sábado, 28 de abril de 2012

El Buen Pastor


-Escrito por Diego Fares, sj-
Hay un solo Pastor. Y esto tiene que estar presente en el corazón de todo aquel que tenga un rebañito a su cargo (sea grande como una comunidad o pequeño como una familia, en incluso más pequeño aún, como esas ovejitas que ocasionalmente uno cuida por el camino). Tiene que estar presente como paradigma no sólo para las cosas que nosotros hacemos “en carácter de changa” sino también en las que hacemos bien y generosamente, “haciéndonos cargo”.

Él es el que está sosteniendo nuestras acciones más buenas y Pastoreando (con mayúsculas) en nuestras pastorales chiquitas.

Jesús es el que suma ayudas y las “recapitula”, fortaleciendo todo lo bueno nuestro que es tan frágil, tan provisorio, tan pronto a la desilusión o al menor esfuerzo.

El es el Gran Pastor de las ovejas y su Nobleza (porque “kalos” no solo significa bueno y bello sino también noble) consiste en no hacerse elogiar sino en destacar a sus amigos y discípulos a quienes confía la tarea de pastorear.

El Señor es ese Conductor cuya acción no se nota. Y no se nota, precisamente, porque no necesita hacerse notar: sus ayudantes y las ovejas la tienen incorporada y actúan en su mismo Espíritu.

San José y la Virgen María –la pastora hermosa-, son los que primero recibieron este influjo benéfico del Pastorcito: el Niño los hizo Pastores con su sola presencia, los pastoreó haciéndose pastorear y cuidar.

Podemos sacar de ellos dos ejemplos que nos acercan a Jesús Buen Pastor y nos permiten sentirlo Vivo, pastoreando la Iglesia viva de hoy.

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