lunes, 8 de enero de 2018

Al que ahora se sabía Hijo, todos se le habían vuelto hermanos...

Escrito por Dolores Aleixandre rscj

El Jordán es el lugar más bajo de la tierra y es precisamente ahí donde Jesús recibe el bautismo: era el sitio más adecuado para el que había escogido estar entre nosotros como un Siervo.

Salió del agua como el Ungido, el Predilecto, el Amado, el Consolado, el Enviado a compartir con otros lo recibido. Comenzó a caminar por Galilea derrochando esa incomprensible energía que posee el amor que, cuanto más se gasta, más crece. Curar era su manifestación preferida a la hora de amar.

Acogía los gritos y las lágrimas de la gente más abatida y con el aliento de su voz reanimaba sus vidas que casi se apagaban: “Ánimo, no tengas miedo, yo no te condeno, ven conmigo, tus pecados te son perdonados, levántate, vete en paz...”

Se detenía ante ellos, les escuchaba, les hacía preguntas:

  • “¿Qué quieres  que haga por vos?
  • ¿A quién buscas?
  • ¿De qué vienen hablando?
  • ¿Quieres curarte?
  • ¿Ves algo?
  • ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? 
  • ¿Quién me ha tocado el manto?
  • ¿Quién soy yo para ustedes?”...

Su luz iluminaba los ojos de los ciegos, su libertad se contagiaba a los que vivían cautivos.

Al que ahora se sabía Hijo, todos se le habían vuelto hermanos.

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