viernes, 30 de marzo de 2018

"¿Y si hablamos de la Cruz?"

Texto de Christian Chergué, martir de Argelia -citado por Chistian Salmeron en su libro: Cuando llegue el momento"

"¿Y si hablamos de la Cruz?", me preguntaba recientemente uno de nuestros amigos sufies (en el auto en el que volviamos los dos solos desde Marruecos, donde él habia querido hacer un retiro cerca de nuestros hermanos de Fez). "¿Si hablamos de la cruz?".

-¿Cual?- le pregunté.
-La cruz de Jesús, evidentemente.
-Sí, pero ¿cual? Cuando tú miras una imagen de Jesus en la cruz, ¿cuantas cruces ves?
Él dudó.
-Quizás tres...seguramente dos. Hay una adelante y otra atrás.
-¿Y cual es la que viene de Dios?
-La de adelante...-dijo él.
-¿Ycuál es la que viene de los hombres?
-La de atrás...
-¿Y cual es la más antigua?
-La de adelante...Los hombres no han podido inventar la otra porque Dios habia creado antes la primera.
-¿Y cual es el sentido de esta cruz de adelante, de este hombre con las manos extendidas?-
Cuando yo extiendo los brazos -dijo-, es para abrazar, para amar.
-¿Y la otra?
-Es el instrumento del amor desfigurado, del odio paralizando en la muerte el gesto de la vida.

El amigo sufí habia dicho: "Quzás tres..." Esta tercera cruz no era otra que la mía y la suya, en este esfuerzo que nos movía, al uno y al otro, a despegarnos de la cruz de "atrás", la del mal y del pecado, para adherirnos a la de "adelante", la del amor vencedor...

Hermanos y hermanas, sabemos bien que este paso de una a ota cruz es tambien nuestro camino de gloria, pues es allí por donde Jesús nos eleva, con ÉL, hacía el Padre que nos espera con los brazos abiertos" -7V 105- 

jueves, 29 de marzo de 2018

Jueves Santo : Hasta el extremo...


Escrito por Christhian Salemon, de su libro: "Cuando llegue el momento" (sobre la espiritualidad del Mártir de Argelia: Christian de Chergué. (Resumen del Capitulo "Hasta el Extremo)
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Hasta el extremo...

“Él me ha amado hasta el extremo, el extremo de Él y el extremo de mí…

Él me ha amado a su manera, que no es la mía.

Él me ha amado gratuitamente…

Tal vez me hubiera gustado que fuera más discreto, menos formal.

Él me ha amado, como yo no sé hacerlo: con su sencillez, su olvido de si, su servicio humilde y no gratificante, sin ningún amor propio.

Él me ha amado con la autoridad benevolente pero ineludible de un padre, y la ternura indulgente y no muy tranquila de una madre”

Este texto es un extracto de la última homilía del Jueves santo pronunciada por Christian de Chergué, mártir de Argelia.

El extremo significa el don total de su vida. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” –Jn 15, 13-

Lo extremo designa el extrema del don de Jesús hace de sí mismo. El extremo designa también el extremo de cada uno, los extremos de nuestras vidas. Cristo ama hasta el extremo de lo que somos, todos los aspecto de nuestro ser, de nuestra personalidad, incluidas las zonas de sombra…

Qué difícil es saberse amado y comprendido en aquello que quisiéramos desechar de nuestra vida, en eso donde no llega la luz, en su espesura y la opacidad de nuestras debilidades y mediocridades.

Cada uno desea vivir de ese amor ofrecido “hasta el extremo” y cada uno desconfía delante de lo increíble de un Dios arrodillado delante de los hombres…

Jesús lava los pies de cada uno, incluso de “aquel que debo aceptar” porque es “el precio a pagar para permanecer con Él y por tener derecho, esa tarde santa, al pan y a la copa. Jesús habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo, “todos los suyos, son todos de Él, cada uno como único, una multitud de únicos…

Aquel que se deja lavar los pies puede, a su vez, lavar los pies de los otros, o, más exactamente, entrar en la reciprocidad del amor: “Él me ha amado como yo no sé hacerlo: con su sencillez, su olvido de si, su servicio humilde y no gratificante, sin ningún amor propio…

Es una lección que Jesús nos ha dado con su modo de actuar –su modo de proceder-

Para rezar nuestra vida, durante estos días de Semana Santa...


Escrito por Juan Pablo Espinosa Arce · 

El Misterio Pascual constituye el centro, el núcleo del año litúrgico. La fe de la Iglesia toma su sentido último en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. 

 Esta semana es de días fuertes. Liturgias cargadas de símbolos, de expresiones de fe popular, de esperanzas, de tristezas, de muerte y resurrección. 

Es casi como si esta semana que “cuenta el tiempo al revés” se nos presentara un resumen de nuestra propia vida, personal, familiar y eclesial...

Para rezar nuestra vida, durante estos días de Semana Santa...

  • ¿Cuántas veces hemos sentido la angustia del Jueves Santo?
  • ¿En qué momentos hemos sentido el abandono de Dios?
  • ¿Cuántas traiciones nos han hecho y cuántas hemos cometido nosotros?
  • ¿A quiénes hemos vendido por treinta monedas de plata?
  • ¿Cuáles son mis cruces?
  • ¿Cuáles las de mi comunidad parroquial?
  • ¿Cuáles son los silencios del sepulcro, cuando todo parece haber fracasado?
  • ¿Cuáles son las mañanas de resurrección?
  • ¿Cuántas veces hemos encontrado el sepulcro vacío y a los ángeles que nos anuncian que el Señor ha resucitado y nos espera en Galilea?
Que tengas una Fecunda Semana Santa y una Gozosa Pascua de Resurrecion!!

sábado, 24 de marzo de 2018

Domingo de Ramos...Por Mí…


Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm 

          Hemos llegado al umbral de la Santa Semana. Tramo a tramo, nos hemos ido aproximando al escenario en donde Otro pagó nuestra cuenta debitada. Nos ponemos también nosotros en esa muchedumbre agolpada en aquel día en torno a la fiesta judía. Ellos y nosotros tenemos, siempre, unas oscuridades que piden ser iluminadas, unas muertes que esperan ser resucitadas. Nosotros estábamos allí. Y lo que allí sucedió entonces, para nosotros sucede hoy. En Jerusalén había la costumbre de dar la bienvenida a los peregrinos que llegaban para celebrar la Pascua con las palabras del Salmo 118: “¡bendito el que viene en el nombre de Yahvéh!”. Jesús no fue la excepción. El envió previamente a dos discípulos para que trajeran un burrito, y a quien extrañado preguntase por qué, debían responder: el Señor lo necesita. Un humilde portador de quien viene como rey en nombre de Dios. La tradición iconográfica muestra más veces a un asno junto a Jesús: en el viaje de Nazaret a Belén cuando María llevaba en su seno al que nacería sin cobijo de posada, en la cueva del nacimiento, y en la huida a Egipto.

            El Señor necesitaba ¡un burrito! Detalle cargado de humanidad y sencillez, contrapuesto a la cabalgadura del poderío. Son las “necesidades” de un Dios que elige siempre lo débil y lo que no cuenta para confundir a los prepotentes (1 Cor 1,26-28), y así se reconocerá en la imagen del Siervo tomando la condición de esclavo, sin hacer alarde de su categoría de Dios (Filp 2,6-11), para poder dar una palabra de aliento a cualquiera que sufra abatimiento (Is 50,4-7).

            Es el estremecedor relato de lo que ha costado nuestra redención. En ese drama está la respuesta de amor extremo de parte de Dios. Nuestra felicidad, el acceso a la gracia, ha tenido un precio: Él ha pagado por nosotros. Debemos situarnos en ese escenario, pues es el nuestro propio, en donde Dios en su Hijo nos obtendrá la condición de hijos ante Él y de hermanos entre nosotros. Es el estupor que experimentaba la mística Angela de Foligno al contemplar la Pasión: “Tú no me has amado en broma”; o el realismo con el que Pablo agradecerá la donación de su Señor: “me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál 2,20). Sin este realismo que personaliza, estaríamos como espectadores ausentes que a lo sumo siguen el desarrollo del proceso de Dios, desde la butaca de la lástima o de la indiferencia. Yo estaba allí, todo fue por mí. Sólo quien reconoce ese por mí adorará al Señor con un corazón agradecido.


+ Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca 

sábado, 17 de marzo de 2018

La Secreta Demanda de toda la Humanidad: Queremos ver a Jesús...

  Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm

Con motivo de la fiesta principal de la Pascua,  se daban cita en Jerusalén muchos judíos que venían de cerca y de lejos. Era frecuente encontrar en esas fechas a gente que, sin haber profesado la fe hebrea, tenían una actitud abierta. Un grupo de esos simpatizantes gentiles no judíos, se encuentran con Felipe y le hacen una petición que recoge la secreta demanda de toda la humanidad: queremos ver a Jesús. No sabían bien quién era Él; acaso habían oído cosas y sentían curiosidad. 

Buscaban el Templo y se encontraron con Jesús. A su manera iban a celebrar la Pascua judía, y se encontraron con otra Pascua: la del Señor. El hecho es que aquellos hombres que sin ser judíos acuden a Jerusalén, están abiertos a la respuesta adecuada a las preguntas de su corazón: ¿y si esa respuesta era ese tal Jesús?: “Felipe, queremos ver a Jesús”.

Felipe ya había sido “embajador” de su Maestro. Al comienzo de su andadura, después que él se hubo encontrado con Jesús, no pudo por menos que comunicarlo: “se encuentra Jesús con Felipe y le dice: sígueme... Felipe se encuentra con Natanael y le dice: ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado... ven y lo verás”.

El Evangelio cambia de tono para intercalar un diálogo de Jesús premonitorio de su propia Pascua. Él habla de la Hora. En el Evangelio de Juan, la Hora no es una precisión temporal, no tiene que ver con la del reloj. La Hora dice la llegada del momento oportuno, salvífico, como si fuese a entrar en la escena el desenlace final con el que el drama llega a su momento más álgido. Jesús habla de su Hora recurriendo a la metáfora del grano de trigo, que explica plásticamente la paradoja de la vida cristiana: caer en tierra, morir, y cuando aparentemente todo está perdido y arruinado, surge allí la vida, con una fecundidad y fuerza inesperadas e inmerecidas. Es como un anticipo del propio destino de Jesús: el mucho fruto, el ganar la vida para siempre, tiene un insólito precio como es morir en tierra y dar la vida.

Estamos en el 5º domingo de Cuaresma. Nosotros, después de este camino andado, nos reconocemos en la pregunta de los gentiles: queremos ver a Jesús, atraídos por Él, seducidos por su extremado amor. Estamos en la antesala de todo ese drama de amor que recordaremos en la inminente Semana Santa. Y no sólo nosotros, sino también tantos hombres y mujeres de nuestro mundo, desde sus búsquedas y preguntas quieren ver a Jesús. 

¿Seremos como Felipe, que desde la experiencia del encuentro con el Señor podemos decirles: vengan y vean, yo los conduzco hasta Él?

domingo, 11 de marzo de 2018

En la noche acontece el encuentro con el Dios de las Sorpresas

Escrito por Clemente Sobrado C.P.

Hay quienes no se atreven a dar la cara durante el día.
Prefieren la oscuridad de la noche.
Se sienten más seguros con las sombras nocturnas.
Es que, no siempre tenemos la suficiente valentía, para distanciarnos del grupo.
El miedo al “qué dirán o qué pensarán” suele pesar mucho en nuestras decisiones.
Es lo que le pasó al fariseo Nicodemo.
Algo había en él que le despertaba inquietud en relación a Jesús.
Algo veía en él que le inquietaba. Pero no se atrevía a dar cara durante el día.
Por eso prefirió la noche para sacarse una cita con Jesús.
Es triste la falta de libertad de espíritu fruto del miedo a lo que “otros piensen”.
Con frecuencia aparentamos lo que no somos ni sentimos.
Con frecuencia presentamos un rostro, cuando estamos con los demás, y tenemos otro cuando estamos a solas y nos miramos al espejo de nuestra alma.

No sabemos a qué fue Nicodemo a hablar con Jesús.
¿Tal vez a convencerle de que se hiciese fariseo?
¿Tal vez buscando algo que llenase más su espíritu?
En todo caso, todo encuentro con Jesús, aunque sea a escondidas y de noche, termina en una revelación y manifestación de la novedad de Dios y del Reino.
Jesús no es de los que da rodeos para aterrizar.
Jesús va siempre directo al grano.
Y a Nicodemo lo sorprendió con tantas cosas que, desde ese día Nicodemo no pudo ser ya el mismo. Lo que comenzó en un diálogo terminó en un monólogo.

Primera sorpresa: “Hay que nacer de nuevo”. Decirle a un viejo que tiene que nacer de nuevo es como para dejarlo fuera de juego.
Nicodemo más pensaba ya en la muerte que en nacer otra vez.
Y Jesús le hace ver que también los viejos pueden “nacer de nuevo”.
Que no solo se nace del vientre de la madre.
Que también se nace del Espíritu.
Que también el Espíritu es capaz de hacernos renacer.

Y que aquí no es cuestión de años, sino de apertura del corazón.
Que la ley era infecunda para dar vida.
Que la ley tenía que ser reemplazada por el Espíritu.

Segunda sorpresa: Que Dios no es ley, sino que Dios es amor. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”
Dios entregó la ley por Moisés. Ahora Dios entrega a su Hijo.
Y lo entrega, no cómo un código de normas de circulación, sino como expresión de lo que Dios es capaz de amar al mundo.
Algo nuevo está comenzando:
Hombres nuevos, nacidos de nuevo por el Espíritu.
Hombres amados tan profundamente por Dios, que les regala y entrega a su Hijo.

Tercera sorpresa: Dios anuncia la vida. Dios quiere vida y vida plena: “para que todo el que crea en él tenga vida eterna”.
El nuevo Dios, revelado en las sombras de la noche, a la luz de un candil, es un Dios:
Que nos quiere hombres nuevos.
Que quiere que nuestra primera experiencia sea la de sentirnos amados.
Que quiere que este amor se haga plenitud de vida.

Cuarta sorpresa: Que quien ama no juzga ni condena. “Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.
No es el Dios de la ley que juzga y condena.
No es el Dios de la ley que esclaviza y domestica a los hombres sino que los hace libres.
Que es cada uno, desde esa libertad, quien decide entre la vida y la muerte.

¿Qué pasó esa noche en el corazón del viejo Nicodemo?
En un momento, le dejó sin piso.
En un momento, le abrió los ojos a lo que jamás él pudo soñar.
En un momento, le abrió su corazón a una religión nueva, que no tenía nada que ver con la religión de la ley.

Es posible que muchos tengamos demasiados reparos para encontrarnos con Dios.
El qué dirán los demás, puede ser el gran obstáculo a la conversión de nuestro corazón.
No importa si lo buscamos de noche. Dios también habla de noche.
No importa nuestra edad para comenzar de nuevo. Basta nos dejemos fecundar por el Espíritu.
Lo importante es descubrir el nuevo rostro de Dios y, jubilemos ese viejo rostro de un Dios que juzga, castiga y condena, por el Dios que ama, da vida y salva.
Y cada uno asumamos la responsabilidad de nuestras vidas, porque la decisión de nuestro futuro, no depende de él sino de la actitud de fe que asumamos cada uno.