Texto escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-
Después de leer el evangelio de la Transfiguración, disponete a acompañar a Jesús que sube al monte para orar.
Emprende tú la subida junto a Él, cargando con la mochila de tus propios desencantos, decepciones y escepticismos: “no se puede hacer nada”, “son inútiles los esfuerzos por cambiar la realidad”..., “lo mejor es no complicarse la vida...” Siente cómo todo eso ensombrece tu vida y empaña tu alegría.
Contempla luego a Jesús, envuelto en la claridad de la cercanía y de la palabra de su Padre: “Este es mi Hijo querido en quien me complazco.”
Siente que esas palabras te están dirigidas también a ti, que son pronunciadas también sobre cada hombre o mujer de nuestro mundo. Acoge la alegría de pertenecer a una humanidad envuelta en la ternura incondicional de Dios y deja que esa noticia disipe tus oscuridades, temores y pesimismos.
Habla con Jesús de tu necesidad de momentos de luz para tener los ojos y los oídos abiertos para reconocer su presencia y para escuchar la voz que dice “estos son mis hijos” sobre aquellos que viven envueltos en las sombras de mil formas de muerte.
Baja del monte con él y reemprende el camino, transfigurado tú también por la certeza de que Jesús es el Vencedor de la muerte y de que la vida humana, aún en “fase precaria”, se manifestará cuando el Resucitado enjugue todas las lágrimas... -Texto escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-
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Para terminar este momento contemplativo, te invito a ver este video con una canción de Salome Arricibita: https://www.youtube.com/watch?v=txRNzN3JGVM
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