Escrito por Eloi Leclerc. -del Libro: Id a Galilea, al encuentro del Cristo Pascual-
Mc. 16, 7= “Él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se los había dicho»
“Fue en Galilea, a orillas del lago, donde todo había empezado. Un día Jesús se había acercado a ellos. Les había sorprendido en su actividad de pescadores. Su mirada y su palabra les habían impresionado profundamente. Se habían sentido conmovidos. Habían sentido nacer en ellos una esperanza tan grande que, en el impulso y el ardor de su juventud, no habían dudado en seguirlo, felices por haber descubierto a Aquel a quien los profetas habían anunciado y a quienes todos esperaban sin conocerlo…
Galilea eran todos los lugares que Jesús había marcado con su presencia.
Era Caná, donde había convertido el agua en vino de bodas…
Era el monte donde había proclamado las bienaventuranzas…
Eran todos los caminos recorrido siguiendo al Maestro…
Eran las comidas que habían celebrado juntos…
Eran las curaciones de las que habían sido testigos asombrados…
Eran las muchedumbres entusiasmadas cada vez más numerosas…
Galilea eran también los lugares retirados donde habían visto cómo oraba o se había confiado a ellos…
¡Cuántos recuerdos y emociones en una sola palabra: Galilea…!
Les parecía que el Cielo había perdido todo su orgullo: el Reino de los Cielos tocaba la tierra, se abría a todos y se encarnaba en la vida cotidiana…
Sin embargo, ya habían pasado tres días desde la muerte de Jesús. Los discípulos estaban aterrados y temblaban de miedo…“con las puertas cerradas por miedo a los judíos”–Jn. 20,19
Así, al atardecer de aquel día de Pascua, Jesús se les aparece de improviso en el lugar donde están escondidos, se sienten sorprendidos de espanto al verlo. No creen lo que ven. Piensan que están viendo un fantasma. Jesús tiene que insistir: “miren mis manos y mis pies; soy yo mismo. Tóquenme y vean, porque un espíritu no tiene carne y huesos como ven que yo tengo”.
Empezamos a entrever el porqué de la cita en Galilea. Era urgente vincular el extraordinario acontecimiento de la Resurrección con todo aquello que le había precedido en Galilea, en los humildes caminos del Maestro en compañía de los discípulos. El retorno a Galilea tenía que permitir a los discípulos encontrar a Jesús en su realidad y su proximidad humanas…
No son sólo los apóstoles los que tienen que regresar a Galilea para encontrar al Señor Resucitado. La palabra de Jesús se dirige también a todos nosotros, a cada uno de nosotros personalmente: “Vayan, y avisen a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”-Mt.28, 10-
Tal vez no haya palabra evangélica cuya comprensión sea más urgente en nuestros días: cada uno de nosotros tiene una Galilea en algún lugar de sí mismo, su Galilea, adonde el Señor lo precede y lo espera…
El Resucitado se manifiesta a nosotros resucitándonos con Él: haciéndonos experimentar en nuestro ser el dinamismo de su resurrección, afirmándose como la savia que nos da la vida.-Jn.15-
Dicho de otro modo, nos permite reencontrarlo, concediéndonos la gracia de encontrarnos a nosotros mismos. Su resurrección es también nuestra resurrección, el despertar de nuestro ser...
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