La autora de este texto es hna Dolores Aleixandre -RSCJ-
"El Señor visita su templo: se acerca con la debilidad de un niño, no para juzgar a los que no cumplen la ley, sino para someterse él mismo a ella. La ofrenda que pagan por él se ofrece a Aquel que, en su Hijo, lo ha entregado todo. Los dos ancianos que vivían, como el verdadero Israel, vigilantes y a la espera, se dan cuenta ahora de que ha sido Dios quien los ha precedido y por eso Simeón exclama:
«¡Mis ojos han visto la salvación que has preparado!» (Lc 2, 30).
Ana deja atrás como caducos el culto y los ayunos porque ahora se le ha aproximado Aquel a quien servía y esperaba. La obediencia creyente les ha dado una percepción penetrante para descifrar las nuevas señales que ofrece Dios, ocultas en lo más común y ordinario, en la normalidad de la vida cotidiana. Y, a pesar de la humildad de sus manifestaciones, escuchan una llamada a la conversión que les «atraviesa el corazón». Ya no hay ángeles en esta escena: la difusión de la buena noticia ha pasado a actores humanos y estos se convierten en gente capaz de bendecir a Dios y «bien decir» de la vida. Y su mensaje nos anuncia que es la mirada atenta a la realidad, junto con la escucha silenciosa de la Palabra pronunciada sobre ella, lo que puede transformar la vida en bendición".
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