En él, el silencio se vuelve obediencia; porque la obediencia exige, ante todo, escucha, y San José, hace silencio para poder escuchar el querer de Dios.
Pero, como muchas veces es un querer que no se entiende, también en silencio, cuida de ser fiel; pues, principio es de sabiduría, que de lo que no se entiende, mejor es callar.
Es allí, en su silenciosa fidelidad, como San José se sabe en las manos de Dios y cuidado por ellas. De ahí, que su fidelidad, tome esta forma del cuidar de todo lo que, como él, está puesto en esas manos.
De este modo, San José se convierte en el fiel custodio a quien se le confía la misión de cuidar de Jesús, que como ningún otro estará puesto en las manos del Padre.
El camino de San José, es pues, otro modo de caminar el Adviento. De caminarlo desde el silencio. Desde un silencio obediente a lo que en el propio corazón se escucha.
Desde un silencio cuidado, que se cuida y se busca con el deseo de aprender lo que la Palabra enseña en su camino. Pues cuando la Palabra con mayúscula se hace carne, la carne debe aprender a hacer un Silencio con mayúscula.
El camino de San José es el camino de un silencio que gustando su fidelidad, busca recrearla, oxigenarla, y hacerla nueva.
Es el camino de un silencio que respeta. Que no se apresura a llenarse de juicios y pensamientos en los que el misterio del otro es un dato ya conocido.
Es el camino de un silencio que no es mutismo; que no se niega a la palabra, sino tan sólo se abstiene de ella, a fin de hacerla más fecunda todavía.
Quien viva así su Adviento, verá que hacer silencio, es ceder la palabra a Aquél que viene y se hace “Palabra de Dios entre nosotros”.
Amén.-
ResponderEliminarAMÉN, GRACIAS POR COMPARTIR.-
ResponderEliminarExcelente!
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