Escrito por Miguel Tombilla
El evangelio de este domingo nos
presenta unas palabras de Jesús duras y desconcertantes. Las podemos dividir en
dos bloques.
En primer lugar aquellos que no
son del grupo de Jesús pero que actúan en su nombre. Y esta actuación es la que
crea milagros. Y los discípulos no lo entienden porque creen que son ellos los
que tienen la exclusiva de actuar en su nombre, de curar, expulsar demonios,
anunciar la Buena Noticia. Pero el Maestro no lo duda: “Quien no está contra
nosotros está con nosotros”. No hay exclusividades o patentamientos en la
misión. No hay ellos o nosotros según criterios de pertenencia o adjetivos que
vienen después de “cristianos”. Y los milagros nacen donde la libertad del
Espíritu toma cuerpo sin importarle instituciones o apellidos o preparación o
puntos acumulados.
En segundo lugar nos encontramos
con el bloque de las palabras más duras: la rueda de molino encajada en el
cuello, el amputarse una mano o un pie, el arrancarse un ojo. Evidentemente no
se trata de hacer una lectura literal, pero la gravedad sigue estando presente
en este relato.
La premisa primera que
desencadena todo ello hasta la llegada al Reino o al fuego que no se apaga es
“ser ocasión de pecado para uno de estos pequeños”. Ocasión de pecado o
escándalo para los preferidos de Jesús, para aquellos que condicionan el acceso
al Reino; es más, para los que ellos mismos son Reino. Pequeños a los que es
regalado la revelación de todas las cosas, los sencillos, los bienaventurados,
los que no buscan el poder sino que están atentos a las necesidades de los
demás. Son, en definitiva, los que niños, grandes o pequeños, tienen la
intuición y el sabor de la perla encontrada por la que se vende todo o las que
lloran secando los pies del Maestro con sus cabellos.
Y la ocasión de pecado o el
escándalo son siempre los mismos de lobos disfrazados de corderos, de búsqueda
de primeros puestos...
Pidamos a este Dios que nos haga
nacer de nuevo, pequeños.
Para mí la situación de pecado que atraviesa tanto el evangelio como la primera lectura es confundir el celo por las cosas Dios que es el amor, con los celos humanos. El evangelio nos ofrece la posibilidad de poner blanco sobre negro, para rectificar y seguir avanzando en el camino del Verdadero Amor. Saludos. Mariana F.
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