Fuente de este texto: http://www.cipecar.org
Este evangelio es una fiesta de miradas, de juventud, de seguimiento. Mira Juan a Jesús y esto es lo mejor de su profecía, se vuelve Jesús para mirar a los discípulos, miran los discípulos a Jesús, y Jesús le regala a Simón una mirada nueva. Son miradas profundas que tocan el corazón. Una mirada limpia, sin prejuicios, es el comienzo de un encuentro. Fijar la mirada en Jesús y acoger su mirada es la forma más bella de comenzar el trato de amistad con él. ¡Nos hace tanto bien volver a mirarle! Nadie puede quitarnos la dignidad que nos otorga su amor infinito. “Mirad que no está aguardando otra cosa sino que le miremos” (Santa Teresa).
‘Este es el Cordero de Dios’.
El encuentro con Jesús es el acontecimiento más importante en la vida profética de Juan. Una vez que señala a Jesús a sus discípulos, él se retira, deja sitio al que es más; viene el Cordero, el que marca nuestras puertas con su amor entregado y viene a eliminar la injusticia del mundo. ¡Con qué silencio se va Juan! Para muchos hombres y mujeres, el encuentro o reencuentro con Jesús da un nuevo horizonte a sus vidas, es el acontecimiento por excelencia. El encuentro con Jesús, si es profundo, no se puede dejar de anunciar. “¿Qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer?” (Papa Francisco).
Jesús… al ver que lo seguían, les preguntó: ‘¿Qué buscan?’ Le contestaron: ‘Rabí, ¿dónde vives?’.
Y esto se parece a una danza de alegría. Las preguntas de Jesús van a lo esencial, donde están los deseos más profundos. La respuesta de los discípulos también señala la hondura. La oración requiere intimidad. Lo importante acontece dentro. Preguntas y respuestas: Todo es necesario para quedarnos con él. El ser humano puede desvelar sin miedo su misterio de indigencia ante el que viene a colmar todo vacío con su amor. “Nuestra tristeza infinita solo se cura con su infinito amor” (Papa Francisco). Jesús es el amor de nuestra vida. “Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarte has en ti” (Santa Teresa).
Él les dijo: ‘Vengan y lo vean’. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día.
Los discípulos vieron con el corazón a Jesús, dejaron todo y se quedaron con él. Igualmente nosotros: sabemos que seguimos a Jesús cuando dejamos lo que no nos da vida y caminamos con el amigo. Después del encuentro con Jesús, parece que todo sigue igual, pero no es así. Las dificultades de la vida siguen estando ahí, pero, con Jesús, le nace a nuestro corazón una alegría, que nadie nos puede robar. Ahora vamos con un amigo, que es fiel. “Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama… Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida” (Papa Francisco).
Este amigo “nunca se cansa de dar… no nos cansemos nosotros de recibir” (Santa Teresa).
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