Domingo 6 de Pascua – Ciclo A
Este sexto y último domingo de Pascua nos habla del gran don pascual: la nueva vida, la nueva alma del hombre. El Don del Espíritu Santo.
El Espíritu de la verdad. Algo que el mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce.
Pero que quienes lo hemos recibido y quienes hemos descubierto el misterio del Resucitado y lo hemos aceptado en nosotros, “sí lo conocemos”. Y lo conocemos “porque vive con nosotros y está con nosotros”.
Es el misterio de la nueva vida pascual. Es el misterio del nuevo hombre renacido en la Pascua. Es el Misterio de la vida de Dios en nosotros, el Misterio del amor de Dios. El Misterio de Dios en nosotros y de nosotros en Dios.
Algo no fácil de ver para quienes aún no han descubierto el misterio pascual. Por eso es algo que al mundo no le dice nada porque ni lo conoce ni lo ve. Es el Misterio de la vida.
La vida nace sin que uno mismo se entere. La madre, que ha concebido la vida, tarda en darse cuenta de que algo nuevo comienza a vivir en ella. Y durante unos meses sólo ella es testigo de esa vida. Los demás la ignoran.
Pero la vida está ahí.
La vida está germinando y creciendo secretamente en su seno.
La vida se está haciendo más vida.
Pero la vida no puede dejar de manifestarse.
La madre, a los meses ya comienza a dar señales de que algo nuevo crece y se madura en ella.
Ese es el misterio del amor de Dios en nosotros. Ese es el Misterio del Don del Espíritu de la Verdad en nosotros. Dios lo concibe en nuestro corazón y nosotros casi no nos enteramos. Dentro de nosotros se produce la gran maravilla de “Jesús en el Padre, nosotros en Jesús y Jesús en nosotros”.
Cada uno de nosotros quedamos como embarazados de Dios.
Una especie de concepción del misterio divino del amor en nosotros.
Una especie de concepción trinitaria en nuestro corazón.
Como la madre que ha concebido, también nosotros comenzamos sin casi enterarnos ni percibir ese nuevo misterio de la vida del Espíritu en nosotros.
Pero poco a poco, ese misterio “que el mundo no ve ni conoce” tiene que comenzar a manifestarse.
La semilla germina en la tierra, pero está llamada a brotar.
Tarda un poco, pero brota.
Y recién entonces nos enteramos de la nueva vida que comienza a florecer desde la entraña de la tierra.
También nosotros estamos llamados a ser los testigos de esa nueva vida pascual en nuestro corazón.
También nosotros estamos llamados a manifestar y mostrar al mundo el misterio que el mundo no ve, pero que está llamado a reconocer en el testimonio de nuestras vidas.
Como hombres nuevos estamos llamados a revelar la novedad de nuestras vidas en el testimonio de nuestras actitudes y nuestros gestos.
Estamos llamados a manifestar esos frutos del Espíritu en nosotros:
- Donde los demás no aman, nosotros somos testigos de un amor nuevo.
- Donde los demás están tristes, nosotros somos testigos de la nueva alegría.
- Donde los demás hacen la guerra, nosotros somos testigos de la paz.
- Donde los demás viven de las prisas, nosotros somos testigos de la paciencia.
- Donde los demás se manifiestan ásperos, nosotros somos testigos de la afabilidad.
- Donde los demás expresan la maldad, nosotros somos testigos de la bondad.
- Donde los demás son infieles, nosotros somos testigos de la fidelidad.
- Donde los demás hacen violencia, nosotros somos testigos de la mansedumbre.
- Donde los demás viven en la ebriedad, nosotros somos testigos de la templanza. (Gá 5,22-23)
Y así como Felipe se presentó en Samaria dando “signos” de la novedad pascual y la “ciudad se llenó de alegría”, también nosotros estamos llamados a despertar en el mundo esta nueva alegría, que es la mayor “razón de nuestra esperanza” de la que nos habla Pedro.
- Cristianos llamados a vivir con gozo y con alegría a pesar de las dificultades de la vida.
- Cristianos llamados a vivir con alegría, aún en medio de nuestros sufrimientos.
- Cristianos llamados a vivir con alegría nuestra fe.
- Cristianos llamados a vivir con alegría nuestra esperanza, aún en situaciones de oscuridad.
- Cristianos llamados a vivir con alegría la generosidad de nuestro servicio a los demás.
- Cristianos llamados a vivir con alegría la dureza de nuestro trabajo.
- Cristianos llamados a vivir con alegría incluso nuestra muerte.
- Cristianos llamados a vivir con alegría “aún si somos calumniados”, para que así queden “confundidos quienes nos denigran por nuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal”.
- Cristianos llamados a vivir la alegría “de ser amados del Padre y que también Jesús nos ama y se nos revela a cada uno de nosotros”.
El mundo es incapaz de ver y reconocer el don del Espíritu.
Pero somos nosotros quienes tenemos esa misión de hacerlo visible y reconocible en los signos y testimonio de nuestras vidas.
Señor: gracias por el Don de tu Espíritu.
Gracias por hacernos casa y habitación donde moran los Tres.
El mundo no ve la verdad de nuestro corazón, pero nosotros lo experimentamos.
El mundo no lo ve, pero nos has hecho a nosotros tus testigos.
Que nuestras vidas sean el reflejo vivo de cuanto hay dentro de nosotros.
Que nuestra alegría sea la mejor razón de nuestra esperanza.
Y que en ella todos descubran tu novedad.
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