sábado, 23 de febrero de 2013

Cuaresma... ESCUCHAR A JESÚS...

Escrito por JOSÉ ANTONIO PAGOLA -Fuente ECLESIA-

"Los cristianos de todos los tiempos se han sentido atraídos por la escena llamada tradicionalmente "La transfiguración del Señor". Sin embargo, a los que pertenecemos a la cultura moderna no se nos hace fácil penetrar en el significado de un relato redactado con imágenes y recursos literarios, propios de una "teofanía" o revelación de Dios.
Sin embargo, el evangelista Lucas ha introducido detalles que nos permiten descubrir con más realismo el mensaje de un episodio que a muchos les resulta hoy extraño e inverosímil. Desde el comienzo nos indica que Jesús sube con sus discípulos más cercanos a lo alto de una montaña sencillamente "para orar", no para contemplar una transfiguración.
Todo sucede durante la oración de Jesús: "mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió". Jesús, recogido profundamente, acoge la presencia de su Padre, y su rostro cambia. Los discípulos perciben algo de su identidad más profunda y escondida. Algo que no pueden captar en la vida ordinaria de cada día.
En la vida de los seguidores de Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría y de luz. Ignoramos lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos que en la oración y el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la identidad oculta de Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es posible obtener de los libros.
Lucas dice que los discípulos apenas se enteran de nada, pues "se caían de sueño" y solo "al espabilarse", captaron algo. Pedro solo sabe que allí se está muy bien y que esa experiencia no debería terminar nunca. Lucas dice que "no sabía lo que decía".
Por eso, la escena culmina con una voz y un mandato solemne. Los discípulos se ven envueltos en una nube. Se asustan pues todo aquello los sobrepasa. Sin embargo, de aquella nube sale una voz: "Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadle". La escucha ha de ser la primera actitud de los discípulos.
Los cristianos de hoy necesitamos urgentemente "interiorizar" nuestra religión si queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender.
Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.

martes, 19 de febrero de 2013

Cuaresma... Sabernos Don...

 -Escrito por MARÍA TERESA SÁNCHEZ CARMONA, SEVILLA- Fuente  Eclesalia

"Me planteo entonces si es posible reenfocar este nuevo tiempo que iniciamos desde una perspectiva más evangélica, que nos haga sentir renacidos y portadores de Buenas Nuevas. Me planteo qué ocurriría si en esta ocasión, en vez de plantearnos qué cambiar, nuestro reto fuese redescubrir los dones que ya poseemos. Me pregunto qué pasaría si en vez de querer ser “de otra manera”, nos propusiésemos sencillamente vivir en plenitud lo que ya somos, tal y como somos.
Hablamos de nuevos “dones”, “propósitos”, “talentos” pero ¿Y si esos matices de nuestra personalidad fuesen ya los dones que, no obstante, seguimos pidiendo? ¿Y si lo que ocurre es que, sencillamente, no sabemos reconocer esos dones porque estamos acostumbrados a ellos y nos parece natural ser como somos? ¿Y si no consistiese en hacer sacrificios para cambiar, sino en vivir lo que somos en plenitud? ¿Y si por un instante olvidásemos el perfeccionismo, las comparaciones, la culpabilidad; si dejásemos de centrarnos en lo que no hacemos, no somos y no alcanzamos? ¿Acaso la diversidad de caracteres – de dones – no se corresponde con la imagen de Pentecostes de los apóstoles hablando lenguas diferentes, cada uno con acento propio? ¿No invita ese pasaje a acoger la diversidad desde la total aceptación, integración y tolerancia con los demás y con nosotros mismos?

Pensemos: ¿Y si lo que tendemos a considerar como “defectos” fuesen en realidad dones que esperan una aplicación adecuada? El hombre tachado de charlatán, ¿No haría un gran bien a personas necesitadas de compañía? Quien muestra impulsividad, ¿No sería óptimo para defender causas justas? Los eternos inseguros, ¿No ayudan a evitar radicalismos al sopesar siempre cada opción, considerando los pros y los contras? ¿Por qué no reformular cuanto nos caracteriza en positivo, como don? ¿Por qué nos cuesta resaltar nuestras virtudes y nuestra valía, y terminamos escondiendo nuestras capacidades bajo una modestia que a veces nos opaca y limita?

“Una lámpara no se enciende para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo”.

¿No es el miedo a mostrarnos como somos el origen de nuestra radical separación de Dios, de que lo sintamos ajeno a nosotros y no como el espíritu que nos habita? ¿No lo refiere así el pasaje del Génesis en que Adán y Eva se esconden por pudor a mostrarse desnudos? ¿Y si superásemos la vergüenza, y nos convenciésemos de que está bien que seamos como somos, de que la mirada de Dios es sólo Amor que acoge y ama sin prejuicios? ¿Cómo nos miraríamos entonces? ¿Cómo miraríamos a los demás? ¿Y si sólo necesitásemos un poco de lucidez para mirarnos de frente y reconocernos cada uno desde el Amor? ¿No nos llevaría eso a mirar de igual modo a las demás personas? “Amarás al prójimo como a ti mismo”. ¿No valdría una sola mirada nacida del corazón para alumbrar nuestras sombras y nuestros miedos? “Una palabra tuya bastará para sanarme”. ¿No nos transfiguraría poder mostrarnos ante el mundo sin tapujos? ¿Y si comenzásemos esta Cuaresma atreviéndonos a salir de nuestro encierro, mostrándonos como somos, con el orgullo de ser así, sabiéndonos don y regalo de Dios para el mundo? ¿Y si el único propósito que plantear fuese la coherencia con nuestro ser profundo? ¿No terminaría la pelea con “eso que Dios me pide, para lo que no me veo digno o capaz”? ¿Y si la búsqueda de nuestra vocación (que tantos miedos y quebraderos de cabeza da) no fuese más que una llamada a la autenticidad, a vivir con alegría lo que somos?

¿Y si nos creyésemos que el Dios que nos habita renace y se regala a los demás a través de nosotros? ¿Y si acogiésemos de igual modo a quienes nos rodean, intuyendo en ellos ese misterio del tesoro escondido?

¿Y si de verdad nuestra vida se desarrollase en clave de festejo permanente? ¿No quedaría la sociedad desconcertada por nuestra actitud, como ya ocurrió a los primeros cristianos? ¿No dirían también de nosotros “Miren cómo (se) aman”? ¿no nos llevaría esta actitud a volcar una mirada de amor hacia el mundo, tan necesitado (ahora y siempre) de ternura y esperanza? ¿Y por qué, sin embargo, nos suena idílico y poco realista? ¿Por qué nos cuesta imaginarlo? “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza […] nada les sería imposible”. ¿Y si esta vez nos lo creyésemos? ¿Y si, aun sin creerlo, intentásemos vivir esta Cuaresma 2013 desde esa clave, considerando además que es el Año de la Fe? ¿Y si no tuviésemos nada que perder? Sabernos don para el mundo… ¿Y por qué no?

sábado, 16 de febrero de 2013

Cuaresma... Dejarnos Conducir al Desierto...

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ- de su Libro: "Contar a Jesús"

"La escena nos presenta un Jesús, “igual en todo a nosotros, menos en el pecado” (Heb 4,5), experimentando en su carne la tentación y la prueba. Todo se juega en el texto en torno a un tema central: ¿de qué palabra fiarse? El ha sido conducido al desierto inmediatamente después de su bautismo, con la palabra del Padre resonando en su corazón: “Tú eres mi hijo amado...”,  pero ahora va a escuchar otras palabras que intentan convencerle de que no ponga su centro en ese amor, sino en el poder, la vida fácil, la fama, las posesiones...

Pero Jesús ha tomado una conciencia tan plena de su ser de Hijo, la Palabra del Padre le ha dado tanta seguridad y  ha iluminado de tal manera su mirada, que le ya es imposible confundir a Dios con los falsos ídolos que le presenta el tentador: un dios en busca de un mago y no de un hijo; un dios contaminado por las peores pretensiones de la condición humana: poseer, brillar, hacer ostentación de poder, ejercer dominio.
  • Frente al ídolo del poder y del tener, él se mantiene en pie; 
  • Frente al deseo de utilizar su condición de Hijo en su propio beneficio, elige el camino de la obediencia; 
  • Frente al discurso del éxito y la fama, él elige el del servicio. 

No ha venido para que lo lleven en el aire los ángeles, sino para cargar sobre sus hombros a la oveja perdida (Mt 15,5); no va a convertir las piedras en panes, sino a entregarse él mismo como Pan de vida (Jn 6,51); sus manos no se van a cerrar con avidez sobre las riquezas porque las necesita libres para levantar caídos, sanar heridos o lavar  pies cansados del camino;  no va a cambiar la perla preciosa del Reino que le ha confiado el Padre por los otros reinos que el tentador le muestra desde el monte.

El relato de las tentaciones resume simbólicamente otros momentos de la vida de Jesús en los que estuvo sometido a la disyuntiva entre “la manera de pensar de Dios” o “la humana”. Frente a la resistencia de Pedro ante su anuncio de un destino de sufrimiento, Jesús reacciona con violencia: “¡Quítate de mi vista, Satanás!” (Mt 16,23). Quiere dejar claro que ha elegido libremente el camino que el Padre le va mostrando y ha decidido, con una confianza inquebrantable, aceptar su designio oscuro y doloroso.

La alternativa volverá a presentarse de manera violenta en Getsemaní: salvar la propia vida o perderla, hacer su propia voluntad o la del Padre. En la noche en que Jacob luchó contra Dios, el padre del pueblo recibió un nuevo nombre (Gen 2, 23ss). En esta noche decisiva de lucha de otro hombre con la divinidad, Dios recibe por fin del auténtico Israel, su verdadero nombre: Abbá, Padre
En los 40 días del desierto, lo mismo que en la noche de Navidad o en la de Getsemaní,  la tierra genera de lo hondo de su seno un Hombre nuevo.


El pasaje de las tentaciones nos conduce hacia el Dios a quien Jesús conoció en el desierto: un Dios que no exige de nosotros proezas ni gestos espectaculares, sino solamente nuestra confianza y nuestro agradecimiento. Un Dios que nos dirige su  Palabra no para imponernos obligaciones o para denunciar nuestros pecados, sino para  alimentaros y hacernos crecer". 

martes, 12 de febrero de 2013

Cuaresma: Tiempo de Rasgar el corazón y volver al Señor...

Rasguen su corazón y no sus vestidos;
vuelvan ahora al Señor su Dios,
porque Él es compasivo y clemente,
lento para la ira, rico en misericordia…

-Extracto de la Carta de Cuaresma del Cardenal Jorge Bergoglio, Buenos Aires-

En este día, son fuertes y desafiantes las palabras del profeta Joel: "Rasguen el corazón, no los vestidos: conviértanse al Señor su Dios". Son una invitación a todos, nadie está excluido:
  • Rasguen el corazón y no los vestidos de una penitencia artificial sin garantías de futuro.
  • Rasguen el corazón y no los vestidos de un ayuno formal y de cumpli-"miento" que nos sigue manteniendo satisfechos.
  • Rasguen el corazón y no los vestidos de una oración superficial y egoísta que no llega a las entrañas de la propia vida para dejarla tocar por Dios.
  • Rasguen los corazones para que por esa hendidura podamos mirarnos de verdad.
  • Rasguen los corazones, abran sus corazones, porque sólo en un corazón rasgado y abierto puede entrar el amor misericordioso del Padre que nos ama y nos sana.
  • Rasguen los corazones dice el profeta, y Pablo nos pide casi de rodillas “déjense reconciliar con Dios”. Cambiar el modo de vivir es el signo y fruto de este corazón desgarrado y reconciliado por un amor que nos sobrepasa.
Ésta es la invitación, frente a tantas heridas que nos dañan y que nos pueden llevar a la tentación de endurecernos: Rasguen los corazones para experimentar en la oración silenciosa y serena la suavidad de la ternura de Dios.

Rasguen los corazones para sentir ese eco de tantas vidas desgarradas y que la indiferencia no nos deje inertes.

Rasguen los corazones para poder amar con el amor con que somos amados, consolar con el consuelo que somos consolados y compartir lo que hemos recibido.

sábado, 9 de febrero de 2013

Navega mar adentro del Evangelio y echa las redes…

Juan Pablo II, nos dejó su “herencia jubilar”, en Eclesia de Eucaristía, invitándonos a:
“Contemplar el Rostro de Cristo y contemplarlo con María; este el “programa” que he indicado a la Iglesia en el alba del tercer milenio,  invitándola a remar mar adentro en las aguas de la historia con el entusiasmo de la nueva evangelización.” 

Navegar mar adentro del evangelio, es,  navegar mar adentro de las aguas de la historia, y que al igual que los discípulos  que descubren en su noche de pesca que no han sacado del mar ningún pez y que el fracaso es muy elocuente; también nosotros muchas veces estamos tentados de lavar las redes para guardarlas… sin embargo hoy tenemos esta provocación que nos hace Jesús: “Navega mar adentro y echa las redes”…

Navega mar adentro del Evangelio y echa las redes…

Navega mar adentro de las aguas de la historia y echa las redes…y así podrás descubrir mi presencia cotidiana caminando con la humanidad… Para que todos podamos “recorrer como hermanos este camino que nos lleva al Padre”.

La aventura de navegar hacia el propio corazón

Al aventurarnos a navegar mar adentro del Evangelio, notaremos que vamos navegando hacia el centro de nuestro corazón, al centro más íntimo de nuestro ser, a ese lugar en donde se nos plantean los interrogantes más profundos  donde nos sentimos pobres, sufrientes, perseguidos, necesitados de misericordia, con anhelos de ser simples, puros, dulces; hambreados y sedientos de certezas que alumbren la oscuridad del camino para encontrar la voluntad de Dios y que nos ayuden mansamente a ser “artesanos de la paz”…

Navegar mar adentro del Evangelio es aventurarnos hacia ese lugar de encuentro con el Corazón de Jesús; ese lugar donde nuestras almas afligidas y agobiadas encontrarán alivioPara llegar a ese “aula-corazón de Jesús” donde se nos enseña el secreto de la vida nueva; donde el secreto es “nacer de nuevo”, para volver a tener el corazón sencillo, puro, necesitado de que se nos enseñe a vivir de un modo nuevo, al modo de Jesús, y así aprender de Él a  ser hijos e hijas del Padre…

Hay que animarse a subir al Monte, livianos de equipaje, con lo puesto, porque sabemos que el mayor equipaje lo llevamos dentro y es muchas veces lo que más hace pesada y lenta nuestra marcha. Solo se nos permite llevar un cuaderno y un lápiz, como cuando de la mano de nuestra madre fuimos al primer día de clase para aprender… 

Nos sentaremos, para que el Señor pase a nuestro lado y también se siente, tome entre sus manos las nuestras y nos “enseñe” a escribir ya no en el papel sino en nuestro corazón esas Palabras de vida que nos permitirán “aprender de Él” el camino hacia la felicidad, el camino hacia una vida nueva, renovada, en abundancia y plena…

Sabemos que en nuestra vida cotidiana, se nos va pegando la  espiritualidad de “las malaventuranzas”, una espiritualidad donde nos hacen sentir: “malaventurados” , “infelices”, “desdichados”…con “mala estrella”, dicen en el campo…

 Navegar mar adentro del Evangelio nos sumerge en lo verdadero de la vida, nos saca de la orilla en donde estamos limpiando nuestras redes vacías de cosas lindas pero llenas de vanidades, exitismos, culpas, nostalgias, prisas, ambiciones por lo grande, que nos distancian de los seres queridos.

Navegar mar adentro del Evangelio, nos iluminará nuevamente el camino por delante, nos ayudará a cambiar de modo de pensar y de actuar; podríamos decir que es la oportunidad para “nacer de lo alto”, como fue invitado Nicodemo  por Jesús aquella noche …

La propuesta es dejarnos sorprender por una nueva escala de valores, donde descubramos:

-   una espiritualidad de la confianza, no del optimismo
-   una espiritualidad de la fidelidad, no del éxito
-   una espiritualidad de la responsabilidad, de del culpabilismo
-   una espiritualidad de la esperanza, no de la nostalgia
-  una espiritualidad de la paciencia, no de la prisa
-  una espiritualidad del aprecio de lo pequeño, no de la ambición de lo grande
-  una espiritualidad de la sintonía, no de la distancia
- una espiritualidad de la sanación, no de la condena...- Obispos vascos-cuaresma/2005-

martes, 5 de febrero de 2013

En Que Consiste La Felicidad?


Escrito por Jean Vanier, -del Libro: Escritos Esenciales-

"La felicidad consiste en aceptar y elegir la vida, no en padecerla con desgana. La felicidad nos llega cuando nosotros mismos elegimos ser lo que somos, ser nosotros mismos aquí y ahora; cuando elegimos la vida tal como es, con sus alegrías, sus sufrimientos y conflictos. La felicidad consiste en vivir y buscar la verdad con otros, en comunidad; consiste en ser responsables de nuestra vida y de la de los demás. Consiste en aceptar el hecho de que somos limitados, capaces sin embargo de entrar en una relación personal con lo Infinito, descubriendo así la verdad universal que trasciende toda cultura: cada persona es única y sagrada. 


sábado, 2 de febrero de 2013

Profetas de la alegría

Escrito por Emerito de Baria -Fuente: Asociación Familia Carlos de foucauld, España-

   El ser humano ha intentado siempre correr tras la felicidad y no siempre ha podido alcanzarla. El primer secreto para divisar la meta de la felicidad será reconocer que ésta se encuentra en la vivencia de las cosas sencillas y cotidianas de ahí la importancia de definir con la mayor claridad nuestro proyecto personal de vida procurando siempre que sus ejes centrales sean la práctica del bien, la generosidad, el servicio a los demás y la fe.
   Estoy convencido que la ansiedad y la prisa son las mayores causantes de infelicidad y desdicha. Ya comentaban los escritores sagrados expertos en vida interior que la mayor amenaza para la espiritualidad es la prisa. Con mucha frecuencia nos encontramos con personas crispadas, que contagian tensión. Es necesario aprender a controlar bien los nervios, a respirar bien, a dormir lo suficiente, para encarar la vida con un sano optimismo realista sin perder el humor que tanta salud nos genera.
   La felicidad también exige cierto ejercicio de higiene mental aceptando lo bueno y lo malo del pasado, no permitiendo que el futuro te inquiete y viviendo siempre un presente de plenitud en el que la alegría de vivir sea una constante. Si te lo propones, puedes entrenar tu corazón para ser positivo, tener éxito y ver belleza y bondad en cuanto hagas o te suceda.
   Es verdad que la felicidad siempre camina de la mano de la verdad. La mentira y la falsedad, antes o después, acabarán por llevarte a la ruina física y moral. Disfruta, sin doblez, cada día de lo que eres y de lo que tienes, pero sobre todo, disfruta sabiendo que con tu proyecto de vida y tu trabajo contribuyes a que otros sean menos desgraciados o un poco más felices.
   Busca siempre, en cada lugar, en cada momento, ante cualquier persona, la paz, la serenidad y el equilibrio interior como el don más preciado. Sólo desde el sosiego del espíritu se puede acceder a la verdadera felicidad. Disfruta de la Naturaleza rebosante de vida, de verdad, de bondad, y de belleza: ámala con todas tus fuerzas, llénate de ella y vívela. Nada enriquece tanto como la práctica del perdón y sentir los éxitos y felicidad de los demás como propios. Y jamás te olvides de perdonarte, de tratarte con ternura, de valorarte, de ser tu propio mejor amigo y de aceptarte como eres. No hagas depender tu felicidad de lo que los demás piensen y digan de ti. La felicidad auténtica, en verdad, está dentro de ti...