobrado

“Pidan y se les dará, busquen y hallaran, llamen y se les abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla; y al que llama se le abrirá”. (Lc 11,5-13)

Diera la impresión de que a Jesús: Le encanta ponerle obstáculos a la oración. Le encanta poner dificultades en el camino de la oración. Pero a la vez destaca:

que por encima de todo, siempre se logra lo que se pide.
que para orar hay que ser constantes.
que para orar hay que ser más fuertes de las dificultades.

Por eso define la oración con tres verbos y sus consiguientes efectos:

Pedir. Al que pide se le da.
Buscar. El que busca encuentra.
Llamar. Al que llama se le abrirá.

Es que la oración es pedir.

Es reconocer lo que nos falta y necesitamos.
Es ponernos delante de Dios que pobres.

La oración es buscar.

Porque esa es la condición del hombre.
El hombre es que se pasa buscando toda su vida.
Busca la fe, la esperanza y la caridad.
Busca a Dios sin el que no puede vivir.
Busca la verdad sin la cual la vida es una apariencia.
Busca la salvación.
Busca el perdón.

La oración es llamar.

Orar es llama al corazón de Dios.
Orar es llamar a la puerta del corazón de Dios.
Orar es llamar a la puerta del cielo.
Orar es llamar al corazón del amigo.
Orar es llamar a los que está dentro.
Orar es llamar a los que se han quedado fuera.
Orar es llamar a los que se niegan a entrar.
Orar es llamar pidiendo el perdón.
Orar es llamar pidiendo la misericordia y comprensión.

Un bello esquema de oración

Con frecuencia los libros y los mismos maestros del espíritu nos complican demasiado la oración.

Y por eso mismo muchos se desalientan.                                                                
Jesús nos propone un método sencillo.                                                                  
Tan sencillo que todos lo sabemos sin complicarnos para nada.

Para cuantos dicen que no saben orar. ¿No sabes pedir?
Para cuantos encuentran dificultades para orar. ¿No sabes buscar en tu corazón?
Para cuantos no saben qué hacer en la oración. ¿No sabes llamar a Dios?

Señor: que cuando me pidas, sea generoso en darte.                                              
Señor: que cuando me busques, no me esconda de ti.                                            
Señor: que cuando me llames, esté pronto en responderte...

domingo, 6 de octubre de 2013

"En el Corazón Humano hay, a la vez, un Creyente y un no Creyente..."

Escrito por Jose Antonio Pagola -Fuente: Red evangelizadora Buenas Noticias-

"Jesús les había repetido en diversas ocasiones: “¡Qué pequeña es su fe!”. Los discípulos no protestan. Saben que tiene razón. Llevan bastante tiempo junto a él. Lo ven entregado totalmente al Proyecto de Dios; solo piensa en hacer el bien; solo vive para hacer la vida de todos más digna y más humana. ¿Lo podrán seguir hasta el final?

Según Lucas, en un momento determinado, los discípulos le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe” . Sienten que su fe es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante: pedirle ayuda para que haga crecer su fe.

La crisis religiosa de nuestros días no respeta ni si quiera a los practicantes. Nosotros hablamos de creyentes y no creyentes, como si fueran dos grupos bien definidos: unos tienen fe, otros no. En realidad, no es así. Casi siempre, en el corazón humano hay, a la vez, un creyente y un no creyente. Por eso, también los que nos llamamos “cristianos” nos hemos de preguntar: ¿Somos realmente creyentes? ¿Quién es Dios para nosotros? ¿Lo amamos? ¿Es él quien dirige nuestra vida?

La fe puede debilitarse en nosotros sin que nunca nos haya asaltado una duda. Si no la cuidamos, puede irse diluyendo poco a poco en nuestro interior para quedar reducida sencillamente a una costumbre que no nos atrevemos a abandonar por si acaso. Distraídos por mil cosas, ya no acertamos a comunicarnos con Dios. Vivimos prácticamente sin él.

¿Qué podemos hacer? En realidad, no se necesitan grandes cosas. Es inútil que nos hagamos propósitos extraordinarios pues seguramente no los vamos a cumplir. Lo primero es rezar como aquel desconocido que un día se acercó a Jesús y le dijo: “Creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad”. Es bueno repetirlas con corazón sencillo.

Dios nos entiende. El despertará nuestra fe.

No hemos de hablar con Dios como si estuviera fuera de nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y quedarnos en silencio para sentir y acoger su Presencia. Tampoco nos hemos de entretener en pensar en él, como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en lo íntimo de nuestro ser. Lo hemos de buscar en nuestro corazón.

Lo importante es insistir hasta tener una primera experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados por Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados de él. Creer en Dios, es, antes que nada, confiar en el amor que nos tiene".

sábado, 5 de octubre de 2013

"Como una Semilla Insignificante..."

Escrito por  Antonio. L. García

La fe, en cuanto don de Dios, manifiesta el poder de Dios que lleva al hombre más allá de sus límites y le hará audaz para soñar nuevas metas, para ser entusiasta en la acción y resistente en las dificultades. Y porque es don no se trata de tamaño, ni de algo que se posea como una propiedad y dé seguridad y poder; de hecho
basta con una fe tan minúscula como un grano de mostaza.

¡Siempre la semilla como imagen! La fe no es fuerza y poder para hacer milagros portentosos, sino semilla insignificante que se va desarrollando lentamente y de la que surgirán grandes frutos de bondad, de misericordia, de esperanza.


La fe es confianza en las propias posibilidades derivada de la confianza en Dios. Cuando se cree en la utopía del Reino de Dios no hay obstáculo insalvable. Jesús les asegura y nos asegura que con la fuerza de la palabra se puede hacer posible lo que parece imposible; y que cuando hayan hecho esto no se crean que son más que nadie ni con más derechos que los demás. “Digan: somos unos pobres siervos; hemos hecho lo que debíamos hacer”.

El siervo pobre no busca la seguridad que otorga la propiedad ni puede esgrimir derechos para reclamar premios de nadie y menos de Dios. La fe que se necesita es un don gratuito de Dios que, desde la perspectiva del hombre, sólo exige apertura y acogida. Es un modo de vida, no un conjunto de verdades. Eso llevará al apóstol a “trabajar como si todo dependiera de nosotros y confiar como si todo dependiese de Dios”.

¿En quién y en qué pones tu confianza?...


miércoles, 2 de octubre de 2013

El Secreto de Santa Teresita: Saberse la Mimada de Dios...

Por Angel Rossi -sj- (Fuente: Radio María)

En primer lugar vamos a reflexionar en torno a la Teresita seducida por Dios, o como hemos querido llamarla: la mimada. Lo fue de su familia y también lo fue de Dios. Una “gran mimada”. Y también nosotros lo somos...

Teresita tiene una especie de intuición muy clara: todos somos “predilectos de Dios”. En Dios, ser predilecto no hace que el otro sea menos que yo. Sólo Dios puede concederse plenamente esta posibilidad de cada hijo sea predilecto sin que esto vaya en desmedro del otro, del que quedaría en segundo lugar...

... mimada no significa que no conoció las dificultades, que todo fue color de rosa en su vida. Teresita sabe que los mimos de Dios por momentos tienen la forma de una caricia suave, y por momentos toman la forma de la prueba. Y en realidad, si hablamos en términos de tiempo _ lo cual puede ser muy injusto_, más tiempo pasó por la prueba que por los momentos fáciles. Y, sin embargo, no por eso deja de considerarse una cuidada por Dios, una mimada de Él. Algo de esto es lo que expresa Martín Descalzo en sus últimas voluntades: “... Quiero confesar que he sido y soy feliz, aunque en la balanza de mi vida sean más los desencantos y fracasos, porque aunque todos se multiplicasen, aún no borrarían la huella de tus besos. ¿De tus besos o de tus uñas, Halcón? No lo sé. Es lo mismo.”

El Papa Juan Pablo II ha dicho con mucha claridad que “el hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros. Cree más en la experiencia que en la doctrina. Cree más en la vida y en los hechos que en las teorías”. Por lo tanto, el evangelizador de este comienzo del milenio tendrá que ser no el que da una lección, no el que enseñe una sabiduría humana o una receta para bien vivir, sino el que anuncia la gozosa experiencia de una presencia viva en el propio corazón.

Teresita es, de un modo especial, ese testigo que nuestro mundo necesita, y lo es porque se sintió siempre una gran mimada de Dios a lo largo de toda su vida: Dios se ha complacido en rodearme siempre de amor.

En su sencillez, está dando la clave de toda vida cristiana: tener experiencia de ser amado. En su autobiografía lo que hace es declarar que ha sido amada, que ha habido amor en su vida. Y con esto ya tenemos para entretenernos, porque nuestra vida cristiana, sin esa experiencia de amar y de ser amado, no puede desarrollarse. Solamente somos fecundos cuando nuestro corazón ama, y nuestro corazón ama cuando se sabe amado. Teresita le escribía a su hermana Celina: Jesús hizo locuras por Celina... que Celina haga locuras por Jesús... El amor sólo con amor se paga y las heridas de amor, sólo con amor se curan.

Ésta es la clave de una vida cristiana y Teresita lo entendió. Se da lo que se recibe y siempre se recibe. El desafío es saber buscarlo...