Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-
"Desde siempre hemos oído ponderar la alegría, la paz y la tranquila confianza que inundan el alma de los que cumplen la voluntad de Dios, y hasta lo habremos experimentado a veces así en nosotros mismos. Y, sin embargo, hay algo en esa doctrina que produce desasosiego, quizá porque parece confirmar peligrosamente aquello de que la paz es una recompensa para «los que aman al Señor» que viene a ser igual a: «al-que-se-porta-bien-Dios-lo-premia y-al-que-no-lo-castiga» y como entremos por ahí, ya estamos al borde del despeñadero de la justificación por las obras y a punto de no saber qué hacer con la gracia.
Andamos culpabilizados y descontentos de nosotros mismos porque sentimos lo estrecha que es nuestra generosidad y lo vacilantes que son nuestros propósitos de vivir según el evangelio de Jesús. Una y otra vez volvemos a formular opciones y a prometer conversión, pero una y otra vez nos olvidamos de leer en ese mismo evangelio de dónde nace todo:
«La voluntad de Dios -podría haber dicho Jesús- se parece a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, por la alegría, fue y lo vendió todo para comprar aquel campo».
Recordémoslo bien: no por voluntarismo, ni por convicción, ni por resignación, ni por aquello de «el deber ante todo, el deber siempre», sino «por la alegría», por el mismo gozo secreto de saberse en posesión de algo valioso que hacía decir a Jesús: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis: hacer la voluntad de mi Padre» (Jn 4,34). Un alimento, es decir, algo que produce fruición y vitalidad y crecimiento y plenitud. Y alegría.
Por eso, las palabras de Jesús que expresan los momentos más densos de su vida y que coinciden con su obediencia más incondicional van precedidas siempre de una invocación confiada al Padre que revela, no el acatamiento de un siervo que se somete sino la comunión, la afinidad, la adhesión profunda de un hijo que se fía.
Y es que, a lo mejor, el querer de Dios (su complacencia, su aspiración, su amor, su alegría...), su deseo más hondo sobre nosotros, es que nos fiemos perdidamente de que, en esa voluntad suya que nos alcanza, todo es gracia".
Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-
Ayelen
ResponderEliminarConsidero que es constante el devenir personal con Dios... a veces nos encontramos con la incertidumbre de haber comprendido correctamente a Dios.
Es por ello que puse en práctica, no hace mucho tiempo, el seguir a Jesús con los ojos vendados... tratando de cuestionar poco y preguntarme: ¿que haría Jesús en tal circunstancia?
Estoy convencida que Jesús nos indica siempre donde tirar la red; con la asistencia del Espíritu Santo, humildemente intento cumplir su voluntad.
Ave María y Adelante.-