Bajó con ellos y
vino a Nazaret y les estaba sujeto.
Y crecía en sabiduría, en edad y en gracia
ante Dios y ante los hombres (Lc 2, 51- 52).
Escrito por Jose Luis Martin Descalzo, (de su libro: Vida y Misterio de Jesús de Nazareth)
Difícilmente se puede encerrar
mayor número de misterios en menor número de palabras. Lucas, el evangelista,
que ha sido minucioso y detallista al contarnos la anécdota ocurrida a los doce
años, se refugia ahora en la más general de las fórmulas, como desconcertado —o
asustado quizá— de lo que está contando. Escribe Robert Aron:
Aquí el historiador
vacila y el misterio aparece. Aquí se anuda, en la intimidad de una conciencia
convertida en adulta y consagrada a Dios, uno de los dramas más asombrosos y de
más graves consecuencias que haya conocido la historia del mundo. Aquí se
prepara una de las principales mutaciones que haya sufrido el pensamiento
humano y la historia de Dios sobre la tierra.
¡Es comprensible
que el misterio se resista a dejarse analizar y que prefiera esa discreta
sombra a la luz de la frivolidad humana!
¿Por qué volvió con sus
padres a Nazaret y por qué estuvo allí tanto tiempo?
Este misterios no es el más profundo, pero sí el más desconcertante. ¿No acaba de
proclamar en Jerusalén que él tiene que ocuparse de las cosas de su Padre, que
ha sido encargado de una misión que forzosamente le alejará de sus padres y de
su diaria rutina?
Hasta ahora era un
niño, pero, de pronto, le hemos visto crecer, tomar entre sus dos manos el
timón de su destino y señalar hacia un misterioso norte. Pero, apenas dichas
estas palabras, todo regresa a la sombra. El muchacho parece olvidarse de «las
cosas de su Padre», pospone de nuevo su misión —que ha brillado en sus ojos con
la intensidad, pero también con la celeridad de un relámpago— y vuelve ¡durante
dieciocho años! a la vulgaridad de la carpintería. ¿No estará traicionando con
ello su misión? ¿No estará «desaprovechando» su vida? ¿No dirá él mismo más
tarde que nadie enciende una lámpara y la pone bajo el celemín, sino sobre el
candelero para que alumbre a cuantos hay en la casa? (Mt 5, 15). ¿No es un
error dedicar más de nueve décimas partes de su vida a la oscuridad? ¿No hace
con ello un daño irreparable a cuantos en el mundo podrían salvarse
conociéndole?
Es éste uno de los
puntos en que más claramente se muestra la diferencia entre Jesús y cualquier
otro de los genios del espíritu que ha conocido el mundo. Todos los grandes
hombres han vivido «a presión», con la sensación de no poder perder un momento
de sus años, con la obligación de «vivirse» de punta a punta. Nada de este
vértigo hay en Jesús, al contrario: una soberana calma, una —como ha señalado
Cabodevilla— señorial indiferencia ante el paso del tiempo.
Jesús, evidentemente,
ni en su vida privada ni tampoco en la pública, tiene jamás prisa, nunca se ve
dominado por la angustia de que la muerte pueda llegar sin haber concluido su
tarea. Sabe cuándo
vendrá; sabe que
acabará joven; que tendrá pocos meses para predicar su mensaje; que no le
quedará tiempo para salir de los límites de Palestina; que, incluso, dejará
muchas cosas sin decir y tendrá que venir «otro» —el Espíritu— a completar su
obra. Pero nada de esto le convierte en ansioso, nada le hace vivir angustiado
y ni siquiera tenso.
Jesús es el único
humano en quien, en todo momento, se percibe que es más importante lo que es
que lo que hace. Por eso no vive «a la carrera». Sabe que su simple existir
como hombre, su humanidad son ya la gran revelación del amor de Dios hacia los
hombres. Viviendo redime, viviendo predica, sin necesidad de palabras ni
milagros. Estos serán simples añadidos a la gran realidad de su existencia
sobre la tierra. En este caso el mensaje no es lo que trae el mensajero, sino
el mensajero mismo; el mensaje es el hecho de que el mensajero haya venido. En
él, respirar, cortar maderas son un testimonio tan alto como resucitar muertos.
En sus años «perdidos» en Nazaret está ya enseñando y redimiendo, dando tanta
gloria al Padre como con su muerte y su resurrección.
Qué reflexión más sanadora!!! Soy una de las que se angustia por lo tanto que hay que "hacer"...
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