miércoles, 21 de abril de 2021

Domingo del Buen Pastor = ¡La Voz de Jesús es Única!



Texto del Papa Francisco -año 2013-

"El Cuarto Domingo del Tiempo de Pascua está caracterizado por el Evangelio del Buen Pastor – en el capítulo décimo de San Juan –, que se lee cada año. El relato de hoy narra estas palabras de Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa”. En estos cuatro versículos se encuentra todo el mensaje de Jesús, está el núcleo central de su Evangelio: Él nos llama a participar en su relación con el Padre, y ésta es la vida eterna. 

Jesús quiere establecer con sus amigos una relación que sea el reflejo de aquella que Él mismo tiene con el Padre: una relación de pertenencia recíproca en la confianza plena, en la íntima comunión. Para expresar este entendimiento profundo, esta relación de amistad Jesús utiliza la imagen del pastor con sus ovejas: él las llama y ellas reconocen su voz, responden a su llamado y lo siguen. ¡Esta parábola es hermosísima! El misterio de la voz es sugestivo: desde el vientre de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz y aquella del papá; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad. ¡La voz de Jesús es única! Si aprendemos a distinguirla, Él nos guía por el camino de la vida, un camino que supera también el abismo de la muerte. 

Pero a un cierto punto Jesús dice, refiriéndose a sus ovejas: “Mi Padre, que me las ha dado…”. Esto es muy importante, es un misterio profundo, no fácil de comprender: si me siento atraído por Jesús, si su voz calienta mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro de mí el deseo del amor, de la verdad, de la vida, de la belleza…¡Y Jesús es todo esto en plenitud!... 

viernes, 16 de abril de 2021

COMUNICACION IMPORTANTE!

 Amigos y Amigas de ESPIRITUALIDAD COTIDIANA:

Me ha comunicado BLOGGER que próximamente ya no se enviaran las nuevas publicaciones a sus correos.

Para acceder al BLOG les propongo descarguen en sus celulares el blog y puedan tenerlo para acceder rápidamente.

Gracias a cada uno!


Emaús =Camino de Regreso desde la Desesperanza...



Escrito por Clemente Sobrado 

El camino de la desesperanza
  • El camino que lleva a Emaús es el camino de los desilusionados, de los tristes, de los que sienten el fracaso y deciden abandonarlo todo y refugiarse de nuevo sí mismos.
  • El camino de los que caminan por la vida lamentando lo que “ha pasado estos días”.
  • El camino de los que no han entendido el misterio de la Cruz, y son incapaces de comprender que pueda estar vivo, a pesar de lo que “han dicho algunas mujeres”.
  • El camino de los que han comenzado y que, con la sensación del fracaso, porque no ha respondido a sus intereses personales, regresan a donde habían partido. 
  • El camino de los que un día sintieron la ilusión de la llamada y ahora sienten el vacío de la desilusión.
  • El camino de los que no entienden los caminos de Dios y prefieren la seguridad de sus propios caminos. 
  • El camino de los tristes cuyos ojos están cerrados a las luces de la Pascua.
Un intérprete en el camino

Hay cosas que nunca logramos entender y para las que necesitamos de un intérprete. Cuando nos reunimos unidos por la sensación del fracaso, mutuamente nos vamos hundiendo más. Mutuamente nos vamos confirmando en nuestras desilusiones.
Siempre se necesita de un tercero, de alguien que haga de intérprete de nuestros sentimientos y de nuestras oscuridades. Que nos haga comprender que, lo que para nosotros es un imposible, puede ser fuente de todas las posibilidades. Que nos haga salir de nosotros mismos y nos enseñe a leer las Escrituras y nos pueda abrir la inteligencia.
Y eso fue Jesús que se hace viajero con ellos, que camina el mismo camino. Primero se mete en sus conversaciones y luego como un caminante cualquiera, comienza a enseñarles a leer los acontecimientos. El Dios escondido pero que camina siempre en nuestro propio caminar.
Todos necesitamos de alguien que nos ayude a interpretar nuestras dudas, nuestras tristezas, nuestras desilusiones, nuestros problemas. No. No son los demás quienes nos solucionarán nuestras dificultades. Pero sí nos ayudarán a salir de nosotros mismos para que podamos verlos con otros ojos y con otras esperanzas.

Cuando se abren los ojos

Emaús es el lugar donde se nos “abren los ojos”. Emaús es el lugar donde el pan partido se hace revelación de Jesús y donde aquellos dos lo “reconocen”.
No le reconocen en el camino. Le reconocen al partir el pan. La Eucaristía, sacramento de la revelación del resucitado.
  • Emaús es el lugar donde las tristezas se convierten la fiesta de la alegría.
  • Emaús es el lugar donde las dudas se hacen certezas.
  • Emaús es el lugar donde las desilusiones vuelven a florecer en ilusiones nuevas.
  • Emaús es el lugar donde los fracasos se convierten en nuevas energías.
  • Emaús no es el final de un camino, sino el comienzo de un camino nuevo.
  • Emaús es la experiencia de cómo la compañía del resucitado calentaba sus corazones, aún sin reconocerlo.
  • Emaús es el camino del regreso, de la vuelta a casa, de la vuelta a la comunidad abandonada.
  • Emaús es el camino de los que han visto y corren a compartir su experiencia pascual con los demás.
Todos tenemos nuestro Emaús

Porque todos tenemos nuestros momentos de cansancio y desaliento. Porque todos tenemos nuestras tentaciones de dejarlo todo y abandonarlo todo. Porque todos tenemos nuestros momentos en el que nuestros ojos dejan de ver la realidad y comenzamos a ver los imposibles.

Es el Emaús de los esposos:

Los esposos suelen comenzar su camino con grandes ilusiones y esperanzas, pero pasa el tiempo y el aburrimiento les va carcomiendo por dentro y su misma presencia les causa hastío.
Es entonces cuando dicen que “se han equivocado”, “que no son el uno para el otro”, “que si la incompatibilidad de caracteres”.
Es ahí que los esposos necesitan de alguien que les ayude a leer su realidad y les ayude a recuperar la esperanza.
Tampoco ellos saben leer esos momentos difíciles de sus vidas. Y es entonces que alguien tiene que ayudarles a abrir los ojos y que se vuelvan a reconocer que los dos siguen vivos y que su amor aún está vivo y es capaz de ponerlos en camino.

Es el Emaús de la Iglesia

La Iglesia que se pasó toda la mañana buscando a Jesús. Lo buscó en el sepulcro y no lo encontró. Y la Iglesia se sintió huérfana. Se sintió en la soledad de sí misma sin El. Con sus miedos y sus puertas cerradas.
También la Iglesia atraviesa sus crisis e incluso muchos se alejan de ella decepcionados y buscan casa en otros movimientos.
Por eso la Iglesia necesita de la Eucaristía para volver a reencontrarse con el Resucitado. Necesita reconocerlo en el “pan partido”. Para luego salir del calor del hogar a los caminos del mundo a anunciar que “lo ha reconocido”, lo ha “visto”. Es la misión misionera de la Iglesia. La Iglesia de los caminos.

lunes, 5 de abril de 2021

Ir a Galilea significa, ante todo, Empezar de Nuevo...


Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual

"Las mujeres pensaron que iban a encontrar el cuerpo para ungirlo, en cambio, encontraron una tumba vacía. Habían ido a llorar a un muerto, pero en su lugar escucharon un anuncio de vida. Por eso, dice el Evangelio que aquellas mujeres estaban «asustadas y desconcertadas» (Mc 16,8), estaban asustadas, temerosas y desconcertadas. Desconcierto: en este caso es miedo mezclado con alegría lo que sorprende sus corazones cuando ven la gran piedra del sepulcro removida y dentro un joven con una túnica blanca. Es la maravilla de escuchar esas palabras: «¡No se asusten! Aquel al que buscan, Jesús, el de Nazaret, el crucificado, resucitó» (v. 6). Y después esa invitación: «Él irá delante de ustedes a Galilea y allí lo verán» (v. 7). Acojamos también nosotros esta invitación, la invitación de Pascua: vayamos a Galilea, donde el Señor resucitado nos precede. Pero, ¿qué significa “ir a Galilea”?

Ir a Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo. Para los discípulos fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a seguirlo. Es el lugar del primer encuentro y el lugar del primer amor. Desde aquel momento, habiendo dejado las redes, siguieron a Jesús, escuchando su predicación y siendo testigos de los prodigios que realizaba. Sin embargo, aunque estaban siempre con Él, no lo entendieron del todo, muchas veces malinterpretaron sus palabras y ante la cruz huyeron, dejándolo solo. A pesar de este fracaso, el Señor resucitado se presenta como Aquel que, una vez más, los precede en Galilea; los precede, es decir, va delante de ellos. Los llama y los invita a seguirlo, sin cansarse nunca. El Resucitado les dice: “Volvamos a comenzar desde donde habíamos empezado. Empecemos de nuevo. Los quiero de nuevo conmigo, a pesar y más allá de todos los fracasos”. En esta Galilea experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor, que traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. El Señor es así, traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas. Él es así y nos invita a ir a Galilea para hacer lo mismo.

Este es el primer anuncio de Pascua que quisiera ofrecerles: siempre es posible volver a empezar, porque siempre existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos. Incluso de los escombros de nuestro corazón —cada uno de nosotros los sabe, conoce las ruinas de su propio corazón—, incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede construir una obra de arte, aun de los restos arruinados de nuestra humanidad Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre: en la cruz del sufrimiento, de la desolación y de la muerte, así como en la gloria de una vida que resurge, de una historia que cambia, de una esperanza que renace. Y en estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza.

Ir a Galilea, en segundo lugar, significa recorrer nuevos caminos. Es moverse en la dirección opuesta al sepulcro. Las mujeres buscaban a Jesús en la tumba, es decir, iban a hacer memoria de lo que habían vivido con Él y que ahora habían perdido para siempre. Van a refugiarse en su tristeza. Es la imagen de una fe que se ha convertido en conmemoración de un hecho hermoso pero terminado, sólo para recordar. Muchos —incluso nosotros— viven la “fe de los recuerdos”, como si Jesús fuera un personaje del pasado, un amigo de la juventud ya lejano, un hecho ocurrido hace mucho tiempo, cuando de niño asistía al catecismo. Una fe hecha de costumbres, de cosas del pasado, de hermosos recuerdos de la infancia, que ya no me conmueve, que ya no me interpela. Ir a Galilea, en cambio, significa aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino. Debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el asombro del primer encuentro. Y después confiar, sin la presunción de saberlo ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de Dios. Nosotros tenemos miedo de las sorpresas de Dios, normalmente tenemos miedo de que Dios nos sorprenda. Y hoy el Señor nos invita a dejarnos sorprender. Vayamos a Galilea para descubrir que Dios no puede ser depositado entre los recuerdos de la infancia, sino que está vivo, siempre sorprende. Resucitado, no deja nunca de asombrarnos.

Luego, el segundo anuncio de Pascua: la fe no es un repertorio del pasado, Jesús no es un personaje obsoleto. Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro. Abre nuevos caminos donde sientes que no los hay, te impulsa a ir contracorriente con respecto al remordimiento y a lo “ya visto”. Aunque todo te parezca perdido, por favor déjate alcanzar con asombro por su novedad: te sorprenderá.

Ir a Galilea significa, además, ir a los confines. Porque Galilea es el lugar más lejano, en esa región compleja y variopinta viven los que están más alejados de la pureza ritual de Jerusalén. Y, sin embargo, fue desde allí que Jesús comenzó su misión, dirigiendo su anuncio a los que bregan por la vida de cada día, dirigiendo su anuncio a los excluidos, a los frágiles, a los pobres, para ser rostro y presencia de Dios, que busca incansablemente a quien está desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia porque a sus ojos nadie es último, nadie está excluido. Es allí donde el Resucitado pide a sus seguidores que vayan, también hoy nos pide de ir a Galilea, en esta “Galilea” real. Es el lugar de la vida cotidiana, son las calles que recorremos cada día, los rincones de nuestras ciudades donde el Señor nos precede y se hace presente, precisamente en la vida de los que pasan a nuestro lado y comparten con nosotros el tiempo, el hogar, el trabajo, las dificultades y las esperanzas. En Galilea aprendemos que podemos encontrar a Cristo resucitado en los rostros de nuestros hermanos, en el entusiasmo de los que sueñan y en la resignación de los que están desanimados, en las sonrisas de los que se alegran y en las lágrimas de los que sufren, sobre todo en los pobres y en los marginados. Nos asombraremos de cómo la grandeza de Dios se revela en la pequeñez, de cómo su belleza brilla en los sencillos y en los pobres.

Por último, el tercer anuncio de Pascua: Jesús, el Resucitado, nos ama sin límites y visita todas las situaciones de nuestra vida. Él ha establecido su presencia en el corazón del mundo y nos invita también a nosotros a sobrepasar las barreras, a superar los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a nosotros cada día, para redescubrir la gracia de la cotidianidad. Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con Él, la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado vive y el Resucitado gobierna la historia.

Hermana, hermano si en esta noche tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, ve, abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua: “¡No tengas miedo, resucitó! Te espera en Galilea”. Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque, sabes, el Señor te precede siempre, camina siempre delante de ti. Y, con Él, siempre la vida comienza de nuevo..."

jueves, 1 de abril de 2021

TRIDUO PASCUAL

 Material elaborado por Dolores Aleixandre , con ayuda de Fernando Rivas

JUEVES SANTO


Y SE PUSO A LAVARLES LOS PIES


Subir a “la habitación de arriba” y mirar a Jesús levantándose de la mesa, cambiando el lugar donde se sientan los señores por aquel en que se mueven los que sirven, situándose en ese otro ángulo de mirada. Desde esa otra perspectiva se ven de cerca el barro, el polvo, el mal olor, la suciedad..., todo eso que los sentados a la mesa ignoran o piensan que no les concierne. A ras del suelo y en contacto con los pies de los demás, se produce un cambio de plano que revela lo elemental de cada persona, su desnudez, las limitaciones de su corporalidad.

Jesús se había quitado el manto y, con él, toda pretensión de poder o dominio. Con la toalla ceñida y de rodillas, como el último de todos, iba lavando los pies de sus discípulos. Era esa su manera de disponerse a recibir “el Nombre sobre todo nombre” (Fil 2,9).

GETSEMANÍ


En la escena del huerto vemos a Jesús experimentando una fuerte resistencia a morir, luchando, suplicando y sudando sangre. Desde entonces él va delante de quienes estén dispuestos a entrar en su mismo proceso: ese que nos va haciendo semejantes al Hijo y que puede durar toda una vida.

“El espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil” (Mt 26,41): esa fue la lección más difícil que el Hijo del hombre tuvo que incorporar a su aprendizaje de pertenencia a la condición humana. “Aunque era Hijo, padeciendo, aprendió a obedecer” afirma el autor de la carta a los Hebreos (Hb 5,8).


Y CANTÓ EL GALLO

El canto del gallo “despierta” a Pedro, le hace volver de su desvarío, le “convierte”. Se había situado “de espaldas” a Jesús, eligiendo su propia seguridad, aferrándose a “salvar su vida” y a protegerla ante cualquier amenaza.

Tomo conciencia de qué “cantos de gallo” han tenido poder para despertarme en algunas situaciones de mi vida. Me reconozco formando parte de una humanidad tentada de vivir ensimismada y “de espaldas” a los inmensos desafíos que nos toca afrontar (las desigualdades, la destrucción de la naturaleza, los autoritarismos, las migraciones forzosas...).

Dejo que resuenen en mi conciencia a las voces que promueven unas metas diferentes: acoger al extraño, cuidar lo frágil, hacer las paces con la naturaleza, optar por la solidaridad, los derechos, la inclusión y la participación. Las acojo como “el canto del gallo” que hoy nos despierta.


VIERNES SANTO

En la Pasión Jesús es “El Descartado. El término evoca un largo proceso de conspiraciones, tramas, maniobras, traiciones y pactos entre sus enemigos. En torno a Jesús se fue tejiendo una red siniestra, hábilmente justificada con argumentos y razones políticas: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo”, había sentenciado Caifás. Hay que descalificarlo hasta convertirle en sospechoso, en encausado y presunto imputado; no sabrá defenderse de las calumnias y será fácil demostrar su culpabilidad, conseguir sentencia firme y un linchamiento popular hasta quitárnoslo de en medio. “¿No oyes de cuantas cosas te acusan? – le dijo Pilato- .

Pero él permanecía en silencio” (Mt 27,14). Estaba envuelto en el silencio como en un manto real, ese manto en el que siguen envueltos hoy los descartados de nuestro mundo.

“Todo está acabado” (Jn 19,30)

 Dejo que resuene en mí esa palabra de Jesús antes de morir, con todo lo que hay en ella de acabamiento de obra, de término de carrera, de meta alcanzada y recorrido final. De él dijeron que había amado hasta el fin (Jn 13,1) y yo expongo ante él mi propio camino de búsquedas, trabajos, fracasos y logros. Le pido coincidir con él en esa trayectoria vital de amar, que es lo único importante.

Jesús, inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19,30). El gesto evoca su actitud de consentimiento absoluto al Padre, el final coherente de su apuesta arriesgada de confiar por encima de todo. El que había hecho de su vida entera una donación, entrega ahora su última espiración con el abandono del niño que se duerme en brazos de su madre.


DESCENDIMIENTO

 


SÁBADO SANTO

 


En una homilía oriental José de Arimatea se atreve a pedir su cadáver al gobernador: “Entrégame, gobernador, para que pueda sepultarlo, el cuerpo de Jesús el Nazareno, el pobre, que vivía a cielo abierto, el huésped desconocido venido de otra tierra.

Entrégame a este peregrino voluntario, que no tenía donde reclinar la cabeza y que, al no tener casa propia, recibió albergue y fue colocado en un pesebre y soportó la vida peregrina. Entrégame al despreciado, vencido y colgado ¿qué utilidad tendrá para ti el cuerpo de este peregrino...? Vino de una región muy lejana, para seguir siendo peregrino, bajó al lugar de las tinieblas.

Es por este muerto por quien te suplico: se encuentra colgado del madero porque no tiene casa. Nadie intercede por él, como haría un padre de esta tierra, un amigo, un discípulo, un pariente, un sepulturero.

Verdaderamente solo él es el unigénito del único Dios. Es el Dios que ha venido a este mundo y no hay otro”.

DOMINGO de PASCUA

 


Junto a la tumba vacía

Aprendemos que hay dolores que son de parto y que el grano de trigo cuando cae en tierra y muere, da mucho fruto. – ‘Sois más que esas heridas que os habitan - escuchamos ahí-. El sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra sobre vosotros’.

Si guardamos esas palabras en la memoria del corazón, podemos transitar la noche con la confianza de quien espera la llegada del Compasivo, del que enjugará las lágrimas de todos los rostros.

“Al anochecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo”, había dicho un salmista (Sal 30, 6). Y un sufí: “Viendo las huellas dejadas por la brisa mido lo que será el Huracán de la alegría”.