ESPIRITUALIDAD COTIDIANA
Un espacio para descubrir la presencia de Dios en el desierto de la vida cotidiana...
domingo, 30 de noviembre de 2025
Hacernos Adviento...
sábado, 22 de noviembre de 2025
Reina Jesús “atrayendo”...
En general, cuando decimos rey, nos vienen imágenes de coronas, de bodas reales, de bastones de mando y de majestad política… Pero también uno usa expresiones como “reina la paz”, en la casa, cuando todos duermen o, luego de una tragedia: “reinaba un silencio profundo”.
La expresión que utiliza el buen ladrón “cuando estés en tu reino” él la refería al futuro, pero de alguna manera intuyó, al retar a su compañero de cruz que se burlaba, que Jesús ya estaba en su reino.
Jesús reina sobre los que están en la cruz.
Jesús reina sobre los que llevan la cruz, sobre los que la cargan y lo siguen.
Jesús reina sobre los que le piden alivio a su cruz y sobre los que cargan las cruces de los demás. Es el rey de los que abrazan la cruz y no la sueltan. Y también reina sobre los cirineos que son obligados a llevarla y sobre los que son clavados allí contra su voluntad…
Reina Jesús “atrayendo”.
Reina saliendo a buscar su propia cruz y cargando con ella.
Reina padeciendo en su cruz compadeciendo a todos.
Reina perdonando incluso a los que lo crucifican.
Reina creando en torno a sí ese ámbito de respeto del que hablaba en el que cada uno es remitido a sí mismo, confrontado consigo mismo frente al otro, que con nobleza sufre lo suyo e interpela a hacer otro tanto.
Ignacio nos hace preguntarnos, ante el Señor puesto en Cruz: “que he hecho yo por Cristo, que hago, que debo hacer por Él”.
Dejarlo reinar, en eso consiste nuestro “hacer”.
Creer en él, confiar: esa es la obra de la fe.
Adorar al Padre cuando estoy ante el Señor puesto en Cruz: eso puedo “hacer”.
Adorar al Padre cada vez que estoy en presencia del sufrimiento de mis hermanos y siento ese respeto junto con un no saber qué hacer.
Adorar al Padre. Esa es la respuesta “negativamente vivida” por todos a través de tanto sentir que nada de lo que uno haga sirve ni es adecuado frente al dolor, especialmente cuando viene montado sobre la injusticia y afecta a los inocentes.
El que nada haya servido es una invitación callada y persistente a probar refiriendo lo que sucede al Padre en vez de pensar qué puedo hacer yo. Eso es adorar. Decirle “me pongo en tus manos” en esta situación en la que no sé qué hacer. Dejar que se ensanche el silencio y el respeto, eso es adorar. Inclinar la cabeza, no expresarme, no preguntar ni controlar: ser creatura, eso es adorar.
Dejar de referirme a mí mismo y referirme a Él, eso es ad-orar.
sábado, 30 de agosto de 2025
Esa Gratuidad que es Característica Esencial del Amor de Dios por Nosotros
El evangelio de este domingo es una enseñanza de Jesús a partir de un hecho de vida. Le invitan a un banquete y nota “que los invitados escogían los primeros puestos”. A partir de ese hecho, Jesús, que no pierde detalle de lo que sucede a su alrededor, formula una doble enseñanza. La primera va dirigida a los invitados en su pelea por los puestos más destacados; la segunda es para el anfitrión y tiene que ver con los invitados a ese banquete. Voy a centrarme en la segunda.
Llama la atención, en esta escena y en otras del evangelio, la libertad de Jesús hacia las personas que le invitan: si les tiene que decir algo se lo dice sin miramientos ni remilgos. En este caso llama la atención al anfitrión sobre las personas a las que ha invitado. Le viene a decir: has invitado a los que te pueden pagar la invitación, de una u otra manera, y en el fondo esperas que lo hagan, e incluso algún día les pasarás la factura; en otra ocasión, es mejor que invites a los que no te pueden pagar. El pago te lo hará Dios “en la resurrección de los justos”.
Una vez más, la invitación que el evangelio nos hace es una invitación a la gratuidad. Esa gratuidad que es característica esencial del amor de Dios por nosotros y que está llamada a ser también una característica fundamental de nuestro amor a los demás. Dios nos ama a nosotros que, en tantos aspectos, somos “pobres, lisiados, cojos y ciegos” porque nos ama no por lo que espera recibir de nosotros, no porque espere que le “paguemos” su amor, sino porque necesitamos de su amor para amar. Sin su amor no saldríamos de nuestras limitaciones para amar, ni a Él ni a nuestros hermanos.
¿Es posible amar sin esperar pago o compensación? ¿es posible la gratuidad en una sociedad donde todo, parece que absolutamente todo, hasta lo más sagrado, tiene un precio? A veces, quizá las menos en esto del amor, esperamos que nos paguen en “efectivo”; esperamos, con más frecuencia, que nos paguen en “afectivo”. Que nos paguen en reconocimientos, agradecimientos, e incluso dependencias o sometimientos: “yo he hecho esto por ti, espero que tú hagas esto por mí”; o la contraria en formulación, pero idéntica en el fondo: “con lo que yo he hecho por ti, tú no me puedes hacer esto a mí”.
Sólo cuando nuestro amor se funda en el Amor, en la conciencia viva del amor que recibimos y que nos sostiene día a día, es posible abrir nuestra casa y nuestro corazón a “los pobres, lisiados, cojos y ciegos”, a los que no pueden pagar. Con la plena confianza de que amando a quienes no pueden pagar estamos amando al Amor mismo, al Dios de la vida.
viernes, 27 de junio de 2025
FIESTA del SAGRADO CORAZÓN...
domingo, 22 de junio de 2025
Huésped - Fiesta de Corpus Christi
Para contemplar el misterio de la Eucaristía, nos detenemos hoy en el lugar donde el Señor quiso celebrar la Ultima Cena. El piso alto de aquella hospedería nos indica algo muy especial acerca de cómo quiere quedarse el Señor entre nosotros: como un huésped!
El diálogo de Jesús y los discípulos comienza con la pregunta de estos por el lugar: “¿Dónde quieres que te preparemos la Pascua?”. Y el Señor les indica entonces un camino un tanto complicado para llegar al lugar de la Cena… que ya estaba preparado!
Esto llama la atención. Uno piensa: “Si Jesús ya lo tenía todo planeado, ¿por qué no los mandó directamente a la casa? ¿Por qué los hizo caminar siguiendo pistas, como si fuera una búsqueda del tesoro?”.
Creo que quería hacerlos experimentar el camino que Él había recorrido antes, siguiendo al hombre del cántaro hasta encontrar la hospedería en la que trabajaba. Una manera de hacerlos sentir huéspedes también a ellos. Lo cual tiene su importancia a la hora de celebrar a Jesús en la Eucaristía, en ese pan y ese vino en los que el Señor “se hospeda” para que lo podamos comer.
Me gusta pensar que Jesús había rezado y preparado largamente la última cena. Iba a ser su gesto definitivo: la manera de darse y de quedarse con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”.
El lugar era, pues, importante. Notamos que no eligió la casa de ninguno de los apóstoles ni la de algún amigo o conocido, sino un lugar distinto, al que los hizo llegar como si fueran forasteros que entran a un pueblo y siguen a uno que lleva un cántaro de agua, suponiendo que los conducirá a algún albergue.
Nos quedamos mirando y contemplando el lugar que el Señor eligió.
Dos palabras que suelen pasar desapercibidas, pueden ayudarnos a contemplar: “katalyma” – “aposento”- y “anagaion” – “piso alto”.
Jesús les encarga que le digan al dueño de casa: “donde está mi aposento”. La palabra que usa es “katalyma” que significa estancia o aposento y que propiamente es una “habitación para huéspedes”. Lucas es el otro que usa esta palabra cuando narra la peregrinación de José y María y dice que “no había lugar para ellos en el aposento u hospedería” (Lc 2, 17). También la usa cuando le critican a Jesús que haya ido a “hospedarse” en la casa de un pecador (en referencia al publicano Mateo) (Lc 19, 17).
Dejamos que resuene en nuestro corazón esta palabra tan querida para nosotros: “hospedería”, “habitación de húespedes”, “hogar de tránsito”.
Jesús no tenía casa propia, no tenía “donde reclinar la cabeza”. Para sus reuniones debía pedir prestada una casa. Por supuesto que tenía amigos, como Lázaro y sus hermanas, que lo hospedaban gustosos. También es cierto que en esta ocasión Jesús hace notar su Señorío: el mensaje que les da a los discípulos es el de un Señor. Habla de “mí” aposento. Pero el lugar que elige y el modo como los hace llegar a él, hablan de un lugar ajeno.
La otra palabra es “gran sala en el piso superior” (ana-gaion), que literalmente sería “sobre piso”.
Jesús celebra la Eucaristía en una sala grande, en el piso alto de una hospedería! Como si dijéramos en El Hogar de San José o en la Hospedería Padre Hurtado: esos lugares son El Hogar de Cristo!
Podemos imaginar que el Señor nos manda decir: “¿Donde está dentro tuyo ese lugar grande donde quiero que me hospedes para que comamos juntos, para que te pueda dar mi Cuerpo y mi Sangre?”.
Ese es nuestro lugar íntimo y secreto donde se complace en habitar la Trinidad Santa: el Padre, Jesús y el Dulce Huésped del alma, el Espíritu Santo.
Imaginamos ahora nuestro interior con una habitación grande para huéspedes.
Así como para nacer el Señor se hubiera conformado con esa hospedería humilde de Belén y ni siquiera en ella encontró lugar, para celebrar la fiesta de la Alianza con los hombres elige y prepara él mismo un lugar de paso. Quiere ser “huesped”.
La imagen del huesped habla de libertad. Tanto el que hospeda como el huésped comparten un espacio íntimo sin que sea definitivo.
Y los permisos que uno pide para disponer de algo o para ir al baño…, los gestos de cortesía que se usan, suponen una valoración muy linda de lo que significa compartir la intimidad sin adueñarse de ella.
Hospedar y hospedarse implica un ritual de ofrecimiento y de agradecimiento. Uno, como huésped, tiene que pedir permiso y es lindo tener que pedirlo y que el otro refuerce explícitamente la gratuidad y la amplitud de su ofrecimiento: “Sentite como en tu casa” decimos. Por eso esta es una imagen llena de profundidad y de misterio para gustar la manera en que Jesús elige estar presente en nuestro interior.
Él, aunque es dueño, quiere ser huésped. En Emaús, el “forastero” (huésped, en latín, es forastero) hace ademán de seguir de largo y espera a que lo inviten: “quédate con nosotros, porque anochece…”
Esta imagen de huésped se aplica también al Espíritu: “Dulce huésped de nuestra alma”.
Al darnos su Cuerpo y su Sangre, el Señor se nos da de manera íntima y total y un don tan grande para darse y para ser recibido requiere esta distancia-cercana tan propia de la relación de hospitalidad.
El Señor no viene ni como dueño de casa que se instala ni como desconocido que alquila o viene a negociar algo. Viene como huésped. Y no es esta una imagen menor para la caridad. Como si dijéramos que sería mejor que viniera como Esposo o como hijo… Por el contrario: al huesped uno lo trata mejor incluso que a los de casa.
En la hospitalidad reina la libertad, condimentando cada gesto de dar y recibir como algo que se hace gratuitamente, sin que nunca se pierda este gusto por la gratuidad.
Es bueno en este punto que cada uno rememore sus experiencias de hospitalidad y las aplique a la Eucaristía y a la Palabra, de modo que cuando comulgamos y cuando leemos la Palabra “hospedemos” al Señor en nuestro interior. Cada vez de modo nuevo, hasta que sea Él a hospedarnos definitivamente en el hogar de la intimidad de Dios, en lo que llamamos Cielo.
------------
Fuente:
https://diegojavierfares.com/2021/06/03/huesped-corpus-christi-b-2021/
martes, 17 de junio de 2025
domingo, 15 de junio de 2025
Fiesta de la Trinidad... Invitados, a ese Círculo de Amor Gratuito...
----------------
Les comparto también este texto escrito por Miguel Tombilla
Lo que celebramos en la Trinidad no es solo un misterio, algo que no se puede comprender por la sola razón. Sino que celebramos el gran amor de un Dios que se hace fecundo porque ama sin medida. Fecundidad amorosa que engendra al Hijo y que por el Espíritu sigue actuando en la historia.

Creación abierta que también espera planificación, que está anhelando también la vida en plenitud.
Dios fecundo en si mismo y de cara a los demás. Hacia dentro y hacia fuera. En un fuera que ya es dentro y viceversa. Todo amor, entregado, extendido, compartido.
Trinidad de amor, de creación, de historia, de esperanza de un presente que ya es futuro y pasado que ya es salvación.





