Fuente: Centro de Espiritualidad y Pastoral - Venezuela-
Es muy consoladora, la invitación a reflexionar en lo que fundamenta la auténtica felicidad, para que lleguemos a ser hombres y mujeres apasionados por la vida, con alegría, forjadores de esperanza. Personas que sabemos estar al lado del que sufre y celebrar con los que están contentos.
El evangelio de Mateo (5, 1-12) presenta el rostro de la persona que se convierte en radicalmente humana, amiga, hermana. Una persona que no vive para sí ni se repliega sobre sus propios intereses, sino que está empeñada en crear fraternidad. Por eso comienza diciendo este evangelio: felices los pobres que tienen espíritu: a ellos les pertenece el cielo. Nunca serán pobres. De su corazón, su mente y sus manos, siempre saldrá la vida.
Hacerse radicalmente humano requiere fe, confianza, apuesta, generosidad. Jesús ha mostrado el modo de lograrlo, abajándose hasta la indigencia humana para levantarla a la dignidad y a la comunión. Las bienaventuranzas son la ruta. Por ello nos invitan a comenzar por erradicar el sutil egoísmo que manipula la vida, incluso lo sagrado, convirtiendo en el pedestal la propia autoafirmación y complacencia.
Ser humano a plenitud equivale a ser compasivo, misericordioso. Una compasión y misericordia que se convierte en la fuerza interior que mueve a los hombres y mujeres que tienen espíritu. Jesús les llamará dichosos, porque se han hecho libres de sí mismos y por eso liberan a otros. No viven de modo pasivo sino con una actividad que recrea la tierra.
No es fácil actuar distinto a lo que manda el comercio, la moda o la propaganda. Incluso, no es fácil actuar con generosidad en ambientes donde predominan los intereses propios. Sin embargo, hay quienes descubren la felicidad que produce devolver la dignidad al pobre, saciar el hambre de pan al necesitado, atender con la propia ternura al que sufre, al enfermo, al triste. Más aún, hay quienes mantienen su compromiso de construir la justicia y la paz.
El que quiera ser feliz ha de salir de sí mismo, renunciando a convertirse en el centro o el importante, y renunciando también a instrumentalizar a las personas y al abuso del poder. Lo propio del amor y de la felicidad consiste en vivir libres, incluso de sí mismo, para hacer partícipes a los demás de lo que uno es y posee.
Bienaventurado significa la máxima expresión de la bendición de Dios. Será bienaventurado o feliz, quien venza las barreras que impiden crecer en unión y se lance al encuentro auténtico con los demás. Será feliz quien tenga la libertad de salvar siempre al otro antes que a sus propias convicciones, ideologías o puntos de vista. Así podrá experimentar la dicha de asemejarse a Jesús.
Te invito a terminar con esta poesía:
Seremos Felices:
Si avivamos el espíritu que nos hace vencer las barreras que impiden la alegría, la ternura, la bondad, la amistad, la solidaridad,
la esperanza y la paz.
Si rompemos nuestra comodidad, y nos comprometemos con los marginados, los enfermos y los tristes, poniendo a su disposición cuanto somos y tenemos.
Si nos atrevemos a ir contra corriente, por estar junto a la gente, sin miedo, sin desconfianza, con libertad y audacia para salvar a la persona antes que a nuestras convicciones y puntos de vista.
Si nos situamos allí donde nuestra finalidad no sea ganar más, sino servir mejor, haciéndonos solidarios de los que son más frágiles o tienen menos oportunidades.
Si sobrepasamos las barreras deshumanizadoras, haciéndonos cercanos a mujeres y hombres de cualquier raza, ideología, religión, lengua, cultura o condición social.
Si creemos en la locura de cambiar este mundo de guerras, violencias, desigualdades e injusticias por una nueva humanidad.
(G.A)
No hay comentarios:
Publicar un comentario