domingo, 15 de junio de 2025

Fiesta de la Trinidad... Invitados, a ese Círculo de Amor Gratuito...



Escrito por Mariola López Villanueva -RSCJ-

Lo que más emociona de esta fiesta es sentir que estamos invitados, que en ese Círculo de Amor gratuito hay un lugar que requiere ser habitado por cada uno de nosotros. Los padres capadocios, allá por el Siglo IV, fueron los primeros en esbozar qué significaba que nuestro Dios es relación de Personas, una relación creciente, multiplicadora, creativa…cuyo movimiento provoca una atracción salvífica. 

El Amante, el Amado y el Amor, nos invitan a formar parte de ese entramado relacional, a aprender los pasos de su danza, a sorprendernos una y otra vez por esa capacidad terapéutica del amor, que sana y embellece allí donde se posa. 


La Trinidad nos vincula a cada ser que respira, nos enseña que no podemos ser felices solos y nos alienta para que todos nuestros intentos, aún los de mayor torpeza, sean siempre bienvenidos; pues amar es algo que sólo podemos aprender amando...
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Les comparto también este texto escrito por Miguel Tombilla

Lo que celebramos en la Trinidad no es solo un misterio, algo que no se puede comprender por la sola razón. Sino que celebramos el gran amor de un Dios que se hace fecundo porque ama sin medida. Fecundidad amorosa que engendra al Hijo y que por el Espíritu sigue actuando en la historia.


Creación abierta que también espera planificación, que está anhelando también la vida en plenitud.

Dios fecundo en si mismo y de cara a los demás. Hacia dentro y hacia fuera. En un fuera que ya es dentro y viceversa. Todo amor, entregado, extendido, compartido.

Trinidad de amor, de creación, de historia, de esperanza de un presente que ya es futuro y pasado que ya es salvación.

domingo, 8 de junio de 2025

Pentecostés, nos Incendia para Sentir el Mundo como lo Sentía Jesús...

Escrito por Dolores Aleixandre -RSCJ-

Pentecostés nos invita a caer en la cuenta de cómo la acción del Espíritu Santo ha ido creciendo con el tiempo: cuando miramos hacia atrás, nos va siendo más fácil rastrear con agradecimiento sus huellas en nuestra vida y el eco de ese modo suyo de hacernos sentir su presencia que, como sintió Elias en el Horeb, es como "la voz de un silencio tenue" (1Re 19,12).

Pentecostés nos ayuda a entender mejor aquello de San Pablo de que "el Espíritu viene en auxilio de nuestra debilidad" (Rom 8, 26): el más elemental realismo nos va demostrando, no sólo que "no sabemos orar como conviene", sino que ese "no saber" abarca casi todo el resto de los aspectos de nuestra vida. Pero esa constatación que podría apabullarnos, podemos llegar a celebrarla porque nos recuerda que podemos contar con una fuerza que no nos pertenece pero que nos habita y que, a poco que se lo consintamos, se hace cargo de nuestra vida y se encarga de ella bastante mejor de lo que lo haríamos nosotros mismos si nos empeñáramos.

Pentecostés nos sitúa en la órbita del Maestro interior: según va pasando la vida y vamos teniendo experiencias preciosas de amistad, comunicación profunda y acompañamiento espiritual, puede crecernos la convicción de que hay en cada uno de nosotros una zona incomunicable y a la que casi no tenemos acceso ni nosotros mismos, pero que es transparente para el Espíritu que desde ahí enseña, atrae, conduce y mueve. Pero la cosa no va de intimismos porque es una conducción y ya se sabe dónde va a parar: oí contar hace poco que le preguntaron al Abbé Pierre en la TV: ¿Qué es lo más importante para Ud.? y él contestó: Los otros. Esa es la asignatura que enseña siempre el "Maestro interior".

Pentecostés nos incendia para sentir el mundo como lo sentía Jesús, sin permitir que la ausencia prolongada del Señor y el sufrir de tanta gente nos abrumen hasta el punto de apagar nuestra esperanza. Porque en medio de tantas cosas en contra, allí está también el Espíritu a favor nuestro, amigo fiel a nuestro lado para sostener en nosotros ese deseo que nos hace seguir clamando tercamente: "¡Ven Señor Jesús!" (Ap 21,17).

PARA UN MOMENTO CONTEMPLATIVO

Puedes rezar con esta poesía, quedándote sintiendo y gustando aquella imagen que sientas como invitación del Espíritu Santo para tu vida, en este Nuevo Pentecostes...

ESPÍRITU 

Que tu Espíritu sea danza que inspire el caminar. 
Que tu Espíritu sea aliento que convoque a la unidad. 
Que tu Espíritu arrase con la uniformidad. 
Que tu Espíritu se mezcle con nuestra humanidad. 

Que tu Espíritu transforme nuestras manos para dar. 
Que tu Espíritu madure nuestro sueño para amar. 
Que tu Espíritu fecunde con ternura nuestro ser. 
Que sea fuego en la campiña y encienda nuestra fe. 

Que tu Espíritu nos haga resistir la tempestad. 
Nos levante la mirada, nos regale libertad. 
Nos transforme en la palabra que restaure dignidad. 
Cómo ráfaga de vida, la esperanza traiga ya. 

Que tu Espíritu remueva nuestra tierra por sembrar. 
Que tu Espíritu inspire cada intento por sanar. 
Que tu Espíritu nos llene de gozo al mirar. 
Que la vida rompe el muro y la flor se asoma ya. 

Que tu Espíritu sacuda nuestro miedo a la verdad. 
Que tu Espíritu nos mueva siempre a dar un paso más. 
Nos invite a compartir la mesa con todo nuestro pan. 
Nos inunde de sentido y alegría en el andar. 

Que tu Espíritu, Dios Padre y Madre, invite a la equidad. 
Que tu Espíritu nos mueva a desterrar la soledad. 
Que tu Espíritu sea el verso que nos dé la identidad. 
Sea el canto y la razón que movilice nuestro andar. 

Que tu Espíritu, Dios Padre y Madre, invite a la equidad. 
Que tu Espíritu nos mueva con los pobres a luchar. 
Que tu Espíritu con ellos avive la amistad. 
Que propague la justicia y por fin venga la paz. 

 Cecilia Rivero rscj

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