miércoles, 26 de febrero de 2020

Miércoles de Cenizas = Un Gesto que Invita a una Verdadera Fiesta Interior...

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-

El gesto que inaugura la Cuaresma nos invita a hacer cenizas nuestro viejo corazón en pecado, y a dejar que el fuego calcine en nosotros y en la humanidad entera, toda violencia, toda represión, toda prepotencia, todo miedo.

Comenzamos con una celebración en la que la Iglesia nos convoca a dejar que el Espíritu renueve nuestros corazones para que, del polvo de nuestras cenizas, puedan brotar la vida y la fiesta.

La Cuaresma es un tiempo de gracia, una invitación del Dios que quiere encontrarnos de una manera nueva y llevarnos más lejos en el camino que lleva a la Vida. En apariencia, ese camino parece conducir a la muerte: una cruz se perfila en el horizonte, y quizá nos asalta el deseo de darnos la vuelta. Pero el que se decide a avanzar confiadamente cuesta arriba,  hará la experiencia de que esa subida dura e incierta, desemboca en una vida más auténtica, y comienza a entender las palabras de Jesús: “El que pierda la vida por mí, la ganará”

El ayuno al que nos convoca la cuaresma es verdadero cuando nos despojamos de tanto equipaje inútil, cuando tomamos contacto con nuestra pobreza radical, cuando nos convertimos en constructores de reconciliación y de libertad, cuando compartimos sin calcular con aquellos que viven despojados de lo necesario. Ese es el ayuno que Dios quiere y el que nos prepara para que, al fin, El encuentre un sitio en el fondo de nosotros mismos.

Y es entonces cuando nos damos cuenta de que la verdadera fiesta es interior y que es el Espíritu el que la suscita en nuestros corazones, si estamos dispuestos a acogerla. Pero para ello necesitamos pararnos, encontrar tiempos y espacios de interiorización en medio de nuestro ajetreo, para que se despierte en nosotros el deseo de encontrarnos con Jesús.
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Para ayudar a este ENCUENTRO con JESÚS, a partir del PRÓXIMO lunes 23 de Febrero, serán publicados en ESPIRITUALIDAD COTIDIANA, los Ejercicios Espirituales que junto al Padre Ángel Rossi ,sj, estaremos acompañando por RADIO MARÍA - Argentina-, para que puedan descubrir de un modo nuevo el inmenso Amor de Dios por cada uno...
                                                                                                            
Marta Irigoy -misionera diocesana-

sábado, 22 de febrero de 2020

Cuando Jesús promulga su Nueva Ley de amor otorga un criterio positivo de relación con los demás...

Texto de P. Eduardo Casas

   La caridad y la amistad son dos amores con una misma raíz. La caridad tiene como posibilidad la amistad y la amistad verdadera no puede vivir sin la caridad.

    La caridad no sólo es el amor fraterno que está destinado a abrazar a los hombres como prójimos, hermanos o amigos sino -también al igual que Jesús- a los que no nos aman o a los que no amamos. 

    El Evangelio guarda -para estos casos- un nuevo amor, asombroso para la capacidad humana pero, sin embargo, propuesto explícitamente por Jesús, no sólo con su palabra sino también con su ejemplo: El amor a los enemigos. 

    Esto es una originalidad del Evangelio, ya que en el Antiguo Testamento, tal amor no existe. Al contrario, proclamaba el “ojo por ojo y el diente por diente”, la famosa “ley del talión”: Lo que hacés es lo que merecés. 

    Así como la caridad tiene su cumbre en la amistad; de manera semejante, posee otra «cumbre», en el extremo opuesto: El amor a los enemigos (Cf. Mt 5, 38-48; Lc 6,27-35).

    Para vivir en plenitud el amor, tampoco es necesaria una relación de amor con todas las personas. Todos estamos circunscritos a una red de relaciones determinadas. Las personas que no amamos no entran necesariamente en la categoría de «enemigos» sino tendríamos tantos enemigos como personas con las cuales no nos relacionamos. Estas personas son simplemente personas que no conocemos o con las cuales no hemos tenido relación. 

    Para la enemistad, en cambio, es necesario haber tenido relación. Ninguna enemistad nace de la gratuidad. Esta es la primera gran diferencia con la amistad, la cual nace de la gratuidad o, al menos, en la medida en que va creciendo, tiende a ser -cada vez- una relación más gratuita. 

    La enemistad no surge de la gratuidad, ya que ésta sólo se reserva para el amor. Detrás de cada enemistad, siempre hay una historia de sufrimiento, frustración, desencuentros, incomunicación, rupturas y heridas. La enemistad no brota de la gratuidad sino necesariamente de la historia vivida. No surge del don sino de la frustración.

    Cualquier sentimiento negativo que albergue en nuestro corazón es una raíz amarga y venenosa que, en primer lugar, resiente y contamina el interior de quien la tiene. El fruto primero del “no-amor” es la muerte lenta de la vida del corazón que lo acoge. Antes de hacerle mal al otro, en primer lugar, todas las variadas formas del “no-amor” hacen mal.

Jesús proclama en el Evangelio: ...«Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores»... (Mt 5,43). Es clara la modificación que Jesús hace de la antigua “ley del talión”: ...«Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no se resistan a quien les hace mal»... (5,38). Esta “ley del talión” (Cf. Ex 21,24; Dt 19,21), que aplicaba literalmente un castigo igual al daño causado, ha sido cambiada por Jesús. 

    El Mandamiento de amarse unos a otros tiene -su reverso- en la prescripción de amar a los enemigos. También el enemigo es un “prójimo”. Ya el Antiguo Testamento sostenía «amar al prójimo como a sí mismo».

    Cuando Jesús promulga su Nueva Ley de amor otorga un criterio positivo de relación con los demás: «Todo cuanto deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos» (7,12). Esta prescripción se encontraba de manera negativa y prohibitiva en el Antiguo Testamento: «No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan» (Tb 4,15).   ¡Si al menos no hiciéramos a otros lo que no deseamos para nosotros,  nuestras relaciones cambiarían positivamente!

Algunas preguntas que pueden ayudarnos para acercarnos a esta Palabra:
  •  ¿Estarías dispuesto a hacer primero lo que esperas que los otros han por vos?
  •  ¿Qué es lo que hoy esperás?
  • ¿Qué te gustaría recibir?
  • ¿Podés hacerlo primero vos por otro?
  • ¿Te animás a hacerlo todos los días un poco?

domingo, 16 de febrero de 2020

Los Mandamientos son Leyes del Corazón...

Escrito por la hermana Joan Chittister . OSB, -de su Libro: Los diez Mandamientos-

La hermana Joan, se pregunta y se responde ante la novedad que hoy tienen los Diez Mandamientos:

¿Qué son los Diez Mandamientos y que significan para nosotros ahora, en un mundo en el que judíos, cristianos y musulmanes afirman, todos ellos, aceptar a Moisés y las Tablas del Sinaí como fundamento de su ley, por mas leyes distintas que queramos añadirles?

Si somos verdaderamente personas –cultural, política y socialmente- imbuidas de los Diez Mandamientos y pretendemos preservarlos como fundamento de nuestra civilización, ¿Qué significa eso para nosotros aquí y ahora? ¿Son acaso los principios vitales que dichos mandamientos nos proporcionan un verdadero impulso vivo para nosotros o meras reliquias de épocas pasadas que se han convertido en una especie de fetiche cultural, en algo que nos  distingue quizá del mundo religioso circundante, pero que apenas tiene incidencia alguna en nuestra vida personal o pública?

¿Hay en ellos algo por lo que merezca la pena interesarse o son, quizá, meros productos de un mundo pasado?, ¿son en verdad un criterio válido para nuestra vida?; ¿Qué medida dan de nosotros y a quien le importa? 

Estas leyes, que encarnaban para ellos los deseos de Dios, hicieron de ellos una sociedad única por su adhesión, no a las leyes de Moisés –sometidas a cambio por cualquier gobernante posterior-, sino a la ley de Dios. Esas leyes no emanaban del capricho humano; eran irrevocables e inmodificables y debían estas escritas en la mente y en el corazón de la comunidad hebrea por los siglos de los siglos.

El otorgamiento de los Diez Mandamientos puede verse al instante como algo único. Estas leyes, destinadas a ser principios morales por los que vivir, mas que prescripciones minuciosamente definidas que hubiera que seguir, tenían la finalidad inequívoca de configurar un modo de vivir, un estilo de vida, una actitud mental, un espíritu de comunidad humana, un pueblo.

La cuestión es que los Diez Mandamientos son leyes del corazón, no del Estado; son leyes que pretenden llevar a la plenitud de la vida, no simplemente a una vida bien ordenada.                                                       
Aristóteles insiste en que la vida perfecta es aquella en la que contemplamos las cosas mejores y mas valiosas, las cosas de mayor merito. La vida perfecta –dice Aristóteles- nos compromete a dedicarnos a aquello sobre lo que merece la pena pensar. Los Diez Mandamientos nos dicen sobre que merece la pena pensar en la vida.                                        

Se trata de las cosas que son mas importantes que la mecánica transitoria del día a día; se trata de las cosas que perduran, que se convierten en el sustrato espiritual en que reposa nuestra vida, las cosas que acaban formando el camino que conduce a plenitud desde la pequeñez de los mayores empeños humanos.             

Se trata, no tanto de nuevas leyes, cuando de una nueva visión de lo que significa ser una comunidad humana, un pueblo de Dios. A Moisés –dice la Escritura- se le ordena posponer la promulgación de la ley hasta que el pueblo judío haya llegado finalmente a la Tierra Prometida, hasta que esté listo, al fin, para instalarse y comenzar un modo de vida completamente nuevo.

Puede que lo mas significativo de todo sea que las Tablas del Sinaí son denominadas “mandamientos” una sola vez en toda la Escritura, los Diez Mandamientos son mencionados como el Decálogo: las “diez palabras”. Es el Decálogo –esas diez palabras- lo que a lo largo de los años se desarrollo en diez ideas o conceptos o ideales o propuestas que hicieron de las doce tribus de Israel un tipo distinto de “pueblo”.         Son palabras acerca de la alabanza,  la responsabilidad humana, la justicia,  la creación, el valor de la vida, la naturaleza de las relaciones, la honradez, la veracidad, el deseo y la sencillez de vida.                                                                                                                               
Escritas en segunda persona del singular del futuro, las “palabras” están destinadas a ser todo un nuevo modo de enfocar la vida para todos nosotros. Esta vez se nos ha dicho, no lo que el rey espera, sino lo que espera Dios, y cada uno de nosotros es responsable de adecuar a ello su propia vida.            
Los  Diez Mandamientos son, pues, una aventura del crecimiento humano. No somos tanto condenados cuanto trasformados por ellos.       

sábado, 8 de febrero de 2020

QUIERO SER LUZ , QUIERO SER SAL...

 Escrito por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

El sabor y el saber se convierten en compañeras fundamentales en el camino de la vida, porque vivir es ante todo encontrarle a la vida sentido (luz) y gusto (sal). 

Es decir, hay que aprender a vivir con saber y con sabor. Si logramos encontrarle a nuestra vida sentido pero no encontramos gusto, viviremos densamente, pero tristes. Si vivimos con gusto, pero sin encontrarle un sentido profundo, viviremos divertidos pero vacíos. 

Vivir con saber es vivir con sentido, saber por qué se vive. Vivir con sabor es vivir con gusto, encontrar cómo hay que vivir...

Para ahondar y pedir el Don de ser "sal y luz",  con toda nuestra vida, les comparto está hermosa canción de Salomé Arricibita:

Hacer click en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=n_m5U2to6Vk

Quiero aprender a ser luz
quiero aprender a ser sal
que mi presencia callada
ilumine colores y afine sabores
de vida y de paz

Luz para iluminar caminos
sal para despertar sentidos
luz y sal, sal y luz
luz para ver con claridad
sal para saber y saborear

Somos del mundo luz y sal.

sábado, 1 de febrero de 2020

Fiesta de la Presentación del Señor :"Transformar la Vida en Bendición..."

La autora de este texto es hna Dolores Aleixandre -RSCJ-

"El Señor visita su templo: se acerca con la debilidad de un niño, no para juzgar a los que no cumplen la ley, sino para someterse él mismo a ella. La ofrenda que pagan por él se ofrece a Aquel que, en su Hijo, lo ha entregado todo. Los dos ancianos que vivían, como el verdadero Israel, vigilantes y a la espera, se dan cuenta ahora de que ha sido Dios quien los ha precedido y por eso Simeón exclama: 
«¡Mis ojos han visto la salvación que has preparado!» (Lc 2, 30). 

Ana deja atrás como caducos el culto y los ayunos porque ahora se le ha aproximado Aquel a quien servía y esperaba. La obediencia creyente les ha dado una percepción penetrante para descifrar las nuevas señales que ofrece Dios, ocultas en lo más común y ordinario, en la normalidad de la vida cotidiana. Y, a pesar de la humildad de sus manifestaciones, escuchan una llamada a la conversión que les «atraviesa el corazón». Ya no hay ángeles en esta escena: la difusión de la buena noticia ha pasado a actores humanos y estos se convierten en gente capaz de bendecir a Dios y «bien decir» de la vida. Y su mensaje nos anuncia que es la mirada atenta a la realidad, junto con la escucha silenciosa de la Palabra pronunciada sobre ella, lo que puede transformar la vida en bendición".