sábado, 30 de enero de 2016

El Amor es un Dinamismo que hay que Transitarlo Paso a Paso...

(Este texto es del P. Eduardo Casas, de su espacio en Radio María: Espiritualidad para el siglo XXI - Programa 6: "Himno al amor")

    En la Biblia, el hermosísimo «Himno al amor» que nos presenta el Apóstol San Pablo en la Primera Carta a los Corintios en su capítulo 13. Esta exaltación que el Apóstol hace del amor intenta ser una respuesta a un complejo panorama comunitario de desuniones y desórdenes que vivía la comunidad cristiana de la ciudad de Corinto, en la Antigua Grecia, en los comienzos de nuestra era. El Apóstol trata la unidad de la comunidad diciendo que todos somos parte del mismo Cuerpo de Cristo (Cf. 12,12-29). Desde esta unidad, las diferencias vienen por la riqueza del Espíritu Santo que dispensa sus dones (Cf. 12,1-11) y de la variedad de dones, les va a enseñar el mejor de todos, el verdaderamente superior, «el camino más excelente» (Cf. 12,31): Camino del amor. 

    Hablar del amor como un «camino» nos otorga una visión ciertamente dinámica. No se van a exponer ideas sobre la «esencia» del amor. Ni se pretende enunciar todo lo que podría decirse del amor. Simplemente el Apóstol desea exhortar a los miembros de una comunidad y de una familia divida a descubrir el valor del amor. 

    No sólo se muestra el «camino del amor» sino, lo que es aún más importante, se señala al «amor como camino». El amor es un dinamismo que hay que transitarlo paso a paso. 

    Si el amor se presenta como el camino más preeminente, no hay entonces algo que sea superior, ni siquiera las acciones más sublimes que pudiésemos pensar. Lo verdaderamente excelso se da en el amor porque «aunque hablara todas las lenguas de los hombres y los ángeles sino no tengo amor soy como un bronce que suena o una campana que toca» (13,1). 

    Se recapitulan aquí todos los conocimientos más altos a los cuales puede aspirar el hombre: En primer lugar, la profecía como sabiduría para contemplar los misterios; en segundo lugar, el conocimiento que otorga el saber humano de las ciencias y, en tercer lugar, la fe activa, viva y operante, capaz de mover hasta lo más firme. Todas estas “llaves” del conocimiento -la profecía, la ciencia y la fe- no valen nada sin el amor, el cual es la verdadera chispa de todo genuino conocimiento humano. 

    Sólo cuando se comienza amar, se comienza a conocer mejor. La luz más profunda del conocimiento la da el amor. El que no ama queda en la oscuridad, se pierde la mejor luz. Todo amor guarda su propia luz. En ella se conoce lo más profundo. A la más alta inteligencia de todas las cosas, divinas y humanas, se llega por el amor. De nada nos sirve conocer, si no se despierta el amor. El mayor amor conlleva mayor conocimiento. Comparten la misma luz.

    Este conocimiento no es sólo el de la realidad sino también el conocimiento recíproco que se da en los vínculos humanos. Nadie conoce definitivamente a otro sino lo ama de verdad. A menudo creemos conocer a otro porque nos es habitual, cotidiano y cercano. Nos falta asombrarnos de lo que aún no conocemos del otro. Sólo el amor abarca todo y nos envuelve a todos…

Algunas preguntas que pueden ayudar en el "camino del Amor"...
  • ¿Vos qué es lo que creés conocer?
  • ¿A quién verdaderamente creés conocer?
  • ¿También lo amas de la misma manera?
  • ¿Tu conocimiento viene de la luz que nos regala el amor?
  • ¿Tu conocimiento te hace más comprensivo, más solidario, más dispuesto y más cercano a los otros?
Para terminar, comparto esta canción de Salomé Arricibita y Teresa Nécega -Fuente Fe Adulta-

Hacer clik para acceder al audio:

EL AMOR NO PASA NUNCA

El amor  es bondadoso y paciente
el amor no tiene envidia, no miente
el amor no presume, no acusa
el amor no pasa...  no pasa nunca
El amor no conoce el egoísmo
el amor salva cualquier abismo
el amor se da , no se calcula
el amor no pasa... no pasa nunca
El amor es leal y misericordioso
el amor no mira dónde hace reposo
el amor no se vende, no se asusta
el amor no pasa... no pasa nunca

TODO LO EXCUSA, TODO LO CREE
TODO LO ESPERA, TODO LO MUEVE
TODO LO LLENA, TODO  LO INUNDA
EL AMOR NO PASA NUNCA
TODO LO ALEGRA Y LO TRANSPARENTA
TODO LO  BUENO CRECE Y SE ALIENTA
TODO LO CURA, TODO LO ALUMBRA
EL AMOR NO PASA... NO PASA NUNCA
 
Letra y arreglos: Salomé Arricibita
Música: Teresa Nécega

sábado, 23 de enero de 2016

La Caricia "Empeñativa" del Espíritu...

Te quiero comentar que este texto a sido escrito por Miguel Tombilla

En este domingo aparece ante nuestra vida las palabras de Isaías pronunciadas por Jesús en ese pequeño pueblo de agua y pesca tan amado por el Mesías: Galilea.

Isaías vuelve a ser verdad en su mensaje de liberación: los ciegos filtran de nuevo la luz y las formas saliendo de su oscuridad, los oprimidos aprenden a gustar una nueva libertad de poder tocar a los seres amados, los pobres (siempre olvidados) pueden esperanzarse porque Dios mismo se les regala y se anuncia un año de gracia en el que todas las deudas (esas del Padrenuestro) son canceladas.

Una nueva posibilidad de empezar de nuevo, de no arrojar la toalla diciendo que todo va a seguir siendo igual, de escapar del “siempre va a ser así, no vale la pena hacer nada” que tanto interesa al poder (tantos poderes de ayer y de hoy) que creamos ciegamente.

Esta liberación de Isaías que en Jesús se despereza ya para siempre es la que nos permite ser cristianos: seguidores del Maestro que sigue empeñado en la verdad de la fraternidad, en el sueño galileano de una libertad para las que nunca la pudieron disfrutar, de un amor pequeño a la altura de la nariz de un niño que se admira del caminar de un caracol con la nariz a la altura de la hierba…

Liberación real que realizó, realiza y realizará la Iglesia, por la caricia empeñativa del Espíritu, en todas las épocas.

Y estas palabras, quieren ser un homenaje a todos ellos, mujeres y hombres de Espíritu que no hacen ruido pero que siguen cristalizando la liberación anunciada en esa sinagoga de Galilea olvidada de todos los Jerusalenes con grandes templos de compra-venta de Dios. Homenaje a aquellos que dan gratis lo que saben que gratis recibieron rompiendo la trágica cadena del aprovecharse de los demás o de cobrar hasta la más triste palabra que suele ser orden.

A tantos hombres y mujeres con nombre y apellidos empeñados en liberar-se y que, a veces, pierden la batalla a los ojos de los que triunfan: GRACIAS, porque sois hoy caricia del Espíritu.

Este texto a sido escrito por Miguel Tombilla

viernes, 15 de enero de 2016

Cana : Una Generosidad Desproporcionada...

Es texto fue escrito por Hermann Rodríguez Osorio, S.J. -Bogotá-

La vida de Jesús está llena de momentos como el que nos relata san Juan en su Evangelio de hoy y que podríamos caracterizar con dos palabras: Generosidad desproporcionada. Jesús no podía ver a una persona humana necesitada sin volcar toda su vida hacia esa creatura sacudida por el dolor o el sufrimiento. Se le removían las entrañas en presencia de la pasión de su pueblo con rostros e historias muy concretas. Ya fuera un niño enfermo, una viuda que había perdido a su hijo, una multitud hambrienta o un hombre enfermo de lepra, siempre su reacción fue devolver la salud, la vida, el entusiasmo.

Sin embargo, el milagro que nos presenta hoy san Juan no responde a una necesidad o a un sufrimiento que uno pudiera decir que era irresistible. Con toda seguridad los invitados a la boda de Caná de Galilea ya habían bebido lo suficiente como para no quejarse mucho. No obstante, la Virgen María nota que se ha acabado el vino y toma la iniciativa de informar a su hijo del problema que tienen los anfitriones de la fiesta. La reacción de Jesús es sorprendente: “Mujer, ¿por qué me dices esto? Mi hora no ha llegado todavía”. Jesús, que gozaba también de la fiesta con sus discípulos, que también habían sido invitados, siente que no es hora de hacer señales milagrosas y menos en esas circunstancias.

Con todo, María, como buena madre, le dejó la inquietud a su hijo y, haciendo caso omiso del reclamo de Jesús, le dijo a los que estaban sirviendo: “Hagan todo lo que él les diga”. El Señor no tuvo otra cosa que hacer sino mandar a los sirvientes: “–Llenen de agua estas tinajas. Las llenaron hasta arriba, y Jesús les dijo: –Ahora saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta. Así lo hicieron. El encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde había salido; solo los sirvientes lo sabían, pues ellos habían sacado el agua. Así que el encargado llamó al novio y le dijo: –Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido bastante, entonces se sirve el vino corriente. Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora”. Cuando se da lo necesario es caridad, pero cuando se da lo que estrictamente no se necesita, se llama generosidad; esta es la primera característica del milagro de Jesús que nos cuenta hoy san Juan.

Pero eso no es todo. La cantidad de vino que el Señor aporta a esta celebración de las bodas de Caná de Galilea, es francamente admirable: “Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada tinaja cabían de cincuenta a setenta litros de agua”. Es decir, que fueron entre trescientos y cuatrocientos veinte litros del mejor vino, lo suficiente como para emborrachar a toda la población de Caná y sus alrededores. Cuando la ayuda desborda y supera con creces la necesidad, se habla de desproporción, la segunda característica de esta señal milagrosa de Jesús.

¿Hace cuánto tiempo no hacemos nosotros una acción generosa? 
Y podríamos preguntar más:  ¿Hace cuánto tiempo no hacemos una acción generosamente desproporcionada? 

Ojalá que nuestra generosidad no se quede sólo para atender los dolores y sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas. 

Pidamos para que también nosotros sepamos llevar nuestra generosidad a los momentos de alegría de nuestra gente y que sea una generosidad desproporcionada, como la del Señor.

viernes, 8 de enero de 2016

FIESTA del BAUTISMO del SEÑOR = "Vayamos a la orilla de Dios, donde Él nos habla..."

El autor de este texto es: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm -Obispo de Huesca y de Jaca-

El Domingo siguiente a la Epifanía es como una segunda manifestación de aquel Niño encarnado en nuestra historia, de aquella Palabra acampada en nuestros mutismos y soledades. Aquel Jesús manifestado humildemente en Belén, es reconocido en el escenario del Jordán por Juan el Bautista. Era un escenario doliente de tantos dramas, junto a unas aguas bañadas por lágrimas de arrepentimiento y de deseo de perdón.

Una vez que el bautismo se realizó y que Jesús manifestó así la gloria de la voluntad de su Padre, nos dice Lucas que se abrió el cielo y ese Padre manifestó la gloria de su Hijo: Tú eres mi Hijo, el amado, mi predilecto. Sobre Él se posó el Espíritu de Dios como al principio de la creación, cuando aquel Espíritu volaba sobre una tierra informe y caótica para llenarla de belleza, de bondad y de armonía. Jesús, con su docilidad al Padre, permite una nueva creación, inaugura una re-creación, porque otros caos, otros dramas, otras oscuridades habían vuelto a empañar, a romper y a oscurecer la historia de los hombres. Para esto vino Él: para devolver a los humanos la posibilidad de estrenar o re-estrenar el plan de Dios originario, que el pecado había truncado.

No hay razón para el desaliento desde que Jesús vino y nos prometió su presencia resucitada. No es una esperanza ciega e irracional la nuestra, no es una posición fundamentalista que ignora los dramas. Nuestra postura debe beber y debe vivir en la que hemos aprendido de Jesús: dejar que nuestra vida sea vivida desde Otro, realizando el diseño y el designio de ese Otro, del Padre Dios, para que, como Jesús, también seamos hijos, amados y predilectos, y para que el Espíritu se pose en nosotros, y nosotros, a nuestra vez, podamos re-crear tantas cosas mientras damos la vida por la obra de ese Otro. Vayamos a la orilla de Dios, donde Él nos habla. 

+ Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca 

martes, 5 de enero de 2016

Hoy vendrán de Oriente y de Occidente, cercanos y lejanos, pidiendo “ver al Niño”, y ¿qué les mostraremos?


Gentileza de Javier José Albisu

Hoy vendrán de Oriente y de Occidente, cercanos y lejanos, pidiendo “ver al Niño”, y ¿qué les mostraremos? 

Tal vez, sólo tengamos para mostrar las manos como cuna, sosteniendo la fragilidad de los que nos fueron puesto allí. De los que, torpe pero firmemente intentamos apesebrar, en su pobreza, en su fragilidad, en su duelo u horfandad. 

Tal vez, sólo podamos mostrar el corazón abierto cual pañal, dispuesto a cubrir y contener la frescura de las cosas más pequeñas, de los gestos más pequeños, de las personas más pequeñas; para que no se pierdan, para que no se olviden, para que no pasen de largo.

Tal vez, sólo sea que lleguemos a poder mostrar el calor que juntamos para alentar esperanzas recién nacidas; apalear el frío de las que están a la intemperie; alentar los intentos del que aprende y se equivoca; o cortar el hielo de diálogos que de tan fríos, ni siquiera se intentan. 

Tal vez, sólo alcancemos a mostrar el reparo de nuestro pobre pesebre de gestos y palabras para que La Palabra nazca en nuestra Carne; para que no siga “buscando lugar donde nacer”; para que no se vuelva descorazonada “porque no había lugar para ella”.

No sé si podremos mostrar al Niño, mas sí sé todo lo que este Niño nos muestra. Y tal vez, (¡quién dice!) no sea éste el modo como mejor se quiera mostrar.

sábado, 2 de enero de 2016

El Misterio de un Dios que sale a Compartir...

-De una Homilía del P, Gerardo Soding

La historia, el prólogo del Evangelio de Juan, nos narra en el principio, no el principio del mundo, sino, el principio eterno de todas las cosas, de todo amor , el misterio de un Dios que sale a compartir esta comunión y que por Amor todo lo crea y por Amor viene a lo creado para establecer Alianza y encuentra una y otra vez el rechazo ‘vino a los suyos y los suyos no la recibieron’ todo ha sido hecho por Dios en su Palabra pero el mundo en la Palabra no lo conoció y entonces Dios decide ante el desconocimiento, ante el rechazo, ante la negación, darse sin reservas, abrirse para socorrer la miseria, dándose a sí mismo en Aquel, su Hijo que ahora se hace carne.

La Palabra hecha carne, para qué? Para que aquellos que se atrevan a tocar su propia carne, la carne débil y frágil de la humanidad que cada uno es, el otro humano que habita en este mismo planeta y comparte el mismo destino, que tiene quizás los mismos sueños y las mismas esperanzas, que ha sufrido las mismas frustraciones y desengaños, las mismas soledades y desencuentros, esto que nos hace ser simplemente y maravillosamente humanos. Esto es lo que Dios ha querido y quiere ser desde la noche Santa de la Navidad hasta el fin en la eterna comunión de la Trinidad.

El pesebre nos dice quien es Dios y quienes somos nosotros, hay un nosotros eterno que ha querido salir de sí hasta el despojo total de la carne y la muerte, para crear un nosotros en esta humanidad, la comunidad en el prólogo de Juan.

Dios ha hecho todo, la Palabra se hizo carne y nosotros hemos visto su Gloria y nosotros hemos conocido y nosotros hemos sabido el Amor que Dios nos tiene y anunciamos este Amor para que la humanidad no sea unos contra otros, unos a pesar de otros, unos lejos de otros, unos esperando que otros los inviten, sino que desde Dios pueda abrirse un nosotros tan grande, tan inmenso como a nosotros nos invita nuestra Santa Trinidad. Este misterio comenzó a brillar en la oscuridad de la gruta de Belén, la luz brilló, algunos no la recibieron sigue en el signo humilde de la carne humana resplandeciendo como Palabra Eterna de Dios…

No tenemos otro mensaje, no tenemos otra alegría, no tenemos otro camino más que un nosotros para crear en nosotros, a partir de todo los que se cierra...

Hoy Dios se abre para no cerrarse nunca, él nos invita en esta Navidad a que anunciemos la mejor noticia, abriéndonos y recibiendo a todos los demás...”