Pescados a tiempo
Por Diego Fares sj
“Pescadores de hombres” es una metáfora difícil.
Siempre he admirado a los que tienen la gracia de “pescarnos para Jesús”.
Si se mira de afuera pareciera que tiene trampa: pescar a otro, engancharlo…, como que deja un gustito a que no se respeta la libertad. La imagen del pez coleteando desesperado y ensartado en el anzuelo no es para nada marquetinera.
Y sin embargo, muchos de los que vivimos desde adentro el haber sido pescados para Cristo (no lo digo de todo el mundo pero sí personalmente y también de muchos otros que conozco), agradeceremos eternamente a aquel que se animó a echarnos el ojo, mostrarnos el anzuelo y pegar el tirón que nos sacó de nuestro mar de cavilaciones y nos metió de cabeza en una misión del reino de la cual nos enamoramos y ya no volvimos más atrás.
Meditando la dificultad de la metáfora – no queda bien esto de ser “pescado”, más bien el mensaje debe ser confirmarle a cada uno que es un derecho suyo inalienable decidir sobre su vida, imaginar su futuro, realizar sus capacidades…- siento que el Señor la eligió a propósito: para que no queden dudas de que “no lo elegimos nosotros a Él sino que fue Él el que nos eligió a nosotros”.
Y aquí hay que detenerse y contemplar varias cosas.
La primera que elegí es el dibujito de Fano –esa Trinidad con Eucaristía y Palabra- remando alegre en la barquita de Pedro. Se nos pesca para entrar allí.
Cuando Pablo, en la segunda lectura, dice que “el tiempo apremia” utiliza “sys-tello” que significa “contracto”. El tiempo se contrae, se angosta (de ahí la angustia), se reduce, se va como agua por el sumidero. Esto no significa que ya viene el fin del mundo sino que es una característica propia del tiempo humano todo el tiempo: siempre es corto, se hace corto, como que se reduce y se escurre entre los dedos.
Jesús en cambio nos habla de un tiempo pleno al que uno puede acceder como salvado de un naufragio: “conviértanse y crean en esta buena noticia: que el tiempo se ha cumplido y es un tiempo pleno: el reino de Dios se ha vuelto cercano”.
Puesto en clave temporal: somos pescados de un tiempo que se agota, de un lago cuya agua se escurre por el desagüe…, a un tiempo pleno, a un tiempo “de Cielo”, que no se agota ni contrae sino que se expande y se dilata sin fin.
Que te pesquen de un lago que se seca y te enseñen a “evolucionar” como evolucionaron los primeros peces que salieron del agua, y a vivir del Aire –del Espíritu- es una gracia.
Que te pesquen del mar de dudas y cavilaciones en el que estás preso, mientras se te pasa el tiempo y no terminás de saber bien qué hacer que valga la pena, y te zambullan en interior de esa barquita en la que Rema la Trinidad, es una gracia.
Nos pescaron a la Vida desde esa Interioridad, desde esos dos Corazones que son un solo Corazón. Que Ellos hayan acercado su Tiempo Pleno y lo hayan metido a navegar en nuestra historia de tiempo angosto, y que uno se pueda subir a esa barquita en la que reman mar adentro y realizan pescas milagrosas, es una gracia que no tiene palabras.
El amor no es sino tiempo – tiempo gastado en los demás y con los demás-. Al fin y al cabo es el único tiempo que no se te pasó, que está enterito y rebosante dando Vida a tu corazón. Y paradójicamente, el tiempo gastado así, es el Tiempo Pleno, la Vida eterna que le dicen.
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