Seguimos caminando en este tiempo de Pascua.
El mensaje de los textos bíblicos nos sigue motivando para vivir en alza, con la moral levantada, con el ánimo crecido. Es el tono pascual, consecuente con la experiencia de la Resurrección... porque pascua, en realidad es cada instante de nuestra vida, no podemos dejarnos amedrentar por las circunstancias pasajeras, por duras y dramáticas que sean; nuestro talante de resucitados tiene que contagiar entusiasmo en las adversidades. Hacer crecer la vida, cuidándola.
Por eso nos ha de resultar lógico y adecuado el consejo de Juan: “Hijos les escribo para que no pequen”... porque, uno de los grandes pecados de un creyente es la tristeza que produce: abatimiento, falta de esperanza y de entusiasmo; una persona que ha resucitado con Cristo no pude vivir en la niebla del pesimismo. Además, desde la tristeza es muy difícil la paz y la comprensión de las escrituras. Sólo la alegría que produce la apertura a Jesús resucitado nos abre el entendimiento para comprender el Evangelio con la cabeza y el corazón. Y cuando un creyente está así de capacitado, es capaz de mucho.
El pasaje evangélico de hoy es otra catequesis sobre la resurrección, la gran experiencia que puso en movimiento a los primeros cristianos, para anunciar, como testigos, la calidad humana y redentora de Jesús. La resurrección de Jesús es el acontecimiento espiritual que más ha impactado y conmovido. Sabemos, sin embargo, que, tanto entonces como ahora, algunos dudan, otros se resisten a creer y otros confunden a Jesús resucitado con un fantasma del pasado o del “presente”.
Los que tenemos la suerte de creer podemos asegurar que la fe confirma lo que intuye la sensibilidad: nuestra vida no se pierde en el vacío de la nada, somos seres para la plenitud. Nos dice Jesús: “¿Por qué se inquietan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren, soy yo”.
Sabemos que no necesitamos de los sentidos para captar y entender la resurrección, que la fe no se basa en la seguridad de los sentidos, sino en la experiencia espiritual y religiosa. La famosa frase de Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entiende” podría explicar algo de lo que es la fe. Es el corazón el que siente a Dios, no la razón...
En efecto, el significado de la resurrección se percibe por la línea de la espiritualidad y de la fe. Y el gran mensaje que brota de la resurrección es: ¡Ánimo vecinas y vecinos, que tenemos futuro, que la vida y la bondad están por encima de todos los miedos y sufrimientos que nos puedan acontecer en el cotidiano VIVIR!
Lo único que pude oscurecer, con su niebla, la luz de la resurrección en nuestro corazón es la desesperanza, el temor de no encontrar el camino de vuelta a casa. La casa del Padre donde se hace fiesta grande por cada uno de sus hijos.
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