sábado, 14 de septiembre de 2024

Y para vos, ¿Quién es Jesús?

Texto del P. Gerardo Soding
 -Mc 8,27-35-

"En el camino de la fe que propone todo el Evangelio según San Marcos, aparece Jesús desde el principio con la Buena Noticia que proclama: 'el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca', la Buena Noticia, la conversión, la fe. Conviértanse y crean.

Ante este anuncio y este pedido algunos han escuchado su voz, se han dejado mirar por Él, han dejado todo y se han puesto en camino. Son sus discípulos que van entendiendo lo que Él dice y hace, que se van contagiando su entusiasmo, su alegría y van construyendo en torno a Él y junto a Él una manera de vivir distinta. Esta es la comunidad donde se tiene que empezar a ver que significa que el Reino de Dios, ya está anunciando aquí presente a quienes son llamados a vivir y a compartir y Jesús quiere, sabiendo adonde va, tener un poco de intimidad con ellos para que ellos le compartan lo que van entendiendo y aprendiendo, y por eso se retira dejando a la gente (Jesús está siempre rodeado de gente), lo vemos en un momento de tomar distancia, se va solo con los suyos. 

Jesús comienza con una pregunta sobre otros, qué dice la gente acerca de mi?

Jesús es un personaje que se hace notar y de las personas que se hacen notar la gente habla, eso fue ayer, es hoy y será siempre.

Jesús comienza preguntándoles, saben lo que dicen de mí? ustedes lo saben? algunos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías o algún profeta. Ubican a Jesús como alguien que tiene que venir de parte de Dios para iluminar lo que están viviendo.

Jesús toma lo que le dicen pero no le basta porque sabe que tampoco a ellos les basta, no alcanza con saber lo que se dice, no alcanza con repetir lo que otros dicen hay que comprometerse escuchando la pregunta decisiva de Jesús, qué dicen? no otros, ustedes, cada uno de ustedes, vos. Quién dicen que soy yo? es el momento de la verdad, es el momento del coraje.....decime, quien soy yo para vos?.

 Jesús no se impone, Él no dice: yo soy el Mesías, el que lo cree se queda y el que no, se va, Jesús abre el juego de la libertad, crea el espacio para que otro le diga quién es Él....y espera a partir de lo que otros digan....Hay que tener coraje para preguntar porque después de la pregunta hay que aguantar una respuesta, pero así es Jesús, se arriesga viniendo y preguntando para ayudar a la continuidad de un seguimiento que en este momento tiene que dar un salto. Pedro tomando la palabra encarna la esperanza y la ilusión de muchos 'Tu eres el Mesías'.

Hace años que esperaban a alguien que de parte de Dios hiciera dos cosas que los reyes y los gobernantes tenía que hacer, la justicia y la paz, hacía mucho tiempo que estaban desilusionados porque ellos no lo habían conseguido, seguían esperando al enviado de Dios. El Mesías, el Rey justo traería para Israel la justicia y la paz y Pedro siente que por lo que Jesús había hecho hasta ahora, tiene poder. 'Tú eres el Mesías' 

Jesús tomando lo que Pedro dice lo invita a algo más. Yo tengo algo más para ofrecerles, un camino a través del cual el Mesías va a traer paz y justicia, y es a través de la entrega que supone rechazo, sufrimiento, asesinato, muerte y después resurrección. Pedro dice: esto no puede estar en el proyecto de Dios, la sangre y menos para el Mesías, el rechazo, el desprecio, el sufrimiento , el asesinato, esos son los caminos de Dios para su Hijo? este es Aquel a quienes estamos siguiendo? Adonde nos lleva?, queremos un triunfador un exitoso alguien que transforme con el poder de Dios las estructuras que no nos hacen felices y creíamos que vos, el Mesías nos ibas a salvar del sufrimiento. Cómo puede ser? Se pone Pedro delante de Jesús interpelando los caminos de Dios, esto no!!! Así no!!!

Jesús en ese momento siente la tentación, la duda del desierto, hay un camino alternativo, una salida fácil, evitar el rechazo, el sufrimiento pero, es así que se muestra el Amor de Dios? 

Y apenas Jesús lo oye tiene que re ubicar a Pedro, Satanás!!!! Es el obstáculo, es la piedra del tropiezo y el escándalo que hace que se confundan y tropiecen...

Está todo mal, hay que empezar todo de nuevo porque hicimos todo mal.....

Por eso Jesús le dice a Pedro, 've detrás de mí'..... no quieras ponerte delante de mí para decirme como Dios tiene que hacer las cosas, soy yo el que lo sé, lo quiero y lo voy a hacer hasta el final. A vos te permito solamente aceptar que yo vaya delante para que puedas seguirme. Y esto es en Pedro y en los discípulos para todos.

Lo que tengo para ofrecerles no es éxito, ni dinero, ni fama, no es poder del mundo, es Vida, pero la Vida que les traigo es tan real, como el sufrimiento y la cruz es tan real y por eso los invito a tomarla, no porque yo voy delante, no porque ustedes quieran sino porque yo la llevo. En este momento crucial de cruces que son encrucijadas y de cruces que son cruces el Señor invita a cada comunidad, a cada cristiano, a la Iglesia toda a parar, a volver a estar a solas con Él, a escucharlo y responder cada uno, porque nadie responderá por otro, quién decís que soy?, volver a escuchar que Él nos dice quienes somos nosotros y quién es Él.

Y de lo real y concreto de la vida de cada día, nos vuelve a decir: 
-Confío en vos, confío en ustedes, pero dejen que les abra el camino yo…

-Yo voy delante, ustedes simplemente, síganme…"

domingo, 8 de septiembre de 2024

Alguién me ha sacado del mundo del silencio...


Escrito por Dolores Aleixandre, de su libro: "Contar a Jesús"-

La curación del sordomudo nos invita a dejar que Jesús siga realizando con cada uno de nosotros su gesto creador, como hizo Dios en la primera mañana de la creación, modelando con sus manos e insuflándole su aliento, curando nuestras sorderas y tartamudeos. La misma palabra dirigida al sordomudo: "¡Ábrete!", puede resonar hoy en nuestros oídos y en nuestro corazón, invitándonos a seguir realizando pequeños gestos creadores y ofreciendo signos de vida, también entre aquellos que no comparten nuestra misma fe.

Nos habla el sordomudo curado:

                   Vivo en la Decápolis, cerca del mar de Galilea,  nací completamente sordo y apenas puedo balbucir sonidos inarticulados, no podré escucharlas nunca y vivo desde mi infancia aislado y al margen de todo. Cuando de pequeño lloraba porque no podía participar en los juegos de los demás niños, mi madre, apenada,  solía tomarme en sus brazos  humedecía sus dedos con su saliva y acariciaba mis oídos y mi boca como si pudiera curarme con ella, mientras susurraba palabras que yo era incapaz de entender. 

Lo poco que conozco de la religión y de las costumbres de mi pueblo se lo debo a la paciencia de un anciano maestro que me enseñó a leer en sus labios pero, a pesar de ello, vivo como encerrado en una habitación sin puertas ni ventanas, aislado del rumor de una vida que se queda siempre fuera de mis umbrales. Así he vivido hasta que, repentinamente, he sido arrastrado de manera violenta fuera de la morada del silencio.

Todo ocurrió la mañana en que vi arremolinarse a la gente en la plaza del pueblo y me acerqué atraído por la curiosidad. El gentío no me permitía ver más que la espalda de un hombre cuya figura no me resultaba familiar y al que todos miraban con atención. Alguien me dijo por señas que se trataba de un judío y me extrañó su presencia. Apenas nos tratamos con ellos porque nos desprecian y se sienten superiores a nosotros por no se sabe qué historias de su religión y de su Dios.

Yo sólo tenía intención de mirar pero de pronto sentí que me empujaban al centro y me encontré, paralizado y confuso, frente a un desconocido de quien lo ignoraba todo...

Entonces él hizo precisamente lo que yo no esperaba: me agarró del brazo y me sacó fuera del grupo que se quedó mirándole desconcertado, mientras nos dirigíamos lejos de ellos. Sentí miedo, ¿qué pretendía hacer conmigo? ¿por qué no quería que lo presenciara nadie?. Como si  presintiera mi temor, soltó mi brazo y, humedeciendo sus dedos con saliva realizó el mismo gesto de mi madre, tocando con sus manos mis oídos y mi boca. Leí en sus labios la palabra «¡Effeta!», ¡Abreté!, y fue como si los batientes de una puerta se abrieran de par en par por la fuerza de un huracán. Tuve la sensación de que todos los murmullos y las voces de la tierra entraban en mí, como la música de los instrumentos que nunca había podido oír, y de mi boca desatada brotaron como torrentes las palabras que nunca había podido pronunciar.

La gente se había ido acercando atónita y entonces él hizo de nuevo algo sorprendente: nos ordenó de manera tajante que no dijéramos nada de lo sucedido y se marchó. Nadie hizo caso de su prohibición y yo menos que ninguno: «Todo lo ha hecho bien», decían. «Ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos».

 Pero en el secreto de mi corazón yo sabía algo más: alguien me había sacado del mundo del silencio y había abierto mi vida entera sacándome a espacio abierto. Y lo hizo no como quien realiza un acto mágico y espectacular, sino con la ternura del gesto de una madre que acaricia al más débil de sus hijos.

El gemido de Jesús recrea, cura...

Escrito por Mons. Jesús Sanz Montes, ofm  

Jesús se encaminará desde Tiro a Galilea atravesando la Decápolis. No son datos geográficos sin más, sino que indican que la acción que a continuación vendrá narrada ha ocurrido en un territorio pagano, es decir, en medio de gentes poco predispuestas a acoger el paso bondadoso del Mesías. A Sidón, le llevaron un sordomudo, alguien por lo tanto profundamente bloqueado para acoger un mensaje y para poder compartir el suyo. Aquella gente le pide que le imponga las manos. Jesús apartándolo, le tocó con sus dedos, le ungió con saliva. Pero hizo más: miró al cielo - suspiró - dijo. Son tres acciones que colocan la curación en un nivel diferente, en una perspectiva netamente religiosa.

Jesús mira al cielo en actitud orante, y así hará en tantas otras ocasiones determinantes de su ministerio, como para situar su acción milagrosa, su benéfico paso, en relación con la misión que el Padre le confió. No hay nada de cuanto Jesús dijo e hizo, que no provenga verdaderamente del apasionado deseo de hacer la voluntad de su Padre.

No sólo levanta sus ojos hacia el cielo, sino que suspiró también. Aquí se centra en el dolor concreto de un hombre, en esa incapacidad total de dar y acoger la comunicación. Este suspiro es un modo de hacerse uno con esa indigencia, una manera de participar. Se trata de la misma actitud de Yahvéh cuando escuchó los gemidos de su Pueblo en Egipto. Jesús gimió, suspiró sobre el mal que tenía delante.

Y en tercer lugar habló: ábrete (effetá). No es un gemido que se queda en el simple lamento, en la estéril denuncia. El gemido de Jesús recrea, cura. Y aquella cerrazón que tenía amordazado en el silencio a aquel hombre sordomudo, se disolverá ante la palabra imperativa del Señor, con la misma fuerza con la que mandó callar la tormenta del mar. Según la mentalidad judía, cuando un hombre estaba enfermo de algo, todo él participaba de la enfermedad. Y cuando venía curado también toda su vida es la que recobraba la salud. Al decir Jesús ‘ábrete”, no sólo fue su oído sino toda su persona la que se abrió.

Jesús pasó haciendo el bien. Esta fue la reacción de aquella gente oficialmente pagana, pero abierta al paso de Dios que es capaz de hacer nuevas todas las cosas. Y como en el día primero de la creación, cuando vio Dios lo que había hecho y lo encontró bueno, también aquel sordomudo se convirtió en testigo del paso de Dios que embellece, que beneficia, que hacer saltar las mordazas todas para que el hombre pueda escuchar y contar una Buena noticia, la del Hijo de Dios y Salvador de sus hermanos.