La liturgia nos propone para este 1er domingo, un relato muy breve pero a la vez muy lleno de símbolos en torno a dos experiencias: desierto y conversión.
El desierto que nos presenta el evangelista, es tiempo y lugar de contrastes. En el desierto vive Jesús cuarenta días y vive rodeado de animales salvajes. Es tentado por satanás y los ángeles le sirven. Así el desierto, aunque es un tiempo y lugar de apartamiento, no está vacío, está cargado de presencias.
La conversión también es tiempo y lugar de contrastes. Se nos anuncia que se ha cerrado ya un ciclo: “el tiempo se ha cumplido”, y a la vez nos anuncian que estamos en el tiempo del Evangelio. Y así, la conversión implica la salida del tiempo caduco, el actual, para transitar uno nuevo, el de la llegada del Reino.
Pero en medio de la experiencia de desierto y conversión, aparece el Espíritu que impulsa, y la situación de Juan Bautista que provoca coraje. Marcos nos dice que Jesús va al desierto bajo el impulso del Espíritu Santo, y que movido por el arresto del Bautista, va a Galilea para anunciar la conversión. Jesús ni se resiste al Espíritu, ni se paraliza ante la dificultad o el reto.
El Evangelio de este domingo nos está invitando a vivir el desierto y la conversión. Propone que dejemos guiarnos por el Espíritu Santo al desierto de Dios, que nos demos un tiempo para que podamos encontrarnos cara a cara y sin miedo, con todo lo que llevamos dentro de nosotros mismos. Y nos propone, como a Jesús, que estemos atentos a lo que va pasando a nuestro alrededor, para que las realidades de hoy provoquen el coraje de responder a los retos que nos presenten el Espíritu y el Mundo.
Desierto y conversión son presentados por Marcos como dos aspectos inseparables de un mismo camino. Una ruta que se transita con la luz del Evangelio. Todo desierto bien vivido ha de llevar a la conversión. Puede que nos resistamos a vivir el desierto que nos ofrece Dios por estar afianzados en nuestros apegos, en nuestras comodidades, en nuestras cerrazones. Y puede que con ello estemos rechazando la gracia de la conversión, y la salvación.
Que nos atrevamos a salir de nosotros mismos y nos expongamos a la energía del Espíritu de Dios para que nos coloque en la vida, libres, convertidos, solidarios, misericordiosos, alegres y esperanzados en la venida del Reino.
----
MOMENTO CONTEMPLATIVO:
- HAGO mi PETICIÓN: En forma sencilla hago una oración al Señor, que pueda expresar lo que tengo dentro de mi corazón, una oración que nazca de lo más hondo de mi vida.
Señor, llévame al desierto para que entre en proceso de conversión.
- COMO REZO?:
Busca gustar interiormente el DESIERTO al que conduce el ESPÍRITU:
Dejarse conducir por el Espíritu al desierto implica arriesgarse, exponerse y disponerse a la acción de Dios. Si nos atrevamos a vivir el desierto divino saldremos curtidos de generosidad y misericordia.
Que en esta cuaresma estemos atentos a la acción del Espíritu Santo que transforma todos nuestros miedos y resistencias en libertad.
Busca gustar interiormente la CONVERSIÓN a la que invita JESÚS:
Dejarse conquistar por Jesús implica volverse y mirarlo a Él y convertirse a un nuevo modo de amar y de servir. Si nos hacemos amigos y amigas de Jesús nuestra vida se llena de alegría y contagiamos a otros la hermandad.
Que en esta cuaresma estemos atentos a la palabra de Jesús que convierte todos nuestros males y pecados en gracia divina.
Busca gustar interiormente el ENCUENTRO con la PALABRA DE DIOS
Dejarse iluminar por la Palabra implica captar que “el tiempo se ha cumplido” y que hace falta nuevas prácticas y símbolos según los nuevos tiempos de Dios. Si estamos atentos a la realidad de cada persona, de cada tiempo y lugar, el Señor nos dará fortaleza y sabiduría para actuar y servir con gozo.
Que en esta cuaresma estemos atentos al amor de Dios que re-crea toda nuestra vida, haciéndola benéfica para nosotros mismos y para quien nos necesita.
ORACIÓN de CUARESMA:
Ayúdame a hacer silencio,
Señor, quiero escuchar tu voz.
Toma mi mano, guíame al desierto,
que nos encontremos a solas, Tú y yo.
Necesito contemplar tu rostro,
me hace falta la calidez de tu voz,
caminar juntos... callar para que hables Tú.
Me pongo en tus manos, quiero revisar mi vida,
descubrir en qué tengo que cambiar,
afianzar lo que anda bien,
sorprenderme con lo nuevo que me pides.
Me tienta creer que te escucho,
cuando escucho mi voz.
¡Enséñame a discernir!
Dame luz para distinguir tu rostro.
Llévame al desierto
Señor, despójame de lo que me ata,
sacude mis certezas y pon a prueba mi amor
Para empezar de nuevo, humilde, sencillo,
con fuerza y Espíritu para vivir fiel a Ti.
P. Javier Leoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario