"La empatía es la única ideología capaz de cambiar el mundo"
Esta frase de María Mariscal encontrada en las redes, cuando preparaba unas palabras para las plataformas sociales, me ayudó a descubrir una nueva faceta del Adviento y de la Navidad. Jamás me había planteado la idea de que mi fe se la debo a un acto puro y duro de empatía. Jamás había pensado que en Navidad se celebra la Fiesta del Dios de la empatía.
Y es que, cuando el mundo entero está más pendiente de las antipatías o no empatías... Dios vuelve a empatizar con el hombre en esta Navidad.
Es verdad que lo hace con toda la condición humana, sea cual sea...
Lo hará en el seno de una humilde muchacha en un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio;
- empatizará con el hombre, naciendo en una pequeña familia de refugiados que huían de la tiranía y que acaban, después de una desesperada búsqueda, en un inhóspito pesebre, rodeado de animales, como lo hacían los más pobres;
- lo hizo al ser presentado en el Templo junto con dos pichones, la ofrenda de quienes no podían permitirse el lujo de un cordero…
Tanto empatiza Dios con los olvidados de la historia, que se identifica con ellos “tuve hambre y no me diste de comer”.
¡Cuán grande es la dignidad humana!, que todo un Dios, dejando a un lado el alarde de su categoría divina, se introduce de lleno en nuestra condición, rebajándose a sí mismo para elevarnos a nosotros.
- ¿Acaso no es un motivo de esperanza en esta Navidad que vuelve a atravesar nuestra vida?
- ¿Acaso no es un motivo para tomar la empatía con el otro como criterio de autenticidad y de seguimiento fiel?
- ¿Acaso no hemos de educar a nuestros jóvenes en el arte de empatizar como moneda de transformación social y como medio para descubrir el rostro de Cristo en el más necesitado?
Dios se pone en mi lugar. Sólo poniéndome en el lugar del otro, puedo encontrarme con el Dios de la empatía.
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