Hay pasajes que una agradece especialmente que estén en el Evangelio porque cada vez que nos encontramos con ellos nos regalan una nueva oportunidad, como si pudiéramos recibirnos, una vez más, con lo mejor de nuestras vidas por estrenar.
Al igual que Zaqueo, también nosotros pasamos temporadas en que lo que hacemos no nos deja buen sabor, en que no nos sentimos bien con nosotros mismos y andamos con la sensación de estar disminuidos en nuestra talla humana… y entonces llega repentinamente su Gracia: su mirada nos busca allí donde estamos subidos, su voz nos nombra, conociéndonos hasta el fondo, y su mayor deseo es ser el Huésped principal de nuestra casa, tal y como la tenemos... ¡Qué sorpresa tan inesperada!...
Zaqueo “lo recibió muy contento”, no se puso a mirarse a sí mismo, y a sus enredos, sino que se volvió enteramente hacia ese amor ofrecido sin condiciones, acogiéndolo como se recibe un regalo que no esperamos; y fue en ese momento cuando pudo dejarse querer y reconstruir.
Entonces todo exceso de culpa se desvanece, los temores dejan paso a una confianza sencilla y aquello que reteníamos se multiplica como don en nosotros para los demás.
Mariola López Villanueva, rscj
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