Toda la naturaleza
es un anhelo de servicio.
Sirve la nube,
sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol
que plantar, plántalo tú;
donde haya un error
que enmendar, enmiéndalo tú;
donde haya un
esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que apartó la
piedra del camino,
el odio entre los
corazones
y las dificultades
del problema.
Hay la alegría de
ser sano y la de ser justo;
pero hay, sobre
todo, la hermosa, la tan inmensa alegría de servir.
¡Qué triste sería
el mundo si todo en él estuviera hecho,
si no hubiera un
rosal que plantar, una empresa que emprender!
Que no te llamen
solamente los trabajos fáciles.
¡Es tan bello hacer
lo que otros esquivan!
Pero no caigas en
el error de que sólo se hace mérito
con los grandes
trabajos;
hay pequeños
servicios que son buenos servicios:
adornar una mesa,
ordenar unos libros, peinar una niña.
Aquél es el que
critica,
éste es el que
destruye,
tú sé el que sirve.
El servir no es
faena de seres inferiores.
Dios, que da el
fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamársele
así: «El que sirve».
Y tiene sus ojos
fijos en nuestras manos
y nos pregunta cada
día:
«¿Serviste hoy?
¿A quién?
¿Al árbol, a tu
amigo, a tu madre?»
Gabriela
Mistral
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