lunes, 24 de diciembre de 2012

y Dios se enamoró de nuestra pequeñez...

Desgrabación de la Homilía de Bergoglio, en la Misa de Nochebuena, año 2004-

...En el relato del nacimiento de Jesús, que acabamos de escuchar, cuando los ángeles les anuncian a los pastores que ha nacido el Redentor les dicen: “...y esto les servirá de señal encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre...” Esta es la señal: el abajamiento total de Dios. La señal es que, esta noche, Dios se enamoró de nuestra pequeñezse hizo ternura; ternura para toda fragilidad, para todo sufrimiento, para toda angustia, para toda búsqueda, para todo límite; la señal es la ternura de Dios y el mensaje que buscaban todos aquellos que le pedían señales a Jesús, el mensaje que buscaban todos aquellos desorientados, aquéllos que incluso eran enemigos a Jesús y lo buscaban desde el fondo del alma era éste: buscaban la ternura de Dios, Dios hecho ternura, Dios acariciando nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez.

 Hoy se nos proclama esto: la ternura de Dios. El mundo sigue andando, los hombres seguimos buscando a Dios pero la señal sigue siendo ésta. Contemplando al niño nacido en un pesebre, contemplando a ese Dios hecho niño enamorado de nuestra pequeñez, esta noche cabe la pregunta: ¿qué tal la ternura de Dios con vos? ¿te dejas acariciar por esa ternura de un Dios que te quiere, por un Dios hecho ternura? o ¿sos arisco y no te dejas buscar por ese Dios? –No, yo busco a Dios, podés decir. No es lo más importante que busques a Dios, lo más importante es que te dejes buscar por Él en la caricia en la ternura. Ésta es la primera pregunta que este Niño con su sola presencia hoy nos hace: ¿Nos dejamos querer por esa ternura? Y más allá todavía: ¿vos te animás también a hacerte ternura para toda situación difícil, para todo problema humano, para quien tenés cerca, o preferís la solución burocrática, ejecutiva, fría, eficientista, no evangelizadora? Si es así ¿le tenés miedo a la ternura que Dios ejerció con vos? y ésta sería la segunda pregunta de hoy. ¿Me hago cargo en mis comportamientos de esa ternura que nos tiene que acompañar a lo largo de la vida, en los momentos de alegría, de tristeza, de cruz, de trabajo, de conflicto, de lucha?

 La respuesta del cristiano no puede ser otra que la misma respuesta de Dios a nuestra pequeñez: ternura, mansedumbre. Acuérdense de aquella vez, cuando a Jesús y sus Apóstoles no los quisieron recibir en un pueblo de Samaría, Juan le propuso a Jesús: “¿...hacemos caer fuego del cielo...?, que es lo mismo que decir “nos metemos adentro y les rompemos todo”. Y Jesús les responde “no saben de qué espíritu son ustedes”; los reta, hoy les diría eso no es cristiano. Acuérdense también de aquella noche en que tomaron preso a Jesús y Pedro saca la espada, heraldo, defensor de la Iglesia que nacía, defensor infeliz (pues pocas horas después lo traicionó) y Jesús le dijo: guarda la espada ¿acaso no crees que si yo le pidiera a mi Padre más de doce legiones de ángeles para defenderme no las mandaría? (Cfr. Mt. 26:53), pero mi camino es otro, es la ternura. Y esto aun en los momentos de conflicto, aun los momentos que te abofetean; cuando te abofeteen en una mejilla poné la otra, mantené la ternura. Eso es lo que la noche de Navidad nos trae. Cuando vemos que un Dios se enamora de nuestra pequeñez, que se hace ternura para acariciarnos mejor, a un Dios que es toda mansedumbre, toda cercanía, toda projimidad, no nos queda otra cosa que abrir nuestro corazón y decirle: Señor si tú lo hiciste así ayúdanos, danos la gracia de la ternura en las penosas situaciones de la vida, dame la gracia de la projimidad ante toda necesidad humana, dame la gracia de la mansedumbre ante todo conflicto. 

Pidámoslo, ésta es una noche para pedir...y me atrevo a darles una tarea para el hogar: esta noche o mañana, que no termine el día de Navidad sin que se tomen un ratito de silencio y se pregunten:

¿Qué tal la ternura de Dios para conmigo?
¿Qué tal mi ternura para con los demás? 
¿Qué tal mi ternura en las situaciones límites? 
¿Qué tal mi mansedumbre en los trabajos y conflictos? 
...y que Jesús les responda, lo hará.

Que la Virgen les conceda esta gracia.

sábado, 22 de diciembre de 2012

De tal palo...tal astilla...


-Fuente: Red evangelizadora Buenas Noticias-

"Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha "aprisa", con decisión. Siente necesidad de compartir su alegría con su prima Isabel y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.

El encuentro de las dos madres es una escena original. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas…

María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote.

María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Ángel: "Alégrate, llena de gracia".

Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente como "saltos de alegría". Enseguida, bendice a María "a voz en grito" diciendo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".

En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: "Dichosa porque has creído".

Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir...
Ya vemos de donde le venía a Jesús, eso de andar de rodillas lavando pies... De tal palo...tal astilla...


Dios vibra en lo tierno...


sábado, 15 de diciembre de 2012

«¿Qué tenemos que hacer? SONREIR...


Fuente: Catholic.net

El periodista español José Luis Martín Descalzo, en una de sus obras llamada "Razones para la alegría", escribe: "Si yo tuviera que pedirle a Dios un don, un solo don, un regalo celeste, le pediría, creo que sin dudarlo, que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de las expresiones humanas... La gente que ama mucho, sonríe fácilmente. Un amargado jamás sabrá sonreír. Y menos un orgulloso".

La sonrisa y la alegría van siempre de la mano. Es más, la sonrisa es como la más bella y dulce emanación de un alma alegre y serena. Es un regalo maravilloso que se ofrece gratuita y generosamente a los demás, y que brota, precisamente, del amor y de la paz. En una ocasión, un grupo de profesores norteamericanos se encontraba en Calcuta visitando las obras de la Madre Teresa. Y, después de recorrer la "Casa del moribundo abandonado" en Kalighat, uno de ellos le pidió que les dijese algo que se pudiesen llevar como recuerdo de aquella visita y, al mismo tiempo, que les pudiese servir para la vida. Y la Madre Teresa les dijo simplemente esto: "¡Sonríanse unos a otros!". 

Y es que la sonrisa -como dice Federico Faber- "no cuesta nada y produce mucho; no empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe; no dura más que un instante y su recuerdo perdura eternamente. Nadie es tan rico que pueda vivir sin ella, y nadie tan pobre que no la merezca".

La sonrisa es, muchas veces, el mejor acto de caridad y de cariño que podemos ofrecer a una persona. ¡Y cuánto nos lo agradecen los demás cuando ésta es sincera y brota de veras del corazón! Yo he tenido esta experiencia en muchísimas ocasiones. Y, además, abre y conquista a las almas.

Entonces, ¿Que tenemos hacer?... SONREÍR...

Si queremos hacer algo por los demás, comencemos por aquí. Regalemos a nuestro prójimo una hermosa y sincera sonrisa siempre que podamos, a todos sin excepción y en todas las circunstancias. También a aquellos que no nos simpatizan o tal vez nos han herido o hecho algún mal. También cuando estemos cansados o totalmente agotados. Este gesto tan sencillo, de verdadera alegría y de amor, puede ser también un hermoso regalo de Navidad. ¡Sonríe, descubre a los demás cuánto los ama Dios!...

sábado, 8 de diciembre de 2012

Preparar el camino al Señor, es caminar hacia la Navidad...

Escrito por Clemente Sobrado  -CP-


1-¿Qué largo es el camino de la Navidad?

¿Es muy largo el camino de la Navidad?
Es un camino largo, muy largo. Y muy corto a la vez.
Es el camino que hay de Dios al hombre.
Y el camino del hombre a Dios.
Es el camino que hay de Nazaret a Belén.
Es el camino de Belén a Nazaret.
Es el camino que hay de cada uno de nosotros a los demás hombres.
Es el camino que hay de mí a mi hermano.
Y el camino de mi hermano a mí.
Es el camino que hay de mí a mi esposa.
Y el camino de mi esposa a mí.
Es el camino que hay de mí a mis hijos.
Y el camino de mis hijos a mí.
Es el camino que hay de mí a mi hermano necesitado.
Es el camino de mi hermano necesitado a mí.

2-¿Cuánto dista Nazaret de Belén?

Cada uno tiene su propio camino.
¿Cuál es la distancia de tu corazón al corazón del hermano?
¿Cuál es la distancia del corazón de tu hermano al tuyo?
¿Cuál es la distancia del corazón del esposo y la esposa?
¿Cuál es la distancia del corazón de los padres y los hijos?
¿Cuál es la distancia del corazón Dios al corazón humano?
¿Cuál es la distancia del corazón del hombre al corazón de Dios?
¿Cuál es la distancia de un corazón al otro?

Belén puede quedar muy lejos para quienes los divide y separa el desamor.
Belén puede quedar muy cerca para quienes se aman.

3- Señor, ¿es muy duro el camino de Belén?

El camino de Belén no es ni duro ni blando.
El camino de Belén fue blando para Dios que ansiaba llegar.
El camino de Belén es blando para cuantos buscan a Dios.
El camino de Belén es blando para quienes llevan el corazón en sus pies.
Para María y José, el camino de Belén fue largo y se les hizo corto.
Tan largo como los caprichos humanos que organizaron el Censo.
Tan corto como el amor que vive de la espera.
Tan largo como el cansancio de los pies.
Tan corto como el amor que espera al Dios en la cuna.
Tan largo como el que no sabe a donde va.
Tan corto como el que ha visto la estrella.