domingo, 28 de septiembre de 2014

«La Voluntad de Dios... se parece a un Tesoro Escondido en un Campo...

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-

"Desde siempre hemos oído ponderar la alegría, la paz y la tranquila confianza que inundan el alma de los que cumplen la voluntad de Dios, y hasta lo habremos experimentado a veces así en nosotros mismos. Y, sin embargo, hay algo en esa doctrina que produce desasosiego, quizá porque parece confirmar peligrosamente aquello de que la paz es una recompensa para «los que aman al Señor» que viene a ser igual a: «al-que-se-porta-bien-Dios-lo-premia y-al-que-no-lo-castiga» y como entremos por ahí, ya estamos al borde del despeñadero de la justificación por las obras y a punto de no saber qué hacer con la gracia.

Andamos culpabilizados y descontentos de nosotros mismos porque sentimos lo estrecha que es nuestra generosidad y lo vacilantes que son nuestros propósitos de vivir según el evangelio de Jesús. Una y otra vez volvemos a formular opciones y a prometer conversión, pero una y otra vez nos olvidamos de leer en ese mismo evangelio de dónde nace todo:

«La voluntad de Dios -podría haber dicho Jesús- se parece a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, por la alegría, fue y lo vendió todo para comprar aquel campo». 

Recordémoslo bien: no por voluntarismo, ni por convicción, ni por resignación, ni por aquello de «el deber ante todo, el deber siempre», sino «por la alegría», por el mismo gozo secreto de saberse en posesión de algo valioso que hacía decir a Jesús: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis: hacer la voluntad de mi Padre» (Jn 4,34). Un alimento, es decir, algo que produce fruición y vitalidad y crecimiento y plenitud. Y alegría.

Por eso, las palabras de Jesús que expresan los momentos más densos de su vida y que coinciden con su obediencia más incondicional van precedidas siempre de una invocación confiada al Padre que revela, no el acatamiento de un siervo que se somete sino la comunión, la afinidad, la adhesión profunda de un hijo que se fía.

Y es que, a lo mejor, el querer de Dios (su complacencia, su aspiración, su amor, su alegría...), su deseo más hondo sobre nosotros, es que nos fiemos perdidamente de que, en esa voluntad suya que nos alcanza, todo es gracia".

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-

martes, 23 de septiembre de 2014

EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS con el P. Fernando Cervera -sj-


La Casa De Retiros Monseñor Aguirre Victoria, organiza:

EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS

con el P. Fernando Cervera -sj-

Destinado a: sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, laicas, 

consagrados y consagradas.

Viernes 14 de Noviembre a las 19 hs hasta el Viernes 21 a las 14 hs.

Para informes e inscripción:

Enviar mail a: monsenoraguirre@gmail.com

Teléfonos: 4580-0450 / 4512-6345

sábado, 13 de septiembre de 2014

Fiesta de la Exaltación de la Cruz...

Esta foto, es de la Visita de la Cruz bendecida por el Papa Francisco en la Jornada Mundial de Jóvenes en Brasil

Audio de la Charla del P. Angel Rossi, sj. en Radio María

Hacer clik para escuchar:
http://radiomaria.org.ar/actualidad/fiesta-de-la-exaltacion-de-la-cruz/

Para leer: Desgrabacion de la Charla del P. Angel Rossi ,sj.

"La cruz no es el punto final. La vivimos en la medida que la cruz es el puente de la resurrección. Un verdadero hombre es el que vive la existencia con grandeza, el que vive y muere noble y heroicamente, el que desconoce la vulgaridad de la vida… éstos serían los hombre grandes y al lado vendría una “sub-existencia” vulgar, mediocre, ensuciada por el dolor.

Pero al acercarnos a la vida y muerte de Jesús, Él toma esta segunda vida. No la de los “grandes” sino la de los vulgares e insignificantes y esto es lo que nos desconcierta. Sus amigos no lo comprenden y ni sus enemigos lo respetan, como si el fracaso se cierne constantemente sobre su obra.

Como dice José Luis Martín Descalzo “La pasión y muerte de Jesús son desde un punto de vista humano torturantes y difíciles de soportar y nos obligan a preguntarnos si la verdadera grandeza del hombre no consistirá precisamente ni en la grandeza, ni en el brillo, ni en el esplendor ni en el poder. Ser hombre debe ser otra cosa. Morir lleno debe ser otro modo de morir. Los verdaderos valores del hombre tienen que ser forzosamente otros y la Pasión de Jesús tendrá que descubrirnoslo”.

Si la cruz nos cambia el concepto del hombre más nos cambia el concepto de Dios. El Dios de todas las religiones es el dios del poder, de la omnipotencia. El Dios de Sócrates es la sublimidad del pensamiento supremo; el Dios de los Hindúes es el gran universo que teje todas las existencias individuales y el mismo Dios del Antiguo Testamento es el Dios de los Ejercitos, el hacedor de milagros…

Pero el Dios que vamos a encontrar en la cruz es bien diferente. Como dice von Balthasar, al servir y lavar los pies de su criatura Dios se revela en lo más propio de su divinidad y da a conocer lo más hondo de su Gloria. No es ya un Dios de poder, sino un Dios de amor, un Dios de servicio, un Dios que baja y desciende y así muestra su verdadera grandeza. Deja de ser primariamente absoluto poder, para mostrarse como absoluto amor. Su verdadera soberanía se muestra en el no aferrarse a lo propio, sino en el dejarlo. Crece entregándose.

Por eso el hombre puede amarle, más que adorarle únicamente. Como escribe Alain se dice que Dios es omnipotencia, pero a la omnipotencia no se la ama. Y así el poderoso es el más pobre de todos. Solo se ama la debilidad, porque, como recuerda Bonhoeffer Cristo nos ayuda no con su omnipotencia, sino con su debilidad y sus sufrimientos.

La cruz trastoca lo que el mundo cree que es ser grande. La cruz no anda suelta, está encarnada en nuestra vida. Hablar de la cruz sin el testimonio de la cruz quedamos como a medio camino.

Testimonio de abrazar la cruz

Ministro católico Pakistaní, asesinado el 2 de marzo del 2011 y que se animó a seguir a Jesús abrazando la cruz.

Me han propuesto altos cargos de gobierno y se me ha pedido que abandone mi batalla, pero yo siempre lo he rechazado, incluso poniendo en peligro mi vida. Mi respuesta siempre ha sido la misma: “No, yo quiero servir a Jesús como un hombre normal”.

Este amor me hace feliz. No quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. Sólo quiero un lugar a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, mi carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte en mí que me consideraría un privilegio el que, en este esfuerzo y en esta batalla por ayudar a los necesitados, a los pobres, a los cristianos perseguidos de Pakistán, Jesús quisiera aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir por Cristo y quiero morir por él. No siento miedo alguno en este país.

Muchas veces los extremistas han tratado de asesinarme o de encarcelarme; me han amenazado, perseguido y han aterrorizado a mi familia. Los extremistas, hace unos años, pidieron incluso a mis padres, a mi madre y a mi padre, que me convencieran para que no continúe con mi misión de ayuda a los cristianos y los necesitados, pues de lo contrario me perderían. Pero mi padre siempre me ha alentado. Yo digo que, mientras viva, hasta el último aliento, seguiré sirviendo a Jesús y a esta humanidad pobre, que sufre, a los cristianos, a los necesitados, a los pobres.

Quiero deciros que me inspira mucho la Sagrada Biblia y la vida de Jesucristo. Cuanto más leo el Nuevo Testamento, los versículos de la Biblia y la palabra del Señor, más se reafirman mi fuerza y mi determinación. Cuando reflexiono en el hecho de que Jesucristo lo sacrificó todo, que Dios envió a su mismo Hijo para redimirnos y salvarnos, me pregunto cómo puedo seguir el camino del Calvario.

Nuestro Señor dijo: “Ven conmigo, carga tu cruz, y sígueme”. Los pasajes que más me gustan de la Biblia dicen: “Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”. De este modo, cuando veo a personas pobres y necesitadas, pienso que detrás de sus rasgos  se encuentra Jesús, que me sale al paso.

Por este motivo, siempre trato de ayudar, junto con mis colegas, para llevar asistencia a los necesitados, a los que tienen hambre y sed.

La cruz, respuesta a todas las preguntas

Que podamos vivir hondamente este misterio. Que podamos ponernos frente a Cristo en la Cruz, y como invitaba San Ignacio preguntarnos ¿qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué haré por Cristo?. Ponernos frente a Jesús en la cruz y dejar que Él nos hable y nos consuele.

Como decía el poeta ateo Van der Meer, en su libro “Nostalgia de Dios” hablando de su conversión decía “el viernes santo (Cristo en la cruz) entre las 12 y las 15 de la tarde encontré todas las respuestas a las grandes preguntas de mi vida”. Aquel ateo simplemente se sentó en Notredame frente a la cruz y se dejó hablar y consolar. La cruz es un libro abierto, decía San Francisco, y agregaba algún autor “¡qué lástima que no vayamos más seguido a leerlo!”. Ahí Jesús nos habla con sus gestos y nos vuelve a decir “Éste es mi hijo muy amado”.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

LA SONRISA DE LOS MAESTROS Y MAESTRAS...

Escrito por Jose María Toro, de su  libro “Educar con Co-razón”-Ed. Desclée-

"La sonrisa de un niño que es feliz en la escuela no tiene precio.
La sonrisa de un maestro que es feliz en la escuela....eso tampoco tiene precio.
La sonrisa tendría que ser considerada un elemento típicamente escolar, como son los libros, los cuadernos, los lapiceros o las pizarras. Hoy, quizás más que nunca, es preciso devolver la sonrisa a los rostros de los niños y niñas y al semblante de sus maestros y maestras.

La presencia o no de sonrisas es uno de los más fieles y sensibles barómetros para medir el nivel de presión (u opresión) en la atmósfera de una clase. La sonrisa es un termómetro preciso que refleja la calidez o frialdad del encuentro humano en el que se sostiene un determinado modo de intervención pedagógica. La sonrisa marca en las caras de alumnos y profesores, de padres e hijos, cuál es la temperatura con la que se cuece el proceso educativo.

Nuestra clase podía ser entendida, considerada y vivida como un campo de cultivo de sonrisas. Fui reconociendo que, como maestro, estaba llamado a ser, en cierto modo, un sembrador de sonrisas, un cultivador de alegrías. Por eso procuraba que lo primero que encontrasen los niños cada mañana, al comenzar una nueva jornada escolar, fuese mi sonrisa. Esta era, conscientemente, mi primera actividad o lección del día: la energía de la sonrisa, el regalo de la sonrisa, el arte de sonreír, pero sobre todo, el derecho a la sonrisa.

La sonrisa es también una energía que es preciso atenderla, enfocarla, activarla y cultivarla.
La sonrisa constituye un extraordinario alimento que ha de estar presente y servirse en la mesa (pupitres) de cada día. Es una medicina que actúa de manera fulminante y eficaz, es la vitamina por excelencia para nuestro corazón.

La sonrisa nos alisa y allana el camino para llegar a los demás y nos abre sus puertas. Trazar una sonrisa en el momento del encuentro es como decir: ¡Aquí estoy!. Quien devuelve la sonrisa no está sino respondiendo: “Pasa y entra”. La sonrisa pone la llave y abre la puerta.
Yo regalaba a mis alumnos mi sonrisa y ellos me la devolvían multiplicadas. Y fuimos puliéndolas, limpiándolas, distinguiéndolas de esas otras sonrisas moldeadas por la malicia, el sarcasmo, el cinismo, la mordacidad o la acritud.

Cuando un niño o una niña sonreía ante mi presencia sentía que con él o ella era toda la Creación, el Universo entero el que se regocijaba en su sonrisa.

Cada vez que sonreía a un niño le estaba diciendo: “Me gusta estar aquí”.
Cada vez que un niño o niña sonreía estaban diciéndome: “Soy feliz estando aquí y contigo”.

Esta es una de las máximas felicidades de este trabajo: escuchar cómo cantan y cómo ríen los niños que se marchan y alejan tras haber pasado toda una mañana contigo"...

viernes, 5 de septiembre de 2014

Palabras de la Madre Teresa

“La santidad es Jesús viviendo y actuando en mí...”

“Nuestras obras de caridad –amor- no son otra cosa que el rebosar de nuestro amor por Dios que surge de nuestro interior. Por lo tanto, aquel que está más unido a Él ama más a su prójimo”

“Nuestra actividad es verdaderamente apostólica sólo en la medida en que permitimos que Él actúe en y por medio de nosotros
                             -con Su poder...
                             -con Su deseo...
                             -con Su amor...

Debemos ser santos, no porque queremos sentirnos santos, sino porque Cristo debe ser capaz de vivir Su vida plenamente en nosotros...”

“Consumámonos con Él y por Él. Déjale ver con tus ojos,
                                                               hablar con tu lengua,
                                                                   trabajar con tu corazón, 
                                                                    caminar con sus pies,
                                                                   pensar con tu cabeza,
                                                                y amar con tu corazón...

¿No es esto la unión perfecta, una continua oración amorosa? Dios es nuestro Padre amoroso. Permite que tu luz de amor brille tanto ante los hombres que al ver tus buenas obras –lavar, barrer, cocinar, amar a tu marido / esposa, y a tus hijos- puedan glorificar al Padre”.

“Se santo. La santidad es le camino más fácil para saciar la sed de Jesús, la Suya por ti y la tuya por Él”.