sábado, 24 de agosto de 2024

Ser Pan, Hacerse Pan...

Este texto es anónimo -si alguien sabe quien es el autor o autora, les pido me lo hagan saber: ee.ignacianos@gmail.com - Gracias!-

Este domingo, Jesús se presenta nuevamente como "verdadero alimento". Evidentemente, no en un sentido fisiológico, sino espiritual; pero Jesús llama nuestra atención en que esta dimensión es tan "real" como la física. Por eso es verdaderamente necesario alimentarla también. No por ser una dimensión inmaterial deja de ser importante, de efectos visibles y conformadora de nuestro ser. 

Y cuenta la Biblia que, al oír esto, muchos discípulos (la inmensa mayoría) le abandonaron. ¿Por qué? Probablemente muchos no entendieran el símbolo, la metáfora que les proponía Jesús (como hoy en día), interpretándola como realidad física, y esto, es "inaceptable", casi morboso o macabro.
Pero la metáfora que propone Jesús es espiritual y mucho más profunda, con varias facetas complementarias:

- Hacerse "cotidiano". El pan es el alimento más básico y sencillo. Jesús nos propone hacernos (y él da el primer ejemplo) cercanos, humildes, sencillos, austeros, sinceros en medio de la realidad cotidiana. En otro pasaje, Jesús nos invita a ser levadura en medio de la masa, sal para el mundo. La levadura y la sal son ciertamente pequeñas y sencillas, pero ¡cómo cambia todo si están presentes estos pequeños e invisibles transformadores sociales! 

- Hacerse "efectivo". Este mundo necesita - más que el comer- gente como Jesús, que responda a las necesidades urgentes y concretas de los demás. Jesús elimina el engaño trascendentalista, por el que hacemos de la religión una evasión teórica, abstracta, que nos aleja de los demás. Estamos eternamente posponiendo nuestra entrega un más allá que nunca llega; mientras, a nuestro lado, el hermano que ha puesto Dios en nuestro camino sigue pasando hambre... "Denles ustedes de comer" nos recuerda Jesús. "¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?" bien nos podría preguntar nuestro hermano necesitado...

- Darse "del todo". Cuando alguien da comida a otro, el primero se queda sin ella por bien del otro. No se puede aprovechar la comida sin que ésta se gaste, de forma irreversible. No es como otro tipo de objetos que no se gastan por el uso, sino que la comida dada, queda entregada para siempre, del todo. Jesús nos invita a darnos del todo; no sólo "un poquito", no sólo "a veces", no sólo "depende", no sólo "a mis amigos", no sólo "de lo que me sobra"...no sólo "mientras yo no pierda".  ¡Que le pregunten a Jesús en la Cruz si estaba muriendo a medias, sin que pierda, parcialmente! Que le pregunten si su vida entera fue una donación a medias, calculada y medida, mediocre (que significa "a medias"). No, Jesús nos muestra con su propio ejemplo que la entrega, si es sincera, es total. Esto es lo que determina la autenticidad de la entrega, por eso Jesús es alimento "verdadero", auténtico.

Y claro, esto de la entrega sí que es difícil de asumir... Quizá esta fuera la segunda razón por la que muchos abandonaron (y abandonan) a Jesús. Quizá algunos comprendieran que esto del seguimiento tiene mucho de renuncia y de entrega... y claro, es más cómodo buscarse a otros profetas... ¡se venden tantos...!

Sin embargo, hubo un pequeño grupo de personas - unos quince contando con las mujeres- que SÍ se atrevieron a hacerse pan, a vivir como Jesús, porque sólo tú tienes palabras que nos dan Vida, que nos hacen eternos -diría Pedro-. Viviremos a tu lado, porque sentimos que eso es mucho más valioso que otro tipo de alimentos. "Sólo Dios basta" resumirá Teresa de Jesús. Jesús también desea que nosotros seamos, en nuestro tiempo, de esas pocas personas que sí quieren seguir a Jesús, entregarse del mismo modo, y que sólo esto les baste. 

TIEMPO PARA ORAR
 -Este texto es de Dolores Aleixandre -RSCJ-, de su libro: Relatos de la Mesa Compartida-

En un rato tranquilo, haz memoria de momentos o épocas de tu vida en los que has estado a punto de alejarte de Jesús y de su comunidad, o incluso has llegado a abandonar por una crisis de fe, por rebeldía, por situaciones personales difíciles...Recuerda alguno de esos momentos y la experiencia que viviste de falta de sentido, de ausencia o lejanía de tu verdadero centro. Reconoce en la trayectoria de los discípulos de Emaús tu propia trayectoria de búsqueda de vida verdadera: ellos han vivido en su propia carne cómo huir de la cruz para asegurarse, traicionar para salvarse, alejarse decepcionados... Pero eso no les ha dado vida verdadera, sino insatisfacción y vacío. 

Recuerda también  fueron los caminos misteriosos por los que volviste (o sientes el deseo de volver...) a Jesús: personas, acontecimientos, palabras... Y cómo el Resucitado se ha hecho tantas veces el encontradizo contigo para devolverte la alegría, la paz, el perdón, el sentido...

Deja que fluyan en tu corazón el agradecimiento y la alabanza por la vivencia, tantas veces renovada, de reencuentro con Jesús y su evangelio, por la alegría de hacer la experiencia de que es posible la relación auténtica con los demás, de que vale la pena luchar por un mundo más humano y fraterno.

Repite una y otra vez: “Señor ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna...”

sábado, 17 de agosto de 2024

Ser Gente Pan...


Escrito por Diego Fares -sj-

"Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho:
‘Yo soy el pan que ha bajado del cielo’.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
‘No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí
a no ser que mi Padre que me envió lo atraiga a mí;

Yo soy el pan vivo que descendió del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente" (Jn 6, 41-51). 

Comulgar o murmurar, esa es la opción ante la que nos pone Jesús cuando se presenta como Pan de Vida. El invitaba a “comer de su Pan para tener vida eterna” y los judíos murmuraban contra él por que había dicho ‘Yo soy el Pan que ha bajado del cielo’.

Bajamos estas palabras del evangelio, rápidamente, a la vida cotidiana.

Comulgar o murmurar es la opción frente a todas aquellas personas concretas que nos rodean en la vida de la Iglesia y que son “personas-pan”.

Personas que, porque comulgan con Jesús y se alimentan de su Palabra y de su Vida, son pan para los demás. Personas que hacen el bien, que inspiran a otros a hacerlo y los juntan y los alientan y trabajan con ellos en esta misión universal de la compasión y de la promoción de toda vida a la que nos llama Jesús.

Existen personas-pan. No se trata de algo rebuscado o difícil de encontrar. No digo personas-caviar o personas-champagne. Hay personas “pan y vino”.; sin condimentos ni hazañas espectaculares. Cientos de millones de personas pan que trabajan y dan vida a los demás.

Si uno lo piensa así, es algo que puede verse a simple vista. O por lo positivo de la comunión que favorecen o por el fenómeno de la murmuración que provocan, –cada uno tiene ejemplos cercanos en su familia y en su trabajo, en los que alguien hace algo bien y divide las aguas entre los que se alegran y comulgan y los que toman distancia y murmuran.

La comunión, se deja sentir de cerca y de lejos. No ciega.
Entre los que comulgan en el trabajo de hacer el bien, hay conciencia lúcida de los defectos tanto propios como ajenos, pero la pasión por la tarea encomendada es mayor y no da lugar a la murmuración.

Los murmuradores siempre muestran la hilacha. Son huidizos, se les escapan muecas, ponen caras, se mueren por juntarse entre ellos… a murmurar.

Suelen tener razón en muchas cosas que notan y que dicen a escondidas.

Son los profetas del fracaso y la desgracia y como en este mundo la cizaña del pecado abunda, a grosso modo y a la corta aciertan muchas veces y tienen más prensa que los que comulgan con el bien silenciosamente.

Lo triste es cuando se alegran de algún fracaso. Aquí la murmuración se sale de madre y muestra que es hija de la envidia. Y ya sabemos que “por la envidia entró el demonio en el mundo”.

Alegrarse de que fracase el bien es pecado contra el Espíritu Santo y no hay misericordia que alcance, porque la envidia es a la comunidad como el Sida al cuerpo.

El Síndrome de InmunoDeficiencia Adquirida “te mata el sistema que te protege de otras enfermedades en tu cuerpo”; la envidia, al hacerte denigrar el bien y murmurar contra él (por tentación de rechazo a la persona que lo hace) mata el sistema que da vida a la comunidad. Murmurar es una forma de no amar el bien, de no comulgar. En vez de comer el bien se lo regurgita y se convierte, en la punta filosa de las lenguas, en palabras que tienen sabor adictivo pero que no alimentan. Murmurar es la anti-comunión. Se le dan vuelta a las cosas con la lengua pero no se las traga. Y por el prurito farisaico de no tragarse ningún mosquito uno se pierde la comunión con las personas y con el trigo del campito, que los murmuradores arrancan sin piedad junto con la cizaña que dicen combatir…

Que el Señor nos haga amar el bien y comulgar con él, decidida y alegremente, haciendo contra a esta sociedad desencantada y murmuradora que se pierde lo más lindo de la vida: al Pan de Vida y a la gente-pan.

sábado, 3 de agosto de 2024

La fe, no es sólo un Don de Dios, sino también un Trabajo, un Oficio, un Compromiso, una Tarea, una Labor, una Responsabilidad y una Conquista.

Escrito por P. Eduardo Casas 

El Evangelio de Juan, presenta a la multitud que sigue a Jesús después del milagro de la multiplicación de los panes. En esta ocasión, el Señor aclara que no lo buscan a Él, sino a lo que Él da: “ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse” (6, 26).

Jesús no quiere ser buscado interesadamente, como proveedor de recursos y como satisfacción inmediata a las necesidades más básicas. No quiere que lo sigan como a un hacedor de signos extraordinarios y milagros.

 Les dice a sus interlocutores que tienen que trabajar para conseguir el pan. No sólo trabajar por el pan perecedero, sino que también trabajar “por el pan que permanece hasta la Vida eterna” (6,27). Hay que ocuparse de conseguir, tanto el pan de cada día, como el pan espiritual, aquello que alimenta interiormente, ya que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4).

 Así como alimentamos el cuerpo, también hay que alimentar y nutrir el espíritu; y así como se trabaja para conseguir el sustento diario; de igual manera, hay que comprometerse espiritualmente porque la vida interior y el crecimiento en la fe son un verdadero trabajo. No se consiguen sin esfuerzo denodado, sin aplicación vigilante, sin tiempo invertido y sin cuidado responsable.

 El que no trabaja en su vida espiritual no la nutre, ni alimenta. Así como mantenemos la vida física mediante el alimento, varias veces al día; de igual manera, sucede con la vida interior. requiere de un alimento y de un sostenimiento continuos.

 En la vida interior, además, nunca es posible reemplazar nuestro trabajo personal. Así como hay quienes físicamente entrenan diariamente, por razones deportivas, estéticas o de salud…

 Como Jesús habla a sus oyentes de trabajo, ellos preguntan qué deben hacer. El Señor les aclara que el principal trabajo es creer. ¡Vaya si no es trabajo creer, especialmente en los tiempos actuales! La fe, no es sólo un don de Dios, sino también un trabajo, un oficio, un compromiso, una tarea, una labor, una responsabilidad y una conquista.

 Debemos cuidar de no caer en esta actitud: la necesidad de corroborar la fe con demostraciones que le exigimos a Dios para creer. La fe debe ser incondicional. No debe haber requisitos para creer. No hay que pedir signos que nos de seguridad en el actuar de Dios. Hay que creer sin apoyarse en nada, ni en nadie. Sólo Basta Dios y su Palabra.

 El Señor, por su lado, les aclara que no fue Moisés el que les dio el pan en el desierto, sino Dios, su Padre. Además, les revela que ahora tienen otro pan del cielo que da vida. Es, entonces, cuando piden a Jesús de ese pan. Seguramente no entendían demasiado y es probable que pensarán en otro pan material o, a lo sumo, en un nuevo maná. El Señor, por consiguiente, les aclara diciendo: “Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí, jamás tendrá sed” (6,35).

Jesús, con esta revelación, todavía no está hablando propiamente de la Eucaristía. Menciona ciertamente un pan, aunque no dice aún que ese pan sea su carne, como lo dirá más adelante. Ahora está hablando de un “pan” que es para el hambre y la sed interior del ser humano.

Oración:  

Señor Jesús, Tú te has revelado como Pan de vida.

Pan para el hambre y la sed interior.

 

Alimento que instruye en la verdad

y me permite ser enseñado por Dios y por su Palabra

como aprendiz de tu divina revelación.

 

Dame hambre y sed de tu sabiduría,

verdadero pan que alimenta el espíritu,

la inteligencia y el corazón.

 

Concédeme el conocimiento sabroso y contemplativo

de tu insondable Palabra

que eres Tú mismo, Jesús.

 

Haz que siempre tenga más hambre

y más sed de Ti y de tus misterios.

 

Otórgame la vida escondida de tu Palabra,

y derrama tu Espíritu

para que pueda interpretarla,

gustarla, experimentarla, reflexionarla, testimoniarla y comunicarla.

 

Infunde, interiormente, la luz de tu luz

para que me deje enseñar

continuamente por la inconfundible suavidad de tu voz.

 

Amén.