«Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos". -Mc 10, 14-
-Escrito por Dolores Aleixandre, (de su libro: Jesús, esto decían de Él)
"Jesús debía caerles divinamente a los niños si tanto se arremolinaban a su alrededor. Porque los niños distinguen inmediatamente de manera misteriosa qué adultos los entienden y saben tratarles y quienes no . Dicen que “los bendecía imponiéndoles las manos” : es una manera solemne de decir que jugaba con ellos...
Decía que para entrar en el Reino hay que parecerse a los niños, pero no en la ingenuidad ni en la inocencia, sino en esa confianza tranquila con que se dejan llevar de la mano o se duermen en brazos de su madre. Era así como Él iba por la vida y por eso hablaba de Dios no como un profesor de teología, sino como un hijo que cuenta cosas de su Padre.
Debía haber jugado mucho de pequeño en la plaza de su pueblo, y por eso le venían aquellos juegos a la memoria: los usaba en aquellas historietas que contaba y que la gente escuchaba boquiabierta, reconociendo en ellas cosas que también les pasaban a ellos.
Después de serias investigaciones, he llegado a la conclusión de que el juego al que hace alusión debía ser lo más parecido a ese nuestro de “Antón, Antón, Antón Pirulero , cada cual, cada cual, que atienda a su juego”. Menudo programa de vida cristiana seguir los gestos que ese “Antón Pirulero ” que es Jesús inició durante su vida: acoger, abrazar, sanar, acariciar, decir palabras de ánimo, lavar los pies cansados de sus amigos"…
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