Escrito por hna Patricia Hevia rscj
Un nuevo tiempo de posibilidad: el Adviento. A lo largo de estas semanas que preceden a la Navidad, a lo largo y ancho de nuestro mundo, se va a ir repitiendo ese clamor que presta palabra a nuestro deseo más profundo: ¡Ven, Señor Jesús! Porque clamar por la venida de este Dios-Amor que ya está en medio de nosotros, que ya está abrazando nuestro mundo y nuestras vidas, es clamar por la venida de la justicia, del amor, de la belleza, de la fraternidad… de tal modo que alcancen a cada ser humano y a cada criatura.
Las lecturas de este Primer Domingo de Adviento, ponen nombre a este deseo: “que vivan seguros los que te aman”, “que las lanzas se conviertan en podaderas y las espadas en arados”, que nadie se adiestre ya para la guerra y que todos puedan decir: ¡la paz con nosotros!
Y esta transformación posible y anhelada comienza por cada uno de nosotros, que despiertos y en camino “subimos al monte de la casa del Señor” para ser adiestrados en la escucha de la palabra y para ser sanados de nuestras violencias que se transformarán en energía para la bondad, el Amor y el bien.
El Adviento es tiempo favorable, tiempo para despertar, tiempo para ponerse en pie, tiempo para “vestirse de Jesucristo”, tiempo para caminar a la luz del Señor, porque, como bellamente cantaba Leonard Cohen, “hay una grieta, una grieta en todo… y así es como entra la luz”. Ojala aprendamos a descubrir en las grietas de nuestra vida y de nuestro mundo esa luz que se cuela.
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